Jair Bolsonaro en Rusia

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por GÉNERO TARSO*

La aceptación normalizadora de la barbarie bolsonarista tendrá efectos de largo plazo en todas las instancias materiales y subjetivas de la sociedad brasileña

En tu pequeño clásico Educación más allá de la capital (Boitempo), István Mézàros recuerda un texto de Taylor –el mismo del “Taylorismo”– que revela un importante secreto de la gestión científica de la producción, en la imposición de las exigencias “educativas\intelectuales” de la sociedad capitalista, “para que que realicen una operación con éxito, competitivamente”, cuando “escribe con un cinismo no disimulado” (p. 70): “Uno de los primeros requisitos para que un hombre pueda manejar el hierro fundido, como una ocupación regular, es que él sea ​​tan estúpido y flemático, que más se asemeje a un buey en su cuadro mental” (…) “el obrero más apto para cargar lingotes es incapaz de comprender la verdadera ciencia que regula la ejecución de este trabajo. Es tan estúpido que la palabra 'porcentaje' no tiene sentido para él”.

Es bueno recordar que los métodos autoritarios del taylorismo se traspasaron a las experiencias socialistas de Europa del Este, principalmente, cuando se agotaron los estímulos morales del impulso revolucionario, cuando las revoluciones empezaron a afrontar la dura rutina de la supervivencia, en el día a día. -día de vida.-día de hambre y miseria.

El capitalismo, por tanto, “educa” la servidumbre proletaria, lo que, a su vez, se refleja en la conducta política y en la gestión estatal y privada de sus “educadores”, que se vuelven más (o menos) flexibles, según las relaciones de fuerza en que se encuentran. las posibles negociaciones entre el capital y el trabajo. Las grandes conquistas del proletariado francés en términos de participación en la gestión y en las ganancias, en mayo de 1968 -en una emergencia revolucionaria que no comenzó con los trabajadores- se dieron dentro de este proceso, con resultados que ciertamente harían reflexionar a Taylor -si estaban vivos- que los trabajadores se volvieron menos “estúpidos” (a su juicio) en el momento en que hicieron ceder a los patrones y al Estado del General de Gaulle, transfiriendo parte de su estupidez” a los patrones, quienes cedieron (en su autoritarismo) los anillos a no pierdas los dedos.

Pero este proceso no es lineal ni adverso a las crisis, primero porque los proletarios no fueron ni son estúpidos, son dominados y manipulados en sus necesidades de supervivencia; y – segundo – porque el talento y la experiencia de los emprendedores para dominar, no son los mismos en todos los tiempos y lugares.

El fascismo y el nazismo son momentos de crisis, en los que la dirección política del Estado y sus capitalistas privados no pueden o no quieren ceder. Y así se les anima a hacerlo, desde el autoritarismo fabril que informa los métodos de gestión sobre los “tontos” de la línea de producción, formas universales de dominación social con autoritarismo “total”, no sólo sobre las fábricas, sino sobre todo el conjunto. vida política. El Estado Administrativo y la Producción en la industria y los servicios en situación de fascismo, son tomados por la fuerza de la estupidez sin límites de los nuevos “educadores” de la sociedad que transforman el convencimiento, cuando es necesario, en muerte física o psíquica de grupos divergentes.

El nuevo tipo de fascismo en el capitalismo tardío, en países como el nuestro, que están entrando de lleno en la sociedad “infodigital” (de producción material y de formación de subjetividades en red) animó a las clases ricas a transitar hacia el irracionalismo. En este viaje –que también es un camino posible de la modernidad– buscaron un líder que les permitiera “atajar” rápidamente: la huida hacia adelante para ajustar la dominación, a pasos agigantados, a un nuevo período de concentración de ingresos sin “complicaciones”. de la política democrática. Y también Jair M. Bolsonaro, que ahora se ha ido a Rusia para evitar una Tercera Guerra Mundial. Es el retrato de nuestras clases dominantes, no su caricatura.

De hecho, parte de las clases dominantes se cansaron de Bolsonaro, no porque sea un genocida fascista, tonto y delirante, lo que ya quedó absolutamente claro en el momento en que irrumpió en el sistema político convencional. Se cansaron porque ganó la universalización del capitalismo -con sus nuevos medios de producción y formas de comunicación innovadoras- y ya no lo necesitan. Contrariamente a la posible universalidad de las ideas de una sociedad justa e igualitaria -bloqueadas por los ajustes liberales provenientes del thatcherismo en la década de 1970- ganaron las ideas de la meritocracia clasista, la liberación del trabajo rutinario de la fábrica reemplazada por el autoemprendimiento: ganó la ilusión que la supresión de las necesidades de los demás o su muerte puede generar una sociedad justa y que las virtudes del egoísmo son superiores a las virtudes de la igualdad.

El reformismo de izquierda, dentro de la democracia, no triunfó porque no logró llegar, por débil que fuera, al corazón y la mente de los nuevos trabajadores y jóvenes de manera integral; la revolución no aparecía en el horizonte porque los temas tradicionales de la revolución, que eran sólidos -parodiando a Marx- por sólidos, también se desvanecieron.

La aceptación normalizadora de la barbarie bolsonarista tendrá efectos a largo plazo en todas las instancias materiales y subjetivas de la sociedad brasileña, ya que debe tener aproximadamente una cuarta parte de los votos y un flujo de estructuras de milicias armadas, sin ninguna reacción seria de las Fuerzas Armadas y otros. estructuras de seguridad del estado. Esto demuestra que el país se ha contaminado y que la extrema derecha llegó para quedarse. Y más, que este fenómeno no es nacional y en cierto modo es análogo al ambiente político, económico y militar que se formó en el umbral de la Segunda Guerra Mundial: las fuerzas democráticas y de izquierda divididas, el reemplazo de pactos de convivencia -dentro del propio sistema de capital- por frágiles ajustes de posiciones geopolíticas y experimentalismo militar, sumados hoy por nuevas tecnologías informáticas destinadas a la guerra informática. Las crisis ambiental y sanitaria apalancan otra crisis económica, aún más grave a medio plazo.

Solo una dura y frontal derrota electoral del fascismo bolsonarista puede darnos la oportunidad de abrir un ciclo de restauración republicana y democrática en el país. Fuera de eso está “Horror”. Y el caos final.

* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía).

 

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