¿Será arrestado Jair Bolsonaro?

Imagen: Miguel Á. padrino
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por MARCELO SIANO LIMA*

Prevalecerá la vieja práctica de la conciliación, al menos en lo que respecta al expresidente, ya que se teme el revuelo que podría derivar en su detención.

No creo en la detención del expresidente, al menos en el mediano plazo. A pesar de los innumerables indicios de delitos cometidos por él –y por sus aliados del “partido militar”, el gran capital, sectores del Poder Judicial y del Ministerio Público, entre otros, difusos y/u organizados– siendo de una gravedad inigualable como en la historia de Brasil.

Yo creo que, sí, estos aliados pueden ser condenados y encarcelados, pero no él, el mayor líder de extrema derecha de nuestra historia, capaz de galvanizar un movimiento que catalizó los más variados, difusos y viles sentimientos de nuestro pueblo. Dio voz y materialidad a lo más conservador, autoritario y reaccionario de nuestra sociedad desde 1500, de ahí su liderazgo y capital político.

El expresidente no fue un resultado más del proceso de desestabilización política del país operado con brutalidad a partir de 2013. Fue la encarnación misma del “ángel vengador” de los intereses y pueblos que lo acompañaron en la construcción, desde 2016, de de un proyecto de profundización de los institutos neoliberales bajo un sesgo autoritario y reaccionario.

El error de las fuerzas políticas democráticas fue subestimar el potencial electoral de estos grupos, sin darse cuenta de cómo los intereses externos de los países del Norte vieron en Jair Bolsonaro la oportunidad, aprovechándose de su notorio autoritarismo y desprecio por la república, la Constitución. y la democracia, para avanzar en la concreción del proyecto de una sociedad neoliberal, aunque esto represente el fracaso de todos los hitos civilizatorios duramente construidos a lo largo de nuestra historia, especialmente a partir de 1985, con el fin del gobierno cívico-militar.

El “estado de excepción” y el proceso de desestabilización que vive Brasil desde 2013 nos ha legado una institucionalidad fracturada, una sociedad dominada por ideas, discursos y prácticas de intolerancia y odio, banalizados y elevados a políticas de Estado. Eso resultó en la muerte de miles de brasileños, debido a la pandemia, el genocidio de las poblaciones y el aumento brutal y legítimo de la letalidad de los organismos de seguridad. Esto culminó en la subversión de todo debido proceso legal y en acciones que, en el ápice, llevaron a la desorganización institucional y al intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023, que fracasó, pero cuyos motores siguen actuando abiertamente.

La cobardía y adhesión de sectores del Poder Judicial y del Ministerio Público, el amaño de los organismos de seguridad e información por parte del extremismo neofascista, hicieron en los últimos seis años bastante complejo el enfrentamiento de este movimiento que, en el límite, pretende reformar la República, revocar la Constitución de 1988 y definir un modelo de (anti)democracia basado en la exclusión, la negación de derechos, la invisibilidad de la mayoría del pueblo brasileño, el desprecio por la vida y la imposición de una ética única basada en la tríada “dios, patria, familia”.

Investigar, juzgar y sancionar a los responsables de los miles de crímenes cometidos es una condición imperativa para la reconciliación en Brasil. Las fuerzas democráticas, victoriosas en las elecciones presidenciales de octubre de 2022, necesitan comprender la monstruosidad y el carácter perverso del enemigo que las ataca: la extrema derecha, el neofascismo. No busca el diálogo, se mueve confrontando y desprestigiando a las instituciones que quiere asaltar y equipar.

Prevalecerá la vieja práctica de la conciliación, al menos en lo que respecta al expresidente, ya que se teme el revuelo que podría provocar su detención, aunque sea temporal. La esperanza es que esa conciliación no se aplique también a los miembros de este condominio terrorista que sumió a Brasil en una maraña de crisis, todas destinadas a hacer una tabula rasa de nuestra historia.

Finalmente, y dolorosamente, me veo en la obligación de asumir que, como fuerzas democráticas, siempre hemos estado demostrando nuestra debilidad frente a la fuerza de este enemigo. Nuestra capacidad de comprensión de los nuevos tiempos, de los nuevos medios, está muy por debajo de la de los extremistas, lo que les otorga además el dominio de narrativas que construyen “realidades paralelas”, desprovistas de base realista, pero locamente legitimadas en el imaginario social. millones de brasileños.

Ese es nuestro mayor desafío como defensores de la democracia, el de retomar la lucha por la verdad y por la defensa de los grandes intereses de Brasil, por la reconstrucción de hitos civilizatorios, aislando y anulando a los extremistas y sus propuestas de destrucción de este país.

*Marcelo Siano Lima, historiador, es estudiante de doctorado en Derechos y Garantías Fundamentales en la Facultad de Derecho de Vitória (FDV).


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