Gustavo Gutiérrez

Imagen: Sergio de Souza
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por FAUSTINO TEIXEIRA*

Para Gutiérrez, no hay manera de entender la teología más que como una reflexión crítica, cuyo primer momento no es teórico, sino testimonial.

Introducción

Somos una generación de teólogos que establecieron su vocación al recibir la teología de la liberación. Esto fue a finales de los años 1970 y principios de los 1980. El primer contacto que tuve con el libro inaugural de Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, fue poco después de su lanzamiento en Brasil. El padre Jaime Snoek, del Departamento de Filosofía y Ciencias de la Religión de la Universidad Federal de Juiz de Fora, impartió un curso sobre el libro en 1976. En la misma ocasión realizamos un grupo de estudio en Juiz de Fora sobre el libro, que fue muy enriquecedor.

La profundización de la reflexión sobre la teología de la liberación y Gustavo Gutiérrez tuvo lugar durante mi maestría en teología en la PUC-RJ, en un momento histórico único, cuando allí enseñaban profesores muy en sintonía con la teología de la liberación, entre ellos João Batista Libânio, García Rubio, Clodovis Boff y Pedro Ribeiro de Oliveira. El libro de Clodovis Boff, Teología y práctica, que se publicó en 1978. Habiendo regresado recientemente de su doctorado en Lovaina, Bélgica, Clodovis Boff trabajó en su libro en detalle con los estudiantes matriculados en estudios de posgrado.

En el granero de la PUC-RJ se formaron innumerables teólogos comprometidos con la teología de la liberación, entre ellos innumerables laicos. Quizás fue un momento exquisito en el tejido laico, con nombres que irradiarán esta nueva visión teológica por todo Brasil. También fue el momento en que las diócesis comprometidas con la pastoral popular enviaron a sus estudiantes a estudiar teología en la PUC, proporcionando un rico diálogo entre la pastoral y la teología. En la PUC estudiaron estudiantes de Duque de Caxias, Nova Iguaçu, Volta Redonda, etc.

Quienes estudiamos en la Gregoriana, hicimos nuestro doctorado en los años “calientes” de la teología de la liberación, cuando Leonardo Boff y Gustavo Gutiérrez estaban bajo el yugo de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio), a mediados -1983. Me acuerdo que algunos profesores gregorianos, como Juan Alfaro, dedicaron un espacio privilegiado a temas relacionados con la teología de la liberación. Había un cariño particular por nombres fundamentales de la teología de la liberación como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino, Juan Luis Segundo, Ignacio Ellacuria, Ronaldo Muñoz, João Batista Libânio y otros.

***

No es mi objetivo aquí rastrear los pasos fundamentales de la teología de la liberación, sino centrarme en algunos elementos significativos de la teología de Gustavo Gutiérrez, que en mi opinión fueron esenciales para nuestra recepción de la teología de la liberación en Brasil.

Gustavo Gutiérrez

Para Gustavo Gutiérrez, no hay manera de entender la teología más que como una reflexión crítica, cuyo primer momento no es teórico, sino testimonial. Con razón dice que primero está el compromiso con los demás, y en particular con los pobres y excluidos. Sólo entonces llega la reflexión teológica, entendida como “grito articulado de los pobres”.[i]

El papel fundamental desempeñado por la atención a la praxis histórica surgió como resultado del redescubrimiento de la dimensión escatológica. Según Gustavo Gutiérrez, “si la historia humana es, ante todo, apertura al futuro, aparece como una tarea, como un trabajo político; Al construirla, el hombre se orienta y se abre al don que da sentido último a la historia”.[ii]

Aspectos destacados que quiero destacar:

La unidad de la historia.

Quizás uno de los elementos centrales de la visión teológica de Gustavo Gutiérrez esté relacionado con su viva percepción de la unidad de la historia. Se trata de una reanudación de un tema muy presente en la teología francesa preconciliar, vinculado al pensamiento de autores como Henri de Lubac, Y. Congar y D. Chenu. También podemos agregar la nueva visión teológica de Karl Rahner. Fueron los primeros teólogos que sacudieron el marco barroco de la teología tradicional, que rompía con la dualidad entre lo natural y lo sobrenatural.[iii].

Siguiendo a estos teólogos, Gustavo Gutiérrez enfatizó el vínculo fundamental que une lo natural y lo sobrenatural, la liberación y la salvación. En su opinión, “la historia de la salvación es el núcleo mismo de la historia humana”[iv]. Así, se pone el énfasis en la unidad del plan de salvación, que abraza e involucra dinámicas históricas. Para Gutiérrez, “el futuro histórico de la humanidad debe situarse definitivamente en el horizonte salvífico”.[V]

La práctica de la justicia como lugar del conocimiento de Dios.

En la perspectiva abierta por Gustavo Gutiérrez, el verdadero encuentro con Dios se da en la historia concreta. Es otro rasgo distintivo de la visión teológica de Gustavo Gutiérrez. Basado en los pensamientos del biblista G. Von Rad[VI], relata que es en la historia donde Dios revela el misterio de su persona; Es allí donde se establece el espacio para nuestro encuentro con el Misterio Mayor. La humanidad no está privada del aroma salvífico, pero es en él donde se revela el verdadero templo de Dios.

Si la historia refleja el escenario de las dinámicas salvíficas, el conocimiento de Dios opera a través de la práctica de las virtudes fundamentales y, en particular, de la práctica de la justicia. Basado en el libro de Jeremías, Gustavo Gutiérrez señalará que el conocimiento de Dios está ligado al amor de Dios, y el acceso a dicho conocimiento se da a través de obras de justicia.[Vii].

Para Gustavo Gutiérrez, “conocer a Yahvé, que en lenguaje bíblico significa amar a Yahvé, es establecer relaciones justas entre los hombres, es reconocer los derechos de los pobres. Es a través de la justicia interhumana que se conoce al Dios de la revelación bíblica. Cuando esto no existe, Dios es ignorado, está ausente”.[Viii]

No puede haber fe auténtica sin la realización de obras. El ejercicio de la justicia y la solidaridad son pasos fundamentales hacia la revelación del Dios de la Vida. La caridad se revela como presencia viva del amor de Dios en nosotros. Un ejemplo vivo de esta caridad política se encuentra en la parábola del buen samaritano (Lucas 10-29). Esta es la parábola que nos revela quiénes son realmente nuestros prójimos. En la hermenéutica llevada a cabo por Gustavo Gutiérrez, fue con el gesto del samaritano que se produjo el verdadero encuentro con el otro. Se acerca al herido al borde del camino no “por un frío cumplimiento de una obligación religiosa, sino porque se le revuelven las entrañas (…), porque el amor por este hombre se hace carne en él”.9

El fundamento teológico de la opción por los pobres

La cuestión de los pobres es central para TdL. En otra obra fundamental de Gustavo Gutiérrez, La fuerza histórica de los pobres,[Ex] dedicará dos capítulos a las Conferencias Episcopales de Medellín y Puebla. En su reflexión será sumamente importante el uso de la obra del benedictino Jacques Dupont, en torno a las Bienaventuranzas.[X]

Hay una influencia directa de Gustavo Gutiérrez en el número 1142 del Documento de Puebla, que dice: “Sólo por esto los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea su situación moral o personal en la que se encuentren. Creados a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen permanece oscurecida y también burlada. Por eso Dios toma su defensa y los ama”.[Xi]

Como señala Gustavo Gutiérrez, la preferencia por los pobres encuentra su base fundamental en el hecho de que son amados por Dios. Esta no es una preferencia por atributos morales o disposiciones espirituales, sino por la materialidad de su situación de pobreza. No es que sea una opción por la pobreza, sino contra la pobreza y a favor de los pobres. El teólogo peruano también utiliza el Documento de Trabajo de Puebla, que afirma que este privilegio de los pobres se relaciona con el horizonte del Reino de Dios, en la medida en que este Reino refleja una manifestación viva del amor preferencial de Dios por los excluidos. Hay, pues, en esta opción un rasgo teológico fundamental. Podemos decir que las bienaventuranzas nos dicen más de Dios que de los pobres: constituyen la revelación más clara de la disposición esencial de Dios a favor de los pobres y marginados.

En su tesis doctoral, defendida en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, el teólogo jesuita Ignacio Neutzling se dedicó a este tema específico del Reino de Dios y los pobres, inspirado también en la obra inaugural de Gustavo Gutiérrez.[Xii]. Para Ignacio, “Dios, como Dios y porque es Dios, elige preferentemente a los pobres, de los que actúa a favor de 'todos los grupos y sociedades de este mundo'.[Xiii].

Con las Bienaventuranzas nos enfrentamos a un nuevo orden de valores, donde los pobres son el objeto radical del amor de Dios: “Las Bienaventuranzas significan en boca de Jesús la proclamación de un 'no rotundo' de Dios respecto al orden moral, religioso y religioso vigente. , valores sociales, económicos y jurídicos; sobre hombres condenados por el 'no' de la sociedad. Jesús, a través de las bienaventuranzas, pronuncia el “sí” de Dios (…). Las bienaventuranzas nos revelan claramente quién es el Dios del Reino que Jesús viene a anunciar”.[Xiv]

El tema de la Iglesia de los pobres ya había sido planteado de manera extraordinaria por el Papa Juan XXIII en un mensaje radiofónico en septiembre de 1962, un mes antes del Concilio Vaticano II. Dijo que la Iglesia debe presentarse “como la Iglesia de todos y particularmente la Iglesia de los pobres”. Y este desafío fue presentado en la sala conciliar por el entonces arzobispo de Bolonia, el cardenal Lercaro, al final de la primera sección del Concilio. Para él, el tema de la evangelización de los pobres no debe ser un tema entre otros del Concilio, sino el “tema único de todo el Vaticano II”. El Concilio no dejó de abordar esta cuestión, que aparece en el número 8 de la Constitución Dogmática Lumen gentium. Sin embargo, en América Latina este desafío esencial estalló magníficamente en las Conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979).

Una espiritualidad liberadora

Finalmente, podemos señalar otra cuestión singular en el pensamiento de Gustavo Gutiérrez, ya presente en su libro inaugural sobre la Teología de la Liberación. Éste es el tema de la espiritualidad de la liberación. El teólogo peruano anuncia el tema en el capítulo 8, cuando menciona la urgencia de desarrollar una espiritualidad de la liberación.[Xv]. En ese momento me preocupaba la vida de oración personal y comunitaria de tantos cristianos comprometidos con el proceso de liberación. El llamado de Gustavo Gutiérrez a una espiritualidad liberadora reveló su preocupación por un equilibrio más saludable entre acción y contemplación.

El tema se retoma más explícitamente en el capítulo 10 de su libro inaugural, con el título “Una espiritualidad de liberación”.[Xvi]. La espiritualidad es definida por Gutiérrez como “una actitud vital, global y sintética” que informa toda la dinámica de la vida. Es la presencia del Espíritu, que debe estar en la base de cualquier iniciativa liberadora. La espiritualidad es “una manera concreta, impulsada por el Espíritu, de vivir el evangelio. Un modo preciso de vivir “ante el Señor” en solidaridad con todos los hombres, “con el Señor” y ante los hombres”.18.

Y de nuevo la preocupación por un equilibrio más sano para la militancia: “Para muchos, el encuentro con el Señor, en estas condiciones, puede desaparecer en beneficio de lo que Él mismo suscita y nutre: el amor al hombre. Amor que entonces desconocerá toda la plenitud que contiene (…). Donde la opresión y la liberación del hombre parecen olvidar a Dios –un Dios tamizado por nuestra gran indiferencia hacia estas cuestiones– deben surgir la fe y la esperanza en aquel que viene a desarraigar la injusticia y traer, irreversiblemente, a la liberación total”.[Xvii]

Vale recordar que la preocupación de Gustavo Gutiérrez también fue compartida por otros teólogos latinoamericanos, entre ellos Jon Sobrino. Este teólogo jesuita, que trabajó en El Salvador, escribió un libro con un título precioso: Liberación con espíritu. El libro fue traducido al portugués con otro título: Espiritualidad de la liberación[Xviii]. Jon Sobrino subraya la importancia de vivir la vida histórica “con espíritu”. Y al hacerlo, los cristianos pueden ser más “eficaces” en su lucha por la liberación. Si en los años 1970 el énfasis estaba en la necesidad de la vida histórica para la dinámica de la vida espiritual; A su vez, en los años 1980 se procesó la información adicional de que el compromiso en la historia debe estar bañado en vida espiritual.[Xix]

Este tema esencial fue retomado por Gustavo Gutiérrez en otra obra: Bebe de tu propio pozo, con traducción al brasileño en 1984.[Xx] Como en todas sus obras, se mantuvo firme la preocupación esencial de Gustavo Gutiérrez por los pobres y excluidos, es decir, aquellos que viven, a causa de la pobreza y la exclusión, en una tierra extraña y en un mundo ajeno. Son aquellos que se encuentran privados de sus intereses legítimos y sometidos a la dominación. Pero también son un pueblo profundamente espiritual y creyente. Gustavo Gutiérrez destaca que el encuentro con el Señor presupone ese éxodo espiritual hacia el mundo de los pobres, incluyendo su experiencia espiritual vital.

Para Gustavo Gutiérrez, el trabajo de compromiso a favor de la liberación de los pobres implica la búsqueda de la eficacia, pero la eficacia no excluye la espiritualidad, sino que la presupone como clima imprescindible para el trabajo liberador. Se convierte así en el “clima que invade y instala en toda búsqueda de eficiencia. Es algo más fino y precioso que el propio equilibrio que debe mantenerse entre dos aspectos importantes de la misma cuestión”.[xxi]. Esta toma de conciencia se produjo durante el proceso de inserción en el mundo popular.

El punto de partida esencial llegó cuando se entendió que “un encuentro pleno y verdadero con el hermano exige que experimentemos la gratuidad del amor de Dios”24. La gratuidad es un poderoso antídoto contra hybris el totalitarismo, el exceso, el síndrome de la superioridad ética y el deseo de imponerse a los demás. Es algo que proporciona humildad fundamental y disponibilidad serena para acoger y respetar el mundo de los demás. Se trata de una experiencia nuclear que “da al proceso humano su pleno significado”.[xxii]

El tema reaparece en la introducción que hizo Gustavo Gutiérrez para la segunda edición de su libro inaugural, con el título: mirar lejos. El teólogo retoma la idea de la singularidad espiritual del pueblo latinoamericano, un pueblo que cree y espera al mismo tiempo. Sugiere que la teología se basa profundamente en esta práctica de oración de nuestro pueblo. Destaca un lugar fundamental para la práctica de la oración. Es “un modo privilegiado de estar en comunión con Cristo y de guardar, como su madre, 'cuidadosamente las cosas que hay en su corazón' (Lucas 2,51)”[xxiii].

En Brasil, Fray Carlos Mesters, en un libro precioso – Seis días en los sótanos de la humanidad (1977)[xxiv] –, señala la importancia de rescatar y enfatizar la gratuidad del evangelio, no siempre priorizada en prácticas pastorales que enfatizan más la dimensión sensibilizadora del evangelio. Subraya que tal unilateralidad no le satisface plenamente. Luego enfatiza el lado orante, festivo y celebrativo de la palabra de Dios. Indica que ésta, efectivamente, es la dimensión de la que siente gran necesidad: “No hacer nada, por nada, casi perezoso ante Dios, sentir la gratuidad de la vida y gozar de ella, sin otro objetivo que el de la de sentir la alegría de vivir en convivencia con Dios y con nuestros hermanos y hermanas”[xxv].

Esta preocupación de Gustavo Gutiérrez y Jon Sobrino está igualmente viva en el pensamiento místico de Teresa de Ávila, en libro de direcciones, particularmente en Quintas Moradas. Es el momento en el que Teresa señala a las carmelitas lo que ella considera un “atajo” fundamental para alcanzar la verdadera vida espiritual. Ella identifica este camino en el amor a los demás: “En cuanto a nosotros, el Señor sólo pide estos dos: amor a Dios y amor al prójimo”[xxvi]. La observancia de la caridad fraterna es para Teresa el signo más profundo del cumplimiento de estos dos amores.

Ella dice: “Cuanto más avanzado estés en el amor al prójimo, más avanzado estarás en el amor de Dios” (n. 8). Y añade en el siguiente número (n. 9): “El amor al prójimo nunca florecerá perfectamente en nosotros si no brota de la raíz del amor de Dios”[xxvii].

En un artículo posterior de Gustavo Gutiérrez, publicado en un libro organizado por Rosino Gibellini, en 2003[xxviii], señala los temas del pluralismo religioso y la profundización de la espiritualidad como dos grandes desafíos para la teología de la liberación en el siglo XXI. Él identifica el pluralismo religioso como un “territorio nuevo y exigente” para la teología de la liberación. También destaca el desafío de la espiritualidad. La atención a la espiritualidad se establece como un paso fundamental en una dinámica que pretende ser liberadora. Es una forma de llegar al “fondo de las cosas” y capturar sus raíces esenciales. Es en lo más profundo, en el brasero interior, donde se revela el misterio del encuentro entre el amor de Dios y el amor de los demás. En este sentido, “en el centro de la opción por los pobres hay un elemento espiritual de experiencia del amor gratuito de Dios”.32

*Faustino Teixeira es un doctor en teología por la Pontificia Universidad Gregoriana y profesor titular de estudios de posgrado en Ciencias de la Religión en la Universidad Federal de Juiz de Fora.

Notas


[i] Gustavo Gutiérrez. Teología de la liberación. Petrópolis: Voces, 1975, p. 24.

[ii] Ibidem, p. 22.

[iii] Ver sobre: ​​Giuseppe Colombo. El viaje termina 'sopranaturalle'. En: Diccionario teológico interdisciplinario III. Marietti, 1977, pág. 297-301.

[iv] Gustavo Gutiérrez. Teología de la liberación, P. 129.

[V] Ibídem, pág. 129. Sobre el tema, ver también: Faustino Teixeira. Comunidad eclesiástica de base: bases teológicas. Petrópolis: Vozes, 1988, p. 61-101 (La relación entre salvación y liberación; Conocimiento de Dios y práctica de la justicia).

[VI] Gerhard von Rad. Teología del Antiguo Testamento. 3 ed. Asté, 2006.

[Vii] Gustavo Gutiérrez. Teología de la liberación, P. 162.

[Viii] Ibídem, pág. 163. Ibídem, pág. 167.

[Ex] Gustavo Gutiérrez. La fuerza histórica de los pobres. Petrópolis: Vozes, 1981 (el original es de 1979).

[X] Jacques Dupont. Las Beatitudini I y II. 4 ed. Roma: Paoline, 1979.

[Xi] III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. La evangelización en el presente y futuro de América Latina. Petrópolis: Vozes, 1979, p. 276 (n. 1142).

[Xii] Ignacio Neutzling. El Reino de Dios y los pobres. San Pablo: Loyola, 1986.

[Xiii] Ibidem, p. 88.

[Xiv] Ibidem, p. 102.

[Xv] Gustavo Gutiérrez. Teología de la liberación, P. 116.

[Xvi] Ibídem, pág. 172-176. 18 Ibidem, p. 172.

[Xvii] Ibidem, p. 173.

[Xviii] Jon Sobrino. Espiritualidad de la liberación. Estructura y contenidos. São Paulo: Loyola, 1992.

[Xix] Ibídem, pág. 15-16.

[Xx] Gustavo Gutiérrez. Bebe de tu propio pozo. Itinerario espiritual de un pueblo. Petrópolis: Voces, 1984.

[xxi] Ibidem, p. 120. 24 Ibidem, p. 125.

[xxii] Ibidem, p. 125.

[xxiii] Gustavo Gutiérrez. Teología de la liberación. Perspectivas. 2 ed. São Paulo: Loyola, 2000, pág. 31 (Introducción).

[xxiv] Carlos Mesters. Seis días en los sótanos de la humanidad. Petrópolis: Voces, 1977.

[xxv] Ibidem, p. 108.

[xxvi] Santa Teresa de Jesús. Castillo interior o viviendas. 8 ed, São Paulo: Paulus, 1981, pág. 120 (Quintas Moradas, Capítulo III, 7).

[xxvii] Ibidem, p. 121.

[xxviii] Gustavo Gutiérrez. Situación competitiva della theologia della liberazione. En: Rosino Gibellini (Ed.) Teología prospectiva para el siglo XXI. Brescia: Queriniana, 2003, p. 93-111. 32 Ibidem, p. 109.


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