Henrique de Souza Filho, el Henfil

Imagen: Hamilton Grimaldi
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por JARDÍN ITALO*

Una mente creativa de izquierda antirégimen que no se perdió nada

En tiempos de reanudación del autoritarismo, de gobierno cívico-militar, de renovado y sofisticado cucaracho, la añoranza de combatientes y rebeldes se presenta en forma de nostalgia. A pesar de los tiempos difíciles vividos en Brasil con la censura y la falta de libertad (1964-1985), la resistencia a través de las artes y la comunicación fue un mecanismo creativo y saludable que mitigó las molestias de vivir bajo un régimen excepcional. En este contexto, se destacó el dibujante Henfil.

Henrique de Souza Filho, conocido como Henfil, nació el 5 de febrero de 1944 en Ribeirão das Neves (MG) y murió el 4 de enero de 1988 en Río de Janeiro, a los 43 años. Comenzó su carrera como dibujante y colaboró ​​con El Quisquilloso (1969). Multiartista y creador de icónicos personajes de dibujos animados brasileños, fue una especie de reflejo catalizador del interés de las masas. Respondió a la realidad con la irreverencia de un artista, la habilidad de un periodista y la sagacidad de un activista contra el régimen.

A través del diario deportivo, logró colocar al frente de sus tiras a los hinchas de los equipos de fútbol de Río de Janeiro. Flamenguista-roxo, se le atribuyen los episodios en los que los hinchas del Flamengo sacaban buitres a los estadios. En política, fue el alma de izquierda de uno de los principales tabloides de la prensa alternativa que luchó por la democracia en Brasil, El Quisquilloso.

Brasil nunca fue para amateurs y Henfil, en una carta a un amigo de satirizar, informa que su vida personal no existió. Sus proyectos de vacaciones incluían terminar libros y editar películas. No solo era competente e irreverente, amaba el trabajo. Henfil fue un genio en descifrar el poder detrás de la información. Un tipo popular que entendió bien la cultura, el idioma y la comunicación de su pueblo.

Era el alma del periódico. Sofista y empujó tanto a la redacción como al pueblo hacia la izquierda y hacia la confrontación. Con un humor ácido, despreocupado y un sadismo característico disfrazado de dibujo, hizo transitar la historia a través de un poco de su óptica periodística y política. Siempre creando desafectos y hinchas, una mente de izquierda antirégimen que no echaba nada en falta. Perdona, de ninguna manera. Con su hermano Betinho, amenazado por la dictadura, luchó permanentemente. Algunos dicen que la hemofilia no lo dejaba quedarse quieto. Fue él quien acuñó la expresión “Diretas Já!” al final de una célebre entrevista con Teotônio Vilela. Trató de inventar el final agregando la pregunta y la respuesta: “¿Directo cuándo? ¡Directo ya!”, creando así la consigna más conocida en la lucha por la apertura del régimen y por elecciones directas en Brasil.

¿Dónde estarían “Os fradim”, “a Graúna”, “O Bode Orelana” y “Zéferino”, personajes infalibles que alguna vez dieron rostro a la lucha por la democracia? Ciertamente servirían a la gente, ayudando a exorcizar los fantasmas que acechan el brutal asesinato de Marielle Franco; poniendo al descubierto los torpes intentos de derrocar la frágil, reciente e insuficiente democracia brasileña; transformando, al menos en lo cómico, la revuelta por la pérdida de Moa do Katendê, de las más de mil muertes diarias por negligencia con la pandemia del COVID19 y otras, en activismo y lucha por días mejores.

Imagínense a un paranoico “Ubaldo” meándose de miedo tratando de salir del país en el episodio en el que el presidente Bolsonaro, aún en campaña, amenaza a la izquierda con la cruel elección “cárcel o exilio”. Ver reaparecer a la cabra “Olerana” como un intelectual que come libros y hoy se burlaría de los discursos ignorantes de un desprevenido en el poder. Junto a Olerana, ¿qué comería el Mito? Zéferino elogió la cultura política “no fue culpa del Nordeste”, en referencia a las elecciones de 2018, cuando la región demostró su repudio a las posiciones retrógradas del capitán conservador.

Sería liberador ver a los “Fradins” burlándose del azul y rosa de Damares, en la hipócrita afirmación que relaciona géneros con colores. Por cierto, cumplidos y bajos, fueron la personalidad de su creador. El conflicto entre el tabú religioso y la reivindicación de la libertad, plasmado en el sadismo de los personajes, marca la pauta del humor que pone el dedo en la llaga y pincha el sistema.

Uno de sus personajes más intrigantes, Caboco Mamado, de El Quisquilloso, enterró en el “Cemitério dos Mortos-Vivos” a los enemigos del autor que de alguna manera colaboraron con la dictadura. En uno de estos velatorios, Elis Regina, al ver su nombre en el cementerio de Henfil para los muertos vivientes, se quedó bizca. Regañó al dibujante. Este arrebato no tuvo el efecto que ella esperaba: en otra caricatura, Elis reencarnó como el francés Maurice Chevalier, quien, en 1945, cantó en Alemania por invitación de Hitler, según cuenta Arthur de Faria, en Elis – una biografía musical.

Valiente fue la actitud de Henfil de enterrar, al menos en los periódicos, a figuras como Roberto Carlos, Pelé y Marília Pêra, sin mencionar a Elis Regina, quien luego se convirtió en su amiga. Después de todo, la historia trató de explicar la presión que sufrió para cantar en las olimpiadas militares.. Y, además de la cantante, Henfil solo lamentó haber enterrado a otra persona en el cementerio de los muertos vivientes: Clarice Lispector.

Hoy, inevitablemente veríamos el entierro de Silvio Santos, Anitta con una pala de cal y Ronaldinho Gaúcho, como una camiseta más con el número 10, en el cementerio de los muertos vivientes de Caboco Mamadô. Sin contar que el propio Henfil, con lengua afilada, no dejaría de comentar que el presentador del programa principal del domingo tuvo que acudir al público y quitarle la capucha que el pueblo le puso al presidente, cuando mencionó la palabra imbécil, durante un discurso contundente. La imaginación popular conectó rápidamente los puntos y todo lo que faltaba era Henfil para burlarse. ¡Un plato lleno!

Supuestas naranjas, vendedores de açaí, Jesús en un árbol de guayaba, 15 millones en leche condensada y 3 mil millones para comprar diputados en plena pandemia. Falta el sujeto.

El sentimiento Cucaracho, tan bien diagnosticado en la experiencia de Henfil, ya reflejaba la sociedad brasileña en la década de 70, con el “complejo de chucho”, expresión sinónima acuñada por Nelson Rodrigues. En el Brasil de hoy, nadie mejor que él, con su humor ácido y su inconfundible talento cómico, para descifrar las fake news que nos llevaron a otra página oscura de nuestra historia. Sería inevitable su peculiar burla al actual sentimiento de subalternidad visto en el saludo del presidente brasileño a la bandera estadounidense.

Víctima del SIDA, Henfil murió en Río de Janeiro el 4 de enero de 1988. El caricaturista contrajo el VIH en una de las transfusiones que realizaba con frecuencia, pues era hemofílico, al igual que sus hermanos, el sociólogo Betinho y el músico Chico Mário.

Hoy suman 259271 mil muertos por la pandemia de la COVID19 en Brasil, aquí las víctimas son la despreparación, el negacionismo y la necropolítica que continúan su corte, siendo crueles e implacables con los más pobres y vulnerables. La falta del rasgo rebelde de nuestro artista es aún más inquietante cuando el tema es la pérdida temprana y el abandono estatal.

También necesitamos el regreso de las resistencias lúdicas y los mensajes que ignoran los límites del buen mocismo. La izquierda perdió y recogerá derrotas si no entiende que necesita recrear el lenguaje de comunicación con el pueblo, y en eso Henfil fue el mejor.

Acostumbrado a lidiar con la dictadura Strictu sensu, ciertamente no dudaría en decir que la compra del altiplano es un acto dictatorial que prescinde de la necesidad de armas para atacar al pueblo vestido de republicano. Por otro lado, tampoco perdonaría a la izquierda y a los progresistas que ni siquiera tuvieron la capacidad de unir fuerzas contra el neofascismo brasileño. Pero, estas son suposiciones tontas. La comunicación de Henfil vio lo que muchos no pudieron ver, su autenticidad no permite ni imaginar su creación. Quedémonos entonces con la elucubración de lo que nunca sabremos, pero el solo recordarlo ya trae esperanza de que es posible resistir y cambiar el estado de cosas que están ahí.

Caboco Mamado, trae de vuelta al hermano Henfil por favor!

*Italo Jardín es historiador, magíster en Relaciones Étnico-raciales, profesor de la Instituto de Investigación y Memoria Pretos Novos (IPN).

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