por LINCOLN SECCO*
Una historia de huelgas en la Universidad de São Paulo de 2002 a 2023
Es cierto que la huelga estudiantil de 2023 expresa una universidad diferente a la del pasado. Pero también sigue patrones históricos que merecen ser conocidos por el movimiento estudiantil. Debido a sus circunstancias ocupacionales y de edad, los estudiantes necesitan apropiarse rápidamente de su historia. Por tanto, cada huelga es un proceso único de aprendizaje colectivo.
Ningún docente puede afirmar que la formación de los jóvenes universitarios termina en sus clases. Son fundamentales, pero serían cuanto menos traumáticos sin la posibilidad de la experiencia estudiantil, los grupos de estudio, el atletismo, el centro académico y las fiestas. Sin embargo, es durante una huelga cuando todas estas actividades se politizan.
La generación actual no tiene nada de eso. La pandemia reemplazó la vida en el aula por horas frente a una pantalla. Y al regresar, los estudiantes descubrieron que el control de los espacios se había vuelto más autoritario. Los patios se convirtieron en lugares de paso, sin vida. En algunas unidades no es posible solicitar una sala para una reunión sin el consentimiento de un tutor. La justificación es la existencia de equipos didácticos más sofisticados en las aulas. No fue casualidad que la actual huelga de 2023 se desencadenara después de que un director cerrara su escuela para impedir una asamblea estudiantil. El alegato fue la protección de bienes.
Una vez iniciada la huelga surgen argumentos que siempre tenemos que volver a escuchar: ¿no hay otros medios? ¿Por qué piquetes? Si una asamblea decide suspender las clases, es natural introducir alguna traba para que los docentes no falten el respeto a la decisión colectiva de los estudiantes, pues tienen el poder de presionar al estudiantado a través de evaluaciones obligatorias. Normalmente, hablamos de algunas sillas apiladas.
Una silla es una silla, sólo en determinadas circunstancias sería un arma. Pero para algunos, aunque nadie se lo arroje a otro individuo, adquiere poderes mágicos, camina por sí solo y reemplaza una relación social entre personas. Que en momentos decisivos, los maestros astutos de Marx olviden sus lecciones sobre el fetichismo de las mercancías es algo que se repite.
Vanguardia
Históricamente, el movimiento estudiantil ha estado al frente de procesos de resistencia y de muchos logros democráticos. Tiene una mayor capacidad para proyectarse más allá de sus intereses corporativos.
De manera torcida, el sociólogo José de Souza Martins tenía razón cuando dijo que los estudiantes en huelga estaban librando una lucha que “no era suya”. Se refería a la huelga de 2016. Para él “concretamente, nadie pierde con las huelgas en sectores que no producen directamente plusvalía (…). Por el contrario, son sectores que viven a costa de una parte de la distribución de la plusvalía extorsionada a los trabajadores del sector productivo”.[i].
Sin necesidad de barniz marxista, un colega suyo afirmó que “no tiene sentido una huelga de usuarios del servicio”. Para Janaina Paschoal “la llamada 'huelga' de los estudiantes de la USP se justifica aún menos cuando se constata que la principal demanda es por más docentes” (sic).[ii]
Nadie espera que un movimiento social se ocupe de la primera sección del volumen II de La capital[iii]; o que discuta cómo son las actividades productivas que generan valor agregado cuando se extienden en el ámbito de la circulación; o si los estudiantes que trabajan en la infraestructura de investigación universitaria compiten por la producción de conocimientos apropiados por las empresas; si los servicios son productivos, etc. etc. Desde la perspectiva de esos docentes, los trabajadores que en el pasado hicieron huelgas políticas, solidarias o revolucionarias no podían estar en huelga. Esas peleas no serían de ellos.
Histórico
Pero nuestros estudiantes aprenden de la relación entre teoría y práctica. Y se apropian de su historia. Cometen nuevos errores, absolutamente necesarios para la verdad de su movimiento. Y a veces repiten viejos errores que conducen a derrotas.
Desde los años 1980, los estudiantes han participado en largas huelgas en nuestra universidad. Personalmente, recuerdo intensas jornadas de aprendizaje durante los 58 días que duró la huelga de 1988. En 2.000, cuando yo hacía mi doctorado, la USP paró durante 54 días. Ingresé a la USP en 1987 y al año siguiente me encontré frente a la caballería del PM frente a la Rectoría. Me convertí en maestra un año después de la huelga de la FFLCH de 2002 que duró 106 días. Sin ella, muchos colegas y yo no seríamos docentes de la USP.
Esa huelga no fue recibida con hostilidad por parte de la dirección de la FFLCH y forma parte de nuestra memoria institucional tanto como Maria Antônia. La profesora María Ligia Prado coordinó en la USP un libro sobre la huelga y veinte años después la propia facultad promovió la exposición “20 años de la huelga estudiantil de 2002”. Las huelgas son una forma de conflicto social y, dentro de ciertos límites, funcionales para la reproducción de una institución. Es también un medio de formación política radical, inconformista o adaptada al orden.
Las huelgas que tuvieron lugar en la USP siempre tuvieron presencia estudiantil en su apoyo o liderazgo. Ya sea en 2004 o la primera huelga subcontratada en 2005 y la segunda en 2011. Recuerdo haber escrito sobre ello (https://blogdaboitempo.com.br/2011/04/29/les-luttes-de-classes-dans-les-toilettes-coluna-do-lincoln-secco/).
Sin embargo, la más notable fue la ocupación de la rectoría en mayo de 2007 para revocar decretos impuestos por el gobernador José Serra contra la autonomía universitaria. La propia universidad organizó un libro sobre ese momento[iv]. El 10 de mayo cesó Sintusp y el 23 Adusp. Fueron los estudiantes quienes lideraron la lucha durante 51 días de ocupación de la rectoría. No fue el primero ni el último. En noviembre de 2011 hubo otro, esta vez torpe y minoritario. También ocurrió en octubre de 2013. Copiar fórmulas de ayer sin las condiciones que las engendraron no es una buena idea. La ocupación de 2007 salió victoriosa.
En mayo de 2009, estudiantes volvieron a organizarse contra la educación a distancia en la USP[V]. También apoyaron la huelga de agosto de 2013 que duró más de 50 días. La huelga de profesores y personal de 2014 contó con la participación de las tres universidades estatales y el apoyo efectivo de los estudiantes. Fue el más largo en la historia de la USP con 116 días de paralización. Una nueva huelga del 13 de mayo al 18 de julio de 2016 contó con una participación estudiantil decisiva. Hubo ocupaciones del edificio de Historia y Geografía y del edificio central de ECA. Tuvimos otra huelga del 29 de mayo al 28 de junio de 2018. Sin ellos, los salarios, los gastos de subsistencia del personal docente y de los estudiantes serían aún más bajos.
¿Y ahora?
La historia de las huelgas en la USP aún está por escribirse[VI]. La huelga actual tiene características sin precedentes. Por supuesto, esta no es la primera vez que se pide la contratación de profesores. Y nadie duda de la legitimidad de la lucha, al fin y al cabo, la USP tiene un déficit de 1.042 docentes respecto a 2014 según la Adusp[Vii]. Pero ahora el paro tiene una dimensión de reconocimiento de espacios y lucha por su reanudación luego de una pandemia que permitió a las autoridades académicas imponer un nuevo estándar de control.
Independientemente del resultado inmediato, los estudiantes comenzaron a darse cuenta de que las plataformas y los sistemas son expresiones de relaciones entre personas; que algo se puede hacer incluso si el “Júpiter”[Viii] no deje; que un patio se puede utilizar y experimentar; y que los intelectuales que no dejarán de ser reconocidos por sus libros son capaces de invocar la legislación laboral, las teorías de la plusvalía, la precariedad del trabajo o la microfísica del poder contra una huelga simplemente porque interfiere con su planificación personal.
En cierto modo, algunos de los autores aquí citados tienen razón. Los estudiantes no luchan por sí mismos. Ellos luchan por nosotros.
*Lincoln Secco Es profesor del Departamento de Historia de la USP. Autor, entre otros libros, de Historia del PT (Estudio). Elhttps://amzn.to/3RTS2dB]
Notas
[i]José de Souza Martins, “Una lucha que no es de ellos: los estudiantes y la huelga en la USP”, El Estado de S. Pablo, 23 de julio de 2016.
[ii]Gazeta do Povo, 01 de octubre de 2023.
[iii]Aunque es muy recomendable leer en grupos de estudio.
[iv]Franco Maria Lajolo, José Aparecido da Silva y Wanderley Messias da Costa (organizadores). La Universidad en debate – Lo que se escribió sobre la USP en el 1er semestre de 2007, Coordinación de Comunicación Social (CCS) de la USP, 161 páginas.
[V]Tomé datos de algunas huelgas del Jornal do Campus, varios números.
[VI]Este borrador redactado apresuradamente para la huelga de 2023 puede contener errores de memoria.
[Vii]El claro 879 que promete la rectoría para 2025 desestima las jubilaciones que se producirán para entonces. Sólo de enero a agosto de 2023, hubo 116 salidas de docentes. En 2022 hubo 189 despidos. https://adusp.org.br/universidade/pronun-carlotti/
[Viii]Sistema informático para la Gestión Académica del Decano de Estudios de Grado donde se ubican las calificaciones, matrículas, expedientes académicos, etc.
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