por LISZT VIEIRA*
La conciliación como estrategia no es nada nuevo. Lula adoptó esta estrategia en sus gobiernos anteriores, pero ahora hay una diferencia fundamental
Al final del primer año de gobierno Lula, además del restablecimiento del clima democrático, ganaron protagonismo el crecimiento del 3% del PIB y los avances en programas sociales, como Bolsa Família, crédito, SUS, etc. En otras áreas, el gobierno está fracasando, como la educación, sujeta a la influencia de la Fundación Leman, las minas y la energía, que propone el ingreso de Brasil a la OPEP, en confrontación directa con la política ambiental de Brasil, así como el turismo y varios otros ministerios que Todavía no dijeron a qué vinieron.
No es nuestro objetivo aquí hacer un balance del gobierno actual. Algunos destacarán la prioridad otorgada a la política internacional, donde Lula sin duda brilló, a pesar del peso limitado de Brasil en la política mundial. Lula visitó 25 países, fue aplaudido en la ONU y asumió la presidencia rotatoria del Mercosur y del G-20. A nivel interno, redujo la deforestación en la Amazonía, aunque aumentó en el Cerrado, incrementó la vacunación infantil, revirtiendo la tendencia anterior, y revocó decretos de armas. Pero, a pesar de las numerosas concesiones al Centrão, sufrió derrotas en la Legislatura como el aumento de las enmiendas parlamentarias, los recortes de fondos del PAC y de Farmácia Popular.
Como el PIB es un indicador económico y no tiene en cuenta la calidad de vida, para analizar el desempeño de un gobierno es importante utilizar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU como referencia para juzgar. Como siempre son ignorados por los medios de comunicación, creemos que es importante recordar aquí estos objetivos: Erradicación de la pobreza; hambre cero; buena salud y bienestar; educación de calidad; igualdad de género; agua potable y saneamiento; energía asequible y limpia; empleo decente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructura; reducción de desigualdades; ciudades y comunidades sostenibles; consumo y producción responsables; combatir el cambio climático; vida bajo el agua; Vida en la Tierra; paz, justicia e instituciones fuertes; asociaciones hacia objetivos.
Por otro lado, muchos analistas políticos se centrarán en la acción del STF, que hasta ahora sólo ha condenado a 25 personas de un total de 1.400 acusadas de participar en el intento de golpe de Estado del 8 de enero. Sin olvidar que hasta el momento no ha sido detenido ningún general o militar de alto rango implicado en la acción terrorista del pasado 8 de enero. El propio expresidente Jair Bolsonaro, que cometió varios delitos a plena luz del día, sólo ha sufrido hasta el momento una condena electoral por su inelegibilidad.
Otro tema que desafiará al sistema político es el papel de la Inteligencia Artificial en la multiplicación de noticias falsas en campañas electorales. Habría mucho que decir en varias áreas, pero aquí nos centraremos en el uso político de la conciliación como instrumento de gobernanza.
Todo indica que el gobierno Lula enfrentará enormes dificultades para obtener recursos públicos para invertir en infraestructura y en el área social. El 22/12, el Congreso aprobó el Presupuesto 2024 con déficit cero y un recorte en el PAC, lo que obligó al Gobierno a reducir el gasto en salarios mínimos. Prevaleció el “austericidio”, la llamada austeridad fiscal que limita el gasto público para evitar un déficit.
Esta decisión estrangulará al Gobierno, a pesar del aumento de los ingresos por la tributación de las inversiones en paraísos fiscales, denominado costa afuera. Según la decisión del Congreso, el aumento del gasto tendría que ser inferior al aumento de los ingresos, garantizando un déficit cero. Además, el Presupuesto aprobado por la Cámara de Diputados aumentó el fondo electoral y recortó las inversiones del PAC en 6 mil millones.
Para enmiendas parlamentarias, el Gobierno propuso R$ 37,6 mil millones, siendo aprobados R$ 53 mil millones. Para el Fondo Electoral, el Gobierno propuso R$ 939,3 millones, siendo aprobados R$ 4,9 mil millones. El aumento de fondos para reformas parlamentarias se da en un contexto de semiparlamentarismo que presiona al Poder Ejecutivo, minoría en el Parlamento, a realizar alianzas y concesiones que fortalezcan al Legislativo y debiliten al gobierno.
En el frente económico, el ministro Fernando Haddad se reconcilia con el mercado y propone déficit cero, el sueño dorado del neoliberalismo y medida fatal para el desarrollo del país. A nivel político, el presidente Lula se reconcilia con la derecha en el Congreso, el Centrão, y nombra representantes de esta derecha fisiológica para altos cargos en el aparato del Estado. Para las elecciones municipales de 2024, estos políticos de derecha apoyarán a sus candidatos, generalmente en oposición a los candidatos presentados por los partidos que apoyan al gobierno.
La conciliación como estrategia no es nada nuevo. Lula adoptó esta estrategia en sus gobiernos anteriores, pero ahora hay una diferencia fundamental. En los gobiernos Lula 1 y Lula 2, el Congreso no tenía la fuerza política que tiene hoy y el Ejecutivo era más fuerte. Fue después del juicio político a la ex presidenta Dilma Rousseff, encabezado por el infame diputado Eduardo Cunha, que el Congreso adquirió mayor alcance político.
Pero fue bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, que dejó el presupuesto secreto en manos de Centrão y su líder Arthur Lira, que el Congreso consolidó su poder. Durante cuatro años, el líder del Centrão tuvo autonomía para “gobernar” el país distribuyendo fondos presupuestarios, mientras Jair Bolsonaro andaba en motocicleta con sus seguidores. En una inversión de roles, el diputado Arthur Lira era el emperador y el presidente era una especie de Incitatus, un caballo transformado no en senador, sino en presidente.
Por supuesto, la estrategia de conciliación aporta algunos beneficios. Quizás la mayor de ellas fue la Reforma Tributaria, promulgada en sesión solemne el 20/12, en presencia del Presidente de la República. La ley aprobada prevé la unificación de cinco impuestos, no habrá distinción entre productos y servicios y se acabará con la cascada de impuestos. El consumidor sabrá exactamente cuánto paga a los gobiernos. El siguiente paso es la regulación, que requiere la aprobación, en un plazo de 180 días, de leyes complementarias.
El objetivo general es simplificar la tributación, para las empresas y los ciudadanos en general. En la discusión sobre la regulación de la actual reforma tributaria los conflictos de intereses serán intensos. Después de todo, como dice el refrán, el diablo está en los detalles. Pero la ley recién aprobada sólo se ocupaba de los impuestos al consumo. Esta reforma no afecta a los activos ni a la riqueza. La tributación sobre la renta quedó para una etapa posterior.
Hay muchas expectativas positivas para el gobierno de cara a 2024. El ministro Rui Costa prometió “un año de logros en infraestructuras” y admitió que el gobierno necesita una marca. La falta de identidad política del actual gobierno ya ha sido criticada. Es natural, sin embargo, que en el primer año el gobierno se haya dedicado a tirar la basura institucional del bolsonarismo que estranguló la posibilidad de una gestión pública eficiente. Algunos dijeron que seis meses serían suficientes, pero, impulsados por el espíritu navideño, aceptaremos un plazo de un año para limpiar el terreno.
Hay muchos obstáculos por delante. Los representantes de la derecha, designados en ministerios y altos cargos en el aparato del Estado, para garantizar una mayoría parlamentaria, obstaculizarán en gran medida la posibilidad de logros futuros del actual gobierno. La conciliación tiene sus beneficios, pero el precio a pagar será alto. Además de los logros administrativos, amenazados por Ministerios ocupados por la derecha, y también por la incompetencia de algunos designados por partidos que apoyan al Gobierno, la conciliación con el mercado genera graves consecuencias. Uno de los principales es la paralización del desarrollo por la imposición del déficit cero.
Un posible aumento significativo del PIB podría provocar una apreciación de las acciones en Bolsa o incluso una cierta caída del dólar, pero estos beneficios, de producirse, no llegarían a la mayoría de la población, más afectada por los índices de precios de las alimentación, vivienda, salario mínimo y medio, transporte, empleo, seguro médico, etc.
El gobierno se encuentra en una encrucijada. Por un lado, la conciliación se percibe como una condición para la posibilidad de gobernar. Por otro lado, la conciliación conlleva consecuencias políticas, económicas y administrativas nocivas, más graves que las contradicciones que Lula encontró en sus gobiernos anteriores. Es cierto que Lula es un maestro en el arte de la negociación política. Pero el horizonte es sombrío, con el advenimiento de una verdadera internacional fascista, fortalecida con Javier Milei en Argentina y con los índices de aprobación de Donald Trump superiores a los de Joe Biden, debilitados por varias razones, incluido el apoyo irrestricto de Estados Unidos al genocidio en Palestina.
En Brasil, no se excluye la posibilidad de que, incluso con resultados positivos del actual gobierno, la derecha gane las próximas elecciones. Un buen termómetro serán las elecciones municipales de 2024. Pero, mediante concesiones a sectores de derecha atrincherados en el gobierno y conciliación con el mercado, salvo inversión pública imprescindible para el desarrollo, las tormentas podrían ser mayores que la calma.
Además del firme apoyo del mercado con su manual neoliberal, las victorias de Jair Bolsonaro en 2018 y Javier Milei en 2023 muestran que el discurso fascista moviliza más a la masa desorganizada, luchando contra el “sistema” y ofreciendo falsas soluciones inmediatas, que el viejo y decadente discurso de la democracia, incluso en su cansada variante socialdemócrata.
¿La conciliación del actual gobierno, hoy considerada necesaria para garantizar la gobernabilidad, podría mañana allanar el camino para la victoria de la derecha en las próximas elecciones? En este caso, ¿un buen gobierno de Lula sería sólo una victoria pírrica, que allanaría el camino hacia una democracia sin libertades políticas y con el mercado como única referencia? Dejo en el aire la duda que, como sabemos, muchas veces es más fructífera que la certeza.
*Vieira de Liszt es profesor jubilado de sociología en la PUC-Rio. Fue diputado (PT-RJ) y coordinador del Foro Global de la Conferencia Rio 92. Autor, entre otros libros, de La democracia reaccionaGaramond). Elhttps://amzn.to/3sQ7Qn3]
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