Huelga contra las privatizaciones

Imagen: Daniel Queiroz
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por JOSÉ RICARDO FIGUEIREDO*

El Tribunal Laboral quita el derecho a la defensa laboral a los trabajadores

El Tribunal Laboral ha considerado huelgas ilegales de trabajadores de empresas públicas contra privatizaciones anunciadas, alegando que dichas huelgas no serían de carácter laboral, sino ideológico o político.

El argumento tiene una historia. Durante la dictadura, las huelgas fueron prohibidas por completo con la justificación de que cualquier huelga tendría una orientación política contra la paz social. Durante y después de la dictadura, las huelgas de los servidores públicos son casi invariablemente acusadas de política, a pesar de su carácter estrictamente laboral, porque confrontan al poder político. El Tribunal Laboral asume y radicaliza el argumento al prohibir las huelgas contra las privatizaciones porque no tendrían una agenda laboral y estarían motivadas ideológica o políticamente.

Los sindicatos de trabajadores responden que la historia de las privatizaciones ya realizadas apunta invariablemente a despidos de trabajadores, salarios más bajos y peores condiciones laborales. Por lo tanto, la huelga contra las privatizaciones es, en sí misma, una agenda laboral integral.

Esta experiencia sindical con las privatizaciones no es accidental. Es un resultado necesario de la reestructuración de los presupuestos de las empresas con privatizaciones, como resumo en artículo publicado recientemente en el sitio web la tierra es redonda.

Como empresa estatal, la empresa necesita equilibrar los ingresos obtenidos con todos los gastos: remuneración del trabajo, pagos a proveedores, pago de impuestos y ahorros para nuevas inversiones o imprevistos. La privatización introduce una nueva partida presupuestaria, que es la remuneración a los accionistas, el beneficio del capital. Para reequilibrar el presupuesto con el nuevo gasto, las alternativas son aumentar los ingresos, aumentando el precio de sus servicios o productos, y reducir los costos, ya sean laborales, operativos, fiscales o de inversión.

Los trabajadores experimentan directamente la reducción de los costos laborales en forma de desempleo y degradación salarial, y la reducción de los costos operativos en forma de deterioro de las condiciones laborales. Sería imposible pensar que una gran mayoría de trabajadores estatales se movilizaría para la huelga si no fuera por cuestiones de empleo, salarios y condiciones laborales. El Tribunal Laboral está quitando el derecho a la defensa laboral a los trabajadores, con el argumento de que no tienen derecho a huelga por razones políticas e ideológicas.

Sí, “la huelga es política”. Pero no son los trabajadores quienes dan a estas huelgas un carácter político o ideológico. La privatización de empresas estatales es, por su origen, sus medios y sus fines, una acción política de los gobernantes privatistas, basada en la acción ideológica de la prensa privatista. Quienes introducen aspectos políticos e ideológicos no son los trabajadores, sino los activistas de la privatización, precisamente sus oponentes en la huelga. Los trabajadores intentan defenderse, pero la ilegalidad de la huelga les priva de su instrumento más importante.

Hay una segunda cuestión problemática en esta guía del Tribunal Laboral. Si esto no es lo que se espera de la mayoría de los trabajadores estatales, es probable que algunos de los trabajadores movilizados en la huelga tengan una visión más amplia de la privatización, que involucre preocupaciones extralaborales, que podrían considerarse ideológicas.

El trabajador puede reconocer, por ejemplo, que la privatización será perjudicial para la población que consume los productos o servicios, al aumentar los precios o reducir la calidad, como es el caso del agua para Río de Janeiro y de la electricidad para los habitantes de Acre y São Paulo.

O se puede entender que la privatización será perjudicial para el medio ambiente, como vieron Mariana, Brumadinho y Maceió. O puede denunciar la privatización como perjudicial para un proyecto de desarrollo nacional, ya que el país se priva del mando de la dirección estratégica de la empresa, en favor de accionistas privados.

Tanto las preocupaciones democráticas con los consumidores como las motivaciones ecológicas o de desarrollo nacional son políticas e ideológicas, por lo que es probable que una parte de los trabajadores movilizados contra las privatizaciones tengan motivaciones que pueden caracterizarse como políticas e ideológicas. ¿Cómo le quitaría esto la legitimidad a su postura a favor de la huelga? En otras palabras, ¿qué justifica la prohibición de huelgas por razones ideológicas o políticas, reales o supuestas?

Por tanto, la prohibición de las huelgas contra las privatizaciones quita a los trabajadores el principal instrumento de defensa de sus derechos laborales, y el argumento de esta prohibición les quita el derecho a la expresión política a través de la huelga, mientras sus opositores laborales, políticos e ideológicos actúan con total libertad. Semejante prohibición viola los derechos laborales y democráticos. Se trata de una deliberación política e ideológica completamente opuesta a la Carta de 1988.

*José Ricardo Figueiredo Es profesor jubilado de la Facultad de Ingeniería Mecánica de la Unicamp. Autor de Formas de ver la producción en Brasil (Autores asociados\EDUC). Elhttps://amzn.to/40FsVgH]


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