Por José Raimundo Trindade*
En los últimos años, el pensamiento crítico latinoamericano ha reducido sus análisis a factores estructurales internos, subestimando las contradicciones de la “división internacional del trabajo” y la presencia permanente del mando norteamericano..
En los últimos años se ha producido una paulatina reanudación de debates que podríamos llamar clásicos entre organizaciones de izquierda y militantes que, de algún modo, aún reivindican el análisis histórico y social del marxismo. Es curioso que esto ocurra en un momento de particular y momentáneo declive de los movimientos sociales en Brasil, sin embargo, lo que nos parece lleno de contradicciones y condiciones capaces de construir un fuerte movimiento antisistema que tenga como principio central la ruptura radical con el capitalismo.
El texto que sigue busca dialogar con la izquierda joven que poco a poco se ha ido formando y afirmando en espacios de disputas concretas y en el mundo de la virtualidad que incorpora tanto la dinámica de la individualidad como el diálogo como colectividad que busca identificar opciones para lo económico. crisis, social y de representación en la que se debate el capitalismo.
Muchas cosas parecen oler a viejo, como el diálogo inicial de la excelente película. Entrevista con el Vampiro (encurtador.com.br/ekVY7). El imperialismo como noción histórica parecía ser parte de esas cosas viejas que muchos de nosotros habíamos quitado de nuestra ortografía común. Una triste ilusión y, en buena medida, una visión ingenua del mundo.
El imperialismo como noción teórica marxista clásica aparece como la forma espacial de expansión del capitalismo. Según un autor olvidado hace mucho tiempo y que habita en los bajos fondos de los renegados y los condenados, Vladimir Lenin es un anticapitalista indiscutible, en una obra que resulta cada vez más necesaria de leer (El imperialismo, la etapa superior del capitalismo”), tal proceso estaría caracterizado por cinco puntos, a saber: (a) la exportación de capital; (b) producción y distribución centralizadas en grandes empresas; (c) la fusión del “capital bancario” con el “capital industrial” bajo la forma de “capital financiero”; (d) la “disputa geopolítica entre las potencias capitalistas”; y (e) las guerras como fenómeno recurrente de esta disputa.
A muchos jóvenes, pero también a los mayores, les preguntaría si serían capaces de negar que, como aquel texto de hace 104 años (1916), lo que tenemos hoy no sería tan parecido como para poder decir que volvemos a ser en una etapa del capitalismo en la que la disputa imperialista vuelve a ser un tema clave. Esas características existen hoy y se suman a algunas otras, pero innegablemente vivimos en un nuevo período de disputa imperialista y, obviamente, Brasil y América Latina son terrenos en disputa y no centro controlador de la disputa, siendo la burguesía brasileña, ese pueblo que representa menos del 0,1% del pueblo brasileño, subordinado a la burguesía imperialista, ese 0,1% que controla las sociedades de los países centrales (EEUU, Alemania, Japón y Francia), algo así como 2.153 multimillonarios que mandan a gente como Moro y Bolsonaro, en además de explotar a la gente como tú y todos nosotros hasta la médula.
El proceso de globalización, la crisis de la deuda de los 1980 y la dinámica económica pasiva y rezagada latinoamericana a partir de los 1990 profundizaron las precarias condiciones de desarrollo autónomo de sus economías nacionales, ya sea por la desnacionalización de sectores expresivos de la industria, o por el incremento en la vulnerabilidad externa en los principales aspectos a considerar: en capacidad productiva (mayor dependencia de la inversión extranjera directa), tecnológica (baja capacidad para estructurar un sistema nacional de innovación y baja dinámica tecnológica) y financiera (creciente dependencia de inversiones financieras, préstamos y financiación, con riesgos permanentes de fuga de capitales y perturbación de la economía).
Vale la pena enfatizar que las condiciones económicas específicas que se enfrentaron en la década de 1990, como resultado de la transición del modelo desarrollista al neoliberalismo y, por lo tanto, el papel reducido del Estado en la economía, componían el cuadro más general. Esta coyuntura de cambios económicos y sociales en América Latina estuvo acompañada de un fuerte reflujo teórico del pensamiento crítico latinoamericano, especialmente desde finales de la década de 1980, se instauró una cultura teórica, incluso en la izquierda marxista, del “endogenismo”, es decir , todo el proceso de desarrollo y contradicciones del capitalismo latinoamericano se debió “única y exclusivamente” a factores estructurales internos, y los que de alguna manera apuntaban a las contradicciones de la “división internacional del trabajo” y la presencia permanente de las fuerzas del poder norteamericano. de mando, por ejemplo, pronto fueron tildados de lectores delirantes y primitivos de manuales antiguos, ahora obsoletos.
Estas formulaciones ignoraban el peso y la forma de articulación entre América Latina y la economía mundial, abandonando de otro modo la perspectiva de que las relaciones capitalistas eran, ante todo, relaciones de poder económico imperialista que producen a la vez desarrollo y subdesarrollo como componentes de una misma totalidad que es la economía capitalista mundial.
A mediados de la década de 1990, Brasil se hunde en su primera ola neoliberal. Fernando Cardoso (FHC), miembro ejemplar de la élite paulista, es responsable de la plena integración de la economía brasileña en el marco del Consenso de Washington, lo que implicó aceptar los nuevos marcos estructurales (teóricos, económicos y sociales) que se originaron en los centros dominantes para supuestamente buscar en ellos la mejor inserción subordinada en la dinámica capitalista del “fin de la historia”, como fantasiosamente anunció el recientemente fallecido profesor de Hopkins Francis Fukuyama.
Sin embargo, los cambios que tuvieron lugar en las décadas de 2000 y 2010 reemplazaron el debate sobre la dependencia y el retorno de los análisis radicales del desarrollo latinoamericano, y esta reanudación se basó centralmente en la influencia de los autores marxistas, especialmente Theotônio dos Santos, Ruy Mauro Marini, Vânia Banbirra y Jayme Osório. Vale aclarar que uno de los factores que propició la influencia y reanudación de los análisis socioeconómicos latinoamericanos del imperialismo y la dependencia desde una perspectiva marxista, se refiere al completo fracaso del modelo de “dependencia asociada” resultante de las formulaciones y prácticas de FHC. surtió efecto en su gobierno neoliberal.
La expansión global del capital y la configuración del capitalismo como economía-mundo se procesa de manera desigual en términos territoriales, sin “convergencia” como proceso económico, sino el establecimiento de diferentes jerarquías geoeconómicas, de acuerdo con una dinámica desigual y combinada de desarrollo . La división internacional del trabajo establece tres zonas de poder económico y geopolítico en el mundo: el centro, la semiperiferia y la periferia, y esta división aparece funcional para garantizar la apropiación de riqueza por parte de los centros y nuevos-centros, permitiendo el desarrollo en las regiones de liderazgo tecnológico y control financiero, junto a la dinámica del subdesarrollo y la formación de sociedades paupérrimas en las periferias y semiperiferias del capitalismo.
Sin embargo, cabe señalar que las relaciones entre economías capitalistas centrales y periféricas se mantienen por la transferencia o salida neta de valor de la periferia hacia los países metropolitanos, ya sea a través de los mecanismos clásicos de remesa de dividendos, intereses y salarios pagados a los directores de las grandes empresas imperialistas y al endeudamiento creciente de los países subdesarrollados, pero también por el recrudecimiento del intercambio desigual y la enorme masa de valores que son transferidos por los Estados de los países neocoloniales a los centros capitalistas vía pago de la deuda pública.
Dos grandes tendencias se establecieron en el capitalismo mundial a partir de mediados de la década de 1990 (i) El desarrollo de la revolución científico-técnica que determinó la contradicción entre el crecimiento exponencial de la productividad y la creciente reducción de la masa de valor empleada en la fuerza de trabajo, estableciendo un patrón social de enorme crecimiento de las fuerzas productivas, aunque aprisionadas en una sociedad cuyo principal factor de estímulo es el rendimiento del capital individual; (ii) la tecnología en las economías nacionales permitió una reducción significativa de los precios, debido al aumento en el nivel de productividad, y la creciente adopción de la automatización redujo drásticamente el empleo industrial, agravando aún más las condiciones para la expansión del ejército industrial de reserva y la subutilización de la fuerza de trabajo, junto con la intensificación de la explotación de los trabajadores.
Vale la pena señalar que las reformas económicas globales recientes, en las décadas de 1990 y 2000, se basaron en una fuerte racionalización empresarial que acompañó el guión neoliberal: apertura comercial; desregulación financiera; privatización de empresas públicas y desregulación (flexibilización) de las relaciones laborales. En este contexto, las economías latinoamericanas y, en especial, los países más industrializados de la región (Brasil, México y Argentina) impusieron una agenda de destrucción industrial y de reprimarización de sus economías.
Un aspecto central es que en esta coyuntura de los años 2000 se observan cambios sensibles en la nueva política económica estadounidense para las economías periféricas latinoamericanas: estableció condiciones como monedas fuertes (valoradas en reales), déficit comerciales y atracción de capitales financieros. Este trípode de política comercial internacional persistió, con alguna variación según el país, en casi toda América Latina hasta mediados de la década de 2000.
La Teoría Marxista de la Dependencia (TDM) constituye uno de los esfuerzos teóricos más originales producidos por los autores radicales latinoamericanos. Pasando de lo abstracto a lo concreto, los autores no sólo contribuyeron a la elaboración de las especificidades que constituyen el capitalismo “sui-géneris” de las naciones subdesarrolladas, sino que establecieron nuevas categorías en la construcción crítica marxista, enriqueciendo su universo conceptual necesario para la interpretación de la acumulación de capital en las periferias y en la economía mundial, renovando por lo demás el marxismo. Las categorías de “sobreexplotación del trabajo”, “subimperialismo”, “dinámica de la dependencia”, que se suman al patrón de reproducción del capital, son aportes decisivos de su pensamiento que abren un enorme campo de investigación.
Estos aportes no deben, sin embargo, como advertía Ruy Mauro Marini, ser tomados dogmáticamente, sino sometidos al escrutinio de una revisión radical de los procesos históricos, buscando comprenderlos y transformarlos. TDM, en el actual esfuerzo de renovación y profundización teórica, se ha planteado varios desafíos, algo que puede verse como parte de la reanudación del pensamiento crítico latinoamericano en esta segunda década del siglo XXI. Entre estos, vale la pena mencionar:
1. Comprender la estructura y dinámica de los procesos de globalización que profundizan la articulación de las principales formaciones sociales en la organización de la economía mundial, así como la influencia recíproca que establecen entre sí: a saber, el capitalismo central de hegemonía estadounidense, el capitalismo dependiente periférico y semiperiférico.
2. Analizar los cambios en los regímenes políticos y las relaciones entre las formas de los Estados nacionales y las clases sociales en América Latina, considerando las inestabilidades democráticas y el avance del neoliberalismo radicalizado y autoritario que se impone como forma económica predominante en esta segunda década del s. Siglo XNUMX. Así como la conexión de esta región con la dinámica de crecimiento china y sus perspectivas de corto, mediano y largo plazo, así como los riesgos de desindustrialización y reprimarización económica en América Latina.
3. Finalmente, analizar las perspectivas civilizatorias que plantea el avance de la economía mundial en el siglo XXI: en particular, las del socialismo y la civilización planetaria multipolar frente a la civilización capitalista y su reproducción jerárquica del poder, la concentración de la riqueza, la desigualdad social y los gigantescos riesgos de destrucción ambiental del planeta.
La agenda de acción y estudio que está planteando la nueva generación de militantes y pensadores de la realidad brasileña y latinoamericana está directamente relacionada con los callejones sin salida en los que nos encontramos en este primer cuarto de siglo. Más que en ningún otro momento, es imperiosa la necesidad de reconstruir un pensamiento latinoamericano autónomo sobre las dinámicas internacionales del capital, no para pensar en formas aislacionistas, sino para integrar a la región en las dinámicas necesarias de superación del capitalismo y construcción de una lucha global contra el capitalismo. -movimiento capitalista.
*José Raimundo Trinidad Es profesor del Programa de Posgrado en Economía de la UFPA.