por Roberto Anderson Magalhães*
La concesión del parque se equivoca al apuntar a ganancias excesivas y, para ello, exigir la construcción de un área excedente al parque. Su carácter bucólico sería sustituido por una atmósfera de centro comercial frente al mar.
En 1930 se publicó el plan urbano de Alfred Agache para la ciudad de Río de Janeiro. Entre sus propuestas, que incluían un metro, Alfred Agache diseñó un hermoso jardín para la zona de Dungeon. Tendría un espejo de agua en forma de canal, flanqueado por parterres ajardinados, glorietas con enredaderas floridas y avenidas de palmeras. El plan no se realizó en su totalidad, pero el jardín del Calabouço influyó en el diseño del Jardim de Alah, construido a orillas del canal que conecta la Lagoa Rodrigo de Freitas con el mar, entre Ipanema y Leblon.
De estética Art Déco, el Jardim de Alah recibió este sugerente nombre debido a una película estadounidense que fue un éxito cuando se inauguró en 1938. Se dice que las góndolas permitían a los visitantes pasear por el canal. La plasticidad del Jardim de Alah hizo que el Ayuntamiento lo declarase Patrimonio de la Humanidad en 2001.
Sin embargo, el parque estaba rodeado por la verticalización de los barrios vecinos y la tranquilidad de los visitantes se veía afectada por la inseguridad en la ciudad. Mucho peor que eso fue el desprecio de las autoridades municipales por su conservación, que se extendió a otros espacios públicos de la ciudad. En el jardín incluso se instaló una obra de metro. Al abandonar la obra quedó un área devastada, donde se encontraban marcas de los servicios sanitarios construidos para los trabajadores.
No se sabe si la Alcaldía de Río contactó a la empresa del metro, pero se sabe que no retomó la conservación del parque. Ella optó por licitar para la concesión del espacio por treinta y cinco años. El consorcio Río+Verde ganó, tras proponer un proyecto que ha sido objeto de muchas objeciones. Sin entrar en los méritos de la concesión, lo que sería innecesario si el Ayuntamiento asumiera el cuidado del parque, vale la pena discutir los elementos del proyecto que han provocado tanto rechazo entre los vecinos y visitantes de Jardim de Alah.
Como ejemplo de comparación se puede citar la concesión del Parque Catacumba. En una intervención minimalista, se señalizó allí un sendero y se instalaron estructuras para trepar árboles, escalar y una tirolina. La propuesta del consorcio ganador para el Jardim de Alah cambia radicalmente su apariencia, contradiciendo la clasificación de patrimonio municipal.
En el lado más cercano a Ipanema, el proyecto propone la construcción de una losa sobre el suelo, a pocos metros del espejo de agua, cubriendo la extensión de aproximadamente cuatro cuadras, entre la calle Barão da Torre y la avenida Epitácio Pessoa. Bajo esta losa habría tiendas, restaurantes, un mercado y aparcamiento. Para paliar esta intervención se cubriría la parte superior de esta losa con vegetación y algunos árboles.
Pero la ausencia de vegetación sobre la losa alteraría el hecho de que ésta sería un fuerte elemento impermeabilizante para el suelo del parque. Además, para construir esta inmensa losa sería necesario retirar o reubicar árboles, que se contabilizaron en 130 individuos de distintos tamaños.
La concesión del parque se equivoca al apuntar a ganancias excesivas y, para ello, exigir la construcción de un área excedente al parque. Su carácter bucólico sería sustituido por una atmósfera de centro comercial frente al mar. Y la pérdida de permeabilidad del suelo, cuando se conocen las consecuencias que conlleva, sería absurda.
El Departamento Municipal de Medio Ambiente podría haber sido más cuidadoso al evaluar el proyecto propuesto, pero ya no es responsable del licenciamiento ambiental. El alcalde, que ha podido escuchar el clamor público contra el actual proyecto de Jardim de Alah, no muestra señales de retirar su apoyo a lo que se propone. Los interesados, que no son pocos, se quedan con la esperanza de que la justicia lleve a Río+Verde a revisar su problemático proyecto.
*Roberto Anderson Magalhães es arquitecto y profesor de la PUC-Rio.
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