Israel y Palestina: guerra sin fin

Imagen: Ayşenur
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por BRUNO FABRICIO ALCEBINO DA SILVA*

El conflicto entre Israel y Palestina, basado en acontecimientos históricos y dinámicas geopolíticas en la región, revela una intrincada realidad marcada por décadas de tensiones y enfrentamientos.

El conflicto entre Israel y Palestina, una de las cuestiones más complejas y persistentes de la geopolítica contemporánea, ha abarcado décadas de tensiones y enfrentamientos. Desde el fin del Mandato Británico en Palestina y la posterior creación del Estado de Israel en 1948, esta región ha sido escenario de interminables conflictos y cambios significativos.

En medio del 50 aniversario del inicio de la Guerra de Yom Kippur, también conocida como Guerra del Ramadán por los árabes, un conflicto que dejó profundas huellas y moldeó la dinámica regional, es crucial reflexionar sobre los acontecimientos que continúan influyendo en el presente y el futuro. futuro de Israel y Palestina.

Sin embargo, la tragedia y la violencia siguen arraigadas en la región. El pasado sábado (7 de octubre) nos topamos con la noticia de un nuevo y sorprendente ataque de Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica), que lanzó una ofensiva a gran escala contra Israel. Se trata de uno de los ataques más graves de los últimos decenios y ha causado importantes pérdidas de vidas en ambas partes, con alrededor de 500 muertos en las primeras horas del conflicto. La rápida e intensa escalada de esta confrontación sirve como un sombrío recordatorio de la inestabilidad e imprevisibilidad que continúa rodeando a la región.

Es importante recalcar que los ataques contra objetivos civiles son condenables, independientemente del bando involucrado en el conflicto. Hamás considera la ofensiva militar como una acción defensiva contra más de siete décadas de violencia, humillación, genocidio y acciones terroristas de Israel contra la población palestina. Es esencial comprender el contexto más amplio y complejo que rodea a este conflicto, en el que ambas partes han sufrido pérdidas y daños importantes a lo largo de los años.

La alardeada excelencia en seguridad de Israel ha sido desafiada por las represalias de Hamás, que representan una respuesta a las décadas de barbarie que ha enfrentado la población palestina. Esta población se ha enfrentado a una serie de desafíos y adversidades a lo largo de los años, incluida la pérdida de tierras, restricciones de movimiento, dificultades económicas, escasez de recursos básicos y la constante presencia militar israelí en su vida diaria.

Las condiciones de vida de los palestinos en Gaza, por ejemplo, son especialmente precarias, con un bloqueo estricto que limita el acceso a alimentos, medicinas y otros recursos esenciales. Esto, sumado a la falta de infraestructura adecuada y los daños causados ​​por conflictos anteriores, hicieron que la vida en la región fuera extremadamente difícil.

La reacción de Tel Aviv al ataque de Hamás es motivo de preocupación, ya que las operaciones militares a menudo afectan a zonas densamente pobladas, poniendo en riesgo a los civiles. Muchos palestinos e israelíes, incluidos niños y ancianos, sufren las consecuencias directas de estos conflictos, enfrentando muertes, lesiones y traumas psicológicos duraderos.

El Estado de Israel, a través del Primer Ministro Binyamin Netanyahu, respondió con la fuerza, declarando la guerra y afirmando que Hamas enfrentará una “precio sin precedentes” por sus ataques. El conflicto actual se caracteriza por una combinación de infiltración, ataques con cohetes y enfrentamientos en múltiples frentes. Como resultado, la región vuelve a verse sumida en la incertidumbre y el sufrimiento humano.

Desafortunadamente, esta situación encaja en un patrón histórico de conflictos intermitentes, esfuerzos de paz frustrados y ciclos renovados de violencia. Hamás justificó su ataque basándose en “Ataques crecientes” de Israel contra los palestinos en varias regiones, incluidas Cisjordania y Jerusalén (ver mapa 1).

mapa 1 – Ocupación del territorio palestino

fuente: Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.

En este momento crítico, es esencial que la comunidad internacional actúe con urgencia para buscar una solución pacífica y duradera a este conflicto. Los líderes mundiales han expresado preocupación y llamado a la moderación, pero el camino hacia la paz sigue plagado de desafíos complejos y profundamente arraigados.

Este conflicto no sólo afecta a Israel y Palestina; sus ramificaciones se extienden mucho más allá de las fronteras de la región y tienen implicaciones globales. El Consejo de Seguridad de la ONU, presidido por Brasil durante el mes de octubre, se reunirá para discutir la situación, y se debe intensificar la presión para un alto el fuego y negociaciones significativas.

A medida que se desarrollan los acontecimientos, es fundamental recordar que detrás de las cifras y los titulares hay vidas humanas, familias y comunidades enteras que sufren. La búsqueda de la paz en Tierra Santa es una tarea compleja, pero es una tarea que debe afrontarse con determinación y cooperación internacional.

Israel y Palestina: un conflicto histórico

El conflicto entre Israel y Palestina es uno de los más largos y complejos de la historia contemporánea, y sus raíces se extienden profundamente en la historia, la religión y la geopolítica de la región de Medio Oriente. Para comprender plenamente la naturaleza de este conflicto, es fundamental analizar los acontecimientos históricos y los factores que le dieron forma a lo largo del tiempo.

La base fundamental del conflicto reside en la reclamación de territorio por parte de diferentes grupos con diferentes significados culturales y religiosos. La promesa de Dios a Abraham dio lugar a la creencia de que la tierra de Palestina era la herencia legítima del pueblo judío, creencia que se ha mantenido y fortalecido a lo largo de los siglos. Sin embargo, como también se mencionó, la región no estaba desocupada y ya vivían allí pueblos árabes y palestinos.

La religión jugó un papel central en la creación y mantenimiento de este conflicto. Para los judíos, la Tierra Prometida es parte de su historia sagrada, mientras que para los palestinos, la región también tiene una gran importancia religiosa y cultural. Este choque de significados religiosos complicó aún más la cuestión, ya que ambas partes reclamaban derechos sobre el mismo territorio basándose en sus creencias espirituales.

La creación del Estado de Israel en 1948 marcó un punto crucial del conflicto. La búsqueda de los judíos de un Estado independiente tras el Holocausto y la persecución histórica desencadenó una serie de tensiones y hostilidades con los palestinos, que se sintieron perjudicados y desplazados por esta política. La propia formación de Israel estuvo acompañada de guerras y desplazamientos masivos de población, lo que contribuyó al sentimiento de injusticia entre los palestinos.

Además, no se puede subestimar el papel de los actores externos, como Estados Unidos, en el mantenimiento del conflicto. Históricamente, Estados Unidos ha sido un aliado cercano de Israel, brindándole apoyo político, económico y militar, lo que a menudo ha llevado a la percepción de un desequilibrio en las negociaciones de paz. Esta influencia externa y la participación de potencias regionales como Irán también complicaron aún más el conflicto.

La cuestión de los territorios ocupados, como Cisjordania y la Franja de Gaza, también es central en el conflicto. La construcción de asentamientos judíos en estos territorios y la disputa sobre Jerusalén son puntos de conflicto en curso, lo que hace aún más difícil encontrar una solución pacífica.

Sin embargo, es importante reconocer que a pesar de las profundas raíces y décadas de hostilidades, se han hecho muchos esfuerzos para resolver el conflicto. Se han negociado y firmado acuerdos de paz en varias ocasiones, pero a menudo no se han aplicado plenamente. La búsqueda de una solución duradera continúa, y muchos actores y organizaciones internacionales trabajan para mediar y promover la paz en la región.

El conflicto entre Israel y Palestina – el movimiento sionista y sus implicaciones

Para comprender plenamente este conflicto, es fundamental analizar el papel central desempeñado por el movimiento sionista en la creación del Estado de Israel y las tensiones actuales en la región.

El sionismo es un movimiento nacionalista judío que busca la creación de un estado independiente para los judíos en la tierra de Canaán, que es considerada la Tierra Prometida por Dios. Este movimiento cobró fuerza a finales del siglo XIX y principios del XX, principalmente como respuesta al antisemitismo y la persecución que propició la diáspora judía por todo el mundo. Los sionistas creían que la única manera de garantizar la supervivencia y la identidad judías era a través de un Estado judío soberano.

Theodor Herzl, a menudo llamado el “padre del sionismo”, jugó un papel clave en la promoción del movimiento sionista. en tu libro el estado judio [1896], Theodor Herzl defendió la creación de un Estado judío como solución al antisemitismo y como refugio seguro para los judíos. Organizó el Primer Congreso Sionista en 1897, con el objetivo de presentar la visión y los objetivos del movimiento al mundo. Sin embargo, el congreso enfrentó la resistencia de los líderes religiosos judíos, que temían una exposición excesiva y que la agenda secular del sionismo entrara en conflicto con sus creencias religiosas.

El logro más significativo del movimiento sionista fue la creación del Estado de Israel en 1948. Este logro estuvo acompañado de guerras, desplazamientos de poblaciones y continuos conflictos con los palestinos. La creación de Israel fue vista como un triunfo por el movimiento. Sin embargo, para los palestinos, esto fue una catástrofe ya que provocó su desplazamiento y pérdida de tierras.

Hoy, Israel y Palestina siguen siendo escenario de tensiones y conflictos. El sionismo, si bien logró su objetivo de crear un Estado judío, también dejó un legado de hostilidades y disputas territoriales. La idea de una coexistencia pacífica entre israelíes y palestinos sigue siendo difícil de alcanzar, con importantes desafíos como la construcción de asentamientos judíos en territorios palestinos y la disputa sobre Jerusalén.

El mandato británico en Palestina: raíces del conflicto palestino-israelí

Para comprender plenamente los orígenes y la evolución de este conflicto, es esencial volver la mirada al período del Mandato Británico en Palestina, una fase crítica de la historia que jugó un papel crucial en la configuración de las tensiones que persisten hasta el día de hoy.

Después del final de la Primera Guerra Mundial (1914-18), las potencias victoriosas e industrializadas buscaron una manera de administrar territorios que no estaban preparados para una independencia inmediata. Esto llevó a la creación del Sistema de Mandatos, una estructura que clasificaba los territorios en tres categorías según su grado de preparación política para la independencia. Palestina, junto con Transjordania, quedó bajo el Mandato Británico Clase A, lo que implica que la región estaba siendo preparada para la autodeterminación. Sin embargo, esta preparación no fue uniforme para todas las partes involucradas.

Entre 1922 y 1948, Palestina estuvo oficialmente bajo administración británica, y el Alto Comisionado ejercía la máxima autoridad en la región. Sin embargo, el aspecto fundamental a entender es cómo esta administración británica afectó la demografía y las relaciones entre las comunidades judía y árabe en Palestina. Aunque la población árabe era numéricamente dominante en Palestina, la administración británica a menudo favorecía los intereses judíos. Esto se tradujo en políticas que permitieron una importante inmigración y adquisición de tierras de judíos europeos.

La Organización Sionista Mundial (OSM), que buscaba el establecimiento de un Estado judío, identificó tres elementos cruciales para lograr su objetivo: territorio, gobierno y población. Los británicos, a través de su administración, hicieron posible la adquisición de tierras y la inmigración de judíos a Palestina. Entre 1920 y 1939, alrededor 332.000 judíos emigraron a Palestina. Sin embargo, a pesar de estas impresionantes cifras, la mayoría de la población seguía siendo árabe, lo que alimentó crecientes tensiones entre las dos comunidades.

La inmigración judía a gran escala y la política projudía de los británicos provocaron resistencia y conflicto por parte de los árabes palestinos. Vieron la llegada de los judíos como una amenaza a su cultura, identidad y tierra, lo que intensificó aún más el conflicto.

Los conflictos internos y externos, combinados con la presión internacional y el costo creciente de la ocupación británica, finalmente culminaron con el fin del Mandato Británico en Palestina (1948). Sin embargo, el legado de este período dejó una huella indeleble en las relaciones entre judíos y árabes en la región.

Palestina e Israel: conflicto sin fin

El conflicto entre Israel y Palestina se remonta al período del Mandato Británico, pero para un análisis más profundo es fundamental considerar los acontecimientos posteriores a este período y la creación del Estado de Israel.

A principios de 1947, Gran Bretaña, que administró Palestina después de la Primera Guerra Mundial, reconoció la imposibilidad de resolver el creciente conflicto entre árabes y judíos en la región. Esto llevó a la decisión británica de poner fin a su mandato en Palestina, allanando el camino para la creación de dos Estados: uno árabe y otro judío. Esta propuesta para la partición de Palestina fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas a través de Resolución 181, en noviembre de 1947. Designó alrededor del 56% del territorio para judíos y el 44% para árabes.

La propuesta de la ONU recibió el apoyo de la Agencia Judía, que representa los intereses judíos, pero fue rechazada por la Alta Comisión Árabe, que consideró que debía buscarse una propuesta alternativa más equilibrada. Sin embargo, un día antes del fin del Mandato Británico, el 14 de mayo de 1948, la Agencia Judía proclamó la independencia de Israel. Esto resultó en el primer conflicto entre árabes y judíos, a quienes desde entonces se les llama “israelíes”.

La Liga Árabe, formada por Egipto, Siria, Jordania, Líbano e Irak, no aceptó la creación de Israel y, en respuesta, invadió el recién creado territorio palestino, iniciando la Guerra Árabe-Israelí de 1948. llamada Línea Verde, que divide Palestina entre Israel, Cisjordania y Gaza.

En los años siguientes, Israel se convirtió en miembro de las Naciones Unidas y, con una población mayoritariamente judía, enfrentó desafíos derivados de la inmigración masiva de sobrevivientes del Holocausto y judíos perseguidos en los países árabes. Los conflictos persistieron, especialmente con los grupos palestinos que buscaban la libre determinación y resistían la ocupación israelí.

En 1967, estalló otra guerra, conocida como la “Guerra de los Seis Días”, cuando Egipto, Jordania y Siria enviaron tropas a las fronteras de Israel. La victoria de Israel en ese conflicto condujo a la ocupación de Cisjordania, la Franja de Gaza, la Península del Sinaí y los Altos del Golán. Estas conquistas ampliaron las fronteras de Israel y generaron tensiones crecientes en la región.

La década de 1970 estuvo marcada por acontecimientos importantes que tuvieron un profundo impacto en el conflicto entre Israel y Palestina. Durante este período, los grupos palestinos, en particular la Organización de Liberación de Palestina (OLP), adoptaron la lucha armada como medio para buscar la autodeterminación y la independencia. Uno de estos acontecimientos fundamentales fue la Guerra de Yom Kippur en 1973, que ocurrió cuando los países árabes, liderados por Egipto y Siria, lanzaron un ataque sorpresa contra Israel durante la festividad judía de Yom Kippur.

La guerra de Yom Kippur tuvo profundas consecuencias, incluida la percepción de que la cuestión palestina seguiría siendo un foco de inestabilidad en la región. Después de esta guerra, el conflicto palestino-israelí no fue sólo un enfrentamiento entre Israel y los países árabes vecinos, sino que también involucró a grupos palestinos, que aumentaron su presencia e influencia en la escena internacional.

Sin embargo, a medida que avanzaba la década de 1980, surgieron oportunidades para el diálogo y la negociación. Egipto, bajo el liderazgo del presidente Anwar Sadat, firmó el Acuerdo de Camp David en 1978, estableciendo una paz histórica con Israel. Este acuerdo, aunque se centró principalmente en las relaciones entre Egipto e Israel, allanó el camino para un entendimiento más amplio en la región.

En los años siguientes, los conflictos intermitentes, la construcción de asentamientos judíos en territorios palestinos y el deterioro de las condiciones socioeconómicas palestinas socavaron los esfuerzos de paz. La Primera Intifada, un levantamiento popular palestino, estalló en 1987 y marcó una nueva ola de violencia.

La década de 1990 trajo esperanza con los Acuerdos de Oslo, cuyo objetivo era establecer un Estado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza. Sin embargo, la falta de avances en estos acuerdos provocó una Segunda Intifada y un resurgimiento de la violencia.

El comienzo del siglo XXI vio más conflictos, como los ataques con cohetes de Hamás y la construcción por parte de Israel de la barrera en Cisjordania. El conflicto se ha vuelto aún más complejo con el surgimiento de grupos extremistas islámicos, como Hamás, Hezbolá y el Estado Islámico, que también han pedido la destrucción de Israel.

En 2008, 2012 y 2014, las guerras recurrentes en la Franja de Gaza provocaron bombardeos israelíes y lanzamiento de cohetes por parte de Hamás, lo que provocó un gran número de víctimas. La población civil se vio gravemente afectada y la comunidad internacional pidió una solución pacífica.

mapa 2 - Franja de Gaza

fuente: Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios

En 2018, los residentes de la Franja de Gaza lanzaron una serie de protestas conocidas como la “Marcha del Retorno”, que tuvo lugar cerca de la frontera con Israel. Trágicamente, estas protestas estuvieron marcadas por enfrentamientos mortales en los que francotiradores israelíes mataron a cientos de manifestantes.

La tragedia se repitió en 2021, cuando una nueva guerra entre Israel y Hamás provocó la pérdida de cientos de vidas en la Franja de Gaza. La situación siguió siendo volátil y persistieron las tensiones.

Y ahora, en 2023, Hamás rompió el bloqueo y lanzó un ataque sorpresa contra Israel por tierra, agua y aire. Israel respondió con bombardeos y declaró la guerra. La búsqueda de una solución duradera al conflicto entre Israel y Palestina sigue siendo una de las cuestiones más desafiantes y urgentes de la política internacional, y la región sigue siendo un escenario de violencia e inestabilidad.

Una guerra sin fin

El conflicto entre Israel y Palestina, basado en acontecimientos históricos y dinámicas geopolíticas en la región, revela una intrincada realidad marcada por décadas de tensiones y enfrentamientos. Oriente Medio, en particular la región de Palestina, se ha convertido en un epicentro de conflicto debido a una serie de acontecimientos clave, que incluyen las dos guerras mundiales, la creación del Estado de Israel y el descubrimiento de vastas reservas de petróleo.

Es innegable que las grandes potencias mundiales, como Estados Unidos, Rusia, Francia e Inglaterra, desempeñaron papeles importantes en este complejo escenario, a menudo agravando las tensiones. La creación del Estado de Israel en 1948, sin consultar a la población árabe-palestina, fue un punto de inflexión crucial que desencadenó conflictos que persisten hasta el día de hoy.

La región, a menudo llamada el “barril de pólvora”, sigue marcada por disputas territoriales, enfrentamientos armados y hostilidades profundamente arraigadas. La cuestión de Jerusalén, una ciudad de profunda importancia religiosa para judíos, cristianos y musulmanes, ejemplifica la complejidad de este conflicto.

La presencia de grupos islámicos radicales, como Hamas, Hezbollah y el Estado Islámico, también jugó un papel importante en la escalada de violencia y la perpetuación del conflicto, lo que hizo aún más difícil su resolución.

A pesar de décadas de esfuerzos y negociaciones internacionales, la paz en la región sigue siendo difícil de alcanzar. Los Acuerdos de Oslo, firmados en 1993, representaron un paso importante, pero la intransigencia de sectores radicales de ambos lados, los asentamientos de colonos judíos en zonas palestinas y la cuestión del control de las fuentes de agua siguen obstaculizando el progreso hacia una solución duradera.

En este contexto, la búsqueda de una solución justa y duradera al conflicto palestino-israelí sigue siendo un desafío concreto. El diálogo entre las partes se ve constantemente interrumpido por la violencia, lo que hace que la visión de dos Estados coexistiendo pacíficamente en una “tierra de paz” sea un objetivo difícil de alcanzar. Sin embargo, el reconocimiento de Palestina como Estado observador por parte de las Naciones Unidas y el Vaticano demuestra un deseo de progreso a pesar de los obstáculos.

Mientras la comunidad internacional continúa buscando formas de promover la paz y la estabilidad en la zona, es imperativo considerar todos los elementos históricos, políticos, culturales y religiosos que configuran este complejo panorama de conflicto. Sólo a través de una comprensión profunda de estos factores se podrá vislumbrar una solución justa y duradera a este conflicto histórico.

Bruno Fabricio Alcebino da Silva Es Licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad Federal del ABC (UFABC)..


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