por JOSÉ MICAELSON LACERDA MORAIS*
Si no cambiamos urgentemente nuestro principio económico de organización social, como diría Keynes, “a la larga estamos todos muertos”
¿Por qué hasta ahora ningún modo de producción ha sido capaz de implementar una sociedad humana basada en la igualdad, la justicia y la libertad? Podríamos especular sobre esta cuestión compleja y multifacética de varias maneras. Por ejemplo, la naturaleza humana es diversa y compleja, con diferentes intereses, valores y motivaciones. La búsqueda del poder, los recursos escasos y la seguridad a menudo conducen a la competencia y el conflicto, lo que dificulta el logro de la igualdad y la justicia plenas.
A lo largo de la historia, la distribución desigual de recursos como la tierra, el capital y el acceso a la educación ha sido una de las principales fuentes de desigualdad. Esto ha creado disparidades socioeconómicas que dificultan la creación de una sociedad verdaderamente igualitaria. En varias sociedades, los grupos o clases dominantes han ejercido poder y control sobre otros grupos, dando como resultado desigualdades sociales y económicas. Las luchas de poder dificultan la implementación de cambios significativos hacia la igualdad y la justicia.
Las instituciones y estructuras existentes reflejan y perpetúan las desigualdades y las injusticias. Cambiar estas estructuras requiere esfuerzos significativos y enfrenta la resistencia de quienes se benefician de la statu quo. Diferentes ideologías y sistemas de creencias dan forma a la visión del mundo de las personas e influyen en sus acciones y decisiones. Las divergencias y conflictos ideológicos pueden dificultar la construcción de consensos en busca de una sociedad más justa e igualitaria.
El sistema económico juega un papel importante en la determinación de la distribución de los recursos y la riqueza. Los intereses económicos influyen en las políticas y prioridades, lo que dificulta lograr una distribución más equitativa de los recursos. Finalmente, la historia y los eventos pasados dan forma a la evolución de las sociedades a lo largo del tiempo. Factores históricos como la colonización, la esclavitud y las guerras tuvieron y tienen impactos significativos en las estructuras sociales y las desigualdades presentes en la actualidad.
Sin embargo, como decía Marx: “la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política”. El sistema económico moderno a menudo se asocia con el principio de "interés propio racional" o "egoísmo económico". Esta idea, que tiene raíces en la filosofía económica clásica, sugiere que los individuos, al tomar decisiones económicas, están motivados principalmente por sus propios intereses y bienestar personal. El principio del egoísmo económico es un concepto central en las teorías económicas liberales como el liberalismo clásico y el neoliberalismo. Según estas teorías, cuando los individuos buscan maximizar su propio interés al tomar decisiones económicas, el resultado final es la asignación eficiente de recursos y la maximización del bienestar social.
Este concepto fue desarrollado por pensadores económicos como Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna. En su obra “La riqueza de las naciones” (1776), Smith argumentó que cuando los individuos buscan satisfacer sus propias necesidades e intereses egoístas, esto crea una “mano invisible” en el mercado que conduce a un equilibrio entre la oferta y la demanda y a una mayor beneficio para la sociedad en su conjunto. El sistema económico moderno se basa en gran medida en esta perspectiva del interés propio racional de los individuos. Los mercados de libre competencia, la búsqueda de beneficios en las empresas y el incentivo a la innovación y el emprendimiento reflejan este principio.
Bernard Mandeville (1670-1733), filósofo y escritor holandés-británico, conocido por sus controvertidas ideas sobre la sociedad, la economía y la moralidad, en su obra más famosa “La fábula de las abejas: o vicios privados, beneficios públicos”, publicada en 1714, ya argumentó que los vicios y las pasiones egoístas de los individuos, como la ambición, la codicia y el lujo, en realidad podrían tener beneficios para la sociedad en general.
El punto principal de Mandeville se ilustra con la analogía de la abeja. Comparó la sociedad humana con una colmena de abejas, donde cada individuo persigue sus propios intereses egoístas. Esta búsqueda individualista da como resultado una economía próspera y floreciente, que contribuye al bienestar colectivo. Por lo tanto, argumentó que el orden social y económico que surge del egoísmo humano es beneficioso para la sociedad en su conjunto, incluso si los motivos individuales no son altruistas. Argumentó que la naturaleza humana es inherentemente egoísta, y tratar de suprimir esa naturaleza a favor de la virtud podría conducir a una disminución de la prosperidad económica y el progreso social.
Se puede decir sin lugar a dudas que "La fábula de las abejasconstituyó uno de los pilares de la economía de Adam Smith, que en su obra exploró la relación entre el egoísmo humano, el libre mercado y los beneficios a la sociedad. Sin embargo, estos autores (Mandeville y Smith) simplemente olvidaron que no hay dinero y/o acumulación de capital en una colmena. La analogía de la colmena ignora la complejidad de la sociedad humana, la naturaleza consciente de los seres humanos y la diversidad de intereses y valores que dan forma a nuestras acciones y decisiones. Las abejas son insectos sociales que actúan en base a instintos y comportamientos genéticamente programados. Sus acciones están determinadas por un orden natural que busca la supervivencia de la colmena como un todo, independientemente de las intenciones individuales.
Hipotéticamente, si las abejas introdujeran el dinero y la acumulación de capital como norma de organización social, esto tendría implicaciones significativas para la estructura y la dinámica de la colmena. Por supuesto entendemos que las abejas son insectos y no tienen la capacidad de crear conceptos como dinero o acumulación de capital, ya que estas nociones son características de la sociedad humana y su sistema económico.
Sin embargo, exploremos algunas de las implicaciones teóricas que podrían surgir si consideramos este escenario hipotético. Si las abejas usaran el concepto de dinero, esto podría implicar un sistema de intercambio más formalizado dentro de la colmena. Las abejas podían intercambiar recursos como néctar, polen y panales mediante el uso de una moneda o símbolo de valor.
Introducir el concepto de acumulación de capital significaría que las abejas buscarían acumular riqueza o recursos para su beneficio individual. Esto podría conducir a una mayor competencia por los recursos y al surgimiento de abejas que buscan acumular más riqueza o poder a expensas de los demás. Así, la introducción del dinero y la acumulación de capital conducirían a desigualdades sociales dentro de la colmena. Algunas abejas podrían acumular más recursos que otras, lo que podría resultar en disparidades en la distribución de alimentos y cuidados dentro de la colmena. El enfoque en la acumulación de capital también llevaría a algunas abejas a priorizar la búsqueda de recursos y riquezas en detrimento de otras actividades importantes para la supervivencia de la colmena, como la recolección de néctar y polen.
En última instancia, la acumulación de dinero y capital podría conducir a cambios en la división del trabajo y el bienestar de la colmena. La introducción del dinero podría conducir a cambios en la división del trabajo dentro de la colmena, especializándose las abejas en actividades relacionadas con la gestión de recursos y el comercio. Estos cambios en el sistema económico y la organización social podrían tener impactos en el bienestar y la dinámica de la colmena en su conjunto, afectando su capacidad de recolectar recursos, reproducirse e incluso asegurar su supervivencia.
Y si, en lugar de que Mandeville hubiera considerado el egoísmo, en su analogía con las abejas, hubiera considerado sus capacidades de cooperación, bienestar colectivo y uso eficiente de los recursos, Smith habría formulado otro principio de organización económica que no el basado en el egoísmo. (interés propio)? ¿Por qué no aprender estas habilidades de las abejas? ¿Por qué no enfatizar la importancia de la cooperación y la consideración del bienestar colectivo en la construcción de la sociedad humana? Y si los individuos actuaran de acuerdo con el interés colectivo, ¿podría haber mayor colaboración y solidaridad en la búsqueda del bienestar común? Como seres humanos, ¿no podríamos entender el mundo como una gran colmena y trabajar juntos para asegurar nuestra supervivencia y bienestar? ¿No podríamos reemplazar el egoísmo con algún principio más colectivo como la colmena?
Si no cambiamos urgentemente nuestro principio económico de organización social, como diría Keynes (1883-1946), “a la larga estaremos todos muertos”. Keynes usó esta expresión para enfatizar la importancia de la toma de decisiones a corto plazo y la acción inmediata frente a los problemas económicos y sociales. La cita sugiere que si bien podemos teorizar y planificar para el futuro, las consecuencias de las decisiones a largo plazo no siempre pueden predecirse o controlarse por completo. Por lo tanto, también es crucial abordar los problemas y desafíos inmediatos que afectan a la sociedad y la economía. Esto también puede interpretarse como una crítica a una visión excesivamente centrada en el futuro, la tecnología y la teoría económica, sin considerar la realidad actual y las necesidades inmediatas de las personas y del planeta.
Establecer la igualdad económica, política y social es un objetivo complejo y desafiante, y no existe una solución única ni fácil. Es un objetivo que requiere esfuerzos y acciones coordinadas en varios frentes. Un primer paso está relacionado con las formas de garantizar la igualdad de oportunidades. Esto implica políticas y medidas de acción afirmativa para combatir la discriminación por motivos de género, raza, etnia y otros factores. Abordar los prejuicios y la discriminación en todas sus formas es crucial para promover la diversidad, la tolerancia y el respeto mutuo.
En segundo lugar, garantizar la participación política de todas las personas, independientemente de su origen o condición socioeconómica, lo que aún no se ha materializado en la democracia capitalista. En tercer lugar, promover la igualdad de género es fundamental para lograr una sociedad más igualitaria. Esto incluye medidas para combatir la violencia de género, promover la igualdad salarial y garantizar una representación adecuada de las mujeres en puestos de liderazgo.
Otro requisito previo sería la implementación de infraestructura y servicios públicos, como transporte, salud y vivienda, que garantizarían el acceso equitativo a condiciones de vida adecuadas para todas las personas.
Sin embargo, para que realmente avancemos en esa dirección, se hace necesario abolir la ganancia y la acumulación de capital como principio de organización social. Este es un enfoque radical que propone una profunda transformación en la estructura económica y social, pero sin ella estaremos condenados como humanidad.
La abolición de la ganancia y la acumulación de capital no necesariamente puede estar asociada con los sistemas económicos socialistas, donde los medios de producción son de propiedad colectiva o estatal, como se estableció en el siglo XX. En este contexto, el objetivo primordial es eliminar las desigualdades económicas y sociales, buscando un sistema más igualitario y justo, con libertad y diversidad. Sin la posibilidad de acumular riqueza personal, sería necesario repensar cómo motivar a las personas a trabajar y contribuir a la sociedad (¿podemos admirar a las abejas?). El cambio a una economía sin ganancias ni capital (como los conocemos) también implica desafíos políticos e ideológicos, ya que enfrenta poderosos intereses y creencias arraigadas sobre el papel del mercado y la propiedad privada en la sociedad.
Está históricamente probado que solo las formas de regulación, reformas y políticas para reducir las desigualdades y promover la justicia social dentro del sistema económico capitalista no son suficientes. Cuestionar el tema de la abolición de la ganancia y la acumulación de capital como principio de organización social es fundamental para comprender las implicaciones y desafíos que implica esta propuesta.
La historia ha demostrado que los enfoques radicales de la igualdad económica, como los intentos de implementar sistemas socialistas en el siglo XX, han enfrentado importantes desafíos prácticos y han tenido resultados mixtos. El análisis de experiencias pasadas es fundamental para comprender los desafíos que una propuesta como esta enfrentaría en la práctica. Sin embargo, o cambiamos el principio económico de organización social o seremos llevados a la extinción como raza humana.
La idea de construir una sociedad más igualitaria, justa y libre, aboliendo la ganancia y la acumulación de capital debe ser la perspectiva para pensar la sociedad humana en el siglo XXI. La idea detrás de esta propuesta es crear una sociedad en la que los medios de producción tengan una función social y no la acumulación privada de riqueza, en la que los recursos se asignen de forma planificada y en la que las relaciones sociales se basen en principios de cooperación y solidaridad. , no el interés propio y la acumulación. ¿Sería posible eliminar la explotación del trabajo social y crear un sistema económico más orientado hacia el bien común?
Imaginemos una empresa en la que todos los empleados (incluidos los propietarios) reciben el mismo salario, independientemente de su función. Esta empresa estaría siguiendo el principio de igualdad de remuneración. Esto significaría que desde los puestos de liderazgo hasta las funciones operativas de base, todos recibirían el mismo salario.
En una empresa con igualdad de remuneración, no habría grandes discrepancias salariales entre los empleados. Esto conduciría a una jerarquía más horizontal, con una cultura organizacional más colaborativa y menos jerárquica. Las decisiones se tomarían de una manera más participativa, con todos los miembros del equipo teniendo voz e influencia en los asuntos que afectan a la empresa.
La igualdad salarial también podría crear un entorno en el que los empleados se sientan más valorados y respetados. Esto podría conducir a una mayor motivación y compromiso con el trabajo, ya que los empleados saben que su esfuerzo es reconocido y recompensado de manera justa. La igualdad salarial también podría ayudar a romper la jerarquía rígida y statu quo en muchas empresas, alentar a los empleados a centrarse más en las contribuciones y el impacto de su trabajo en lugar de preocuparse por las promociones y los beneficios salariales. Esto podría conducir a una mejor distribución del talento y las habilidades en toda la organización, lo que daría como resultado un funcionamiento más eficiente y productivo. La implementación de la igualdad salarial dentro de una empresa también puede contribuir a reducir las desigualdades sociales. Dado que la igualdad salarial es independiente del estatus social o la formación académica, esto puede ayudar a cerrar la brecha salarial entre los diferentes grupos de trabajadores y géneros.
La existencia de empresas con igualdad de remuneración podría influir en la percepción social de la importancia del trabajo y la valoración de los diferentes roles en la sociedad. Esto podría contribuir a un cambio cultural, donde el valor de las personas no se defina solo por sus ingresos, sino por sus contribuciones y habilidades al bienestar colectivo. Para la sociedad en su conjunto, la difusión de empresas con igualdad de remuneración puede contribuir a una mayor equidad y justicia social, estimulando una cultura de valoración de las personas por sus capacidades y esfuerzos, independientemente de su función o estado social.
Ahora imaginemos todas las empresas e instituciones (públicas y privadas) de todos los sectores y en todo el mundo como esta exuberante colmena. ¿Podemos sentirnos gloriosos por el mero hecho de ser seres humanos, y no estrictamente por la obra social que egoístamente podemos privatizar?
*José Micaelson Lacerda Morais es profesor del Departamento de Economía de la URCA. Autor, entre otros libros, de Libertad económica y crisis civilizatoria (Club de Autores).
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