“Gente humilde” – un homenaje y una reflexión

Ademilson Eudócio, Familia de Retiros
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por LEONARDO BOFF*

El significado de la canción de Chico Buarque va más allá del significado que él mismo quiso darle

“Gente humilde” es una canción de Chico Buarque realizada en colaboración con otros. De su vasta y compleja obra, esta canción es para mí la más bella y significativa. Habla de los deseos que animan la teología de la liberación que da centralidad a las “personas humildes” y reconoce en ellas una fuerza histórica, poco valorada por los analistas sociales. Quiero homenajearlo en su 80 cumpleaños con una pequeña reflexión basada en esta canción. Todo es verdad en ella.

Las cosas verdaderas e identificativas de las personas se realizan más allá de la conciencia refleja. Son fuerzas que actúan desde lo más profundo de la vida y del universo, desde el inconsciente abisal y desde arquetipos ancestrales que emergen a la conciencia de las personas y a través de ellos se anuncian y emergen en la historia. Digo esto para superar una cierta interpretación que le da valor absoluto al tema y al significado consciente que pretende darle a su obra.

El significado de la producción de Chico Buarque va más allá del significado que él mismo quizás quiso darle. Ciertamente no pretende tener el monopolio del significado de la realidad que canta y describe. Hay múltiples facetas del significado que pueden ser captadas por los oyentes y lectores, quienes luego se convierten en coautores de la obra. Transcribo la canción “Gente Humilde”

“Hay ciertos días en los que pienso en mi gente
Y siento que todo mi pecho se aprieta
Porque parece suceder de repente
Me pidió que viviera sin darme cuenta
Como ellos cuando paso por los suburbios

Te doy la bienvenida en tren desde algún lugar.
Y luego me da celos de esta gente.
eso sigue adelante
Sin siquiera tener con quien contar

Son casas sencillas con sillas en la acera.
Y en la fachada está escrito arriba que es un hogar.
En el balcón flores tristes y vacías.
Con la alegría que no tiene donde tocar

Y luego siento tristeza en mi pecho
Hecho a pesar de que no puedo luchar.
Y yo que no creo le pido a Dios por mi pueblo
Son gente humilde, quiero llorar”.

Como teólogo y durante 50 años caminando con ambos pies, uno en la academia y el otro en los círculos pobres, considero que esta obra de Chico Buarque es la más conmovedora y perfecta. Traduce maravillosamente dos realidades.

El primero, “de la gente humilde”, de su completo desamparo social. No hay nadie para ellos. Siguen adelante con sus pocas fuerzas, sin contar con nadie, ni con el Estado, ni con la sociedad cerrada en sus intereses clasistas, a veces ni siquiera con las iglesias, aunque una parte de la Iglesia católica haya hecho una opción por los pobres, contra su pobreza y por su liberación.

Pero normalmente sólo cuentan con Dios y con ellos mismos. Las casas, cuando las tienen, son sencillas, con sillas en la acera, desde donde ven el mundo y comparten amistades. Tienen un alto sentido ético y un sagrado sentido de familia. La casa es pobre, pero es “un hogar”. Flores tristes y atrofiadas, parecidas a ellas, adornan la casa, pero reinan una discreta alegría y serenidad.

La segunda realidad que la canción traduce con fina percepción ética y psicológica es la reacción de quienes no son “gente sencilla” sino sensibles, humanas y solidarias. condición humana, en este caso, de Chico Buarque, Vinicius de Morais y Garoto, coautores de la letra y la música. El compositor piensa “en mi pueblo”, es decir, para Chico Buarque, existen y están ahí, cuando para tantos no sólo son invisibles sino que además no existen o son vergonzosamente despreciados.

Nota la diferencia de estatus social: viene muy bien en tren; ellos, a pie con seguridad, caminando mucho. Se le aprieta el pecho, le gustaría vivir como ellos, en el anonimato, sin que nadie se dé cuenta. Es más: siente “envidia de esta gente” por su valentía para afrontar la vida sola, luchar y sobrevivir sin nadie que la ayude.

Y entonces emergen la solidaridad y la compasión en el noble sentido del término: ¿cómo podemos ayudarlos y estar con ellos? Surge el sentimiento de impotencia, “la tristeza en […] el pecho/ como un despecho de […] no poder luchar”.

Ante esta situación relatada por Chico Buarque, surgió la Teología de la Liberación, que aún involucra a miles de cristianos en varios continentes. Estos cristianos asumieron un compromiso liberador, confiando en la “gente humilde” y en su fuerza histórica. Pero la herida es demasiado grande. Es posible que nuestra generación o la próxima no puedan cerrarlo. Nos asalta un sentimiento de impotencia, pero sin perder nunca la esperanza de que otro mundo sea posible y necesario.

Es entonces cuando pasamos a la última referencia. Debe haber Alguien, dueño del mundo y del curso de las cosas, que pueda arreglar esta humillación. Incluso quien no cree, pero no ha perdido el sentido de humanidad, percibe el significado liberador de la categoría “Dios”. Y luego, con emoción incontenida, el poeta canta: “Y yo que no creo, pido a Dios por mi pueblo/ son gente humilde, quiero llorar”.

La impotencia se supera porque triunfa la emoción del corazón. Se invoca a Dios, desesperadamente, como fuente última de significado. Frente a personas humildes, sufrientes, anónimas, toda incredulidad sería cinismo, toda indiferencia, inhumanidad. El efecto final es el mismo: “dan ganas de llorar”. Y lloramos o nos enjugamos discretamente las lágrimas de emoción, indignación y compasión.

No hay momento en que escucho esta canción que no me salten lágrimas a los ojos, porque es tanta la verdad y es tan cierto el sentimiento que la única reacción digna son las lágrimas que, según San Pablo, son un don del Espíritu Santo. Esto es humanismo puro, del que también fue testigo Jesús de Nazaret, que se sintió conmovido por su pueblo abandonado como ovejas sin pastor.

Y he aquí la reflexión de un teólogo sobre la “incredulidad” de Chico Buarque, dicha en esta canción. Necesitamos discernir e identificar cuál es la creencia verdadera y cuál es falsa. Esto queda claro cuando tomamos conciencia del verdadero significado de “Dios” y de dónde Él se permite encontrar bajo otros nombres.

Hay quienes dicen no creer, pero se preocupan por la “gente sencilla”, son sensibles a la justicia y se niegan a aceptar el mundo perverso que encuentran. Y hay quienes creen en Dios pero ni siquiera ven a la “gente sencilla” y son insensibles a la injusticia social y se adaptan tranquilamente al mundo perverso en el que se encuentran.

¿Donde esta Dios? ¿De qué lado está Él? Por todo lo que aprendemos de los profetas y de la reflexión cristiana, Dios está infaliblemente del lado de quienes se acercan a la “gente sencilla”, se comprometen con la justicia y se llenan de ira sagrada contra este mundo perverso. Esto se debe a que el verdadero nombre de Dios es justicia, solidaridad y amor.

Quien tiene a Dios continuamente en los labios y lo profesa con sus palabras pero se aleja de los “humildes”, hace la vista gorda ante las exigencias de la justicia y no le molesta la solidaridad, está lejos de Dios y carece de su gracia. El Dios en el que crees no es más que un ídolo porque no hay amor, solidaridad y justicia.

Chico Buarque se puso, sin proponérselo, del lado del Dios vivo y verdadero porque se puso del lado de la “gente humilde”. Vuestro compromiso os sitúa indefectiblemente al lado de Dios y en el centro de su proyecto de un Reino de amor, de justicia y de paz.

Aún más. En la tarde de la vida, cuando todo esté decidido, el criterio será, según Jesús (ver el evangelio de san mateo 25, 41-46), cuánto hemos sido sensibles a los “humildes”, a los hambrientos, a los sedientos, a los pobres y a los penalizados de nuestra historia. Quienes lo hicieron escucharán las palabras de infinita bienaventuranza: “fue para mí que lo hiciste”; “Venid, pues, benditos de mi Padre, y tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

Para mí, “Gente humilde” sería suficiente para inmortalizar a Chico Buarque en el corazón de todos aquellos que no pasan junto a los caídos en el camino, sino que se detienen como samaritanos, sufren y lloran juntos. Chico Buarque vivió la misma experiencia que su patrón Francisco de Assis. Esta experiencia lo transformó de hijo de un rico comerciante a amigo y compañero de los más pobres entre los pobres, los leprosos. Habló de ellos como su “gente pobre”, gente humilde de Toscana. Burgués y miembro de “jeunesse dorée” que era, lo dejó todo y se hizo pobre como ellos. Se llamaba simplemente “el pobrecillo de Asís”.

Y ahora digo como teólogo: detrás de esta “gente humilde” de todos”poverellos” se esconde el Hijo de Dios. Dignificar al “pueblo humilde”, como lo hizo Chico Buarque, es rescatar lo mejor de la herencia humanística de nuestra historia y del Jesús histórico que vio en los pobres a los primeros herederos de su sueño. Siempre estuvo del lado de los ciegos, de los cojos, de los afectados psicológicamente (posesión, en el lenguaje de la época) y también se hizo pobre.

Para vivir esta dimensión no es necesario ser religioso ni creer en Dios. Lógicamente, si eres religioso y crees en Dios, saldrás reforzado. Pero no es imprescindible. Simplemente sé humano, amante de la justicia y cantante del amor. Aquí es donde se realiza la religión auténtica y allí se encuentra el Dios verdadero.

*Leonardo Boff Es teólogo, filósofo y escritor. Autor, entre otros libros, de Sostenibilidad: Qué es – Qué no es (Vozes). Elhttps://amzn.to/4cOvulH]


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