Enfrentamiento en Rio Grande do Sul

Imagen: Robin Schreiner
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por LUIZ MARQUÉS*

Hay que evitar desviaciones que transformen a los partidos en sectas o agentes de un reformismo aséptico de fachada

¿Por qué es posible celebrar la Federación de Partidos que reunió al PT, el PC do B y el PV en Brasil y, en Rio Grande do Sul, aunque las encuestas de intención de voto apuntan a un electorado inclinado hacia la (extrema) derecha, unidad con el PSB, el PSOL y la Red resulta tan complicado? La experiencia de unificación de la izquierda a nivel nacional no se reproduce en el estado. Si hubiera un axioma político-filosófico para la reticencia, se entendería. Pero no hay. A nivel nacional, el PSOL cerró la pregunta en torno a la candidatura del expresidente Lula da Silva y, el PSB, tiene en la composición mayoritaria al vicepresidente Geraldo Alckmin. El problema tiene una especificidad parroquial solamente.

En cuanto al reclamo del PSB, se explica la resistencia colectiva a respaldar el pie de foto de la boleta opositora. La sigla estuvo en la base del gobierno neoliberal y liquidacionista del PSDB. Sería confuso presentarse ahora al frente de la oposición. El PSOL, en cambio, se puso del lado del PT y del PC do B, en el cuatrienio, en la lucha contra las políticas impopulares del tucán Eduardo Leite. Era de esperarse que estuvieran juntos en la disputa estatal, aquí, como lo están en el ámbito político federal.

Friedrich Engels, al criticar el programa del Partido Socialdemócrata de Alemania, aprobado en el Congreso de Erfurt (1891), condenaba el “oportunismo” en sus directrices. “El olvido de las grandes consideraciones esenciales, frente a los intereses pasajeros del día, puede traer éxitos efímeros en la lucha que abstrae el contexto mayor, sin preocuparse por las consecuencias ulteriores. El abandono del devenir del movimiento, que se sacrifica en nombre del presente, puede contar con motivos honestos; pero sigue siendo oportunismo”. La palabra surgió en el contexto de polémicas teóricas que relativizaban la lucha de clases y promovían un “revisionismo” en el marxismo. Por lo tanto, el concepto de oportunismo se asoció con el concepto de revisionismo, registra históricamente la Diccionario crítico del marxismo (PUF), organizado por Georges Labica y Gérard Bensussan.

El oportunismo es un signo de “hostilidad a la teoría”, en la síntesis de Rosa Luxemburgo. Prioriza los objetivos prácticos inmediatos, la táctica sobre la estrategia a largo plazo. Rescatar este debate entre la izquierda, a nivel internacional, ayuda a descifrar las dificultades vividas entre nosotros. La racionalidad del obstáculo programático a las decisiones de Erfurt, sin el cual sonaría abstracto, se encuentra en la manifiesto Comunista, escrito por Marx y también firmado por Engels.

En él se lee que los “comunistas”, etimológicamente, los que defienden el bien común: “No proclaman principios particulares, según los cuales pretenden modelar el movimiento obrero. Sólo se distinguen de otros partidos (del campo popular) en dos puntos: (1) En las diversas luchas nacionales, hacen prevalecer los intereses comunes (de los trabajadores), independientemente de su nacionalidad; (2) En las diferentes fases por las que pasa la lucha entre los proletarios y la burguesía, ellos siempre y en todas partes representan los intereses del movimiento en su conjunto”.

Hoy, el primer punto implica el surgimiento del neofascismo como fenómeno global, con fuerte presencia en Estados Unidos (Movimiento tea party), y en Europa donde las últimas elecciones, en Francia, mostraron una división que los progresistas no deberían imitar en otros países. Lo que se consideraba "la ventaja de una comprensión clara de la marcha y los objetivos generales del movimiento proletario" se fue por el desagüe. La extensión emocional del oportunismo político, que no se limita al mero aprovechamiento de las oportunidades que ofrecen las circunstancias, se denomina “sectarismo”. Le da al militante energía y convicción subjetiva para “errar” (ops) el blanco de la indignación.

El segundo punto advierte sobre el desajuste de lo que sucede en Rio Grande do Sul, dada la ruptura sectaria de puentes para enfrentar a los verdugos de la patria. El “alarde de partido”, en la expresión gramsciana, pierde de vista los intereses compartidos en la batalla, que, al parecer, es una guerra impuesta por el estandarte miliciano de la campaña bolsonarista con la intención de intimidar a los votantes. Los ejemplos de violencia se multiplican geométricamente: Marcelo Arruda, ¡presente! Volviendo a Karl Marx, el orgullo de club impide la percepción de “las condiciones reales de la lucha de clases existente, del movimiento histórico que se desarrolla bajo nuestros ojos”. Nadie tiene derecho a ignorar la fascistización en curso del estado y la sociedad. Tampoco para repetir las trágicas pifias de los años 1930. El oportunismo cobraría un precio muy alto, en vidas y sueños generosos.

La situación brasileña se caracteriza por un autoritarismo totalitario, de carácter neofascista, que se basa en el negacionismo: cognitivo (por el rechazo del conocimiento y de la ciencia), afectivo (por la falta de empatía con el sufrimiento de las personas) y político (por a la concentración de poder, contrario a la Constitución del ciudadano). A esto se suma la anarquía económica provocada por la hegemonía de las finanzas en el impulso de la economía, que ha vuelto a colocar al país en el Mapa del Hambre de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El objetivo, desde acusación de la presidenta Dilma Rousseff, es legitimar un Estado antiliberal, bajo una gobernanza cesarista con apoyo de las Fuerzas Armadas (sin visión nacionalista y desarrollista), del empresariado (con visión neocolonialista y antiobrera) y del agronegocio (sin compromiso ambiental o con el mercado interior). Las milicias son responsables de la eliminación física y cobarde de los opositores en la sociedad civil (Marielle, Dom, Bruno).

La coyuntura estatal, hace ocho años bajo el paradigma fiscal MDB/PSDB, está marcada por la contracción salarial de la función pública y la venta de activos estatales estratégicos, como los CEEE. Todo coronado en la formalización del Régimen de Recuperación Fiscal (RRF). Traducción local del “techo de gastos” heredado del golpista Michel Temer, aplicado a otras entidades federativas bajo la batuta de Jair Bolsonaro/Paulo Guedes, con la anuencia de gobernadores al servicio de la banca. La lógica consiste en retirar cualquier injerencia del pueblo sobre el presupuesto de la Unión, así como de los estados de la Federación –cualquiera que sea el resultado de las urnas en las elecciones de octubre. Es un fraude político-económico contra la voluntad general de la población, a favor de la codicia de las clases dominantes.

En este dramático escenario, es necesario evitar las desviaciones que transforman a los partidos en sectas o agentes de un reformismo aséptico de fachada, socialmente basado en la pequeña burguesía e incapaz de modificar lo que está ahí. A veces, la fraseología ultraizquierdista encubre la inconfesable capitulación, la execrable deserción de las luchas concretas por el rechazo de las alianzas y la negación de la unidad. La incapacidad de conectar con las masas y ganar la mayoría de las opiniones, dentro de las propias clases trabajadoras, arroja los ideales emancipatorios a una inacción injustificada, con una narrativa de distracción. El “doctrinalismo de izquierda” es más “doctrinarismo” que “izquierda”.

El oportunismo es una enfermedad que afecta e impide el discernimiento y la combatividad de los partidos socialistas e incluso de los movimientos antisistémicos. La enderezamiento de la socialdemocracia europea, bajo el impulso de la pensamiento único El neoliberalismo instaurado en el Consenso de Washington (1989), es la más reciente ilustración a escala mundial del grave oportunismo que llevó a la indiferencia ideológica de izquierda y derecha en el viejo continente. En consecuencia, el sentimiento de que “ningún partido me representa” y el exabrupto de que “en política todos son iguales”. Nadie merece este nihilismo.

Cuando las vanguardias políticas adoptan comportamientos contradictorios, ante las necesidades históricas y coyunturales vividas con dolor y pesar por las masas, se genera desconfianza en relación a los discursos que proponen cambios profundos en el orden de las cosas. La desesperación se instala en el corazón del colectivo, la tristeza y la depresión en el alma de cada uno. Una situación que separa a las vanguardias de las masas. Las fuerzas conservadoras y reaccionarias celebran la confusión de la izquierda. Y la expectativa de calificar la existencia individual y comunitaria se convierte en una distopía.

En el relato de John Reed, en Diez días que sacudieron al mundo (L&PM), el libro que inauguró el reportaje en el periodismo moderno, Lenin y Trotsky son los principales líderes del movimiento que culminó en la Revolución Socialista de 1917. No se menciona a Stalin. Con la autoridad que confiere el papel desempeñado, vale la pena citar el recordatorio de Vladimir Ulianov: “Un partido revolucionario no es un partido que no comete errores, sino un partido que los reconoce a tiempo para corregirlos”. No se puede insistir en los errores por terquedad o presunción, después de conocerlos. Evidentemente, la reflexión va dirigida al PSOL, pero igualmente al PT que -por ser mayor- tiene aún menos derecho a seguir por el camino, silbando, con cara de escenografía. Estamos en la prórroga del partido. ¡Siéntate a la mesa!

* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.

 

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