por MAURÍCIO VIEIRA MARTINS*
La singularidad del filósofo húngaro en el campo intelectual
En una entrevista concedida a István Eörsi en 1971, el filósofo húngaro György Lukács recordaba cómo fue recibido durante un Congreso de Filosofía en Ginebra, después de la Segunda Guerra Mundial: “Me recibieron un poco en el camino... tal vez te acuerdes de Montesquieu , el Letras persas: 'Monsieur est Persan? Comment peut-on être Persan?', es decir, ¿cómo puede ser marxista alguien que habla varios idiomas, es educado y culto?”. (Lukács, 2017, p. 164)
El relato de Lukács destaca la singularidad de su posición en el campo intelectual: visto con reservas por la intelectualidad occidental, con su tradicional hostilidad al marxismo, pero, por otro lado, poco querido entre los dirigentes del llamado socialismo real. Es lo que nos aclara la misma entrevista, cuando Lukács afirma tajante que “todo lo que la historia oficial del partido [Partido Comunista Húngaro] escribe sobre mí es, cuanto menos, extremadamente problemático en cuanto a la verdad” (Ídem, p. . 147). Frente a dos conjuntos de interlocutores muy heterogéneos, lo cierto es que las posiciones de Lukács le trajeron fricciones recurrentes.
En este año 2021, en el 50 aniversario de su muerte, el momento es oportuno para revisitar a este autor cuya dilatada biografía se entrelaza con la muy convulsa historia del marxismo durante la mayor parte del siglo XX. Pero la intención aquí no es presentar las características de este extenso camino. Nuestro objetivo es mucho más limitado: señalar algunas de las peculiaridades de los grandes Ontología, escrito por Lukács al final de su vida. El proyecto de esta obra comenzó en los años 60, pero su última versión no se completó hasta 1970 -cuando Lukács ya tenía más de 80 años-, siendo publicada con el título Por una ontología del ser social.
Puede resultar sorprendente que sólo en un momento tan avanzado de su vida el filósofo tomó una ontología, una teoría del ser, como objeto de investigación. Según el testimonio de Nicolás Tertuliano, quien conoció personalmente al autor, Lukács dijo que unos cuantos genios de la filosofía tuvieron el privilegio de esclarecer lo esencial de su pensamiento en su juventud. Para el común de los mortales, como era su caso, podría ocurrir que “recién a los 80 años sea capaz de esclarecer el núcleo de su filosofía” (Tertuliano, 1986, p. 52).
Además de la autoburla de Lukács en relación a su último encuentro con la ontología como campo de conocimiento, se debe agregar que realizó cambios significativos en su tema. Modificaciones que sin duda hay que destacar: no se trata de un restitución ad integrum de la antigua ontología, pero ante la elaboración de un proyecto singular, con fuerte impronta autoral.
Quizás sea precisamente el desconocimiento de esta singularidad lo que lleva a varios sectores del campo marxista contemporáneo, en Brasil y en el exterior, a tener una actitud cuando menos reticente hacia una perspectiva ontológica. En los foros de debate donde se discute el tema, suele evaluarse que el mundo contemporáneo, con su velocidad, con la volatilidad de las relaciones sociales (ya presagiada en el dicho marxista “todo lo sólido se desvanece en el aire”), con el avance de la informática disolviendo incluso algunos parámetros que parecían más recurrentes, todo ello habría dejado irremediablemente obsoleto un enfoque ontológico. Además, también suele recordarse que en la formulación clásica de Parménides, el ser se definía por su inmovilidad, como aquello que permanece, en medio de las transformaciones, tomado como aparente.
Pero la ontología defendida por Lukács es cualitativamente diferente de estas antiguas concepciones, que enfatizaban la estabilidad de una determinada configuración como requisito para su conocimiento. De hecho, ¿no fue Lukács el primero en cuestionar radicalmente la estática de la vieja sustancia (categoría ontológica central, reconstruida en el gran Ontología). En sus propias palabras: “Hegel es, después de Heráclito, el primer gran pensador en quien el devenir adquiere una preponderancia ontológica objetiva sobre el ser” (2012, p. 235). Contra la fijeza de la vieja tradición metafísica, el análisis hegeliano de las determinaciones de la reflexión, por ejemplo, nos muestra que “esencia, fenómeno y apariencia se convierten ininterrumpidamente el uno en el otro” (p. 253).
Si en Hegel -lector de Heráclito- ya hay una clara afirmación de la fugacidad incluso de aquellas configuraciones que parecen más estables, le correspondió a Marx destacar la formación de un nuevo tipo de ser que, a partir de la naturaleza, se diferencia progresivamente de él, adquiriendo una lógica peculiar. Examinando textos marxistas clásicos, Lukács destaca aquellos pasajes que nos muestran que, en el ámbito del ser social, se forman nuevas relaciones categóricas y momentos, que ya no pueden derivarse directamente de la naturaleza.[i]. Citando a Marx, nos recuerda que “El hambre es hambre, pero el hambre que se sacia con carne cocida, comida con cuchillo y tenedor, es un hambre distinta de la que devora carne cruda con manos, uñas y dientes” (p. 332). ).
En su génesis, tales modificaciones del ser social están relacionadas con el desarrollo del trabajo y del lenguaje, pero alcanzan su grado más extremo en una economía capitalista. Cuando el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de una mercancía se convierte en la medida que establece equivalencias entre distintas obras concretas, se produce una abstracción social de sus diferencias. Las condiciones para la subordinación de la actividad humana a un estándar coercitivo están dadas:
“En el siglo XIX, millones de artesanos autónomos experimentaron los efectos de esta abstracción del trabajo socialmente necesario como su propia ruina, es decir, cuando experimentaron sus consecuencias concretas en la práctica, …. Esta abstracción tiene la misma dureza ontológica que la facticidad de, digamos, un coche que atropella a una persona” (2012, p. 315)
Estamos aquí frente al extrañamiento, una categoría fundamental de la ontología lukácsiana, y que también puede ser atestiguada hoy por los innumerables aparatos, dispositivos como celulares, computadoras, en su uso que borra las huellas de su origen en el trabajo enajenado y explotado. Tales referencias sumarias a la ontología afirmada por Lukács ya muestran que no se parece en nada a una búsqueda de invariantes ahistóricos. Su intención es sorprender, en medio de la vertiginosa velocidad del mundo contemporáneo, aquellas tendencias subyacentes responsables de la vida tal como se despliega en nuestra cotidianidad. Sin esta visión ontológica, quedamos atrapados en una imagen del mundo como un caos aleatorio, como una mera colección discontinua de eventos que ni siquiera tienen una articulación interna.
Un ejemplo contemporáneo de la productividad de las tesis lukacsianas es la propia pandemia del coronavirus, que nos golpeó con fuerza. En efecto, para el lector de su obra madura, la actual crisis sanitaria evoca referencias a que una ontología del ser social “sólo puede construirse sobre el fundamento de una ontología de la naturaleza”, su base incontenible, aunque sea permanente. modificado (2012, p. 186). Es decir, por muy grandes que sean las mediaciones creadas por el trabajo, por el lenguaje, por la gigantesca modificación de la naturaleza original, seguimos en intercambio orgánico con el mundo natural. En el caso que nos ocupa, varios científicos ya han salido al público para advertir que la causa probable del surgimiento del nuevo coronavirus fue el vínculo entre la expansión de la agroindustria depredadora y el surgimiento de nuevas endémicas.
Habiendo notado la fecundidad de la propuesta de Lukács, diríamos que no es necesario estar de acuerdo con todas sus afirmaciones –ya sean en el gran Ontología, o en otros escritos de su extensa obra- para reconocer el valor de su aporte. Una vez, cuando estaba trabajando con alumnos en un texto del autor, al final de la clase se me acercó un alumno talentoso que me dijo con la franqueza propia de la juventud: “vaya, profesor, pero Lukács 'se pone pesado' con ¡autores!”. Me vi obligado a reconocer que hay varios juicios del filósofo que son demasiado duros, especialmente con aquellos que no compartían sus convicciones. Pensemos, por ejemplo, en las valoraciones negativas de Kafka, o en el aspecto a veces reactivo a las manifestaciones estéticas vanguardistas. En los textos producidos a lo largo de la guerra fría -como en La destrucción de la razón. – esta tendencia también es visible: varios intelectuales occidentales, en su complacencia frente a la dominación capitalista, provocaron la ira de Lukács, quien no pocas veces les respondió unilateralmente. Es cierto que hacia el final de su vida, Lukács rectificó algunas de sus críticas a Kafka y otros literatos. Aún así, respecto a sus juicios estéticos, José Paulo Netto, uno de los más grandes investigadores del filósofo en nuestro país, escribió con sobriedad que “el conservadurismo estético de Lukács se vio realzado por la sombría atmósfera cultural de la autocracia estalinista” (Netto, 1983, pág. 62). Dicho esto, un examen de la obra de Lukács muestra que contiene preguntas seminales que van más allá del autor para llegar hasta nosotros hoy.
Finalmente, una breve nota sobre la relación que postula Lukács entre una ontología y la acción humana. En la historia del pensamiento hubo quienes afirmaron que una perspectiva ontológica acababa por anular el papel de la acción subjetiva: todo sucedería como si la acción humana fuera engullida por la “inmersión enloquecedora y despersonalizadora en el Ser” (Loparic, 1990, p. . 213) . A diferencia de esta postura, Lukács afirma que sostener la primacía del ser social –ese conjunto de condiciones ya formadas, que de hecho preceden a nuestra entrada en la convivencia mundana– no tiene nada que ver con un vaciamiento de la presencia humana activa. Para aquellos que se preguntan si la ontología lukacsiana es una especie de objetivismo filosófico, la respuesta es un rotundo no. Esto queda claro en su comentario sobre la imposibilidad del desarrollo económico por sí mismo produciendo la emancipación humana. Además de dicho desarrollo, es necesario “movilizar la actividad social también de otras formas”. Poco después, Lukács cita La miseria de la filosofía de Marx: “Pero la lucha de clase contra clase constituye una lucha política” (2013, p. 757).
La acción política ocupa, por tanto, un lugar preciso en la ontología lukacsiana: no se trata ni de un voluntarismo que la elija como panacea universal (tendencia que se encuentra en sectores de izquierda), ni de una ingenua creencia en la emancipación por la vía económica pura y simple. desarrollo. . En este punto, hay una conexión inusual entre la política y la ética. Para uno de los momentos más relevantes de la pensamiento vívido ocurre cuando István Eörsi le presenta a Lukács la siguiente afirmación: “Su actividad teórica comenzó con la estética. Luego vino el interés por la ética y luego por la política. A partir de 1919, domina el interés político”. En su respuesta, Lukács rechaza la disyunción tácita entre política y ética presente en Eörsi y afirma: “En mi opinión, no se puede olvidar que este interés político era, al mismo tiempo, ético. '¿Qué hacer?', este siempre ha sido el principal problema para mí y esta pregunta ha vinculado cuestiones éticas a la política”. (Lukács, 2017, p. 74). Recordemos que el Ontología pretendía ser una introducción a un libro sobre Ética, nunca completado, y del que sólo quedan hojas de trabajo muy fragmentarias.
La articulación entre ética y política exige que se afirme la importancia de una perspectiva (Perspectiva), que busca las posibilidades de transformación que existen aún dentro de la brutal alienación capitalista. Comprometido con la causa del socialismo, Lukács distingue la utopía -una construcción abstracta, idealistamente proyectada sobre una realidad dada- de la perspectiva que discierne las tendencias reales existentes: “sólo tal perspectiva os permitirá elevaros efectivamente interiormente por encima de vuestra propia particularidad impregnada de extrañeza , enredada en la extrañeza” (2013, p. 767).
Persa longevo, Lukács murió en 1971, a los 86 años. Él mismo era muy consciente de la necesidad de que una parte del ser perezca, ya sea metafórica o concretamente, para que pueda surgir y manifestarse una nueva tendencia. Tal vez por eso me gustaría citar el poema. Selige Senhsucht, este prodigio de síntesis de Goethe, donde podemos leer: “Und solang du das nicht hast,/ Dieses: Stirb und werde!”. “Y mientras no lo tienes,/ Eso: ¡muere y se vuelve!”
* Mauricio Vieira Martín es profesor de la ICHF-UFF. Se doctoró en filosofía con la tesis Por una ontología inmanente: la contribución de G. Lukács
Referencias
LOPARIC, Zeljko. Acusado Heidegger – Un ensayo sobre la peligrosidad de la filosofía. Campinas: Papirus, 1990.
LUKÁCS, György. Por una ontología del ser social, vol. I. São Paulo: Boitempo, 2012.
____________ . Por una ontología del ser social, vol. II. São Paulo: Boitempo, 2013.
_____________. pensamiento vívido: autobiografia en dialogo. São Paulo: Instituto Lukács, 2017.
MARTINS, Mauricio Vieira. Marx, Spinoza y Darwin: pensadores de la inmanencia. Río de Janeiro: Consecuencia, 2017.
NETTO, José Paulo. Lukács: el guerrero inquieto. São Paulo: Brasiliense, 1983.
Nota
[i] Desarrollé este tema más lentamente, en el contexto de una interlocución con Spinoza, en mi libro Marx, Spinoza y Darwin: pensadores de la inmanencia (2017, págs. 65-86).