por MICHEL GOULART DA SILVA*
Tensiones entre la consecución de la ciudadanía y los intereses capitalistas en los institutos federales
Los institutos federales, creados hace cinco años, formados a partir de las estructuras de los antiguos Centros Federales de Educación Tecnológica (CEFET) y otras instituciones federales de educación técnica, han sido la principal política en materia de provisión de educación profesional pública en Brasil. Creadas mediante ley 11892, del 29 de diciembre de 2008, estas instituciones tienen entre sus objetivos la formación de trabajadores, a través de la calificación profesional, ofreciendo cursos en diferentes modalidades de enseñanza. La Red Federal de Educación Profesional, Científica y Tecnológica, formada por 38 Institutos Federales, 2 CEFET y otras instituciones públicas, está distribuida en 661 campus, ubicados en 578 municipios, ofreciendo alrededor de 12 mil cursos en todo Brasil. En los discursos y documentos gubernamentales, esta cualificación y, en consecuencia, la inserción de esta fuerza de trabajo en el mercado serían ejemplos de la consecución de una cierta ciudadanía por parte de la clase trabajadora.
El discurso de la ciudadanía trabajadora se fundamenta fundamentalmente en una concepción positivista de la integración de la fuerza laboral al ámbito productivo, promovida desde el Estado. El papel de la educación, en este caso, pasa por ayudar a estos trabajadores a integrarse en el proceso productivo y contribuir al desarrollo de la sociedad. Para ello, los institutos federales buscan responder a las demandas económicas locales o, en otras palabras, como se puede ver en los discursos oficiales, a los llamados arreglos productivos locales (APL). Con esto, el supuesto logro de la ciudadanía por parte de estos trabajadores pasa por una formación técnica para el trabajo con miras a responder a los intereses de los capitalistas en cada ciudad o región en la que se ubican los campus de los institutos federales.
En su mayoría, las vacantes ofertadas en los institutos federales están dirigidas a cursos técnicos de nivel secundario o cursos de tecnología superior. Estos cursos tienen como objetivo formar una fuerza laboral que, en el proceso productivo, se encuentra en una posición intermedia, sirviendo de portavoz y decodificadora de las determinaciones provenientes de la dirección de la empresa. En la configuración actual de la división del trabajo, estos profesionales desempeñan la función de coordinación y supervisión, controlando directamente el trabajo de quienes realizan tareas de ejecución.
En la sociedad capitalista, donde la ciencia y la tecnología están intrínsecamente ligadas a la producción, la división del trabajo alcanza un gran grado de fraccionamiento, en el que “ni siquiera los trabajadores pueden ya manejar tareas que no sean las estrictamente delimitadas para su ejecución, ni vale la pena hacerlo”. Merece la pena, desde el punto de vista empresarial, contratar a un ingeniero para funciones que no requieran este nivel de cualificación”.[i] Reducir este fraccionamiento, con vistas a articular el acto de planificar y el acto de ejecutar, corresponde al técnico, “dominar elementos, al mismo tiempo, del trabajo manual y del trabajo intelectual, para que sirvan de punto de conexión entre éstos y, de esta manera, contribuir a la aplicación más efectiva de los aportes de la ciencia y la administración”.[ii]
El compromiso de la educación profesional, en general, y de los institutos federales, en particular, con la lógica del capital se hace más evidente al analizar su legislación específica. Según lo establece la ley que creó los institutos federales, estas instituciones tienen como finalidad, entre otras, “orientar su oferta formativa hacia el beneficio de consolidar y fortalecer los esquemas productivos, sociales y culturales locales, identificados a partir del mapeo de potencialidades de desarrollo socioeconómico”. y cultural en el ámbito de las actividades del Instituto Federal”.[iii] En esta lógica, además de la enseñanza dirigida a los intereses inmediatos de los capitalistas locales, las acciones de investigación, extensión e innovación deben responder a las demandas económicas regionales.
El concepto de arreglos locales, en sus diferentes dimensiones previstas por la ley, fue uno de los fundamentos de las políticas relacionadas con la expansión de los institutos federales. Estos arreglos productivos pueden entenderse como “aglomeraciones de empresas ubicadas en un mismo territorio, que presentan especializaciones productivas y mantienen algún vínculo de articulación, interacción, cooperación y aprendizaje entre sí y con otros actores locales”, incluyendo diferentes empresas e instituciones, como “proveedores especializados, universidades, asociaciones comerciales, instituciones gubernamentales y otras organizaciones que brinden educación, información, conocimiento y/o apoyo técnico”.[iv]
Por lo tanto, al buscar responder a las demandas presentadas por los grupos empresariales locales, los institutos federales ponen su alcance al servicio de los intereses de los capitalistas en las regiones donde se ubican los campus de las instituciones. Si se toma en cuenta desde el punto de vista de la fuerza laboral, se la califica para satisfacer las necesidades económicas inmediatas de los capitalistas y, por lo tanto, a pesar de los discursos oficiales, no hay perspectivas de obtener la ciudadanía o incluso la satisfacción profesional. Esta búsqueda de ciudadanía asociada al trabajo quedó evidenciada en un documento que definió los lineamientos de la formación profesional a nivel técnico, cuando afirmó: “Los cursos de Educación Profesional Técnica de Nivel Secundario tienen como objetivo dotar al estudiante de los conocimientos, conocimientos y habilidades profesionales necesarios para ejercicio profesional y ciudadano”.[V]
Desde esta perspectiva, el conocimiento y la práctica profesional están directamente asociados con la ideología de alcanzar la ciudadanía. Esto se entiende, en el contexto de la educación profesional, “como el acto del hombre de constituirse como hombre entre los demás hombres y como hombre que, con los demás, construye el mundo humano, material y simbólico en el que existe”.[VI] En esta concepción, “hacerse ciudadano es asumir el protagonismo del proceso histórico”, luchar “por tu país, tu ciudad, por el barrio donde estás, participar políticamente en la vida, no aceptar perder logros ya alcanzados, cobrar un salario digno por lo que haces, exige justicia para uno mismo y para los demás”.[Vii] Se puede observar que en esta concepción sólo se enfatizan los derechos políticos y civiles, es decir, la ciudadanía se reduce a la conquista de espacios dentro de la democracia liberal, construida a partir de finales del siglo XVIII.
Esta concepción, por lo tanto, ignora el antagonismo de clases estructural de la sociedad capitalista y cómo éste determina los diferentes derechos políticos y sociales. Esta idea de ciudadanía está marcada por desigualdades económicas, desde la Antigüedad, donde “la principal separación económico-social, entre hombres libres y esclavos, se reflejaba clara y directamente en la definición de la condición de ciudadanía política”.[Viii] En el capitalismo, la separación económico-social está oculta en discursos de igualdad y reformas del sistema político y económico. Pero, como se desprende de la propia dinámica económico-social, “la batalla por la extensión generalizada de la ciudadanía social no puede existir sin un cambio radical en la política económica gubernamental”, o, más precisamente, “la universalización de los derechos sociales extendidos a los pueblos”. El punto de erradicación de la pobreza requeriría una política económica radical que afectaría los intereses capitalistas privados”.[Ex]
En los documentos que sustentaron la educación profesional durante los últimos quince años, queda claro cuán profundamente arraigada está la retórica de la ciudadanía. En un texto que analiza las concepciones detrás de la creación de los institutos federales, se afirma que la educación profesional es considerada “un factor estratégico no sólo para comprender la necesidad del desarrollo nacional, sino también como un factor para fortalecer el proceso de inclusión ciudadana de millones de personas”. de los brasileños”.[X] Según el documento, se trata de un “proyecto progresista”, donde la educación se entiende “como un compromiso por transformar y enriquecer conocimientos objetivos capaces de modificar la vida social y darle mayor sentido y alcance en el conjunto de la experiencia humana, propuesta incompatible con una visión conservadora de la sociedad. Es, por tanto, una estrategia de acción política y de transformación social”.[Xi]
Se puede observar, por tanto, que la concepción generalizada de la educación profesional afirma que es un factor de transformación social, basado en la búsqueda de ciudadanía, resumida en la consecución de empleo y salario, factores determinantes de esta supuesta emancipación social. Los institutos federales, así, se convierten en espacios donde se recibe a quienes supuestamente están “excluidos”, para que, mediante la impartición de cursos rápidos de cualificación profesional, puedan “incluirlos” en la sociedad mediante la inserción de esta fuerza laboral extremadamente diversa y barata en el esfera de la producción. De esta manera, el Estado, a través de la educación pública, colabora con el proceso de reproducción del capital, al asumir como una de sus responsabilidades no sólo la calificación profesional básica de los trabajadores sino también la mediación con los capitalistas locales y regionales.
Por lo tanto, aunque los institutos federales se presenten en sus discursos como contribuyentes a la transformación social, no incluyen dentro de su alcance la superación del capitalismo. Su proyecto de cambio social se refiere a una mejor inserción de la fuerza laboral en el proceso de producción y reproducción del capital, presentando la retórica de la ciudadanía y el progreso social. En estos discursos, la revolución y la superación del capitalismo están lejos de ser las únicas formas de ruptura efectiva y transformación radical de la sociedad.
*Michel Goulart da Silva Tiene un doctorado en historia por la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y un título técnico-administrativo del Instituto Federal de Santa Catarina (IFC)..
Notas
[i] MACHADO, Lucília de Souza. Educación y división social del trabajo. 2da ed. São Paulo: Cortez, 1989, p. 80.
[ii] MACHADO, Lucília de Souza. Educación y división social del trabajo. 2da ed. São Paulo: Cortez, 1989, p. 81.
[iii] BRASIL. Ley N° 11892, de 29 de diciembre de 2008.
[iv] MATTIODA, Eliana. APL exitosos: estudio de caso de tres acuerdos de producción local en Rio Grande do Sul. São Paulo: Blucher Acadêmico, 2011, p. 42.
[V] BRASIL. Ministério de Educación. CNE/CEB. Resolución No. 6, de 20 de septiembre de 2012.
[VI] PACHECO, Eliezer; MORIGI, Valter. Introducción. En: ______. Educación técnica, formación profesional y ciudadanía. Porto Alegre: Tekne, 2012, pág. 10.
[Vii] PACHECO, Eliezer; MORIGI, Valter. Introducción. En: ______. Educación técnica, formación profesional y ciudadanía. Porto Alegre: Tekne, 2012, pág. 10.
[Viii] WELMOWICKI, José ¿Ciudadanía o clase? El movimiento obrero de los años 80. São Paulo: Instituto José Luís e Rosa Sundermann, 2004, p. 19.
[Ex] WELMOWICKI, José ¿Ciudadanía o clase? El movimiento obrero de los años 80. São Paulo: Instituto José Luís e Rosa Sundermann, 2004, p. 33.
[X] BRASIL. Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología: Un nuevo modelo de educación profesional y tecnológica: Concepciones y directrices: Brasilia: MEC/SETEC, 2008, p. 18.
[Xi] BRASIL. Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología: Un nuevo modelo de educación profesional y tecnológica: Concepciones y directrices: Brasilia: MEC/SETEC, 2008, p. 18.
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