por VLADIMIR SAFATLE*
Presentación del libro recién publicado de Georges Didi-Huberman
El libro Imágenes después de todo gira en torno a cuatro fotos. Son las únicas fotos del campo de concentración de Auschwitz tomadas por miembros de la Sonderkommando: grupo de judíos encargados de llevar a los prisioneros a la cámara de gas y manipular los cuerpos hasta que también ellos fueron asesinados y reemplazados por otro grupo.
Estas cuatro fotos nos llegaron como una especie de imagen de lo que parece inimaginable, como un rastro de lo que había sido concebido para no dejar rastro. Porque el olvido del exterminio era parte del exterminio, esta fue la pieza fundamental de la máquina experimental de desaparición generalizada que fueron los campos nazis. La muerte industrial, organizada con logística de producción mercantil, no fue suficiente. La deshumanización final no fue suficiente. Era necesaria la desaparición total de los cuerpos, la muerte de la muerte.
Contra la decisión de mostrar las fotos, se levantaron quienes vieron la mayor obscenidad en este acto. Gran parte de este libro es la historia de ese debate. Como si querer imágenes de lo ocurrido en los campos de exterminio fuera el acto imperdonable de someter lo indecible al régimen de lo decible. En este caso, un decible compuesto de imágenes que asimilaría todo lo del régimen semejante.
En este sentido, el mérito de la obra de Didi-Huberman consiste en conducirnos a una discusión que se desarrolla, al mismo tiempo, en el campo ético y estético. Georges Bataille diría, poco después del final de la Segunda Guerra Mundial: “a partir de ahora, la imagen del hombre es inseparable de una cámara de gas”. El desafío asumido por el filósofo se encuentra en la consecuente decisión de pensar el sentido de este “a partir de ahora”.
Estas fotos fueron tomadas para ser vistas. Quienes sabían que serían los próximos cadáveres arriesgaron los días que aún les quedaban de vida para que esas imágenes existieran y circularan. Como si fuera un último gesto de apelación a lo que quedaba de posibilidad de la humanidad. Como si fuera una exigencia ética sentir la catástrofe, hacer de lo intolerable una disposición corporal. Porque el cuerpo piensa y juzga. Lo que algunos llaman “mal radical” nunca ha sido el Otro absoluto, y esto es lo que hay que pensar.
Junto a esta discusión, el lector encontrará una enfática negativa a descalificar la imagen. Esta descalificación se expresa a través de la “estética inimaginable” con su dogma de lo imposible como límite, de lo irrepresentable. Esta negativa, defendida por el autor, a modo de “estética negativa” pretende recordarnos que el horror es fuente de impotencia y que la manera de evitar que el horror nos subyugue es romper la impotencia que nos impone.
En cualquier caso, hay importantes razones estéticas por las que la palabra sobre Auschwitz produjo menos reacciones negativas que la imagen de Auschwitz. ¿Por qué esta creencia en la obscenidad natural de la imagen? ¿Por qué esta creencia de que existe un solo régimen de imágenes, que tiende a someter todo a la semejanza? Es hacia cuestiones de esta naturaleza que Imágenes a pesar de todo nos lleva.
*Vladimir Safatlé Es profesor de filosofía en la USP. Autor, entre otros libros, de Modos de transformar mundos – Lacan, política y emancipación (Auténtico).
referencia
Georges Didi-Huberman. Imágenes después de todo. Traducción: Vanessa Brito y João Pedro Cachopo. São Paulo, Editorial 34, 2020.