Gobernabilidad hoy

Imagen: Marian Kroell
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por GUSTAVO FELIPE OLESKO*

Reflexiones sobre la extrema derecha a partir del concepto de Michel Foucault

Michel Foucault fue un filósofo que produjo y produce los más distintos sentimientos: desde el desdén total por su obra, tratando su postestructuralismo (o posmodernidad desde la crítica) como una corriente filosófica al servicio del capital hasta las pasiones ciegas, que dejar de lado la ciencia y convertir a los intelectuales en aplicadores de teorías en la realidad con fórceps. La obra de Foucault es relativamente amplia y su influencia en el mundo académico no puede descartarse, ni siquiera con las debidas críticas. Por lo tanto, analizar su concepto de gobernanza también es importante para quienes utilizan el materialismo dialéctico y el materialismo histórico para su crítica, producción de conocimiento y modificación de la realidad. Un error cada vez más presente dentro del marxismo es ignorar cualquier análisis que venga de fuera de su matriz filosófica, metodológica y política, en ocasiones se ignora a pensadores por su inserción dentro de corrientes del propio marxismo.

Por tanto, la defensa que se hace es dejar de lado prejuicios y presupuestos teóricos, filosóficos e incluso morales y adentrarse en temas también explorados por otros pensadores con otros métodos y perspectivas. Cabe señalar que Marx no solo estudió a los socialistas y otros críticos del capitalismo como Lassale, Fourier, Saint-Simon, Proudhon y los “hegelianos de izquierda”. Muy al contrario, sus obras más magistrales son fuertes críticas a la obra de pensadores como Smith, Ricardo, Hegel, quienes también fueron muy importantes en la construcción misma de los conceptos y temas analizados. Sin Smith y Ricardo, para quedarnos en la superficie del debate, no existiría todo el análisis de la Renta de la Tierra de Marx, sin Hegel no existiría ni siquiera el método materialista dialéctico y el materialismo histórico.

Con esta introducción, rescatar lo que Foucault escribió sobre la gobernabilidad[i] es de central importancia en el mundo que se levanta en este, aún breve, pero ya sangriento siglo XXI. Así, el pensador francés hizo todo un examen de la modificación a lo largo de la historia del funcionamiento y patrón de la forma de gobernar. Es en su genealogía, el regreso al pasado, escudriñando el despliegue de las formas de gobierno, que Foucault ayuda a comprender los cambios que se produjeron en su forma más cruda: el control de los cuerpos.

Volviendo al Príncipe de Maquiavelo, se tiene claro que la forma de controlar al pueblo era a través del soberano. Este fue visto como un ser que trasciende a quienes gobierna, estando por encima de los tratados legales y morales. Correspondía al soberano gobernar con violencia algo que le era ajeno: el pueblo y su principado. La relación entre el pueblo y el soberano es, por tanto, frágil. Las acciones del soberano están dirigidas a mantener el bienestar de su unidad política. Por tanto, no hay intercambio, ni contrapartida, para los de abajo del poder aplicado desde arriba, desde el jefe del Estado.

Ahora Foucault percibe el lento cambio que se produce a lo largo del desarrollo del Estado Moderno. Hay una descentralización del gobierno, dividiéndolo en tres esferas: autogobierno, moralidad; el gobierno de la familia, la economía; y el gobierno estatal, la política. Es la transformación de una forma de gobernar que poco a poco pasa a tratar a las personas como cosas.

Sin embargo, hay un propósito en el arte de gobernar del soberano. Es el bien común, la salvación de todos, mediante la aplicación de la lógica divina, la razón cristiana y la moral igualmente cristiana.

Es a partir del Estado Moderno, forjado a sangre y fuego, que toma forma la noción de razón de Estado de Maquiavelo. El monopolio hobbesiano de la violencia por parte del Estado asume la centralidad en detrimento de la violencia descentralizada. La división de poderes, defendida por Montesquieu, socava la unicidad del soberano como ser supremo. Y finalmente, el contrato social de Rousseau toma forma en las constituciones, dando una contrapartida al pueblo.

Añádase a todo esto la unificación territorial, la centralización del poder, la creación de una burocracia estatal (ya no real, subordinada a un determinado soberano y su dinastía), el ejército profesional, la unificación del orden jurídico y los impuestos, además de la unificación forzado del pueblo a través de la idea de nación y luego tenemos el Estado-Nación Moderno. Ya no existe la ley divina, enseña Foucault, sino la ley humana, la ley del Estado, que se transmuta en realidad a través de mecanismos cada vez más autónomos.

Pero, ¿dónde encaja el materialismo dialéctico de Marx en todo esto? Foucault creía que este desarrollo era constante y que pronto llegaría a una etapa en la que la sociedad, la población, se autorregularía como en un gran panóptico. Las redes sociales son, en cierto modo, un hermano mayor donde todos miran a los demás, todos muestran todo a todos de manera “voluntaria” y así sus deseos y preferencias se transforman en mercancía. Sin embargo, ¿qué explicaría que figuras como el actual presidente de Brasil, Trump, Modi, Orban, Johnson, Kaczynski lleguen al poder precisamente con discursos críticos con tales medidas? Es en este punto que es importante analizar la gobernabilidad a través y a partir de la crítica de la economía política y la lucha de clases.

Las figuras representadas arriba, más otras como Putin y Erdogan, son precisamente lo opuesto al Estado Moderno. Desprecian la burocracia estatal, no crean grandes contrapartidas estatales para el pueblo, desdeñan la división de poderes, combaten el discurso liberal (el famoso liberalismo en las costumbres) y al mismo tiempo ofrecen una gama de discursos que llaman a un pasado glorioso, a picos enemigos y grandes posibilidades de futuro. Es ideología fascista en su expresión más cruda, pero este es un movimiento más reciente, de ahí el apodo de neofascismo. No es el mismo fascismo de los años 1920-30. Es un fascismo que, como el original, sigue el patrón de un gran líder. Sin embargo, sin el aparato estatal.

Hitler fue lo que fue gracias a una combinación de hechos y agentes sociales que tenían un partido muy bien estructurado. Ídem Mussolini. El “fascismo” japonés se basó en un militarismo muy bien estructurado durante casi 50 años. No fue sólo el gran líder, sino todo un aparato cultural, político, social, económico y territorial tramado y sostenido por una parte importante de la población. Pero y ahora?

En este breve siglo XXI vemos un retorno actualizado de lo que escribió Maquiavelo. Los líderes carecen de grandes aparatos estatales y de un apoyo importante dentro del establecimiento. Asciende al poder como extranjeros, como un mesías en un supuesto mar de lodo. Son los mayores defensores del capitalismo, pero son elegidos precisamente por criticar los productos nocivos del modo de producción dominante.

El gran cambio es que, a diferencia del soberano que era externo, externo, ajeno al pueblo en el estado absolutista, el nuevo soberano neofascista (o populista de derecha o autocrático, como se quiera) cataloga precisamente lo contrario. Se presenta como la máxima representación del pueblo: un mito que lleva consigo todas las características llamadas más rudimentarias de su población, como el ultranacionalismo, la truculencia, el machismo, el racismo, el anticomunismo, la homofobia, etc. Hay una conexión mítica directa con el gobernante. Ya no se es “fiel” a la constitución, al partido, a la clase, sino a un solo sujeto que está en el poder. Así fue con Trump y así es con los demás mencionados, en mayor o menor medida.

¿Qué produjo tal cosa? Fue el neoliberalismo y su brutal concentración de la renta lo que produjo el disgusto de buena parte de la población hacia el Estado Moderno. Se pinta entonces a la burocracia como un cáncer, porque está plagada de comunistas y corrupción, y no porque esté obligada a servir a los dictados del capital. El poder judicial está podrido, porque defiende los derechos humanos y da cobijo a los “vagabundos”, no porque sea una herramienta de la clase burguesa; el Estado perpetúa al “vagabundo” a través del bienestar, porque es comunista, y no porque el neoliberalismo produzca una masa pobre que sin la intervención del Estado se moriría de hambre (o haría la revolución). Por lo tanto, tenemos en estas figuras caricaturizadas lo que Marx[ii] trató con Louis Bonaparte: una masa lumpen siguiendo a un líder tosco. Pero hoy bajo una nueva forma, que comprende nuevamente que la economía depende de cada familia, la moral (cristiana, evidentemente) de cada persona y la política del gobernante ilustrado, salvador de la patria.

Varias acciones del gobierno demuestran medidas que son un movimiento de una nueva gobernabilidad, algunas son ejemplares. El primero y más visible a los ojos de todos es el amaño del Estado en todos los ámbitos. La burocracia brasileña siempre ha tenido serios problemas, viéndose muchas veces obligada a servir como masa de maniobra de los grupos políticos en el poder, sin embargo, esto se hacía de forma velada y siempre encubierta. Hoy no más. Se fomenta el saneamiento contra todo funcionario público que no sea bovino y eslabón en el gigantesco engranaje de noticias falsas, ya sea por la población o por colegas que se identifican con tal medida. Como informó Pericás aquí mismo en A Terra é Redonda, lo que vemos es el ascenso de una tropa ruda, un retroceso cognitivo, intelectual y moral dentro de la burocracia estatal, elevando a posiciones de liderazgo y mando a figuras que antes estarían marginadas.

Otra medida controvertida que está en la línea de esta nueva gobernanza que rompe el Estado Moderno burocrático y liberal es la muerte por inanición del IBGE y la impracticabilidad del Censo. El presupuesto del Censo 2020, aprobado en 2018, fue de 3,2 millones de reales y hoy, en 2021, se sigue vaciando, alcanzando los 2,3 millones. Solo a modo de comparación, estos 3,2 millones de reales hoy equivaldrían a 4,6 millones. Esos 2,3 millones de hoy equivalen a los 3,2 millones de 2018 (valores corregidos en base al IGP-M, disponible en la calculadora del ciudadano en la web del BC). ¡Vale la pena recordar que la Estadística es la ciencia del Estado! Fue creado precisamente para cuantificar la población y planificar, controlar y anticipar mejor las medidas futuras que el Estado debe tomar en relación con sus ciudadanos. Nuevamente Foucault nos enseña que esto sucedió precisamente con la unificación alemana en 1871 y todas las medidas de Bismarck para evitar revoluciones y manejar mejor a los alemanes. Tenga en cuenta que tenemos una regresión doble. Si la transición de pueblo a población fue traumática, ya que dejó de lado las diferencias y buscó estandarizar y objetivar a los ciudadanos, el retorno a la categoría de pueblo es igualmente malo: en Brasil hoy, es el paso de la realidad material a la pura metafísica. Los colapsos del censo, la burocracia fracturada e incluso las nuevas medidas de conteo de muertes de la pandemia están destinadas a crear falsedades oficiales.

Sin embargo, ¿realmente el gobierno brasileño quiere esta regresión para cambiar la estructura del Estado? Probablemente no. La figura del Ministro de Economía lo deja muy claro. No es más que la aplicación pesada del libro de jugadas ultraliberal de privatización total del país, un Chile de Pinochet 2.0, pero ahora con rasgos mesiánicos, no más que un cientificismo puro apoyado por un grupo militar cohesionado detrás (ver despidos de la semana pasada ) . Grespan, al tratar con la obra de Marx, indirectamente ayuda a comprender el desarrollo de las medidas brasileñas. La producción de un gobierno que hace creer a parte de la población que existe una conexión íntima entre el presidente y ellos es una fábula. El presidente es un títere del mercado, que tiene su presentación, darstellung, vinculado a la negación de todo lo que realmente hace. Es decir, sigue en Grespan[iii], el presidente se presenta como una cosa, pero esa cosa es sólo una representación, vorstellung, una forma vacía de contenido real, eine form, die keinen wirklichen Inhalt hat. Si la forma es contenido sedimentado, el contenido real de la presidencia es vacío, es metafísico, sólo existe en el discurso y funciona como mecanismo para mantener precisamente lo que niega: el ultraliberalismo en estado puro.

*Gustavo Felipe Olesko Doctor en Geografía Humana por la USP.

Notas


[i] En todo el texto y todas las citas de Foucault están presentes en FOUCAULT, Michel. Seguridad, territorio, población. São Paulo: Martins Fontes, 2008.

[ii] MARX, Carlos. El 18 Brumario de Luis Bonaparte. São Paulo: Boitempo, 2011.

[iii] Grespan, George. Marx y la crítica del modo de representación capitalista. São Paulo: Boitempo, 2019.

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