Independencia del Banco Central

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por PLINIO DE ARRUDA SAMPAIO JR.*

¿Por qué tanta prisa?

En absoluta disonancia con los graves problemas nacionales, el Congreso aprobó, con el apoyo entusiasta del gobierno de Bolsonaro, la independencia del Banco Central. La medida va en contra de lo que sería necesario para enfrentar la crisis económica, social y de salud que sacude la vida de los brasileños.

Mientras hasta el Fondo Monetario Internacional –FMI– advierte sobre la urgencia de políticas fiscales y monetarias contracíclicas, la plutocracia brasileña profundiza, a golpe de botón, la institucionalización del neoliberalismo. En lugar de priorizar la recuperación del empleo y la financiación de las políticas públicas, el Estado brasileño redobla la defensa de la búsqueda de rentas.

Si bien la independencia del Banco Central se presenta como un problema técnico, relacionado con la necesidad de un manejo “racional” de la moneda, en realidad es un problema eminentemente político. Se trata de quien establece las condiciones de acceso a la moneda nacional ya las monedas internacionales. Como último guardián de la moneda nacional, el Banco Central funciona como un centro neurálgico que, dentro de ciertos límites, condiciona la dirección, ritmo e intensidad del desarrollo capitalista al interior del país.

Las decisiones de las autoridades monetarias son cruciales para determinar la tasa de interés (que arbitra el costo del dinero) y el tipo de cambio (que define la relación de precios entre el país y el resto del mundo). En consecuencia, el Banco Central juega un papel central en el condicionamiento de la oferta monetaria y crediticia; en el establecimiento de las condiciones de pago de las deudas públicas y privadas; en la defensa de las reservas internacionales, así como en la inhibición de maniobras especulativas que pongan en riesgo la solidez del sistema financiero.[ 1 ]. Por tanto, si las autoridades monetarias son independientes de la soberanía popular, tales deliberaciones -que inciden directamente en el funcionamiento de la economía nacional y sus repercusiones en la vida de los trabajadores- estarán completamente subordinadas a la lógica del gran capital.

La independencia del Banco Central -un viejo reclamo de los ricos- transformó la autonomía de facto de las autoridades monetarias, existente durante décadas, en una autonomía institucionalizada. El problema no es meramente formal. La autonomía legal es otro golpe más para la clase trabajadora. El zorro consiguió la escritura del gallinero, con papel planchado. Resguardada de presiones provenientes del poder político, se vuelve aún más remota la posibilidad de una política monetaria que contemple, aunque sea en dosis minúsculas, algún átomo de preocupación por la situación económica y social de quienes viven de su trabajo.

Sorprende la urgencia otorgada al voto de independencia del Banco Central, considerando que el presupuesto del gobierno federal para 2021 ni siquiera ha sido aprobado. La situación es surrealista. Incluso sin ningún riesgo inminente de escalada inflacionaria, los acreedores de la deuda pública pueden dormir tranquilos sabiendo que el valor de su capital ficticio estará protegido de cualquier mal tiempo, pero aún no hay una previsión de recursos para ayudar a los dos principales problemas del país: la vacunación de los población y la supervivencia de los 67 millones de brasileños que ya no reciben Ayuda de Emergencia, sin que se hayan superado las condiciones que exigieron su creación.

Puesto en perspectiva, la prisa por institucionalizar la autonomía formal del Banco Central resulta ser una acción preventiva desesperada para preservar en circunstancias imposibles, a cualquier costo, el régimen de austeridad fiscal y monetaria. Sin modificar la Ley de Responsabilidad Fiscal, derogar la Ley de Techo de Gastos y poner la moneda al servicio de los intereses estratégicos de la nación, no hay forma de evitar una depresión mayor, con efectos catastróficos en las condiciones de vida de la población y en la propia organización. del Estado brasileño.

En un momento en que la crisis del coronavirus pone en la agenda la necesidad de cambios profundos en la política económica, quienes están en el poder redoblan la aventura neoliberal. Pero así como la ley de la gravedad no puede ser revocada por la voluntad política, es imposible detener con expedientes legales la tormenta que amenaza los cimientos económicos, sociales y políticos del Plan Real.

La escalada de la deuda pública y la perspectiva de inflexión en los flujos internacionales de capital socavan las bases objetivas de la estabilidad de la moneda nacional: los anclajes fiscales y cambiarios que dan a los capitalistas una relativa confianza en relación con la estabilidad de la moneda nacional. El recrudecimiento de la crisis social, que deja a uno de cada tres trabajadores al margen del mercado laboral, recrudece la lucha de clases, convirtiendo al país en un polvorín. El vínculo establecido entre estabilidad económica y estabilidad institucional condujo a un paroxismo en la crisis de legitimidad de la Nueva República. Las crisis económica, social y política se mezclan inexorablemente.

La burguesía fue a todo o nada. Sin embargo, el expediente de ganar tiempo, estirando la supervivencia del Plan Real hasta el límite de sus posibilidades, tiene un alcance limitado. El abrazo ahogado entre el Plan Real y la Nueva República refuerza la urgencia de debatir un proyecto de sociedad capaz de ofrecer una alternativa a la crisis civilizatoria que amenaza a Brasil. La revolución democrática, que erradique las estructuras responsables de la segregación social y avance en la búsqueda de la igualdad sustantiva, es el único camino capaz de superar la escalada de la barbarie en Brasil. La tarea de emergencia es deponer a Bolsonaro y Mourão como primer paso hacia una redefinición completa de la vida nacional.

* Plinio de Arruda Sampaio Jr. es profesor jubilado del Instituto de Economía de la Unicamp y editor del sitio web de Contrapoder. Autor, entre otros libros, de Entre nación y barbarie: dilemas del capitalismo dependiente (Voces).

Nota


[1] En otras palabras, la política monetaria influye en las decisiones de inversión, la definición del valor del capital ficticio, la capacidad de gasto del sector público, la posibilidad de endeudamiento de los hogares, el circuito crédito-gasto-ingreso que relaciona la solvencia del sistema productivo. a la solvencia del sistema financiero, en la regulación del sistema bancario, así como en las relaciones comerciales, productivas y financieras del país con el exterior.

 

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