Itaipú – 50 años

Imagen: Jens Johnson
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por RONALD LEÓN NÚÑEZ*

“Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre” (Karl Marx).

 

El hecho de que el marxismo no sea una corriente nacionalista no significa que no reconozca y defienda el derecho democrático a la autodeterminación de las naciones oprimidas.

 

En marzo pasado, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (PT), se refirió al país como el “hermano mayor de los países de América del Sur”. [i] El discurso fue pronunciado en la toma de posesión del exdiputado federal Enio Verri (PT) como director general brasileño de la usina hidroeléctrica Itaipu Binacional, en presencia del presidente paraguayo, Mario Abdo Benítez.

El recurso retórico ciertamente pretende encubrir el papel histórico expansionista y opresor de Brasil en la región, a través de mecanismos lejos de ser fraternos, consolidados en el período imperial.

Brasil extiende su dominio sobre Paraguay y otros países sudamericanos. Es un hecho. Como la burguesía regional más fuerte, en términos económicos, políticos y militares, Brasil penetra Paraguay a través del comercio desigual;[ii] la proliferación de empresas que producen con cero o muy bajos costos de impuestos, electricidad y mano de obra, apoyándose en el régimen de maquila garantizado por los gobiernos paraguayos;[iii] la expansión desenfrenada de la agroindustria, controlada por colonos de origen brasileño (los llamados “brasiguaios”), de tal manera que, actualmente, se estima que el 14% de los títulos de propiedad de tierras en Paraguay pertenecen a terratenientes brasileños,[iv] un poderoso sector que expulsa violentamente a pequeños campesinos de sus tierras y comete una serie de delitos ambientales. En departamentos paraguayos como Alto Paraná o Canindeyú,[V] limítrofe con los estados de Mato Grosso do Sul y Paraná, la porción de territorio en manos de estos empresarios brasileños es escandalosa: 55% y 60%, respectivamente.

Sin embargo, podemos decir que el principal instrumento de dominación brasileña sobre Paraguay – que, anticipamos, ningún gobierno pretende cambiar cualitativamente – es el Tratado de Itaipú, objeto de este artículo.

El escenario en 2023

El Tratado de Itaipú, firmado en 1973 por los dictadores generales Emílio Garrastazu Médici y Alfredo Stroessner, cumplió medio siglo el 26 de abril.

Más que una efeméride, la fecha marca la inminente renegociación del Anexo C, que establece las “bases financieras y de prestación de los servicios de energía eléctrica”. Este es el dispositivo legal que, desde 1984, garantiza a la burguesía brasileña la parte del león de este acuerdo bilateral.[VI]

La renegociación estará a cargo de los gobiernos de Brasil y Paraguay, a través de sus ministerios. Por un lado, actuará el gobierno Lula-Alckmin, apoyado acríticamente por la mayoría de la izquierda brasileña y latinoamericana. Por el otro, Santiago Peña, político del tradicional y conservador Partido Colorado, quien asumirá el cargo de nuevo presidente paraguayo el próximo 15 de agosto.

En primer lugar, es muy importante definir la esencia de la cuestión y los principales problemas históricos y sociopolíticos que plantea este tema que, a primera vista, se presenta como meramente técnico y diplomático. A partir de ahí, nos interesa discutir cuál debe ser la actitud de la izquierda brasileña y latinoamericana, especialmente aquella que se presenta como socialista e internacionalista.

Resaltamos este último atributo, que es un principio para los marxistas, ya que una concepción nacionalista, tanto en Brasil como en Paraguay, ofrece un callejón sin salida. El nacionalismo es una ideología reaccionaria, un engaño para las clases no propietarias, dado que este enfoque facilita que las burguesías locales presenten sus intereses particulares como si fueran los de la sociedad, de la “nación”. Por lo tanto, el marxismo no es nacionalista. A esta ideología burguesa contrapone la concepción de la centralidad de la perspectiva de la lucha de clases y, en este sentido, la defensa de los intereses de las clases explotadas frente a las burguesías nacionales o extranjeras.

El hecho de que el marxismo no sea una corriente nacionalista no significa, sin embargo, que no reconozca y defienda el derecho democrático a la autodeterminación de las naciones oprimidas.

En ese contexto, el punto de partida es entender que el caso de Itaipú no es un problema exclusivo de Paraguay, alejado de la realidad y de los intereses de la clase trabajadora brasileña. La agenda de renegociación, o incluso la anulación del Tratado de Itaipú, merece toda la atención por parte de la clase obrera y la izquierda en Brasil, quienes deben asumir la defensa inequívoca de Paraguay, nación oprimida, sojuzgada y explotada por el mismo poder dominante. clase que controla el poder en Brasil.

En la población en general y, en consecuencia, en la izquierda, hay un desconocimiento casi total no sólo del caso de Itaipú, sino, principalmente, de la relación histórica entre Brasil y Paraguay. Esta realidad es lamentable. Se explica por la política discriminatoria, xenófoba y racista que la clase dominante brasileña ha impuesto contra todo lo que se pueda asociar con Paraguay. Es hora de romper el ciclo de reproducción de estas ideologías reaccionarias, que nos dividen como clase trabajadora.

Para ello, es necesario conocer, profundizar y debatir sobre la naturaleza de esta relación desigual y cómo se construyó.

Una relación histórica de opresión nacional

Para establecer la naturaleza de las relaciones entre Brasil y Paraguay, es crucial comprender que, hace 153 años, el segundo país fue destruido en la Guerra contra Paraguay (1864-1870).[Vii]

En 1865, un Tratado secreto estableció la Triple Alianza contra el Paraguay, un acuerdo político-militar entre el entonces Imperio de Brasil, gobernado por el Emperador Pedro II; Argentina, recientemente unificada a sangre y fuego, y dirigida por el General Bartolomeu Mitre; y Uruguay, el estado que se unió a la alianza tras la victoria del caudillo Venâncio Flores en una guerra civil (1863-1865), en la que recibió apoyo político y militar de Brasil y Argentina.[Viii]

El Tratado definía de antemano no sólo el reparto del territorio paraguayo y el botín entre los aliados, sino la obligación de llevar la guerra hasta las últimas consecuencias, es decir, de no aceptar ninguna negociación de paz, por separado, con el país invadido. También estableció la imposición de una deuda impagable a Paraguay, como concepto de “reparación y compensación” a los Estados que casi lo borran del mapa.

Este documento, por sí solo, prueba las intenciones conquistadoras de los Aliados, en la mayor guerra internacional de la historia sudamericana. Después de más de cinco años de guerra, entre el 60 y el 69% de la población total de Paraguay había desaparecido.[Ex] Una catástrofe demográfica atroz. Es muy difícil encontrar otro ejemplo de tal tasa de mortalidad, en términos porcentuales, en la historia moderna. De los sobrevivientes paraguayos, dos tercios eran niños y mujeres.[X]

Además, alrededor del 40% del territorio reclamado por Paraguay fue anexado por los vencedores. La economía estaba completamente arruinada; se desmanteló la agricultura, la ganadería y todos los adelantos técnicos y modernizadores introducidos en el país desde 1850. En nombre de la civilización liberal y la modernización, se prohibió el uso del idioma guaraní. La fecha nacional se cambió al 25 de mayo, evento relacionado con la independencia argentina. Grandes extensiones de tierra pública fueron subastadas a empresas extranjeras. Paraguay, hasta entonces sin deuda externa, contrajo sus primeros empréstitos con la banca inglesa en 1871 y 1872.

Es cínico presentar este cuadro de muerte y destrucción como un hecho progresista o civilizador, como lo hizo la propaganda bélica de la Triple Alianza y, aún hoy, cierta literatura chovinista en Brasil y Argentina lo reproduce más o menos abiertamente.

La realidad es que Paraguay es actualmente uno de los países más pobres y desiguales del continente. Una nación doblemente oprimida y explotada, tanto por los imperialismos hegemónicos a nivel mundial como por las burguesías brasileña y argentina, las más fuertes del Cono Sur.

Los sucesivos gobiernos brasileños, que, como diría Marx, no son más que “un comité para manejar los asuntos comunes de toda la clase burguesa”, actúan en Paraguay –y en otros países más pequeños y más pobres, como Bolivia– como sub -metrópoli o, si se prefiere, como semicolonia privilegiada. Eso significa que el Estado burgués brasileño trata a estos países como si pertenecieran a su “área de influencia”, ampliando los negocios de sus empresas y, principalmente, del capital e intereses imperialistas. En resumen, la burguesía brasileña explota y oprime no sólo a su propia clase trabajadora, sino a la de otras naciones más débiles, en beneficio propio o del imperialismo.

Los antecedentes del Tratado de Itaipú

Desde la década de 1950, Brasil ha estudiado el potencial hidroeléctrico del río Paraná, especialmente en la región de Saltos del Guaira, o Salto das Sete Quedas[Xi], con la intención de posibilitar una política de desarrollo industrial, aunque limitada y subordinada al capital imperialista.

El problema era que esta región estaba en disputa con Paraguay desde el final de la Guerra de la Triple Alianza.

En 1954 llega al poder en Paraguay una férrea dictadura militar encabezada por el general Alfredo Stroessner, figura totalmente subordinada a la política de Estados Unidos ya su gendarme regional, Brasil.

En enero de 1964, los dos gobiernos firmaron un acuerdo para constituir una comisión mixta para estudiar el aprovechamiento del potencial hidroeléctrico del río Paraná. Dos meses después, como se sabe, un golpe militar, con el apoyo de Washington, derrocó a João Goulart e impuso un régimen dictatorial en Brasil.

En el contexto de la disputa limítrofe con Paraguay, en junio de 1965, el dictador Castelo Branco ordenó el despliegue de tropas en la frontera e invadió la localidad denominada Puerto Renato, en territorio paraguayo. El régimen brasileño alegó como motivación la lucha contra el contrabando y la guerra de guerrillas. En octubre, la comisión fronteriza paraguaya viajó al área en disputa, pero fue detenida por militares brasileños. Asunción guardó silencio. No hubo reacción de la dictadura de Stroessner a estos ataques a la soberanía de Paraguay.

El 22 de junio de 1966, tras la mediación de Dean Rusk, secretario de Estado de los Estados Unidos, los cancilleres de las dos dictaduras firmaron el Acta de Iguazú. Según ese documento, los dos gobiernos acordaron construir una central hidroeléctrica en la región en disputa y así aprovechar su potencial energético.

La solución a la disputa fronteriza consistiría en inundar el Salto das Sete Quedas, que quedaría sumergido con la formación del actual lago de Itaipu, hecho ocurrido en 1982. La desaparición del Sete Quedas, maravilla natural, fue fuertemente cuestionada por diversas manifestaciones locales y ambientalistas. El área modificada artificialmente sería declarada “perteneciente en condominio a ambos países”. Las tropas brasileñas se retiraron solo cuando el territorio en disputa quedó sumergido.

Vale la pena recordar una anécdota oscura de este episodio. El canciller brasileño, general Juraci Magalhães, le dijo a su homólogo paraguayo, Raúl Sapena Pastor: “Mi querido amigo, como usted sabe, un tratado puede ser modificado como resultado de otro tratado o como resultado de una guerra. Brasil no está dispuesto a aceptar un nuevo tratado, lo que está por ver es si Paraguay está dispuesto a promover otra guerra”.[Xii]

Ya en 1966 quedó claro quién tendría la parte privilegiada cuando se celebrara un tratado definitivo. Por lo tanto, lo que ahora es la hidroeléctrica de Itaipu nació de una invasión militar brasileña y de uno de los mayores crímenes ambientales jamás cometidos en la región, además, por supuesto, de una renuncia territorial por parte de la dictadura de Stroessner.

Siete años después, el artículo 18 del Tratado de Itaipu establecía, entre otras, la posibilidad de intervención militar de los Estados signatarios.[Xiii]

Sería irrisorio, si consideramos la enorme asimetría entre Brasil y Paraguay en todos los aspectos que, bajo cualquier circunstancia, una cláusula de esta naturaleza pueda favorecer a los paraguayos. Por el contrario, en más de una ocasión Brasil realizó ejercicios militares simulando la toma de la hidroeléctrica, el más conocido de los cuales fue en 2009.

El Tratado de 1973

El acuerdo de 1966 definió que la energía producida por la futura central hidroeléctrica se dividiría “en partes iguales” entre los dos países. Si uno de ellos no pudiera consumir la totalidad de su mitad, debería ofrecerla “preferiblemente” ya un “precio justo” a su pareja.[Xiv]. Ni que decir tiene que, de antemano, se sabía que esta situación le tocaría a Paraguay.

El Tratado de Itaipú, sin embargo, anuló estas declaraciones e impuso el llamado “derecho de adquisición”, es decir, la transferencia obligatoria de la energía no utilizada por uno de los países a su contraparte, no a un precio “justo” o de mercado, sino a un precio fijado por la propia Itaipu. De esta forma, el “derecho de suscripción preferente” se convirtió en una cesión obligatoria, a cambio de una “indemnización”, cuyo cálculo nunca estuvo relacionado con el precio de mercado.

El tema es que entre 1984 –año de entrada en operación de Itaipú– y 2022, Brasil recibió el 91% de la energía total producida por la empresa y Paraguay sólo el 9%.[Xv] Este último dato, a su vez, representa el 18% de la mitad que le corresponde a Paraguay. Por tanto, en 39 años, Paraguay regaló -no vendió- el 82% de la energía que, según el Tratado de 1973, le pertenece.[Xvi] Esta cesión de derechos se realiza por un valor muy inferior al practicado en el mercado.

Es decir, se impide que Paraguay exporte su propia energía a terceros países -como Argentina, Uruguay o Chile, que en algún momento han manifestado interés-, dado que está obligado a transferirla a Brasil.

A cambio de esta cesión, Brasil “compensa” a Paraguay con una cantidad fija. Este valor se ha ajustado desde 1984, pero los datos actualizados indican que el precio promedio pagado por Brasil en este concepto es de US$ 4,14 por MWh, cuando los precios de importación de energía en el mercado internacional fluctúan entre US$ 80 y US$ 200 por MWh.[Xvii] En el primer trimestre de 2023, el propio Brasil captó alrededor de BRL 500 millones en concepto de exportación de energía eléctrica a Argentina y Uruguay.[Xviii]

En 2009, un acuerdo entre los presidentes Lula y Fernando Lugo triplicó el monto de la compensación brasileña.[Xix] Esto, que fue celebrado por la izquierda paraguaya como un “hecho histórico”, exaltando las figuras de ambos presidentes “progresistas”, en realidad no fue más que un leve aumento de las migajas que cayeron del banquete brasileño. Lula y Lugo no solucionaron nada. Según datos de 2022, Paraguay recibe de su socio 429,3 millones de dólares como “compensación por transferencia de energía”[Xx]. Sin embargo, si pudiera disponer libremente de su energía y negociarla a precio de mercado, en Brasil o en otros países, podría recibir un monto anual cercano a los tres mil millones de dólares. Está claro que el acuerdo Lula-Lugo, tan cacareado por el “progresismo”, no cambió nada sustancial. 

No hace falta ser un experto para comprender la enorme injusticia que se comete contra el derecho de Paraguay a utilizar sus propios recursos energéticos.

El Tratado de Itaipú, en términos prácticos, no es más que un sofisticado esquema de saqueo y corrupción que benefició principalmente a iniciativas industriales en el sureste de Brasil, principalmente en el estado de São Paulo. Un puñado de empresarios y banqueros, brasileños, paraguayos y de otros países, se enriquecieron obscenamente, apoyados por dictaduras militares. En Paraguay, los empresarios vinculados a Stroessner que se llenaron los bolsillos actuando como socios menores de la burguesía brasileña son conocidos como los “barones de Itaipu”.

la deuda de Itaipu

El 28 de febrero, los gobiernos y la prensa de ambos países celebraron el pago de la última cuota de la deuda para la construcción de Itaipú. Según la entidad, el monto total desembolsado fue de 64 mil millones de dólares.

Desde la década de 1970 se han firmado más de 300 contratos de financiación, principalmente con acreedores de Brasil o de países imperialistas, la mayoría a través de Eletrobras, empresa privatizada por el gobierno de Jair Bolsonaro en 2022.

El conocido mecanismo del mercado financiero, guiado por la corrupción, la sobrefacturación, el crecimiento descontrolado de los intereses por encima de los intereses, hizo crecer el préstamo inicial de 3,5 millones de dólares, contratado en 1974, hasta alcanzar la astronómica cifra de 64 millones en 2023. Es escandaloso , sobre todo si tenemos en cuenta que la obra habría costado aproximadamente 12 mil millones de dólares.[xxi]

Esta deuda fue pagada en gran parte por los consumidores de electricidad en ambos países a través de nuestras facturas de electricidad residencial. Sin embargo, la peor parte recayó, una vez más, en Paraguay, ya que la deuda se pagó a partes iguales, a pesar de que, como apuntábamos, Brasil se quedó con más del 90% de la energía producida.

É como se na fila de um supermercado houvesse uma pessoa com um carrinho cheio de produtos, e atrás houvesse outra pessoa que só comprasse uma barra de chocolate, mas, na hora de pagar, a primeira propusesse à segunda: que tal se pagarmos tudo meio ¿y medio?

Este hecho, sin embargo, no impide que los empresarios y la prensa brasileña repitan la conocida falacia de que “Paraguay solo proveía agua”, como una forma de justificar los beneficios de su país. Los más extremos llegan a decir que el Tratado en realidad favorecía más a Paraguay.

Esto no se corresponde con la realidad, ya que Paraguay cargó con los costos de la deuda, incluidos los 4,193 millones de dólares que la propia Contraloría General de la República, tras una auditoría, consideró “espuria”.

Lo cierto es que la deuda generada por la obra de Itaipu fue pagada varias veces por ambos pueblos, pero proporcionalmente mucho más por los contribuyentes paraguayos, quienes, a pesar de pagar la mitad de las cargas, disfrutaban de menos del 10% de la energía producida, generando, en la práctica, un subsidio a la industria en São Paulo y en el sureste de Brasil.

Por otro lado, seamos sinceros, decir que Paraguay “solo mete el agua”, en el caso de una empresa hidroeléctrica, es como decir que, en una exploración aurífera, un país “solo mete el oro”. Los trabajadores brasileños fueron y están siendo asaltados por los altos ejecutivos de su país en Itaipu y por sus gobiernos,[xxii] ¡porque una energía que el Estado compra a Paraguay a 4,14 dólares o menos el MWh se revende, en promedio, a 226 dólares el MWh para consumo residencial en Brasil![xxiii]

Para medir el peso que tuvo esta deuda en la factura de la luz, basta saber que los pagos de los préstamos representaron alrededor del 64% del costo de la energía producida.[xxiv]

La explotación de otra nación no hace nada positivo para el pueblo brasileño. Mientras una minoría de grandes empresarios y financieros, protegidos por los gobiernos de turno, explotan a un pueblo hermano, la tarifa eléctrica promedio en Brasil aumentó un 219% por encima de la inflación entre 1997 y 2022. Por lo tanto, no podemos perder de vista la profundidad de esta lección: “Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”.

Un outlet con clase e internacionalista

La exigencia de un acuerdo igualitario, bajo bases democráticas, que se derive de una renegociación o incluso de la anulación del actual Tratado de Itaipú, constituye un problema democrático, relacionado con el derecho de Paraguay a la autodeterminación nacional. Se trata, específicamente, del derecho a disponer soberanamente de sus recursos energéticos, cuestión elemental para cualquier nación.

En este sentido, estamos ante un caso claro de opresión nacional, en el que la nación más grande y rica, Brasil, explota y oprime a una más pequeña y pobre, Paraguay. Esta relación de opresión, como hemos señalado, no se inicia en 1973, sino que se remonta al menos al siglo XIX.

En la época imperialista, de decadencia histórica del capitalismo mundial, las tareas democráticas –la soberanía nacional, los derechos y garantías democráticas, el problema de la tierra, entre otras–, cercenadas o abandonadas por la burguesía, pasaron a manos del proletariado y sus aliados sociales, quienes podrán resolverlos unificando las demandas democráticas y anticapitalistas en un solo programa político, basado en la estrategia de la revolución socialista a escala nacional e internacional.

Esto quiere decir que los problemas democráticos no son indiferentes para los marxistas, quienes, sin caer en el nacionalismo propio de las corrientes burguesas y reformistas, defienden el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas.

Por eso, los marxistas enfrentan el problema de Itaipú como cualquier otro problema nacional: asumiendo una perspectiva de clase, internacionalista e inseparable de la estrategia de la revolución socialista. En ese contexto, combaten cualquier postura nacionalista o xenófoba que provoque división entre la clase trabajadora de ambos países. El marxismo confronta tanto el nacionalismo de la nación opresora como el nacionalismo de la nación oprimida, pero sin dejar de defender sus justos derechos nacionales.

El año 2023 es fundamental para la clase obrera en Paraguay y Brasil. Después de medio siglo, el Tratado de Itaipú será renegociado, abriendo un escenario fértil para debates y movilizaciones de diversos sectores sociales y políticos.

En Paraguay, la clase obrera no debe confiar en el futuro gobierno de Santiago Peña, en los gremios empresariales ni en la diplomacia de su país. La historia ha demostrado repetidamente que la clase dominante paraguaya siempre ha mantenido una postura de capitulación sistemática ante los intereses de Brasil.[xxv]

Estimular ilusiones en una posible confluencia de intereses entre empresarios “patriotas” y sectores populares, en la lucha por la recuperación de Itaipú con miras al “desarrollo nacional”, dicho en términos generales, es un error fatal. Un análisis histórico de clase revela que el gobierno y los empresarios, en todos sus matices, no han sido ni serán aliados de la clase trabajadora y los pobres.

Confiar en organismos internacionales, como argumentan algunos sectores nacionalistas en Paraguay, que inocentemente piensan que una denuncia en la Corte de La Haya hará retroceder en sus intenciones a la burguesía brasileña ya la banca imperialista, es una ilusión. Este camino institucional, legalista y “pacífico” es un callejón sin salida para Paraguay.

Sólo un poderoso proceso de movilización social, basado en una amplia campaña de educación sobre el tema y con una organización independiente, podrá forzar una revisión del Tratado en un sentido progresivo, es decir, estableciendo un nuevo acuerdo basado en el respeto a la soberanía del Paraguay.

Está claro que la movilización de la clase obrera paraguaya no será suficiente. Será necesario, como hemos señalado, que la poderosa clase obrera y el movimiento social en Brasil se apropien de esta causa y, al mismo tiempo, luchen codo con codo con sus hermanos de clase paraguayos.

El pueblo brasileño, como ejemplificamos, es una víctima más de este acuerdo corrupto, que en las últimas cinco décadas sólo ha enriquecido a una minoría.

Esta lucha es única e indivisible, sin lugar para el nacionalismo. La única perspectiva capaz de generar un cambio cualitativo, radical, es la concepción internacionalista, en el ámbito del análisis y de las acciones.

La clase obrera paraguaya debe entender que sus principales enemigos son las clases dominantes y los gobiernos de Paraguay y Brasil, no los “brasileños” en general. El pueblo brasileño sufre las mismas penurias que el pueblo paraguayo.

Al mismo tiempo, la clase obrera brasileña debe entender que Itaipu no es sólo un problema “paraguayo”, sino un problema que la afecta directamente, a través del cobro injusto de la energía eléctrica. Además, que es un Tratado de usurpación de un pueblo hermano y más pobre, históricamente ultrajado.

Lula dijo estar seguro de que "...vamos a llegar a un acuerdo que tenga en cuenta la realidad de ambos países y el respeto que Brasil tiene que tener por su aliado, el querido Paraguay".[xxvi] En el escenario actual, sin depositar ninguna confianza en el gobierno Lula-Alckmin, es necesario exigir, a través de una fuerte campaña de movilizaciones, una renegociación que contemple la soberanía energética de Paraguay, es decir, la libre disposición de su parte. Al mismo tiempo, denunciar cada hecho, cada declaración, cada movimiento en las negociaciones en la dirección opuesta. La izquierda brasileña enfrenta una prueba de fuego, dado que la renegociación será conducida por el presidente Lula, quien recientemente nombró a cuatro de sus ministros como asesores de Itaipú: Alexandre Silveira de Oliveira, ministro de Minas y Energía; Fernando Haddad, Ministro de Hacienda; Esther Dweck, Ministra de Gestión e Innovación en los Servicios Públicos; y Rui Costa dos Santos, Ministro de la Casa Civil.[xxvii] Recibirán alrededor de R$ 69.000 al mes, más sus salarios como ministros de Estado y consejeros de la binacional.[xxviii] El director brasileño de Itaipú, designado por Lula, también es del PT.

Una actitud independiente y, al mismo tiempo, de oposición de la izquierda hacia el gobierno de Lula-Alckmin es una condición necesaria para que la izquierda brasileña pueda, en la práctica, asumir una postura genuinamente internacionalista, cuyo punto de partida, en naciones opresoras, es precisamente la lucha contra la burguesía y el propio gobierno.

*Ronaldo León Núñez es doctor en historia por la USP. Autor, entre otros libros, de La guerra contra el Paraguay a debate (sunderman).


[i] https://www1.folha.uol.com.br/mercado/2023/03/novo-tratado-de-itaipu-buscara-desenvolver-brasil-e-paraguai-diz-lula.shtml

[ii] Brasil es el principal socio comercial de Paraguay, representando, en 2022, el 28,5% del total de transacciones. Le siguen China (18,3%), Argentina (12,8%), Estados Unidos (6,9%) y Chile (4,8%).

[iii] Aproximadamente el 72% de las empresas maquiladoras en Paraguay son brasileñas. Para ver: https://www.lanacion.com.py/negocios/2023/03/06/restablecimiento-de-condiciones-favorables-con-brasil-impulsaron-exportaciones-de-maquila/; https://www.idesf.org.br/2022/05/12/exportacoes-registradas-pelas-industrias-maquiladoras-tem-recorde-historico-no-mes-de-abril/

[iv] https://deolhonosruralistas.com.br/deolhonoparaguai/2017/11/06/proprietarios-brasileiros-tem-14-das-terras-paraguaias/

[V] Los departamentos, en la división administrativa de Paraguay, son equivalentes a los estados brasileños.

[VI] Las operaciones de Itaipú comenzaron en 1984. Desde entonces, la empresa ha producido más de 2,9 mil millones de MWh. En términos de capacidad instalada, es la tercera central hidroeléctrica del mundo.

[Vii] SECCO, Lincoln. La guerra contra Paraguay en debate. Disponible: https://dpp.cce.myftpupload.com/a-guerra-contra-o-paraguai-em-debate/. Consultado el 04/06/2023. NUÑEZ, Ronald. La guerra contra Paraguay en debate. São Paulo, Sundermann, 2021, 472 p.

[Viii] El Imperio de Brasil invadió Uruguay en octubre de 1864.

[Ex] WHIGAM, Thomas; POTTHAST, Bárbara. La piedra de Rosetta paraguaya: nuevos conocimientos sobre la demografía de la guerra de Paraguay, 1864-1870. Revista de investigación latinoamericana, v. 34, núm. 1, págs. 174-186, 1999.

[X] Charla debate internacional sobre la Guerra de la Triple Alianza. Disponible: https://www.youtube.com/watch?v=jr5ND-D1a1k&t=4348s . Consultado el 04/06/2023.

[Xi] El Salto de Sete Quedas, también llamado Sete Quedas do Rio Paraná, fueron las cascadas más grandes del mundo. Con un volumen estimado de 49.000 m³/s, duplicaban el volumen de las Cataratas del Niágara y eran trece veces más potentes que las Cataratas Victoria, en Zambia y Zimbabue.

[Xii] MAGALHÃES, Juraci. Mis recuerdos tentativos. Río de Janeiro: Editora Civilização Brasileira, 1982, pp. 201-203. El general Juraci también fue conocido por otra frase: “lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para Brasil”.

[Xiii] TRATADO DE ITAIPU. Artículo XVIII: “Las Altas Partes Contratantes, mediante protocolos adicionales o actos unilaterales, adoptarán todas las medidas necesarias para el cumplimiento del presente Tratado…”. Disponible: https://www.itaipu.gov.br/sites/default/files/u13/tratadoitaipu.pdf .

[Xiv] Actas de Iguazú. Disponible: https://www.itaipu.gov.br/sites/default/files/af_df/ataiguacu.pdf.

[Xv] La energía generada por la planta representa el 8,6% de la energía total utilizada en Brasil. En el caso de Paraguay, la energía de Itaipu representa el 86,3% del consumo eléctrico nacional.

[Xvi] https://www.abc.com.py/edicion-impresa/suplementos/economico/2023/02/19/en-38-anos-de-produccion-de-itaipu-el-paraguay-recibio-us-414mwh/

[Xvii] https://www.abc.com.py/edicion-impresa/suplementos/economico/2023/02/19/en-38-anos-de-produccion-de-itaipu-el-paraguay-recibio-us-414mwh/

[Xviii] https://www.gov.br/mme/pt-br/assuntos/noticias/exportacao-de-energia-eletrica-para-paises-vizinhos-permite-reducao-de-custos-ao-consumidor-brasileiro

[Xix] https://www1.folha.uol.com.br/folha/dinheiro/ult91u600336.shtml

[Xx] https://www.itaipu.gov.br/es/sala-de-prensa/noticia/estado-paraguayo-recibio-usd-4293-millones-de-itaipu-por-anexo-c-en-el-2022

[xxi] https://www.abc.com.py/economia/2023/04/10/la-central-hidroeletrica-binacional-itaipu-costo-tres-veces-mas/

[xxii] Itaipú es administrada por un Directorio de 12 personas, designadas por los gobiernos de Brasil y Paraguay.

[xxiii] https://megawhat.energy/news/147522/energia-em-sp-custa-25-menos-que-em-belem-compare-os-valores-edicao-da-manha

[xxiv] https://www1.folha.uol.com.br/mercado/2023/04/eleicoes-no-paraguai-podem-definir-futuro-do-tratado-de-itaipu.shtml

[xxv] En 2014, Horacio Cartes, expresidente y padrino político de Peña, les dijo a empresarios brasileños en Asunción: "Usen y abusen de Paraguay, porque para mí es un momento de oportunidad increíble".

[xxvi] https://www.folhape.com.br/politica/lula-afirma-que-vai-respeitar-os-direitos-do-paraguai-na-hidreletrica/262243/

[xxvii] https://www.itaipu.gov.br/institucional/diretoria-e-conselho

[xxviii] El salario, recientemente aumentado, de los ministros es de R$ 41.650,92, y el de consejero de Itaipú ronda los R$ 27.000.


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