por CAIO BUGIATO*
La victoria rusa sacude el poder militar de Occidente y derriba su imagen de potencias invencibles que los Estados y las clases dominantes de los países centrales hicieron creer al mundo entero.
El siguiente breve texto presenta consideraciones surgidas de nuestra investigación sobre la guerra en Ucrania, que nos parecen convincentes después de dos años de guerra. Primero, volvemos a la discusión sobre las causas y el carácter de la guerra que presentamos en el artículo. La Guerra de Ucrania desde la perspectiva de las Teorías de las Relaciones Internacionales: discusión sobre las causas y el carácter de la guerra (disponible aquí). En segundo lugar, al igual que en artículo anterior, publicado en el sitio web la tierra es redonda Nuevamente presentamos la dinámica de fuerzas en el campo de batalla. En tercer lugar, hacemos algunas consideraciones sobre las tendencias en la formación de un mundo multipolar.
Causas y carácter de la guerra.
El bloque de potencias capitalistas occidentales y sus aliados bajo el liderazgo de Estados Unidos, formado después del final de la Segunda Guerra Mundial, tiene como objetivo preservar y defender el capitalismo global y su conducta por parte de los líderes transatlánticos. Esta cadena imperialista busca destruir cualquier proyecto que no esté bajo su tutela, ya sean proyectos de capitalismo autónomo (como parece ser el caso ruso) o proyectos anticapitalistas (como parece ser el caso chino). El lado militar de la cadena imperialista es la OTAN.
En los años 1990, con la derrota de la URSS, se produjo un cambio en el equilibrio de poder, liderado por el Estado americano, con el objetivo de aumentar aún más su supremacía. Desde esta perspectiva, nuestro análisis concreto encuentra que la OTAN liderada por los estadounidenses se está expandiendo hacia las fronteras de Rusia con el objetivo de convertirla en su satélite.
Sin embargo, el gobierno de Vladimir Putin tiene un proyecto de desarrollo autónomo del capitalismo nacional y de inserción internacional autónoma del Estado, en gran medida desconectado de la cadena imperialista, lo que resulta intolerable para Occidente y la OTAN. Entendemos que Rusia, a pesar de ser un Estado capitalista, no es una potencia capitalista y estaría más en la posición de un país semiperiférico con características muy particulares. Asimismo, su política exterior no es imperialista, a pesar de su arrogancia. Pero tampoco es una política exterior subordinada, como muchos de los países de la periferia del capitalismo global. Por lo tanto, no tiene sentido tratar esta guerra como interimperialista.
Evaluamos que la causa principal de la guerra es la expansión de la cadena imperialista/OTAN y que el carácter de la guerra es contraimperialista. Preferimos utilizar el término “contra” y no “anti”, ya que el primero denota un carácter estatal y burgués de la posición rusa. Es decir, la oposición a la expansión de la cadena imperialista es una movilización del Estado y de fracciones de la burguesía. Además, relacionado con el expansionismo de la OTAN, el término “contra” también denota que se trata de una guerra de defensa. El término “anti” denotaría un carácter proletario y popular, contra las potencias imperialistas y el Estado y las clases dominantes de los países periféricos y una tendencia hacia la transición socialista. El contraimperialismo no es el antiimperialismo de las luchas y los escritos de Mao Tse-tung, Ho Chi Minh, Frantz Fanon, Che Guevara y muchos otros que lucharon contra el imperialismo y el capitalismo en la periferia del sistema. En este sentido, el gobierno bonapartista de Vladimir Putin no es definitivamente antiimperialista.
Fases de la guerra
La primera fue la contraofensiva rusa ante el avance de la OTAN y la presión ucraniana sobre las provincias separatistas de Donetsk y Luhansk, en Donbass. Durante esta fase, Rusia conquistó gran parte de toda la extensión territorial que aún hoy mantiene bajo su control. La segunda fase fue la reacción de la OTAN y Ucrania, que provocó pérdidas y reveses a los rusos. La tercera fase fue la larga batalla de Bakhmut, con la victoria rusa en una región estratégica para el control total de Donetsk.
La cuarta fase fue la ofensiva ucraniana que no logró penetrar las líneas de defensa rusas. La quinta fase es una nueva contraofensiva rusa, cuyos combates se concentran en las orillas del río Dniéper, en el sur, cerca de la ciudad de Kherson, y en la ciudad de Avdiivka, en la región de Donestk. El objetivo ruso en esta etapa es controlar la integridad de las cuatro provincias, Luhansk, Donetsk, Zaporizhzhia y Kherson, además de mantener Crimea.
El siguiente mapa muestra que la conquista territorial rusa en la primera y segunda fase de la guerra (noviembre de 2022) se mantiene sin cambios hasta el día de hoy (febrero de 2024).
mapa 1

mapa 2

En el mapa 1 a la derecha está el territorio conquistado en noviembre de 2022; a la izquierda, en febrero de 2024. En este momento, las tropas rusas se encuentran a la ofensiva, principalmente en la ciudad de Avdiivka (mapa 2), considerada importante para el control total de las provincias de Luhansk y Donetsk. En el momento en que escribimos estas líneas, la propia prensa occidental informa de la victoria rusa en la ciudad.
Del lado ucraniano, la asistencia militar estadounidense es cada vez más improbable y las fuerzas armadas –que se enfrentan a un cambio de mando, una escasez de soldados, armas y municiones– siguen esperando que los cazas F16 combatan la superioridad aérea rusa. Sus aliados occidentales, autoridades e intelectuales, ya hablan de la imposibilidad de retomar los territorios y negociar la paz en condiciones favorables a Moscú.
Un mundo multipolar
Si la victoria rusa en el campo de batalla está surgiendo, también tiene un impacto en la política internacional. Semejante triunfo sacude el poder militar de Occidente y derriba su imagen de potencias invencibles que los Estados y las clases dominantes de los países centrales hicieron creer al mundo entero. Asimismo, desde un punto de vista más general, frente a la dominación de las potencias capitalistas lideradas por Estados Unidos, sienta bases sólidas para la construcción de la multipolaridad. Las revueltas, principalmente en África, cuestionan abiertamente a los señores de la guerra.
No sabemos cómo será un mundo multipolar. Pero hoy aparecen tres tendencias. En primer lugar, su construcción no será pacífica. El gasto en defensa de los países alcanzó el nivel más alto en 2023 desde la Segunda Guerra Mundial. En segundo lugar, las potencias capitalistas de segundo orden tienen problemas en sus economías. El Reino Unido, Alemania y Japón están en recesión (¿cederían India, China y Rusia al nuevo orden?). En tercer lugar, la expansión de los BRICS y las solicitudes de membresía de unos 30 países forman un bloque que se opone a Occidente. Bajo la presidencia rusa, Vladimir Putin propone un papel activo y combativo en el sistema internacional plagado de inestabilidad, además de proyectar la desdolarización de las relaciones comerciales entre los miembros de la coalición.
Frente a las incertidumbres del camino hacia la multipolaridad, la posibilidad de la Tercera Guerra Mundial, la catástrofe climática y el resurgimiento del fascismo, las lecciones del internacionalismo proletario son de gran valor. Marx y Engels llamaron (y pidieron) la organización internacional del proletariado para la Revolución Socialista en medio de conflictos entre cinco potencias europeas como sexta gran potencia. Lenin llamó a los trabajadores de todo el mundo a transformar la guerra mundial en una guerra civil internacional. ¡Y Trotsky enseñó que el fascismo no se puede discutir, se destruye! La paz, la prosperidad, la justicia social y la sostenibilidad ambiental pasan por estas enseñanzas.
* Caio Bugiato Profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UFRRJ y del Programa de Posgrado en Relaciones Internacionales de la UFABC.
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