por VINÍCIO CARRILHO MARTÍNEZ*
Defender la supervivencia del pueblo palestino, contra el genocidio de dos millones de personas, no convierte a nadie en defensor de Hamás
Hay una afirmación clásica, dotada de tanta verdad que pocos pueden competir con ella, y nos dice esto: “En la guerra, la verdad es la primera en morir”. En este caso concreto, la pura verdad dice que, en acciones militares, Israel no lucha contra Hamás, porque, en la práctica del fósforo blanco incendiario, provoca una muerte generalizada entre toda la población civil de Gaza, palestina o no.
La guerra entre Israel y Palestina (Gaza) tiene una larga historia y no es nuestro enfoque en este texto. Nuestra premisa es ética, es decir, dado el principio civilizador, debemos tener clara la condición humana: ni sionismo (Estado sionista de Israel) ni antisemitismo: la desaparición del Estado de Israel. Aquí no tenemos fanáticos de la gripe del lino, sobre todo porque la muerte de miles de personas –en particular, de la población civil desarmada– generaría un colapso geopolítico en la región y esto podría resultar en una escalada bélica sin precedentes: la Tercera Guerra Mundial, con el uso de la tecnología atómica.
Repito, la premisa es simple y clara: ni sionismo ni antisemitismo. Teniendo esto en cuenta, deberíamos desacreditar las acciones de Hamás masacrando a cientos o ya miles de personas, en una Rave, en hogares, en Bunkers de refugio, y desarmado para el odio en ese momento. Asimismo, es urgente condenar las acciones de asfixia que el Estado de Israel (sionista) impuso a Gaza en un segregación racial Palestino: cualquiera puede/debe ver los bombardeos diarios que matan a civiles. Sin contar el uso de bombas de fósforo blanco,[i] ya prohibido por las Naciones Unidas (ONU). Este hecho, en sí mismo, constituye un crimen de guerra. Sin embargo, como todas las guerras, ésta también tiene una historia detrás que revelarse.
En la historia de la humanidad, en su protagonismo bélico, las famosas luchas entre el bien y el mal, por regla general, terminan en cero-cero o suma cero. Siguiendo la ciencia política clásica, suma cero significa que ambos contendientes siempre pierden y, cuando alguien gana, las pérdidas son mayores que los activos. Esta lectura binaria de la política es bíblica, pero también debe incluirse en la Iniciar sesión y Corán.
Y es esta lectura binaria y mesiánica, que construye narrativas ocasionales –en particular atrapadas en la lógica medieval de los Caballeros Templarios liberando Jerusalén– la que ha estado movilizando la escena internacional y alimentando a la extrema derecha en todo el mundo. Con esta fuerza impulsora, en Brasil, al menos desde 2009 –pero, ciertamente, desde 2013/14–, los tentáculos fascistas salen de los agujeros de las aguas residuales: no hay aquí ninguna expresión que defina mejor la mezcla política fascista.
Evidentemente, esta lógica maniquea, binaria, empobrecida como la luz que se traga la cueva oscura, se apoderó de la guerra entre Israel y Palestina. Y aquí hay una observación: la guerra que el Estado de Israel (y sus aliados, como Estados Unidos) está librando en este momento no es contra Hamás. Es contra los dos millones de personas (palestinas o no) que están atrapadas en la Franja de Gaza.
La Franja de Gaza es un gueto implantado con fórceps contra un enemigo difuso, y promovido por quienes lo sufrieron de primera mano en Varsovia: los episodios cuentan que en 1943 el levantamiento judío contra los nazis fue uno de los mayores en la historia de la resistencia en el mundo. Este párrafo es subliminal y corresponde a quien lo lea entender también entre líneas.
Pues bien, estar a favor de la supervivencia del pueblo palestino –aunque la tesis de los dos Estados pueda estar bastante tambaleante–, contra el genocidio de dos millones de personas y que se pronostica, sobre todo, si el Ejército israelí lleva a cabo una invasión de Gaza en tierra, o estar en contra de la muerte lenta porque no hay agua potable, medicinas, alimentos, en este apartheid hostil a cualquier principio de humanidad, en Gaza, no convierte a nadie en un defensor de Hamás.
Hamás es un grupo terrorista y sus últimas acciones no contradicen su actual nomenclatura criminal. No importa si Estados Unidos o Israel crearon Hamás, esa no es la cuestión. Pero sí, necesitamos escapar de la lógica binaria del bien y del mal, sacudida por la falsedad que domina toda narrativa maniquea, para comprender que Hamás no es sinónimo de Palestina. Del mismo modo que apoyar o no al Flamengo no define lo que significa ser brasileño.
En particular, entiendo que Hamás dio una salida (un pretexto, una justificación) para que el Estado de Israel invocara la razón de Estado – incluso o especialmente porque la primera ofensiva de Hamás resultó en la pérdida de territorio y soberanía. Es como si estuvieran invocando a Thomas Hobbes (y no sólo a Jean Bodin, que se centró en el Derecho Natural/Moral),[ii] para activar al Estado con todas las fuerzas excepcionales disponibles (fuerza extrema) ante un ataque externo. Esta es la lectura que promueve el Estado, posicionándose como una máquina de guerra contra insurgentes reales o imaginarios que han sido guetizados por el propio Estado.
Sin embargo, en un esfuerzo por confundir, dividir y criminalizar, una versión del bolsonarismo (léase nacionalfascismo) intenta reducir al pueblo palestino a Hamás. De esta manera, propone que los docentes que defienden Palestina (en su cabeza dice Hamás) sean criminalizados en Brasil.[iii]
Es cierto que el maniqueísmo está tan fracasado que los famosos 0 y 1 (cero y uno) ya no sirven para la computación de los ordenadores cuánticos. Porque ya no son binarios. Sin embargo, aún sobrevive en la inconstancia ética del Legislativo brasileño.
Nuestra realidad, lamentablemente, todavía nos recuerda al cavernícola, aquel que se protege de la luz con la oscuridad de las tinieblas prolongada por la ignorancia. De hecho, para estos individuos conviene recordar que sentir odio es una reacción perfectamente humana, pero lo que hacen es una incitación al delito de odio social. Lo que representan, enumeran otros maestros, es el crimen en sí.
Para estos y muchos otros, de hecho, no le deseo ningún bien a ningún fascista, y eso no me convierte en un criminal. Al contrario, mantenerme tan alejado del fascismo es lo que me mantiene alejado de la criminología social.
*Vinicio Carrilho Martínez Es profesor del Departamento de Educación de la UFSCar.
Notas
[i] Es un tipo sofisticado de Napalm, muy utilizado por Estados Unidos en Vietnam. El fósforo blanco no deja de arder hasta consumir toda la carne humana.
[ii] Para el filósofo Thomas Hobbes, o el poder es supremo o es impotente, simplemente porque no hay, ni puede haber, límites a la soberanía misma. La soberanía es infatigable porque el hombre egoísta debe ser obligado a vivir en sociedad, y la vida social se debe enteramente a la soberanía del Estado. Por lo tanto, en nombre de la razón de Estado –la justificación de la existencia del Estado– se utilizará toda la fuerza, sin reservas de moralidad. Así es exactamente como actúa el Estado de Israel, invocando la amenaza de un “estado de naturaleza”. Esta es su justificación o razón de estado.
[iii] https://www1.folha.uol.com.br/colunas/painel/2023/10/deputado-pede-a-pf-medidas-contra-mapeamento-de-professores-acusados-de-serem-pro-hamas.shtml.
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