por CLAUDIO KATZ*
Javier Milei prioriza atacar a los desposeídos con el mismo entusiasmo con el que sus socios del Primer Mundo estigmatizan a los inmigrantes
Javier Milei se posicionó como protagonista de la derecha global. Como en otras latitudes, canalizó gran parte del descontento generado por décadas de crisis económica, degradación social y cansancio con el sistema político. Y, al igual que sus pares, canalizó ese malestar contra los sectores más desvalidos de la sociedad. Adoptó la misma actitud disruptiva, vistió el mismo disfraz de rebelde y adoptó la misma pose contestataria.
El libertario se anticipa a los ataques que sus compañeros tienen preparados en otros países. Ya se ha olvidado de su casta y ataca a los hambrientos almacenando comida que no entrega en los restaurantes de la comunidad. Hizo un recorte sin precedentes en los ingresos de los jubilados y aumentó los despidos con una crueldad y un sadismo sin precedentes.
Javier Milei prioriza atacar a los desposeídos con el mismo entusiasmo con el que sus socios del Primer Mundo estigmatizan a los inmigrantes. Los extranjeros no son maltratados en la metrópoli por ser de otros lugares, sino por su falta de recursos. Se enfrentan a una infamia que no se extiende al jeque árabe de Marbella ni al inversor sudamericano en Miami.
El chivo expiatorio de Javier Milei son los trabajadores informales de los movimientos sociales. Son atacados con la misma artillería que a africanos y árabes en Europa o a mexicanos y precarios en Estados Unidos. El libertario utiliza la misma cortina de humo que sus compinches internacionales para defender los privilegios de los poderosos grupos capitalistas.
En todos los rincones del mundo, la extrema derecha se está expandiendo para aplastar a las organizaciones populares. En América Latina, busca anular los logros alcanzados durante el ciclo progresista de la última década. Utiliza una venganza explícita contra este proceso, para frustrar su repetición actual y su futura profundización. En Argentina pretende modificar las relaciones sociales de fuerza para destruir sindicatos, destruir cooperativas y sacudir las organizaciones democráticas. Las clases dominantes toleran todo el descontrol de Javier Milei con la esperanza de consumar este atropello.
Insignias comunes
El libertario argentino desencadenó el giro político hacia el autoritarismo reaccionario, promovido por todos sus cohermanos del planeta. Estos dos términos resumen la mejor definición de la ola actual. Es autoritario porque pretende estrangular la democracia dentro del régimen político actual, creando Estados fuertes que criminalizan las protestas y subyugan a los opositores.
Es el modelo introducido por los líderes de Hungría y Polonia y es el programa que impulsa Donald Trump para su eventual regreso a la Casa Blanca. El magnate espera controlar la prensa, manipular el poder judicial y gestionar los servicios de inteligencia. El mismo esquema –con más aditivos represivos– está construyendo Patricia Bullrich a nivel local, para emular la virulencia de los golpistas que gobiernan Perú.
La marca reaccionaria es compartida por igual por todos los personajes de derecha, que reviven los mitos de sus países. Donald Trump recrea la nostalgia del dominio global estadounidense y pide el regreso de la grandeza de Estados Unidos. Sus colegas británicos promovieron la Brexit con reminiscencias muy similares al pasado victoriano. Vox invita a fantasear con la antigua supremacía colonial de España y Javier Milei no se queda atrás, con sus llamados a recrear la prosperidad de una oligarquía que exportaba cereales y carne a costa del país.
El autoritarismo reaccionario del siglo XXI no repite el fascismo clásico, que a mediados del siglo pasado forjó regímenes totalitarios para intervenir en la guerra mundial y asfixiar el avance del socialismo. Pero su objetivo es neutralizar todos los aspectos democráticos de los sistemas constitucionales actuales, incorporando varios elementos del neofascismo. Incluye ya, por ejemplo, la acción de grupos terroristas (por ahora marginales), que han cometido más crímenes que el yihadismo considerado diabólico. Una de las consecuencias de estos aterradores allanamientos fue el intento de asesinato de Cristina Fernández Kirchner.
Los gestores de avalanchas marrones utilizan cuatro banderas comunes en todo el mundo. En primer lugar, el punitivismo, la mano dura y la tolerancia cero ante cualquier delito cometido por los pobres. Eximen completamente de esta pena a los ladrones de cuello blanco, con el modelo de encarcelamiento indiscriminado que promueve Bukele y considera Bullrich.
El antifeminismo es el segundo emblema de la derecha. Rechazan todos los logros del movimiento de mujeres y justifican esta oposición con una extraña victimización de los hombres, como nuevas víctimas de la “ideología de género”. La opresión femenina sólo se destaca cuando contribuye a los estereotipos de violencia asociados con una minoría hostil (islámica, afroamericana, indígena). Javier Milei participa de esta ola, cerrando institutos y retirando recursos de la investigación, con el objetivo de revertir las leyes de igualdad logradas en Argentina.
La tercera bandera de la avalancha reaccionaria es el anticomunismo delirante, que presenta a Joe Biden como un socialista de renombre. Javier Milei lidera esta ceguera macartista, ubicando a Gustavo Petro, Lula o López Obrador en universos cercanos al comunismo. Alienta una campaña incansable contra el marxismo, detectando radiaciones de este mal en todos los sectores de la sociedad. Su batalla cultural contra la izquierda incluye la demolición de la cultura, la destrucción del cine, el deterioro del teatro, el desmantelamiento de Tecnópolis y la reorganización de la educación escolar mediante la erradicación de la pluralidad de opiniones.
Finalmente, la derecha tiende a resucitar el viejo nacionalismo nativista, con su tradicional acusación de resentimiento contra los extranjeros, para exaltar el pasado y deificar la identidad nacional. Con este espíritu, Vox reconstruye el españolismo, recuerda la “guerra contra los rojos” de 1936 y exalta el “día de la carrera” para repudiar el despertar de los pueblos originarios de América Latina. Javier Milei comparte esta resurrección falangista, reivindicando las dictaduras del Cono Sur, y Villaruel revitaliza el mismo ensueño con desfiles militares, para exigir el perdón de los genocidas.
Pero esta variedad de nacionalismo permanece silenciada en América Latina, ya que ha perdido el prestigio y el apoyo militar del pasado y carece de bases materiales o pilares de desarrollo. También en Europa el nacionalismo reaparece a la defensiva. Incorpora una retracción identitaria muy alejada del viejo nacionalismo chauvinista que fue la base de las guerras fronterizas de una potencia contra otra. Lo que prevalece actualmente es un paneuropeismo escondido en el derecho a la diferencia, que exalta una identidad cristiana, occidental, blanca y patriarcal, en oposición a los inmigrantes de África y el mundo árabe.
Hebras bajo el mismo mando.
La extrema derecha surge en el mundo como consecuencia de la crisis económica y el agotamiento del sueño neoliberal de la globalización. El nuevo escenario de intervención estatal que siguió al rescate de los bancos (2008-2009) irrumpe e incluye dos tendencias contradictorias. Por un lado, encarna el giro keynesiano hacia la regulación estatal y, por el otro, refuerza el individualismo mercantil en la lógica neoliberal.
El elemento regulatorio es visible en el proteccionismo de Trump, en las políticas de intervención sugeridas por Meloni o propuestas por Le Pen y en la defensa de los aranceles a las importaciones agrícolas de la Unión Europea. El elemento neoliberal puede verse en el refuerzo de las privatizaciones, los beneficios fiscales para los ricos y la desregulación laboral.
Esta misma marca está presente en el negacionismo climático al servicio de las petroleras y en la fantasía antiverde de resolver el desastre ambiental con respuestas espontáneas del mercado. La misma idolatría comercial profesan los nuevos multimillonarios de la extrema derecha digital, que imaginan una conducta comercial de Inteligencia Artificial. Nunca explican cómo esta dirección podría allanar el camino hacia la prosperidad universal que patrocinan.
La cultura neoliberal también está muy presente entre los patrocinadores religiosos de la tendencia de derecha. El extremismo cristiano en Estados Unidos y los pentecostales en Brasil reemplazan el culto tradicional por una teología de la prosperidad, en manos de predicadores improvisados, que construyen sus propias iglesias para propagar las reglas del emprendimiento con mensajes de individualismo competitivo.
Este elemento neoliberal predomina en toda la extrema derecha latinoamericana, que rechaza el industrialismo desarrollista. Javier Milei va más allá con posiciones anarcocapitalistas, pero va a contracorriente de sus principales colegas del mundo desarrollado. El fanatismo ultraliberal que propaga no se debe sólo a su ceguera ideológica. Está gestionando la gravísima crisis económica argentina al servicio de los líderes financieros, que bendicen su discurso para justificar el ajuste y cobrar una deuda fraudulenta.
Donald Trump es, sin duda, el principal referente de la extrema derecha global. Encabeza un espacio forjado en Estados Unidos a partir de la revolución conservadora de Ronald Reagan, que se consolidó con la Tea Party. Estos dos pilares alimentaron la base de multimillonarios, medios de comunicación, iglesias y activistas que impusieron el cambio de rumbo del Partido Republicano.
El magnate amplió su red a nivel internacional, con el apoyo de las organizaciones tradicionales de derecha estadounidenses (CPAC) y sus ramas religiosas. Intentó, con Steve Banon, crear una Internacional Marrón entrelazada con Europa, pero enfrentó la resistencia de Le Pen. Sin forjar este organismo, también introdujo un nivel de coordinación sin precedentes en una extrema derecha globalizada sin precedentes.
Donald Trump está tratando de articular con sus pares la guerra comercial reforzada que está preparando contra China. Actúa en consonancia con la continua supremacía norteamericana en el sistema imperial. Pretende consolidar una agenda europea presentada a Washington, basada en un cierto acuerdo con Rusia para poner fin o moderar la guerra en Ucrania. Sus socios del Viejo Continente ya están discutiendo este mandato, frente a un sector belicista que se niega a rendirse.
En América Latina la subordinación al trumpismo es total y no presenta estos matices. Javier Milei es un soldado disciplinado a las órdenes de Washington. Con viajes al extranjero, discursos en Davos, dardos contra China y retirada de los BRICS, se muestra como un típico lacayo del poder norteamericano.
En el desarrollo general de la extrema derecha global coexisten procesos de larga data con irrupciones más recientes. Al igual que en Estados Unidos, la gestación europea ya dura varias décadas, e Italia es un ejemplo de esta maduración. Allí surgió primero con una marca neoliberal (Berlusconi), luego se consolidó sin aspectos extremos (Fini) y, finalmente, reemplazó la hostilidad del Norte del país hacia el Sur por el rechazo europeísta a los inmigrantes del Tercer Mundo (Salvini). Más recientemente reafirmó estos cambios (Meloni).
En América Latina, esta dinámica cambiante de la derecha es más reciente. Javier Milei llegó en el último momento, usurpando la preparación que inició Mauricio Macri y que cobró fuerza durante la pandemia. Junto con Benjamín Netanyahu, encarna la variante más virulenta de la ola actual. Ambos se alejaron del estrecho modelo anterior para poner en práctica mensajes incendiarios. El genocidio en Palestina y la brutalidad del ajuste en Argentina ilustran esta brutal implementación del programa reaccionario.
La obscena afinidad de Javier Milei con Benjamin Netanyahu también ilustra el giro general de la vieja derecha antisemita hacia la islamofobia y la validación de segregación racial anexionista del sionismo. El anarcocapitalista argentino lleva al extremo esta convergencia con actitudes ridículas, adoptando códigos de sectas medievales del judaísmo y llevando a cabo una agresión descarada contra el mundo árabe.
Javier Milei sumó a su habitual cuota de exotismo los rasgos más insólitos de sus socios internacionales. Adoptó especialmente una visión paranoica de la realidad política, que atribuye cualquier adversidad a la presencia de una conspiración. Difunde esta loca simplificación con la misma naturalidad con la que sus colegas exaltaron el antivacunas y el terraplanismo. Pero el presidente argentino enfrenta un escenario mucho más adverso que sus partidarios. Todavía está lidiando con una crisis económica explosiva y no ha formado la adictiva tropa de apoyo en las calles, que incluye a Donald Trump, Jair Bolsonaro y Marine Le Pen.
Respuestas en camino
Es cierto que la extrema derecha avanza en el mundo, con fuerte presencia en países clave como India. Esta tendencia se consolidará si Donald Trump gana las elecciones, después de haber forzado la deserción de su anciano rival. El mismo espacio amplió su centralidad legislativa en el Viejo Continente, pero sin lograr el control directo de la Unión Europea.
Todos los sectores del espectro reaccionario aprovechan la crisis de credibilidad en la comunicación tradicional para aumentar su influencia en las redes, con el apoyo monetario de las grandes empresas. En un contexto general de gran incredulidad, plasmaron el desacuerdo con este uso descarado del universo digital. Javier Milei perfeccionó esta manipulación, con las mentiras instaladas por su banda de los trolls para determinar la agenda política del día a día.
Pero la continuación de la avalancha mundial de derecha no es inevitable. La tendencia regresiva puede ser derrotada en las calles y en las urnas si se toman medidas decisivas para someterla. Esta respuesta es posible, pero se necesitan políticas sólidas para superar las dudas actuales.
Las incursiones reaccionarias ya han sufrido varias derrotas en América Latina. El golpe de Estado en Bolivia y la secesión de Santa Cruz fracasaron. Los disturbios en Brasil y el intento de derrocar al progresismo en México también fracasaron. En Venezuela se juega ahora otro partido decisivo contra los artífices de innumerables conspiraciones, y en Argentina todavía se espera el resultado final.
Es importante señalar las lecciones que Francia aporta a esta resistencia. Allí se logró un gran alivio en las últimas elecciones. Había una gran amenaza de victoria para Marine Le Pen y surgió un éxito sorprendente desde la izquierda. Fue una ironía de la historia que el sistema electoral forjado para evitar este resultado facilitara la derrota de la extrema derecha.
La movilización popular, la rápida creación de un frente y el éxito en la unificación de los candidatos fueron decisivos para este logro. También fue decisivo el programa antineoliberal difundido por la izquierda, con propuestas radicales de Asamblea Constituyente e impuestos a las grandes fortunas para financiar las pensiones. En campaña se logró un eficaz contrapeso a los medios de comunicación que satanizaban a Jean-Luc Melanchon y, tras las elecciones, impresionó el mensaje sólido para promover un gobierno de izquierda.
Es cierto que la derecha ha duplicado sus porcentajes y sigue siendo el principal enemigo. Pero hay nuevos escenarios abiertos, incluidas batallas internas en la izquierda contra la renovada influencia socialliberal del Partido Socialista. Hay muchos debates sobre la posibilidad de convivir con la izquierda, pero Francia ya ha indicado una manera de frenar a la derecha.
Argentina tiene algunas similitudes con Francia en términos de resistencia educativa, la fuerza del movimiento social y la centralidad de los sindicatos. Pero no comparte la existencia de una fuerza política capaz de contener a la extrema derecha. Lo que ya existe en otros países sigue estando ausente en el nuestro, y la derrota de Javier Milei exige que superemos esa carencia.
*Claudio Katz. es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. Autor, entre otros libros, de Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo (Expresión popular) [https://amzn.to/3E1QoOD].
Traducción: Fernando Lima da Neves.
Resumen del trabajo presentado en Rebeliones, Nueva Derecha y lucha contra el fascismo, 31-7-2024, Fundación Rosa Luxemburgo, Buenos Aires.
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