Hegemonía burguesa y renovaciones hegemónicas

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Por Cleito Pereira dos Santos*

Comentario al libro más reciente de Nildo Viana, un análisis de las mutaciones de la hegemonía del capital

Nildo Viana es autor de varios libros y algunos de ellos tematizan el pensamiento de Marx o el marxismo, como se puede apreciar en los títulos de algunas de sus obras: ¿Qué es el marxismo? La conciencia de la historia: ensayos sobre el materialismo histórico-dialéctico; los Escritos metodológicos de Marx; La teoría de las clases sociales en Karl Marx; Karl Marx: La crítica despiadada de lo existente; La mercantilización de las relaciones sociales: modo de producción capitalista y formas sociales burguesas, entre otras.

Hegemonía burguesa y renovaciones hegemónicas apunta a una discusión importante en el campo del marxismo, poco desarrollada hasta hoy, que es el tema de la hegemonía burguesa y sus mutaciones en la historia del desarrollo capitalista. El autor aclara, desde el principio, que este libro es continuación de otra obra, titulada El modo de pensar burgués: la episteme burguesa y la episteme marxista, que sienta las bases teóricas para la reflexión histórica que el autor realiza en la obra ahora reseñada. En el primer trabajo, la discusión fundamental es la distinción entre episteme burguesa y episteme marxista, así como la elaboración de una teoría de la episteme. El autor define episteme como una “forma de pensar”, una forma de pensar que es un “proceso mental subyacente” y, por tanto, no consciente y que domina el pensamiento burgués e incluso sus oponentes. Viana desarrolla la teoría de los “campos mentales” que componen las epistemes y presenta los que pertenecen a las epistemes burguesas y marxistas. La episteme genera una ceguera o un claro para la conciencia de la realidad. La episteme burguesa produce ceguera, porque sus campos mentales son limitados, el campo axiomático está dominado por los valores burgueses, el campo lingüístico es un obstáculo para comprender la realidad, el campo analítico está marcado por límites metodológicos infranqueables, el campo perceptivo es limitado y no te permite ver el futuro, la utopía.

Las características permanentes de esta episteme son el anistorismo (el rechazo de la historia, incluso cuando se habla de historia, como en los casos del evolucionismo y el historicismo), el reduccionismo (el rechazo de la totalidad, incluso cuando se habla de ella, porque cuando reconoce el todo, es metafísico, un modelo, en lugar de lo real, como ocurre con el funcionalismo y el estructuralismo) y el antinomianismo (las oposiciones que marcan el pensamiento burgués, como individuo/sociedad; romanticismo/ilustración; racionalismo/empirismo, por citar algunos ejemplos). Así, en el libro anterior, Viana explica qué es la episteme burguesa y cómo está presente en todas las ideologías burguesas e incluso en algunas concepciones supuestamente críticas de la misma, incluyendo el anarquismo y el pseudomarxismo.

En el libro reseñado aquí, el tema es una continuación. Y aquí funciona el proceso comparativo y el foco está en la historicidad. El proceso comparativo se refiere a la historia del capitalismo. La historia del capitalismo, tal como la desarrolla el autor en su otra obra, El capitalismo en la era de la acumulación integral, está marcada por la sucesión de regímenes de acumulación. El modo de producción capitalista mantiene su esencia, pero cambia de forma. Este cambio formal, explica el autor, está marcado por el paso de un régimen de acumulación a otro. En Hegemonía burguesa y renovación hegemónica se retoma esta tesis y se utiliza para explicar los cambios culturales, a través de “renovaciones hegemónicas”. En este punto, el concepto de paradigma asume un papel fundamental. Un paradigma es una forma específica asumida por la episteme burguesa. Así, la episteme burguesa, como el modo de producción capitalista, mantiene su esencia, pero cambia de forma. El cambio formal del modo de producción capitalista se manifiesta a través de los regímenes de acumulación y el de la episteme burguesa a través de los paradigmas. Esto significa que con cada régimen de acumulación emerge un nuevo paradigma hegemónico. Así, el paso de un régimen de acumulación a otro significa la estructuración de una nueva hegemonía, de un nuevo paradigma hegemónico, que emerge en términos de lo que el autor llama saberes noosféricos (complejos, como la ciencia, la filosofía, el marxismo) y se difunde. a través de la sociedad, llegando a las artes, a las representaciones cotidianas, al mundo de la cultura en su totalidad.

El libro gira en torno al análisis histórico de la sucesión de regímenes de acumulación y mutación paradigmática, que Viana denomina “renovaciones hegemónicas”. En cada régimen de acumulación, un paradigma diferente se vuelve hegemónico y el paso de uno a otro significa una amplia renovación axiomática, lingüística, analítica y perceptiva. El autor inicia su análisis histórico con la formación de la episteme burguesa, desde el Renacimiento, hasta llegar a su consolidación con la Ilustración y el Romanticismo, primeras formas paradigmáticas de la episteme burguesa, durante el régimen de acumulación extensiva. Luego, se pasa a los posteriores regímenes de acumulación: intensivo, combinado e integral, con paso por los “regímenes de excepción”, el régimen belicoso durante el nazi-fascismo y el régimen estatal durante la vigencia del “socialismo real” (por autor, “capitalismo de Estado”) y los paradigmas hegemónicos en cada uno de ellos. El autor muestra los paradigmas positivista, reproductivo y subjetivista, así como los que fueron hegemónicos en los regímenes de excepción, el organicismo durante el nazi-fascismo y el vanguardismo durante el leninismo y el estalinismo en la Unión Soviética.

Uno de los puntos fuertes del libro es que esto no se hace de manera abstracta. Las más de 300 páginas, en formato 16/23, están llenas de análisis de pensadores e ideologías, informaciones, entre otros elementos que muestran el vínculo entre las ideas y la realidad. La producción social de ideas, tema básico del marxismo, aparece con un alto grado de sofisticación, sin caer en el determinismo y sin soslayar la determinación fundamental de los fenómenos culturales, sin caer en el contenido mismo y sin, por ello, reproducir el formalismo, que serían, según el autor, “antinomias burguesas”. El autor presenta el surgimiento de una verdadera “política cultural”, que se vuelve fundamental después de la Segunda Guerra Mundial, y llevada a cabo a nivel internacional por instituciones, desde fundaciones internacionales (Ford, Rockefeller y otras), pasando por la CIA, hasta llegar a los más “inocentes”, como la UNESCO. De paso, ésta gana protagonismo en su influencia sobre la sociología y las políticas educativas, reforzando los paradigmas hegemónicos (primero el reproductivo, luego el subjetivista). Los estados nacionales son otros fuertes impulsores de las políticas culturales. Es revelador cuando el autor muestra a la Fundación Rockefeller financiando en un momento la investigación eugenésica y en otro la investigación “antirracista”, o el vínculo de Henry Ford con el antijudaísmo y luego su adopción de políticas para las “minorías”.

El libro presenta un elemento interesante y esclarecedor, que es mostrar que los oposicionistas, incluido el llamado marxismo, siempre siguen el paradigma hegemónico. Los principales ejemplos para ilustrar esto son el vínculo de Althusser con el estructuralismo, ideología correspondiente al paradigma reproductivo, y el vínculo de los supuestos marxistas contemporáneos con el paradigma subjetivista, incluyendo la proliferación de discusiones sobre la “subjetividad”, que, de manera invisible, transforma la supuesta “subjetividad”. marxismo” a la sombra de los paradigmas hegemónicos y las ideologías dominantes.

Cabe mencionar, en este sentido, las explicaciones del autor en relación a diversas concepciones, como es el caso del paradigma organicista y el paradigma subjetivista. En el caso del paradigma organicista, Viana parte de la paradoja de Herf, autor de El modernismo reaccionario, y demuestra que no hay nada de paradójico en la relación entre el irracionalismo nazi y el uso de la ciencia y la tecnología, pues no se trata de un rechazo total, sino de una asimilación de la ciencia y la tecnología a la idea de lucha por la vida. En cuanto al paradigma subjetivista, Viana aclara que lo que algunos autores pretenden como una crítica y superación del sujeto como característica del postestructuralismo es una mala interpretación, como en los autores más criticados en ese momento, Luc Ferry y Alain Renault, autores de el pensamiento 68. Y a estos y otros autores se les critica no sólo por confundir estructuralismo con postestructuralismo, entre otros problemas, sino también por su interpretación del Mayo del 1968 en Francia.

En el caso del paradigma subjetivista, que es el más importante por ser contemporáneo y lo que nos afecta hoy, el análisis muestra sus orígenes y determinaciones sociales, su vinculación con el quehacer económico y político de la burguesía durante el régimen de acumulación integral, en además de desentrañar lo que impregna las ideologías subjetivistas y sus resonancias en las artes, las representaciones cotidianas, entre otras manifestaciones culturales. El posvanguardismo en las artes significa un empobrecimiento de la producción artística, así como el posestructuralismo significa miseria en la filosofía y la ciencia. Y no deja de ser interesante notar que algunas concepciones burguesas son abandonadas y retornan, como puede verse en la reanudación de elementos del paradigma organicista por el paradigma subjetivista y de ambos como paradigma romántico. Y si Nietzsche fue un nombre prominente en el paradigma organicista, aquí vuelve a tener éxito en el paradigma subjetivista.

Finalmente, podemos decir que es una obra que, estés o no de acuerdo con ella (ya sea en partes o en su totalidad), plantea innumerables interrogantes para la reflexión. El material informativo es enorme, las reflexiones sobre los paradigmas e ideologías son amplias, se fundamenta el vínculo histórico y social de los paradigmas con los regímenes de acumulación. Y esto, incluso para los no marxistas, apunta a la necesidad de lectura y reflexión. Sin duda, la obra puede molestar y molestará no sólo a los más conservadores, sino también a los más críticos y revolucionarios, pues el autor nos muestra que vivimos en una matriz cultural y que la ilusión de libertad del “sujeto” que se difunde contemporáneamente es una pieza en el engranaje que garantiza la reproducción de la servidumbre. Y de ahí se deduce la necesidad, ya defendida por otros, de la autonomía del marxismo como pensamiento crítico y revolucionario vinculado al proceso de lucha por la transformación radical del mundo y de la clase que soporta el futuro, el proletariado. Y, en tiempos de burbujas, la lectura de esta obra es un buen comienzo para ampliar la percepción de la historicidad del capitalismo y del pensamiento burgués.

*Clito Pereira dos Santos es profesor de sociología en la UFG.

referencia

Nildo Viana. Hegemonía burguesa y renovaciones hegemónicas. Curitiba, CRV, 318 páginas (https://amzn.to/3QSwFIK).

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