por VINÍCIO CARRILHO MARTÍNEZ*
Reflexiones sobre el caso del autómata metafísico
En la era de la Inteligencia Artificial, que acecha a quienes tienen inteligencia social, hay individuos que desarrollan comorbilidades sociales, morales, las más diversas, severas e íntimas. A estos individuos los llamaremos “portadores de inteligencia altamente artificial” (PITA). Comúnmente sometidos, son muy pocos sujetos de hecho y de sí mismos (y, evidentemente, inconscientes de su autonomía, de su propio significado), acaban envueltos en sectas fetichistas y maquínicas.
El fetiche para estos individuos (al que también llamaremos “este-estar-allí”) es algo que se reduce a actos libidinosos. Sin embargo, como es muy raro que sepan qué es la libido, no son más que seguidores de deseos inconfesables, inpublicables e inelegibles. Estos seres dialogan poco con otros seres, que son efectivamente sociales. Por tanto, su fetiche se reduce a liquidar a todos como mercancías: él mismo (“ser-que-estar-allí”) aceptaría ser manipulado (secuestrado) porque ya no es autónomo. Son seres tan robóticos que ven máquinas autónomas, es decir, como si las máquinas fueran (o pudieran ser, efectivamente) autónomas. Estos individuos, en definitiva, confunden autómatas con personas autónomas.
Por eso idolatran y confirman tanto los mitos, transfiriendo a veces el fetiche del líder a la compañera del mito no elegible. El fetiche es para el líder, de eso no hay duda, ya sea el fetiche “de-este-estar-ahí” o maquínico (el suyo como mercancía del mito), o el fetiche sexualizado por el compañero del mito. En este caso es el mito el que ya ha caído, inelegible y despreciable. Si algo como esto pudiera existir, digamos que es un "fetiche inverso" no elegible.
Este es el autómata que nos acompaña en esta serie de El Metafísico. Casi inagotables, hay tantas caricaturas posibles, “este ser-ahí metafísico” es el mismo ya retratado como “ganado nuevo admirable”, esperando su tiempo en el matadero.
Lo más destacado de hoy es la calidad o, mejor dicho, el tipo de inteligencia que posee, se podría decir. Ésta es la manifestación que esbozamos en el título: Inteligencia altamente artificial. Esto se demuestra por el hecho de que el “autómata-metafísico-ser-así” ignora los hechos concretos. Se alude a ello en las redes sociales, es una creencia firme en la mentira, en las peores distorsiones que puede impartir un juicio carente de valor humano. Cuanto más mienta, compulsivamente, más querrá para sí el metafísico-autómata.
El autómata metafísico es el individuo desprovisto de autonomía (por tanto, nulo en inteligencia social) que vive para recibir y multiplicar mentiras, en la práctica, como un no ser efectivo, pero siempre como curador y militante de una Inteligencia altamente artificial.
Finalmente, hoy queremos concluir reforzando su traslado fetichista, del mito, a su compañero, igualmente impronunciable. Sin embargo, esta es una tesis que los psicoanalistas y psiquiatras deben explorar más a fondo: el fetiche por el mito no elegible se convierte en un fetiche inverso por el compañero impronunciable. Nuestro argumento es simplemente que el autómata metafísico es un adorador del fetiche maquínico (sobre sí mismo) y un replicador de una Inteligencia altamente artificial.
El autómata metafísico es el destino mismo de su Inteligencia altamente artificial, es el individuo que reproduce todo tipo de desinteligencia social, ya que es portador de un sentido común muy inusual. Incluso si es el único de la especie que no lo sabe. También sería interesante pensar en cómo sería la victimología metafísica del mito caído, inelegible y fetichizada por la desinteligencia del autómata-metafísico.
Pero esa es otra historia, y estas historias son perjudiciales para cualquier persona con inteligencia social.
*Vinicio Carrilho Martínez Es profesor del Departamento de Educación de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar).
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