por MARIO DE ANDRADE*
Dos artículos publicados en 1922 en la revista Klaxon; rescatado en la colección “Todavía bebo en el vaso de los demás”
pianista romántico
La gran y joven escuela de piano de São Paulo ya ha producido dos artistas admirables que podemos, sin miedo, colocar al mismo nivel que cualquier virtuoso extranjero actual: la señora Rudge Miller y la señorita Guiomar Novaes.
Agradable y fácil sería un paralelo entre los dos. Nada menos laborioso que resaltar la violenta antítesis que existe entre ellos. Uno: carácter severo, tipo clásico, diríamos cerebral; y, por todas estas cualidades dominantes, exacto intérprete de los clásicos o de los posrománticos. Otro: pianista romántico en el sentido más total del término, vivacidad impresionable en el más fino cambio de sensación.
Lamentablemente Antonieta Rudge Miller no pudo continuar como representante de nuestras posibilidades artísticas en el exterior. Pero desafortunadamente, no se escucha aquí todavía. ¡Gran lastima! La extraordinaria intérprete, con la continuación de sus conciertos, sería de efectivo beneficio para el desarrollo del espíritu musical de São Paulo.
Seguimos en pleno romanticismo sonoro; y Chopin es el hipo ideal para todos nuestros pioneros. La señora Rudge Miller sería la única dueña posible de ese auditorio; capaz de imponerle Debussy y Ravel, músicos que ya representan un pasado en Europa y que todavía son apenas percibidos por nuestra gente ignorante.
Guiomar Novaes –ciertamente mayor como genio– no llena este vacío. Ya artista universal, no puede permanecer inmovilizado en este polo norte artístico que es Brasil; y, característicamente romántico, no desempeñaría efectivamente este papel del maestro que educa.
Insisto en llamar a la señorita Novaes pianista romántica.
Combarieu, buscando en la Italia musical las influencias del romanticismo alemán, eslavo y francés, destaca la figura de Paganini, a quien llama: “violinista romántico”. Pero, para mí, lo que indujo al célebre historiador a esta clasificación fue mucho más el recuerdo de la vida del genio demoníaco que el espíritu de su obra y sus medios expresivos. El gran italiano, al fin y al cabo, no hace más que continuar, en el violín, las tradiciones del bel-canto, ya desnaturalizadas por la decadencia de la escuela napolitana.
Paganini traslada a su instrumento, quizá exagerando (y esto es realmente romanticismo), el suntuoso virtuosismo de los alumnos de Caffaro o Porpora. El mismo Liszt, joven, con la escucha de Paganini, transforma sólo su técnica pianística. Fue Chopin, y especialmente Berlioz, quien dio al autor de Mazeppa la dirección espiritual del romanticismo.
Guiomar Novaes encaja, con mucho más acierto, en el epíteto de “pianista romántico”. Encarna, incluso desde el punto de vista de la libertad a veces desconcertante con la que se observa a sí mismo (en el Preludio, Coral y Fuga, en Carnival, en Minstrels, en Scarlatt) toda la estesia del romanticismo.
No hay lugar para una explicación general de lo que yo entiendo por romanticismo. Elásticas palabras estas: ¡clasicismo y romanticismo! Es mi deber, sin embargo, explicar por qué considero a Senhora Novaes una pianista romántica.
En primer lugar: no hace falta probar la decisiva simpatía que tiene por los compositores románticos. Chopin, Schumann y Liszt forman el núcleo de sus programas. Más aún: en estos músicos el gran intérprete se siente a gusto. Siempre es maravilloso, siempre perfecto. No ocurre lo mismo cuando se interpretan clásicos o modernos. hablo de los que son espiritualmente moderno. Sin duda, estas Guiomar Novaes siempre son interesantes. Por mucho que su interpretación contraste con el espíritu de un autor o de un pasaje, siempre resulta interesante, atrae y encanta. Pero no se mueve ni excita como cuando realiza la barcarola o Danza del duende. A ese prodigio de gracia que es el Pastoral de Scarlatti, por ejemplo, logra dar un dinamismo perfecto, pero no una interpretación completa. Carece del sentido del equilibrio y la medida que los románticos le otorgaron una elasticidad incompatible con el espíritu bailable y formal del siglo XVIII.
Lo mismo sucede con el misticismo de César Franck. Guiomar Novaes, estoy seguro, interpretaría brillantemente los pasajes religiosos de Liszt; pero no Preludio, coral y fuga no es perfecto Entre el misticismo de abatido Entre el misticismo de Liszt y Franck hay una completa distinción que explica perfectamente el romanticismo de nuestro gran artista. Liszt es un religioso de los sentidos. Franck, un católico intelectual. Liszt sufre y reza. Franck piensa y predica. No creo que por eso se pueda decir que Liszt es más Humano; pero podemos comprobar que es más sentimental, o mejor: más Sentidos. La finísima sensibilidad de Guiomar Novaes, su impetuosidad apasionada la llevan a percibir mejor la misma impetuosidad, el mismo dolor sin controlar que logró el misticismo romántico.
Y lo que digo sobre el misticismo, podría pasar por alto todas las demás pasiones.
Al final, todos los artistas (a excepción de aquellos que, por un prejuicio infructuoso, buscaban ahogar sus propios egos), unos más discretos, otros más francos, todos los artistas expresaron su sensibilidad e hicieron que sus obras reflejaran las circunstancias pasajeras en que Bach, Beethoven, Verdi y Schumann, expresaron, ante todo, su forma de sentir. La afinidad entre Guiomar Novaes y los románticos no radica en que busquen expresar sus sensibilidades. Es más sutil que eso. Los románticos, entregados al delirio de vivir por los sentidos, traducido, más que el mismo interior, un yo de los sentidos, si puedo explicarme así, un yo libre de controlar. Veo en ellos una plenitud totalmente sensual, totalmente externa. Para estos artistas de 1830, el juicio de inteligencia, en la creación de una obra de arte, se realizaba únicamente desde el punto de vista de la belleza formal.
Miss Novaes presenta, ya sea interpretando a Scarlatti oa Rachmaninoff, las mismas tendencias románticas que demostré anteriormente. Y, aunque admirable en un estudio de Scriabine, aunque atractiva en una fuga de Bach, es siempre en Schumann, Liszt y especialmente Chopin donde alcanza su mayor fuerza de expresión. Por eso, antes de estudiarla con más detalle como intérprete y virtuosa (cosa que haré en un segundo artículo), insistí en proclamar a la señorita Guiomar Novaes como una pianista romántica.
[Publicado en la revista cuerno no. 2, 15 de junio de 1922]
el virtuoso
Miss Guiomar Novaes no es perfecta como entrenadora. Por cierto, creo que la perfección no es de este mundo… También: Friedmann, por ejemplo, de una capacidad técnica fenomenal, como intérprete fue inferior: Deslumbró a los tontos de São Paulo al atacar un estudio de Chopin a una velocidad de 300 kilómetros por hora. No se dan cuenta de que esta prisa no sólo contravino el progreso de la patetismo de la sección, ya que no permitía al ejecutor realizar la dinámica necesaria… Mucho brillo, precisión de máquina; poca vitalidad, a veces incluso falta de comprensión. Friedmann disfrutó del aplauso del público y constantemente hacía malabarismos.
Admiro a los malabaristas. Pero el malabarista de circo: ágil, hermoso en forma. En esto hay un coraje convencido, nacido de la conciencia de la fuerza. En un salto de trapecio, de 12 metros de altura, veo la sonrisa irónica de un ser que piensa. El malabarista es atractivo, no porque se ría mucho, sino porque sabe lo que puede hacer y tiene confianza en sus músculos. Nunca va más allá de las capacidades de sus miembros. Nunca le resta belleza a un salto por la vanidad de ir más allá de los demás. Friedmann, moviendo los dedos a la velocidad del rayo, no es valiente: es un temerario, un sentimental que abandona la inteligencia y la crítica, olvida la vida de la obra, para satisfacer una vanidad, Mala vanidad.
La snha. Novaes no tiene esta habilidad: sin embargo, es mucho más musical. Y es posible que esta menor habilidad influyera en su arte; porque creo ver en el pianista (otro rasgo romántico) una predilección por el efecto. La prueba está en ciertas piezas, que le van de maravilla a sus dedos, y que repite incansablemente en sus conciertos. No me acordaré del Himno Nacional porque estoy seguro que esta pirotecnia para la celebración del Divino repugna la conciencia artística del gran virtuoso. Es la estupidez patriótica de parte de su público la que la obliga a repetir aún peor (justifico calurosamente esta decadencia) la infame pirotecnia.
Sin embargo, cuando dijo que snha. Novaes no tiene una técnica perfecta, no quería sugerir que era insuficiente. ¡Oh no! Le falta fuerza, muchas veces le falta claridad... ¡Qué compensación, qué elasticidad, qué firmeza, qué calidad de sonido! No tendrá la textura nacarada de Viana da Morta, ni la planitud de Risler; pero que pedaleo exacto, que cantor!
Pero la técnica tiene poco interés desde un punto de vista crítico. Tener o no tener técnica es una cuestión de trabajo, una cuestión de profesor y de aptitudes físicas personales. Todo lo que recuerda a la cocina artesanal contradice la conmoción del oyente. La técnica es un melo que le importa al intérprete adquirir, pero indiferente al espectador.
La snha. Novaes tiene técnica más que suficiente. Si bien no tiene la fuerza relativa necesaria para grandes ambientes, sin embargo maneja elevaciones dinámicas impresionantes y es extraordinario en las notas ásperas (35er tiempo, op. XNUMX, Chopin). Si en los pasajes excesivamente armonizados a veces se confunde, maneja como nadie las sextas de la barcarola, las octavas de juglar.
Comprobada, pues, la riqueza técnica de la ilustre pianista, la considero inmediatamente como intérprete.
Como tal presenta dos aspectos especiales: los desbordes en excesos sentimentales. No desborda en excesos, sentimental. No señalo defectos. Compruebo las tendencias. Una tendencia puede no ser actual, esto no implica que sea defectuosa.
La snha. Novaes es una fantasía adorable o una sensibilidad sin límites. Lo que no conviene a su temperamento es la movida pero serena discreción de los clásicos y el impresionismo intelectual de los modernistas. (Y para Brasil Debussy sigue siendo un modernista, hola!). En estos como en aquellos, al no encontrar un campo amplio para su exaltada sensibilidad, los mira como si fueran el uno al otro Liszt de rapsodias en las que todo está en busca del efecto. Es un error. Innegable: interpreta con exquisitez ciertos pasajes de Bach o la Velada con granada. Pero estas obras no salen vívidas de tus dedos Son pretextos para un efecto y no patrones a los que se limita una sensibilidad guiada por una altísima sabiduría. la ironía de juglares asi paso desapercibido... Y el snha. Novaes, que tanto le había conmovido con la burla que se hizo de Chopin en la primera velada de la Semana de Arte Moderna, no debería incluir en uno de sus programas la caricatura, hecha por Debussy, de estos ingenuos juglares medievales, cuyo canto trovadoresco es el primer rugido de música sensible.
Los románticos legítimos, nacidos en la década comprendida entre 1803 y 1813, presentan dos tendencias que se convirtieron en las características inconfundibles del grupo: la fantasía exaltada y la sensibilidad sin control intelectual. Será por tanto el mayor intérprete de estos maestros quien mejor caracterice estas dos tendencias. La snha. Novaes, teniendo esta potencia a un máximo impresionante, es, en mi opinión, de todos los pianistas que he escuchado, el mejor intérprete del romanticismo musical.
Chopin, Schumann y Liszt son los campos en los que destaca.
El mismo Liszt, cuyo valor musical es pequeño, logra hacerse escuchar con gusto cuando la interpreta. Es que el virtuoso percibió la falta de sentimiento a veces total en la cualidad sónica del abad, pero entendió su inmensa fantasía. Solo el snha. Novaes todavía tiene derecho a interpretar esas desgastadas rapsodias donde se enmascara un falso anhelo (solo lea lo que dice Bartok sobre los temas nacionales húngaros correcto e humeantes de Liszt) entre histerias de cadencias flautistas, trinos, golpes insultantes en el bajo y otras cosas de menor valor aún. A décima rapsodia es petardo que sólo tiene derecho a existir cuando el famoso virtuoso es el encargado de realizar los glissandos. Pero donde la fantasía de la performer le permite una creación legítima y total es en la Danza del duende. Vi a los duendes salir en molinetes verdosos del Steinway negro. Formaron un círculo vertiginoso en torno al pianista en el que un rayo de luz de luna posaba sigilosamente… Siempre había querido conocer a esos duendecitos… Me aconsejaron que leyera a Leconte… Salí de la lección como Jacobus Tournebroche por la experiencia de la Señor D'Astarac, contada por Anatolio France: incrédulo al entrar. Un día, mientras leía a Shakespeare, sentí duendes a mi alrededor... Pero cuando el sueño. Novaes realizó el extracto de Liszt Vi las pequeñas entidades translúcidas. La ilustre pianista, por el poder de su imaginación, había creado lo inexistente. Te debo esta hermosa emoción de mi vida.
No Carnaval la fantasía y la sensibilidad se unen en igual potencia. Considero este monumento la pieza musical más salvajemente romántica. Desafortunadamente, no me fue posible asistir al reciente concierto en el que snha Novaes interpretó el op. 9. Y, dada la constante variación de sus interpretaciones (otra característica romántica), esta privación me causó un verdadero dolor. Pero la actuación anterior del Carnaval… La snha. Novais se fue a los Estados Unidos. Concierto de despedida.
Yo estaba en el gallinero. Sudaba, sudaba en medio de una multitud boquiabierta, eterna e incondicionalmente entusiasmado con cualquier interpretación, buena o mala, que saliera de las manos del gran artista. Sentimientos de incomodidad y desprecio. Pero Guiomar había sacudido los ritmos iniciales de la pieza con una energía, una convicción, una verdad insuperable… ¡Qué risas! ¡Lo que escuché! Virtuosis, desde el punto de vista de la escuela, nos dio la interpretación más falsa y exagerada posible. ¡Qué rubatos frenéticos! ¡Qué planos espasmódicos! ¡Qué extraños dinamismos fraseológicos! Pero fue simplemente sublime. Creo que dos veces no tendré la misma emoción con esta pieza. Yo deposito en la gloria de snha. Novaes la lágrima que lloré aquella noche. Es el regalo de un hombre que no tiene ni simpatía ni antipatía por el intérprete. Un hombre insensible a la gloria que lo acompaña. Un hombre exento de patriotas que no está orgulloso de su mujer. Novaes es brasileña porque considera a los grandes artistas, ya sean creadores o intérpretes, seres cuya nacionalidad no importa, pero a los que todos los humanos debemos ser reconocidos. En mi lágrima va el homenaje de un ser, no sin prejuicios (es una cosa extrahumana) pero lo más libre posible de prejuicios sentimentales.
realizará el Carnaval de la manera más romántica que se pueda imaginar… ¿Hay algún error en eso? No. Es habitual que la crítica repita, aunque con falta de estilo, el siguiente lugar común: “Snr. Tal interpretó a Chopin sin las exageraciones a las que están acostumbrados ciertos pianistas importados. Su sobria ejecución nos dio el verdadero Chopin…etc.” ¡Que estúpido!
¿Cuál es el verdadero Chopin? Si esto es lo que nos ha conservado la tradición de un hombre que en Viena era apodado “pianista de mujeres”, que tenía terrores y alucinaciones con su amante materna en Mallorca, que murió de tisis… …
¿Cuál es el verdadero Schumann? Si lo que nos cuenta la tradición es un ser fantástico, variado, desigual, que le arrebata la mano al demasiado estudio, escribe obras de teatro nocturnas porque siente, de lejos, que se muere un ser querido, Carnaval e kreislerianos por excesos de entusiasmo y odio y acaba por enloquecer... Porque la legítima comprensión de estos hombres estará en arreglalos y transportarlos a la serenidad clásica que carecía de la energía la serenidad clásica que tácita es la precisión de las interpretaciones de snha. Noticias. Nos da a Schumann, a Chopin, no atrapados en un determinado modo interpretativo, ni siquiera tal como existieron en el espacio y en el tiempo… Va más allá: Nos da el “animal” Schumann el “animal” Chopin tal como habrían existido (realidades ideales ) si no hubiera habido esas famosas circunstancias que Taine fue tan tonto como para descubrir, y más prejuicios de métricas musicales y Re mayor.
Y sobre Chopin… Otro lugar común muy divertido entre la crítica es decir, a cada nuevo pianista que pisa estas benditas y desconocidas tierras de Pauliceia, que éste es el insigne intérprete de Chopin. Nada más malo. Rubinstein, salvo el vals póstumo, en una u otra mazurca, asesinó al polaco. Tal vez una cuestión de odio racial... ¿Risler? Mal, muy mal. Todavía recuerdo con escalofríos la interpretación del nocturno en fa sostenido… Friedmann entendía a Chopin como una cadencia de concierto, en la que todo consistía en brillar… Yo sólo me conformaba con lo romántico: Paderewski, Mrs. Carreras y la snha. Noticias.
Y este más que cualquier otro. ¿Por qué? Chopin, lo sabemos, trabajó como un La Fontaine, un Da Vinci, un Beethoven de última etapa. Siempre descontento e incansable en el corgir. Sin embargo: nada es más desconcertante que el estilo de Chopin. Romanceros como Berceuse o Barcarola, nocturnos como sonatas, preludios como estudios tienen un carácter de completa improvisación, en los que, sin embargo, el maestro dejó algo propio, inconfundible, incluso desde el punto de vista constructivo. La forma de Chopin es inalcanzable. Se imitan ciertos procesos técnicos, el arpeggado, los melismas. Todos pueden ser libres en el desarrollo constructivo de un preludio, como lo fue Chopin...
Pero nadie puede imitarlo, tal es la impronta de personalidad que imprimió en las formas musicales que asumió. La snha. Novaes es justamente notable en el autor de Berceuse porque crear Chopin. Ella es Chopin. Sus interpretaciones, cuidadosamente elaboradas creo, adquieren tal carácter de inspiración, de impulsión lírica, de laissez-aller, que da la impresión de una obra nueva y formidable. Como si Chopin improvisara. Y lo hace como ningún otro intérprete que haya pasado por nosotros. Ahora bien, en la música imitativa (usando el término en el sentido aristotélico) esta improvisación no sólo es necesaria, sino imprescindible para que la obra de arte se corresponda psicológicamente con lo que pretende representar. De ahí que asuman las interpretaciones de Chopin por snha. Novaes tiene esa fuerza de realidad, esa vehemencia conmovedora pocas veces lograda por otros.
Y su comprensión del maestro es tan integral que, aunque generalmente busca efectos particulares (a veces incluso cambiando la música escrita, alargando notas, contradiciendo interpretaciones determinadas por el autor) snha. Novaes desdeña, al interpretar a Chopin, particularidades y efectos que atontaban a sus fieles, para atacar directamente la realización de esos relatos musicales que dejó tras de sí el doloroso músico. Es por eso que escribí antes que “la snha. Novaes crea Chopin”.
Y termino. Sigo la carrera del gran artista con admiración y curiosidad. A medida que sus fuerzas se concentran, se vuelve más profunda y más personal. Varía y crece de concierto en concierto. Quizás sea incluso cierto afán de hacerlo mejor lo que la lleva a repetir y repetir las mismas piezas. Es un error. La snha. Novaes, incluso entre sus autores favoritos, podría y debería variar más sus programas.
Y en la hermosa evolución que sigue, enciende cada vez más las propensiones románticas que mencioné. Desgraciadamente para la opinión klaxista… Pero es cierto que gracias a ellos se convirtió en la brillante intérprete de Schumann y Chopin.
[Publicado en la revista cuerno no. 3, 15 de julio de 1922]
*Mario de Andrade (1893-1945) fue poeta, novelista, musicólogo, historiador del arte, crítico y fotógrafo. Autor, entre otros libros, de Macunaima.
referencia
Mario de Andrade. Sigo bebiendo de la copa ajena: hacia una estética modernista. Organización: Campus Yussef. Belo Horizonte, Auténtica, 2022, 222 páginas.