por RUBENS PINTO LYRA*
La ideología dominante funciona como elemento estabilizador de las relaciones sociales, en beneficio de las clases que rigen el sistema productivo
La función de la ideología.
El pensamiento ideológico se expresa, en un primer momento, en una explicación racional para luego llegar a la concreción de las relaciones sociales. En este momento, se materializa en la praxis de los individuos, cumpliendo su función primordial: la de adaptar las conductas, independientemente de la diversidad de Intereses presentes, al orden establecido. De manera más sofisticada, diríamos que “en la ideología, la función práctico-social se superpone a la función teórica o de conocimiento. Tiene, por tanto, una doble relación: con el conocimiento, por un lado, y con la sociedad, por el otro”. (ESCOBAR, 1979, pág. 67).
Por tanto, la ideología dominante funciona como elemento estabilizador, por excelencia, de las relaciones sociales, en beneficio de las clases que gobiernan el sistema productivo. Es “el cemento indispensable para la cohesión de las prácticas en una formación social” (ESCOBAR: 1979, p. 67). Y eso significa decir que el pensamiento ideológico constituye un poderoso instrumento de dominación, en la medida en que logra legitimar el orden establecido por la adhesión activa o pasiva de las clases subalternas a los valores y normas de conducta vigentes. Esta adhesión se produce, por regla general, a través de un mecanismo denominado “internalización” o “interiorización”.
Sabemos que la ideología de la clase dominante, cuando se irradia en toda la sociedad, es asimilada por los miembros de las clases dominadas, que hacen suyas las ideas de los dominantes. Con frecuencia, esta penetración de la ideología hace que las clases subalternas, al internalizar los valores de interés del capital, asuman, ipso facto, una postura psicológica y un comportamiento correspondiente a quienes consideran estos valores como auténticos.
Los primeros son los mismos encargados de garantizar -ya sea mediante el autocontrol y la culpabilización, o mediante el simple convencimiento- las reglas de conducta dictadas por los segundos, en su exclusivo interés. Sin embargo, las clases dominantes no tienen “genéticamente” condiciones para comprender el carácter histórico y de clase de la ideología, así como el hecho de que son los hombres quienes producen sus relaciones sociales, según su producción material.
Estos también crean las ideas, las categorías, es decir, las expresiones abstractas de estas mismas relaciones sociales: “estas categorías son tan poco eternas como las relaciones que las expresan: son productos históricos transitorios” (KOSIK:1969, p. 15) .
Ricardo Musse trae a colación un análisis de Georg Lukács al respecto, cuando recuerda que “la conciencia de clase de los detentadores del capital (y sus representantes), o su 'inconsciencia' – delimitada por la función práctica histórica de esta clase – les impide de comprender el origen de las configuraciones sociales. La clase en su conjunto, así como los individuos que la componen, están sujetos a esta necesidad reflexiva cuyas características son el desprecio por la historia, con la naturalización del presente y el apego a los datos inmediatos que contribuyen al ocultamiento de las relaciones sociales” (MUSSE : 2020).
En efecto, la burguesía de nuestro país, por ejemplo, viviría en la tierra como si estuviera en el infierno, si se la obligara a vivir con el sentimiento de culpa y remordimiento de sentirse responsable por la pobreza y la miseria en que vegetan la mayoría de los brasileños. Los capitalistas creen que el régimen de “libre empresa”, que sostienen, es el único que puede asegurar, a través de la economía de mercado, el progreso social y la libertad individual, las supremas aspiraciones del hombre.
Independientemente de la (in)consciencia de los dueños del capital, objetivamente, esta percepción de la naturaleza del sistema capitalista no es más que una mera mistificación. Con él, matas dos pájaros de un tiro. No sólo justifican la explotación del capital, sino que “se visten con la túnica de la verdad, la respetabilidad y el desapego”. Así compran, a “precio bajo, para sí mismos, “una buena conciencia en la tierra y una silla cautiva en el cielo” (PELLEGRINO: 1983, p. 3).
Es necesario sumar potencia a la ideología también para incorporar lo nuevo, jugando, en este caso, un papel contrahegemónico. Por lo tanto, incluso si la ideología fuera una forma de pensamiento estructuralmente comprometida con la alienación, a menudo se habría constituido así, incluso de manera bastante directa, para promover la transformación de las sociedades y para impulsar a los hombres al movimiento de la historia (KONDER: 1965, p. 49). ).
consumo y ocio
El mundo fantástico de la ideología, donde las ilusiones se confunden con la realidad, encuentra un terreno fértil para su difusión en los anuncios comerciales que se transmiten en los medios de comunicación. Si se aconseja a los miserables la privación de los placeres de este mundo, muy diferente es el mensaje que se dirige, en diversos grados, a quienes participan en el mercado. Para ellos, los medios de comunicación estimulan el consumismo en todos los sentidos.
“Éxito… con Hollywood” es un ejemplo paradigmático –publicitado con gran protagonismo hace años– de un mensaje publicitario producido por los medios con este objetivo. Induce al consumo ya que asocia la imagen del producto con el éxito, la salud y una vida privilegiada. Su adquisición no satisface necesidades reales, sino que funciona como sustituto de las mismas. Fumar cigarrillos, lejos de proporcionar los beneficios anunciados para la salud del individuo, proporciona, sin embargo, la efímera e ilusoria sensación de felicidad. Esto se debe a que el acto de fumar aparece, subliminalmente, en la conciencia del fumador, como si fuera la práctica de todos los actos a los que aspira y con los que se identifica (e identifica) la publicidad de cigarrillos.
De esta manera, el mundo real, impregnado de frustraciones, malestares y fracasos sexuales y afectivos, en fin, la rutina de la vida cotidiana, se transfigura, en la mente del individuo, en el universo de las realizaciones y el placer sin igual. El sentimiento de armonía, de “estar bien” con la vida, oscurece la conciencia de la realidad concreta en la que viven, llena de conflictos y desafíos. Todo ello le lleva a una actitud pasiva y conformista, y a una práctica voyeurista, que sustituye a la práctica transformador del sujeto vis a vis de situaciones de injusticia y alienación, inhibiendo su voluntad de luchar por una vida material y espiritual dotada de verdaderos atractivos y de la alegría de vivir.
La ideología consumista dispensa, al interiorizar los valores dominantes, el sentimiento de culpa (y la consecuente autorrepresión). En este caso, la sublimación de la realidad ocurre a través del ocultamiento de la necesidad de la acción colectiva para resolver problemas que, aunque individuales, tienen un contenido social. Lo cual, por supuesto, conduce a “soluciones” puramente personales e ideales, y por lo tanto ilusorias.
Erich Fromm muestra la relación entre el comportamiento consumista y la actitud pasiva de quienes lo cultivan. Para él “son precisamente esos hombres que el capitalismo necesita para funcionar sin fricciones”. De “hombres que quieren consumir cada vez más y cuyos gustos estandarizados se pueden influenciar y predecir fácilmente. Hombres que no se sientan sujetos a ninguna autoridad y, sin embargo, dispuestos a encajar en la máquina social. El capitalismo moderno ha logrado producir este tipo de hombre: el hombre alienado cuyos actos se vuelven extraños para él (1965, p. 82-83).
Los diversos tipos de juegos y diversiones, como la lotería, funcionan como remedio para los desposeídos, como “opio de la miseria”. Quelle est aujourd'hui la puissance sociale qui peut, pour quarante sous, vous rendre heureux cinq jours et livrer idéalement tous les bonheurs de la civilisation?” (GRAMSCI:1976, p. 346). Se sabe que este tipo de juego, en la actualidad, potencia aún más la ilusión de millones de personas, manteniéndolas, cada semana, en la expectativa de ser premiados y así recibir millones de reales.
Los juegos y diversiones lúdicos constituyen la válvula de escape, la ilusión reconstituida cada día, mes o año, el “ron” que les permite soportar las privaciones permanentes de una vida material desprovista de atractivos y sin perspectivas de cambio. Sirven como un paliativo efímero a los problemas existenciales de millones de personas, ofreciendo momentos de evasión (e) o de placer, que compensan momentáneamente las penurias del día a día.
El carnaval, a veces escenario de manifestaciones críticas, funciona, en general, como un poderoso calmante, brindando momentos de evasión y –o– de placer. El poeta Vinicius de Morais describe así la gran catarsis que provoca el Carnaval: “la alegría de los pobres parece la gran ilusión del Carnaval / trabajamos todo el año por un momento de ensueño / para hacer el traje, de un rey, un pirata o jardinero / y todo acaba el miércoles (1976: p. 388).
Desde Marx sabemos que las relaciones mercantiles penetran, en el sistema capitalista, en el seno de las relaciones sociales. Hoy, el capitalismo, como consecuencia de sus recientes transformaciones, ha ido mucho más allá de la producción económica en el sentido convencional del término. Alcanzan, entre otras, las necesidades físico-psíquicas de la sociedad de consumo, la cultura, la industria del ocio y entretenimiento y los sistemas de creencias.
Así, el sistema capitalista “se convirtió en una forma de vida, un universo simbólico-cultural lo suficientemente hegemónico como para impregnar la subjetividad y la mentalidad de las víctimas de sus clasificaciones y jerarquías. La lucha anticapitalista se hizo más difícil, volviéndose cultural e ideológica para ser efectiva en el plano económico”. (DOS SANTOS: 2016, p. 148).
Las elaboraciones teórico-religiosas, como parte del universo simbólico-cultural de la producción capitalista, son, por regla general, manifestaciones del pensamiento hegemónico. La Teoría de la Prosperidad, con una influencia decisiva en importantes iglesias neopentecostales, ilustra bien este tema. Este pensamiento se materializa, en estas iglesias, en la búsqueda frenética, y por parte de sus principales líderes, de enriquecimiento. Enseñan que el principal signo de salvación es el progreso material: “Es tácito, no explícito, que la ideología capitalista se asume como si fuera un artículo de fe” (RAMOS E ZACARIAS, 2020).
Hace más de medio siglo, Fromm se preguntaba si no podía haber mayor sacrilegio que la práctica religiosa cada vez más común de “enseñar a orar para que Dios se haga socio de tu negocio”, un sacrilegio mayor que “vender” la religión con los métodos utilizado para jabones” (1955: p.163).
Concluimos con el comentario de Vladimir Safatle sobre la relación entre la ideología liberal y la fe religiosa. Según él “la vida contemporánea nos enseña que individualismo y religiosidad, liberalismo y restricciones dogmáticas, lejos de ser antagónicos, se han convertido en dos polos complementarios y paradójicos de un mismo movimiento pendular. Tendremos que convivir con los resultados políticos de esta patología social” (2012, p. 71).
* Rubens Pinto Lyra Profesor emérito de la UFPB y autor, entre otros libros, de La Gauche en France y la construcción europea (LGDJ) y Teoría política y realidad brasileña (UEPB)
Referencias
DOS SANTOS, Buenaventura. la difícil democracia. São Paulo: Boitempo, 2016.
ESCOBAR, Carlos Enrique. Ciencia de la historia y la ideología.. Río de Janeiro: Grial, 1979.
FROMM, Erich. el dogma de cristo. Río de Janeiro: Zahar, 1965.
KOSIK, Karel. La dialéctica del hormigón. Río de Janeiro: Paz y Tierra, 1969.
KONDER, Leandro. Marxismo y alienación. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 1965.
GRAMSCI, Antonio. Maquiavelo, la política y el estado. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 1976.
MORAIS, Vinicius. Poesia completa y prosa. Río de Janeiro: Aguilar, 1976.
MUSSE, Ricardo. En el club del 0,0001%. In: la tierra es redonda🇧🇷 Disponible https://dpp.cce.myftpupload.com/no-clube-dos-00001/.
PELLEGRINO, Helio. “Camello por el Ojo de la Aguja”. En: Folha de São Paulo. 29 de noviembre 1983. pág. 3.
RAMOS, Ariosvaldo and ZACARIAS, Nilza. “Neopentecostales y el proyecto de poder”. En: Le Monde Diplomatique, São Paulo, feb. 2017.
SAFATLE, Wladimir. La izquierda que no teme decir su nombre. Sao Paulo, Tres Estrellas, 2014.