intermezzo crítico

Edu Marín (Diario de Críticas)
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por FLÁVIO R. KOTHE*

Sobre la teología de la estética

La estética deriva de la creencia de que puede contener errores en los fundamentos, y todo su edificio puede hundirse. Proveniente de la metafísica psicológica, presupone que el hombre se divide en cuerpo y alma, como instancias separables, teniendo prioridad el alma por ser inmutable, eterna e independiente del cuerpo. Así como la Lógica se ocuparía de las conclusiones del alma en términos analíticos, la Estética se ocuparía de las percepciones corporales, de las imágenes corpóreas. Esta concepción cristiana está presente en Descartes, Leibniz, Wolff, Baumgarten, Kant, Fichte, Solger, Hegel y muchos otros. No es precisamente anterior al cristianismo: los romanos, por ejemplo, creían que “la sombra” iba a los Campos Elíseos, pero estos no estaban situados en un “Más Allá” fuera de la “fisis”.

Había en la escolástica una “lógica superior”, analítica, centrada en el pensamiento abstracto, vigilando cómo debía ser. En el siglo XVIII, con Wolff y Baumgarten, se propone una contraparte al estudio de la “Lógica Inferior”, la “Estética” enfocada en las regiones infernales, consideradas corpóreas, pues allí también ocurrirían procesos de conocimiento, básicamente a través de imágenes fugaces. La "Estética" de Baumgarten[i] (#1) reunió diversas áreas: la gnoseología inferior, la teoría de las artes liberales, el arte de las bellas cogitaciones, el arte del análogo de la razón: sería la ciencia del conocimiento sensible.

A veces el supuesto teológico recibe la variante de que el hombre no estaría compuesto de dos partes, sino de tres: cuerpo, alma y espíritu. En el signo verbal, el cuerpo es al significante lo que el significado es al alma, pero cuando se usa una ironía, el significado de la palabra tiende a ser el opuesto del significado habitual. Hay, pues, una tercera instancia, el espíritu de la obra. En la Crítica de la razón pura, por ejemplo, la dimensión corpórea estaría en lo que ella llamó Estética -que no era una Filosofía del Arte-, es decir, la región de las percepciones sensoriales; el alma estaría en el entendimiento conceptual, una especie de Espíritu Santo que estaría en el hombre, mientras que el espíritu estaría en el más alto nivel de la Razón, que todo lo manda con sus tres ideas: Dios, la inmortalidad, la libertad: la garrapata, la techo y el tocón.

El problema central es discernir el núcleo teológico que habita la filosofía y la estética, haciendo de los pensadores más teólogos disfrazados que filósofos, si se acepta la propuesta de Heidegger –que él mismo no cumplió del todo– de que la filosofía es atea por naturaleza. En una era de resurgimiento del fanatismo religioso, este problema se vuelve más apremiante. El monoteísmo religioso tiende a conducir al totalitarismo, porque quien sólo admite un dios verdadero, el suyo, no tolera la elevación de otras deidades. La salida no es la regresión al antiguo politeísmo, sino la eliminación de las religiones: “no más dioses”.

La distinción entre cuerpo y alma parecía fácil: el cuerpo sería una cosa con extensión, siendo, por tanto, divisible; en cambio, el alma sería lo indivisible. Aunque Descartes lo adoptó en sus principales obras, en las Pasiones del alma[ii] observó que el alma también está dividida: tiene una parte donde siente las cosas; otro que entiende las cosas y todavía uno que decide sobre las cosas. En los siglos XVII y XVIII no había una idea clara de que existiera un inconsciente, aunque Shakespeare lo notó. Para nosotros, desde el psicoanálisis es natural que “el alma” se divida en consciente, preconsciente e inconsciente. Incluso admitimos que la muerte cerebral puede ocurrir antes que la muerte del resto del cuerpo. Cuando las cosas se dividen, debe llegar un momento en que ya no se puedan dividir: es el punto matemático, el cruce de dos líneas, que está sin estar ahí, es un no ser que está y que funda todo (o hunde todo). en nada). Todo lo que existe se basa en un no ser que es.

En una situación de guerra, bajo el fuego de los cañones, un soldado se aterroriza, palidece y quiere esconderse, mientras que otro se pone furioso, rojo de rabia y está dispuesto a enfrentarse con el pecho abierto al fuego del enemigo. Por la misma causa deben las mismas consecuencias, y no es así. Si sus “almas” tienen el mismo origen divino, ¿por qué reaccionan de manera opuesta?

Cada “alma” capta los datos de lo real, discierne la situación, provoca una reacción somática y una acción volitiva. El sufrimiento de los datos equivale a la figura de Cristo, que encarna el sufrimiento; la intelección de los datos la realiza el entendimiento, que corresponde al Espíritu Santo, mientras que la expresión divina de la voluntad es Dios Padre, que decide hacer y deshacer las cosas. Hay, sin embargo, además de esta Santísima Trinidad, una cuarta figura, la que hace que el espíritu somatice las reacciones corporales y que corresponde a la figura de la Virgen María, la que hizo que el espíritu se hiciera carne y habitara entre los humanos.

Cuando los filósofos del siglo XVIII comenzaron a desarrollar la “metafísica psicológica”, estaban haciendo algo sacrílego, es decir, querían descifrar cuál sería el “alma” puesta por Dios en el hombre, pero transpusieron las categorías teológicas al ámbito de la teoría del conocimiento. Buscaron la “arquitectura de la mente” y tenían un plan “arquitectónico” en sus sistemas. Esto se hace más claro en el “robot” construido por Kant en la Crítica de la razón pura. Tiene sensores – los sentidos – que captan imágenes de los fenómenos de las cosas y que las conducen al “entendimiento” (Verstand) que las organiza según los conceptos – es la programación de la que está dotado, la que conduce a decisiones según a los principios volitivos de la razón mediada por el juicio.

Si en Descartes, en las Pasiones del alma, flota la sugerencia de que el “alma” se divide en tres (diría cuatro) partes, siendo la intelección equivalente al Espíritu Santo, el sentimiento a Cristo y la voluntad a Dios. el Padre, puede -si añadimos la somatización de los movimientos psíquicos como equivalentes a la Virgen María, la que hizo carne al espíritu- estas mismas categorías teológicas católicas se encuentran en Kant, aunque de origen luterano más que católico. uno. El “esquema” (en el sentido mismo de esquematismo de la razón) de la Crítica de la Razón Pura puede verse bajo la forma de una pirámide, en la que la parte inferior está formada por la caótica multiplicidad de percepciones, el cuerpo, el “trascendental estética"; la parte media por el sistema conceptual del entendimiento (Verstand), y la parte superior por la razón con sus tres supuestas ideas de Dios, libertad e inmortalidad.

Es decir, lo que manda todo es la razón, que es una transposición de la figura de Dios Padre; el entendimiento, que es la intelección de las cosas, sería la transposición del Espíritu Santo, mientras que el portador de lo sentido, el estético, sería el equivalente de Cristo, el que sufre. Después de presentar este tríptico, Kant recuerda situar entre la segunda y la tercera instancia la facultad de juzgar, la cual va transponiendo los órdenes de la razón abstracta a las actividades concretas, es decir, es la Virgen María la que reaparece, la que hace que el espíritu se haga carne, una decisión concreta, la mediación de lo divino con lo humano. Kant usa explícitamente el término “arquitectura” para designar la estructura de la mente.

Si se toma como modelo una casa, también se puede suponer que los cimientos son los datos proporcionados por los sensores que son los sentidos, receptores pasivos que sufren, pero que son los proveedores de la materia prima, el Cristo sobre el que se basa toda fe. fundado cristiano; la parte de las salas y cuartos está ocupada por la vida de la mente, por la programación conceptual, es decir, el Espíritu Santo; el techo es el formateo del juicio, es decir, corresponde a la Virgen María, la que concreta, hace carne, lo que sería la voluntad puramente espiritual de lo que representa lo divino, mientras que el techo que todo lo cubre es la razón, que representa la voluntad de Dios Padre. Es decir, dios no es sólo una idea de la razón –que se distingue de la creencia en dios porque representaría el principio y el fin de todas las cosas, escondiendo por tanto tras de sí la astronomía y la astrofísica–, sino que lo divino cristiano sirve para estructurar el mente misma. La mente que puede ser considerada humana solo puede ser la mentalidad cristiana, la hecha de acuerdo con la creencia europea dominante. La estructura de la mente se define según una determinada creencia, la cristiana.

Marx usó esta imagen de un edificio para entender la relación entre cultura, sociedad y modo de producción. Esta sería la base, el cimiento, sobre el cual se construiría la estructura social, que serían como las habitaciones y los pasillos de la casa, mientras que el techo formaría la superestructura cultural. El término que utiliza es “Bau”, una construcción, un edificio, una casa, que se perdió al traducir esto como estructura, que es más bien el esqueleto de la construcción. De ahí los términos “Unterbau” para los fundamentos económicos y “Überbau” para su expresión cultural (Ausdruck).

Tenemos que mirar desde afuera a esta construcción que habitamos, que somos nosotros. Es fácil comparar a las personas y decir que algunas parecen chozas; otros, tapices decadentes; otras, construcciones populares: hay una clase media y baja de la construcción, así como hay mansiones de clase alta y palacios ideacionales. La construcción es, sin embargo, algo rígido, una casa que no tiene vida, la estructura mecánica del pensar. Sin embargo, ¿cómo se mantienen dentro de esto la libertad y la inventiva? ¿Será el movimiento de los que allí habitan, dentro de lo previsible?

Los cimientos, muros, techos y cubiertas se construyen para generar vacíos. Todo lo que se construye se hace para generar un no ser. Sin embargo, no es idéntico al gran logro de la ciencia o el arte que produce algo que no es igual a lo que se anticipó. Es decir, lo que más distingue al hombre no tiene cabida en la metáfora del edificio.

*Flavio R. Kothe Profesor de Estética en la FAU/UnB, autor de obras sobre canon brasileño, teoría literaria y arte comparado, traductor de Nietzsche, Marx, Kafka, Adorno y autor de poemas, cuentos y novelas.

[i]Baumgarten, Alejandro G. estética, Hamburgo, Felix Meiner Verlag, 2007, latín y alemán, 2 volúmenes.

[ii] Descartes, René. pasiones del alma. Recopilación los pensadores, São Paulo, Editora Abril, 1983, traducción de J. Guinsburg y Bento Prado Júnior, p. 218 arts.

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