Ilíada

Carlos Zilio, 1970, día tras día, 50x35
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por TRAJANO VIEIRA*

“Epílogo” del traductor de la nueva versión de la obra de Homero

A diferencia del Odisea, en la que la aventura del héroe es responsable del carácter romántico del poema, la Ilíada tiene una dimensión -diríamos- metafísica, que gira en torno a valores del código heroico. Entre los más importantes se encuentran el reconocimiento comunitario de las hazañas y el papel de philia, amistad.

Estos valores relativamente fijos están lejos de resultar en una narrativa lineal. Aunque Aristóteles (Poética, VIII) identifica un rasgo común en ambos poemas, la unidad de acción, no se puede dejar de advertir que el Ilíada, a pesar de la coherencia estructural a lo largo de más de 15 versos, utiliza muchos otros recursos, como las digresiones y los episodios paralelos, igualmente relevantes. La decisión de Aquiles de abandonar la guerra juega un papel central en el poema.

En el décimo año del conflicto de Troya, el período en el que el Ilíada, el personaje abandona el campo de batalla porque se considera desacreditado por Agamenón y los demás líderes argivos. La deshonra que sufre, al verse obligado a entregar Briseida al líder Atrid, empaña su gloria. El desprestigio afecta a la principal razón por la que un héroe lucha: el acaparamiento, además de las recompensas (bien) en reconocimiento a su honor (tímido), narraciones sobre sus hazañas de grandeza.

Mucho se ha escrito sobre si la actitud de Aquiles sería exagerada o no, pero esta línea de interpretación me parece menos interesante que señalar que es gracias a su comportamiento que el héroe adquiere las características que lo hacen único: voluntarismo, inquietud, altanería. , temperamento explosivo, impetuosidad. Se puede argumentar que su personalidad inflexible provocó la muerte de innumerables griegos, pero, como el propio personaje observa en más de una ocasión, no fue él quien inició la guerra, ni tuvo un motivo personal para luchar contra los troyanos.

El comentario de Aristóteles define, además de la acción, la coherencia del propio personaje, mantenida a lo largo de toda la obra. Un aspecto a destacar de este punto es que Aquiles vuelve a la guerra ya no para defender el honor de los griegos, sino para preservar su amistad con Patroclo, asesinado por Héctor. Es, pues, por una actitud que sella el vínculo entre los héroes que Pelida vuelve a enfrentarse a los troyanos.

Philia es un término complejo sobre el que hay muchos estudios. Si su dimensión afectiva parece innegable, también está el hecho de que el personaje se ve reflejado de alguna manera en el otro, que el otro es de alguna manera su propia imagen, en tanto que ambos representan la defensa del código de conducta que los trasciende, definido por la valentía. y admiración El narcisismo y la competitividad son rasgos distintivos del carácter homérico. Los héroes tienen un esplendor aparentemente ilimitado, o mejor dicho, sus acciones son el resultado del vigor admirable que, en diferentes momentos, parece existir para resaltar su opuesto, la fragilidad y la muerte inevitable.

Esta es la paradoja que constituye lo que podríamos llamar la dimensión ontológica de la Ilíada: los héroes realizan sucesivas acciones extraordinarias, pero cuanto más se acercan al límite al que puede llegar un hombre, más se hace evidente la urgencia de la muerte. El dramatismo de los pasajes en los que se menciona el tema de la fragilidad de la vida nunca ha sido superado en la literatura occidental. Como es sabido, los griegos recurrían a menudo a la estructura polarizada para exponer una situación existencial o una cuestión teórica. A Ilíada es el primer ejemplo de este procedimiento que tendrá un fuerte impacto en el pensamiento científico y filosófico posterior. No nos sorprende, por tanto, que los dioses participen mucho más en Ilíada que da Odisea.

Ulises juega con la precariedad humana, ideando soluciones insólitas que garantizan su supervivencia. En la trama de la novela Odisea, se destaca la alegría del héroe, que refleja su satisfacción por poner a prueba en todo momento su capacidad intelectual ante lo inesperado. Odiseo encuentra plenitud en la búsqueda de las más complejas estrategias para sortear los percances, como revela el episodio del cíclope Polifemo. El ejercicio del ingenio satisface al carácter, que se constituye a partir de la conciencia de la fugacidad. No se hace ilusiones de que el acontecimiento inmediato sea fugaz, ni que no se repita en su totalidad.

El rasgo distintivo del héroe radica en saber manejar, como un experto malabarista, la originalidad que particulariza cada fenómeno que encuentra. Estos aspectos nos ayudan a comprender mejor los pasajes del Ilíada en el que Aquiles muestra poca afinidad con Odiseo. El primero es idealista; el segundo, analítico. La rabia de Aquiles es, como dicen, visceral. Incluso después de realizar acciones que apaciguarían a cualquier otro héroe, como llevar a cabo el funeral de Patroclo y la muerte de Héctor, Aquiles no puede controlar su ira y regresa para vilipendiar el cadáver del antagonista.

Sería difícil imaginar a Ulises actuando así. Si, por un lado, el poder no reflejado de la agresividad de Aquiles es inevitable, por otro lado, es insuficiente para colocarlo en un nivel diferente al de sus pares. Aquiles es el mejor de los aqueos, pero este reconocimiento no cambia su conciencia de que nada de lo que haga le garantizará un estatus diferente a los demás. Su naturaleza atormentada, angustiada y obsesiva encuentra en la fuerza desbordante el recurso para hacer prevalecer el kleos, el renombre y la fama en toda la tradición.

La función de los dioses no se limita a establecer el parámetro de eternidad en relación a los héroes perecederos, sino que tiene que ver con la estructura narrativa de los episodios. Decisiones, intervenciones, contratiempos, sufrimientos, planes, contemplaciones revelan la dinámica de una sociedad relativamente similar a la humana. Esto sale a la luz sobre todo en las estratagemas que el numeros armar en contra o a favor de los dos ejércitos en conflicto. La implicación es tan grande que hay ocasiones en que un dios es criticado por otro habitante del Olimpo.

Después de todo, ¿por qué querrías participar en el destino de personajes cuyo sufrimiento parece tan insignificante desde la perspectiva de la eternidad? No sería un error suponer que la curiosidad de los dioses por los hombres se debe a que éstos poseen algo que los primeros desconocen: el sentido de la transitoriedad. Es decir, la eternidad no garantiza la plenitud, incluso si el aspecto que falta tiene un carácter negativo. En cierto sentido, es la diferencia ontológica lo que, desde la perspectiva olímpica, lleva a los dioses a participar tan intensamente en el universo humano.

Hay algo tan irrazonable en esta participación que a menudo provoca la risa en la sociedad de los bienaventurados. El humor, ausente del universo heroico, es recurrente en el Olimpo, y refleja precisamente el sinsentido de la intensa participación divina y, desde la perspectiva de la eterna temporalidad, el sinsentido de los conflictos en los que se ven envueltos una inmensa cantidad de héroes, fundamentalmente idénticos. . . La equivalencia entre opuestos aparece en el episodio del encuentro entre Glaucón y Diomedes (VI, 145-236). Después de escuchar el relato del guerrero licio sobre su propio linaje, Diomedes recuerda que en 986 un antepasado había hospedado al antepasado de su antagonista. En ese momento, los héroes se dan cuenta de que entre ellos existiría un vínculo de amistad, sellado por el rito de la acogida entre familiares, y que, en cierto modo, serían idénticos.

Cabe señalar que esta escena se abre con la extraordinaria reflexión de Glaucón sobre la fragilidad y la brevedad de la vida, probablemente la comparación más antigua, en la literatura occidental, entre el destino humano y el ciclo vegetal, retomada, por ejemplo, por Mimnermo (fragmento 2 West) y por Simónides (fragmento 8 West: “Lo más notable dijo el hombre de Quíos:/ como la generación de las hojas, así también la generación de los hombres”). El episodio gira en torno a dos temas relacionados: la institución de la ksenía (“hospitalidad”) y la reciprocidad. En su larga digresión, Glaucón alude a su antepasado Belerofonte. Invitado de Proitos, Belerofonte es acusado de acoso por parte de la reina, tras evitar sus insinuaciones amorosas. Incapaz de matar a un invitado, Proitos lo envía a su suegro Iobates, a quien también se le impide asesinarlo, por la misma razón.

Iobates le da a Belerofonte una serie de tareas aparentemente irrealizables (matar a la quimera, las amazonas), que logra y es recompensado por el rey. Es en este punto de la historia que Diomedes recuerda que Belerofonte había sido huésped de su abuelo, Oineu, lo que le imposibilitaría a él, Diomedes, enfrentarse a Glaucus. Luego sigue la decisión de intercambiar armas, acto que reafirma el pacto de amistad familiar. Se advierte, por tanto, en este episodio, que la función de philia, en el que se basa el heroico código militar, prevalece incluso sobre las discrepancias circunstanciales.

El pacto de amistad entre enemigos también está presente en el Canto VII, en la escena en la que Héctor y Ajax se enfrentan. Con la llegada de la noche, tanto los griegos como los troyanos exhortan a los dos héroes a suspender el duelo, lo que de hecho se produce, no sin el intercambio de armas, cuya función es firmar un pacto de amistad (philotes): “En la guerra que devora el corazón se batieron a duelo,/ pero fraterna ahora la pareja se separa” (VII, 301-2). Los momentos digresivos se suceden en el poema y son un recurso importante en la caracterización de otros aspectos de la experiencia heroica, como es el caso del conmovedor encuentro entre Héctor, Andrómaca y su hijo pequeño, o la escena sumamente dramática en la que Helena identifica a los héroes griegos en la torre junto a Príamo.

Situaciones como ésta sugieren una cierta autonomía entre los cantos, que, en el límite, podría reflejar el contexto de presentaciones rapsódicas, en las que el poema no se recitaba íntegro en un solo día. Este es uno de los rasgos del genio del autor, que no pierde el control de la coherencia interna de una obra muy extensa, aunque compuesta por una gran cantidad de episodios periféricos que gravitan en torno al núcleo: los efectos de la ira de Aquiles y la expectativa de sus comentarios. Curiosamente, en la primera canción, Aquiles no solo expresa su decisión de abandonar la guerra, sino también de regresar de inmediato a su país natal. En el Canto IX, reafirma su plan a Odiseo, Áyax y Fénix, quienes intentan convencerlo de lo contrario, haciendo uso de estrategias retóricas muy bien calibradas y argumentos de fuerte atractivo emocional.

Podemos preguntarnos por qué Aquiles no lleva a cabo el proyecto. Quizás la respuesta esté en el propio Canto IX, más precisamente, en la actividad que realizan los mejores de los aqueos a la llegada de los embajadores. Sorprende verlo interpretando el papel de aed, haciendo resonar la lira. Homer alude al tema de su canción: kleos aftíton (413), expresión que define el objeto mismo de la Ilíada: gloria imperecedera. Aquiles ejecuta un canto tradicional, en la línea de la Ilíada, como el que probablemente interpretó el propio Homero a lo largo de su actividad rapsódica. Al cantar un poema como la Ilíada, responsable de mantener el renombre heroico a lo largo de la tradición, Aquiles se da cuenta de que, en algún momento, deberá volver a la guerra para convertirse, en el futuro, en un personaje del poema.

Existe, por tanto, una equivalencia entre la acción militar y la participación en la obra épica. La eternidad de la hazaña depende de la representación literaria. Sin este último, el primero se desvanece y se pierde en el olvido. Al colocar una obra en la línea de la Ilíada en boca del personaje principal del poema, Homero destaca en cierto modo la función de la poesía misma para la preservación de las acciones en el tiempo. Esta concepción tendrá gran relevancia en la tradición literaria griega, especialmente en Píndaro, cuyas odas vinculan la proeza deportiva con el logro literario.

A diferencia del Odisea, el punto fuerte de Ilíada no son los episodios insólitos, sino la tensión que emana de un altísimo número de debates (7.018 versos, correspondientes al 45% del total, aparecen en discurso directo) y el portentoso detalle de las escenas de conflicto, con momentos cinematográficos de pasajes en en la que prevalece la sinécdoque descriptiva. Ninguna descripción supera la del nuevo armamento de Aquiles en el canto XVIII, fabricado por el dios cojo Hefesto. 988 La eficacia verbal de este pasaje concentra lo más original del poema.

Las escenas se suceden ante el lector, mientras el laborioso dios compone sus diferentes motivos. La acumulación de elementos plásticos ofrece diferentes escenarios, que nos hacen pensar en el collage de la pintura moderna: jóvenes celebrando una boda que está por celebrarse, un rey que observa feliz la abundancia de la cosecha, un intrigante debate que tiene que ver con el origen del derecho de instituciones en occidente. Sobre este tema, la estructura de la querella que se establece en un ambiente que se ha mantenido, en términos generales, a lo largo de la tradición, es de hecho sorprendente: se trata de una disputa sobre una multa, por un asesinato. Una de las partes afirma haber pagado la deuda, la otra niega haberla recibido. Un juez conduce el proceso en medio de la ruidosa atmósfera de los jurados divididos.

Estos elementos acaban de aludir para indicar que ni remotamente (aceptemos que el poema se configuró a mediados del siglo VIII a. C.) habría rastros de dialogismo que alcanzaría su cúspide en el ambiente democrático ateniense, varios siglos después. Si los datos arqueológicos según los cuales la polis El griego habría surgido en el siglo VIII a. C., es admirable la precocidad de la institución jurídica en Grecia, con la funcionalidad representada en el escudo.

El escudo de Aquiles es el microcosmos de una civilización y sintetiza también una práctica poética, el predominio de la estructura paratáctica, la tendencia centrípeta de expansiones que nunca se pierden en el azar, gracias al notable control narrativo del autor, como bien observa Aristóteles en el pasaje mencionado anteriormente. Los estudios sobre la oralidad, principalmente la obra pionera y, en muchos aspectos, insuperable de Milman Parry, han mostrado los mecanismos fundamentales de este extremadamente sofisticado y funcional mecanismo de relojería del lenguaje homérico.

Desde el punto de vista de la lengua, existen varios registros de formas dialectales diferentes de una misma palabra (el dativo de “pé”, por ejemplo, aparece tanto en el jónico Posí como en el eólico Podessi), hecho que sugiere, al menos en un tiempo determinado, que el poema puede haber sido escrito en diferentes regiones o por poetas de diferentes regiones de Grecia. Este es un tema que permanece abierto a la discusión entre los especialistas. Con lo que pocos discrepan es que el poema, principalmente por la gran recurrencia de fórmulas, rinde homenaje a la larga tradición oral que dejó huellas admirables en el texto que conocemos: gran eficiencia de la dinámica comunicativa, elección de motivos funcionales en el rápido 989 caracterizaciones, expansiones sujetas a cortes, cambios bruscos y ágiles desplazamientos de escenarios, realineados en el flujo narrativo siempre atentos a la progresión del motivo principal.

Permítanme concluir con una breve nota personal. Recuerdo un comentario que hacía Haroldo de Campos en nuestras reuniones semanales, durante los diez años en que tuve la oportunidad de acompañar su labor de traducción del Ilíada. Haroldo solía decir: “La Ilíada no tiene relleno”. Efectivamente, la dificultad de traducir a Homero se debe a la gran calidad que no enfría, no a la dificultad verbal. Creo que una nueva incursión en el texto, con miras al proyecto de reconfiguración poética, luego del admirable emprendimiento de Harold, se justifica si admitimos que este tipo de cuestionamientos al original es, sobre todo, una oportunidad de lectura rigurosa. La posibilidad de releer el poema desde el ángulo de quien busca reimaginarlo en una configuración paralela fue lo que me motivó a traducirlo nuevamente, bajo la égida del placer.

*Trajano Vieira es profesor de Lengua y Literatura Griega en el Instituto de Estudios del Lenguaje de la Unicamp.

referencia

Homero. Ilíada; edición bilingüe; traducción, epílogo y notas de Trajano Vieira. São Paulo, Editorial 34, 2020.

 

 

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