por MARIO LUIS GRANGEIA*
Rocky encarnó 200 años de América; en Brasil, podría ser Didi Mocó
Ciertas condiciones materiales e imaginarios colectivos se entrelazaron en los Estados Unidos de 1976 y ayudaron a explicar la excelente taquilla de la primera Rocky (Consumió US$960 y ganó US$225 millones). El guión surgió de la catarsis de Sylvester Stallone cuando vio una pelea de Muhammad Ali en la televisión. El actor la escribió en tres días y medio y se negó a venderla a menos que le dieran el papel. Quienes interpretaron al luchador sabían que era más que una película de boxeo, pero el recibimiento lo sorprendió.
“El presidente [Gerald Ford] estaba en un momento oscuro, de gran dificultad política, y yo fui muy ingenuo. Así que hice 'Rocky', una película muy optimista, y creo que en ese momento la gente estaba lista para un pequeño cambio. Así que tuve suerte”. Suerte, para algunos; sintonización involuntaria, para otros como yo.
Los éxitos del actor y guionista y su héroe surgen de la combinación de lucha interna y optimismo. Rocky: un luchador hizo que Stallone fuera nominado a los Oscar a mejor guion original y mejor actor, dupla que solo se ve con Orson Welles (Ciudadano Kane) y Charlie Chaplin (El gran dictador). La película obtuvo tres premios Oscar (película, dirección y montaje) y la saga que continuaría en 1979, 1982, 1985, 1990, 2006 y en la franquicia Credo.
Rocky ilustra, en mi opinión, la máxima de que el mayor desafío para los atletas (y no solo para ellos) es vencerse a sí mismos, más que a los demás. Para Stallone, más que una apuesta exitosa, el personaje fue un cómplice, como dijo al agradecerle el Globo de Oro al actor de reparto por interpretarlo en la primera Credo (2015): “Quería agradecer a Rocky Balboa por ser el mejor amigo imaginario que cualquiera podría tener”. (Esta cita, como la anterior, se remonta al ensayo Stallone y las cosas que estaban almacenadas en el sótano [Letra e Imagen], de Rodrigo Fonseca.)
Curiosamente, es en otro libro de este periodista y crítico que ubico al personaje que considero más icónico en estos 200 años de Brasil: en la biografía Renato Aragão: De Ceará al corazón de Brasil (Estación Brasil). De los recuerdos en el Ejército antes de estudiar Derecho y trabajar como empleado bancario, Aragão creó al recluta “49”. Pero era Didi Mocó quien alegraría a los niños de todas las edades, como había hecho con él Oscarito.
Hace años, el portavoz de la niño esperanza llevó a Didi al teatro y al cine en la versión de 2010 deLos torpes malabaristas, inspirada en el musical que hizo cola en los cines en 1981. La película de 2017 rindió un hermoso homenaje al cuarteto y convirtió a Didi en autora. Nada más fiel al perfil de Didi-Aragão que convertirlo en un autor cuya obra redime la suya.
Ser un migrante emprendedor es lo mejor de Renato (y brasileño) de Didi. Es notable cómo el emprendimiento está presente en la carrera del actor-director-productor-guionista desde 1960, cuando ese término no existía hoy y la evasión rural era alta no sólo entre los sobralenses.
Aragão lideró equipos exitosos en las televisiones Ceará, Excelsior, Tupi (SP y Rio) y Globo en los años del humor que se reía de los estereotipos – la oferta y la demanda se retroalimentaban. Esa crítica a la risa de antaño es ya habitual y la biografía, con capítulos breves como sketches, trae relatos fieles a su época, mostrando incluso un comedido protagonismo femenino; Tizuka Yamasaki fue su único director de cine, por ejemplo (hay un toque muy brasileño, lo lamento). ¿Y el estreno de TV con (quizás) incitación a cazar pájaros con Zacarías apuntando a uno?
En programas de televisión y varias de las 50 películas del actor, el payaso Cearense Didi es de los que tiene poco, salvo ideas para sacar algo. “Yo era el nordestino que luchaba por ganar, Dedé era el galán de la periferia, Mussum era el sambista de Mangueira y Zacarias, el chiquito de Minas Gerais que no quería crecer, chiquito”, decía. decir. Como atestigua el discurso de Aragão, Didi es el resultado del entorno y su gracia proviene de los contrastes de la escena.
Llevo 20 años girando así… Recién graduado, tuve una dura llamada telefónica con un as de la crítica de cine mientras colaboraba en la ver mujer, edición especial para el Mirar. Me tocó hacer un panel de heroínas de películas para ilustrar los cambios en el comportamiento de las mujeres, por lo que la editora Daniela Pinheiro me indicó que contactara a Rubens Ewald Filho y le pidiera ejemplos de personajes. “Dígale a su editor que el guión está mal”, se enfureció, después de que le dijera que quería saber menos sobre Sally Field y más sobre su papel principal en norma rae (1979). "¡Lo que importa son las actrices, no los personajes!" Y elogió a Marlene Dietrich, Jane Fonda, etc. Tomé varias notas y llevé la objeción más allá. Mi jefe escuchó e insistió en miniperfiles de los personajes.
Recordé esa agenda al leer los libros de Fonseca. Tienden a hundirse profundamente en los fanáticos de Rocky y Didi. Cité ese episodio de 2002 porque concluí que tanto Rubens como Daniela tenían razón. Las trayectorias de las estrellas tienen más valor documental que los papeles; pero, como dice la canción, “también puede pasar lo contrario…”. Vine en esta dirección.
No es raro escuchar que un actor “prestó” su cuerpo al personaje. Sin entrar en los méritos de la calidad de la frase, destaco que no le haría justicia a los lazos entre Didi, Rocky y sus fieles intérpretes. En el discurso de 2016, Stallone llamó a Rocky un amigo imaginario, pero sería más acertado ver a Mocó y Balboa como los apellidos de dos íconos.
“¿Icono?”, se podría preguntar uno. Sí. Después de todo, como señaló Stuart Hall, los signos icónicos guardan cierto parecido con el objeto/persona/acontecimiento al que se refieren. “La fotografía de un árbol reproduce algo de las condiciones reales de nuestra percepción visual”, diría Stuart Hall en la colección Cultura y representación. Por lo tanto, el término se aplica a las imágenes del migrante emprendedor y del luchador optimista personificadas por Aragão y Stallone, no restringidas a ellos, por cierto. ¿Por qué animamos y reímos tanto con Rocky y Didi? Al igual que sus creadores (y hago hincapié en el "como" incluso al desviarme de la agenda del ver mujer), he aquí dos héroes que dieron forma a un espíritu de su tiempo… Cada uno en su propio suelo.
*Mario Luis Grangeia Doctor en Sociología por la UFRJ. Autor, entre otros libros, de Brasil: Cazuza, Renato Russo y la transición democrática (Civilización Brasileña).
Referencias
Rodrigo Fonseca. Renato Aragão: De Ceará al corazón de Brasil. Río de Janeiro, Estación Brasil, 2017.
Rodrigo Fonseca. Stallone y las cosas que estaban almacenadas en el sótano. Río de Janeiro, Letra e Imagen, 2019.
Estuardo Hall. Cultura y representación. Río de Janeiro: Apicuri/PUC-Río, 2016.
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