espejo de la gente de la vida

Imagen: John Lee
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por ALEXANDRE ARAGÃO DE ALBUQUERQUE*

Conciencia intercultural y diálogo.

Paulo Freire

Cuando pienso en Paulo Freire, siempre lo pienso en movimiento, en el espacio-tiempo y con el espacio-tiempo, buscando construir dinámicamente el futuro soñado desde el presente concreto. Según él, el futuro no es inexorable; tenemos que hacerlo, producirlo, o no saldrá como más o menos queríamos. No podemos hacerlo de manera arbitraria, sino con los materiales, con lo concreto que hemos agregado al sueño por el que luchamos.

En este sentido, la educación es un tema fundamental como acto de conocimiento, no sólo de contenidos, “sino de la razón de ser de los hechos económicos, políticos, ideológicos, históricos, que explican el mayor o menor grado de interdicción del cuerpo consciente”. a que estamos sometidos”. (Freire, La educación como práctica de la libertad.).

La concientización para Freire es una categoría y un proceso central. Si para posiciones dogmáticas y mecanicistas, tanto en el espectro de derecha como de izquierda del pensamiento político, la conciencia se configura como una especie de epifenómeno, como resultado automático y mecánico de los cambios estructurales, para Freire, la conciencia crítica, entendida por él como tal, es no es pura reflexión, aunque no sea la causa de la realidad. Y aquí me gustaría citarlo literalmente cuando habla magistralmente del proceso de conciencia crítica:

Si no hay conciencia sin desvelar la realidad objetiva, como objeto de conocimiento de los sujetos que intervienen en su proceso, tal desvelamiento, aunque resulte en una nueva percepción de la realidad puesta al descubierto, no es suficiente para autentificar la conciencia. Así, el ciclo gnoseológico no termina en la etapa del conocimiento, la conciencia no puede detenerse en la etapa del desvelamiento de la realidad. Su autenticidad se da cuando la práctica de develar la realidad constituye una unidad dinámica y dialéctica con la práctica de transformar la realidad: conocimiento-de-la-realidad-y-transformación-de-la-realidad, en su dialéctica. (Freire, Acción cultural por la libertad y otros escritos).

 

diálogo intercultural

Un segundo tema que propongo como aporte trata sobre el tema del diálogo intercultural. Recuerdo que en una conversación con Boaventura de Sousa Santos, allá por 2008, tratándose de algo que él señala como la necesidad de una “sociología de las traducciones”, en el sentido de establecer una base de significados y palabras comprensibles entre las diversidades de luchas libradas en el tiempo presente, que a veces provocan impedimentos para la comprensión recíproca entre sujetos-y-grupos debido al fraccionamiento y especificidad de las pautas de acción, le pregunté sobre relatos de experimentos en la aplicación de su teoría. Pero no supo, en ese momento, señalar ninguno.

Freire nota algo de importancia. Afirma que la forma de llevar a cabo diálogos interculturales pasa principalmente por trabajar las similitudes entre sí, y no solo las diferencias, para crear unidad en la diversidad, fuera de la cual no ve cómo mejorar y hasta cómo construir una democracia ( o democracias, diría yo) sustantivas y radicales. (Freire, Pedagogía de la Esperanza).

En esta línea, por tanto, surge la cuestión del diálogo, no como componente accesorio, sino como central en el proceso de transformación de la realidad, como medio para tender puentes entre las distintas partes con sus proyectos singulares, así como para recomponer hilos rotos e iniciar nuevos formatos de comunicación entre culturas y libertades. Y en ese sentido, continuando con las indagaciones iniciadas con Boaventura, pregunto: ¿cuáles serían las condiciones para que se produzcan diálogos amplios, claros, honestos, acogedores y propositivos?

La italiana Chiara Lubich (1920-2008), ganadora del premio Educación para la Paz (UNESCO-1996), ofrece un método muy desafiante, muy cercano al pensamiento de Lao-Tse (604-517 aC), fundador del taoísmo. El eje central del diálogo que ella propone está en “hacerse uno”. Este método implica un doble movimiento: salir de sí (=vaciarse) para aceptar la realidad del otro, en un tipo de integración que no sería anulación de uno mismo ni fusión con el otro, sino que concretaría una disponibilidad de efectivo escucha y relación recíproca, liberando corazón y mente, para crear en sí mismos un lugar de silencio en el que el otro pueda hablar sin sufrir coacciones. El segundo movimiento consiste, en consecuencia, en contener al otro dentro de uno mismo, mediante la superación de los confines de uno mismo, estableciendo una nueva residencia relacional en la que sentimientos y pensamientos se convierten en una especie de patrimonio mutuo, capaz de desencadenar cambios y señalar caminos. (Vera Araújo en O Conflito, manuscrito, 2010).

De hecho, como nos recuerda Alain Badiou, el Pensamiento sólo puede liberarse de su impotencia a través de algo que excede su orden. Sólo a través de una operación insustituible, capaz de reordenar la muerte y la vida en sus lugares, mostrando que la vida no ocupa necesariamente el lugar de la muerte. Para Badiou, esta operación se llama “resurrección”, entendida como la reinvención de un modo de vida que se aleja de la repetición y produce nuevos modelos de pensar, vivir y actuar. La resurrección implica una nueva fe junto con una nueva militancia. El Sujeto vivo debe determinarse no sólo en su surgimiento, sino también en su obrar. El amor es el trabajo del que es capaz la fe. Creer se demuestra eficaz a través del amor. A través del amor se descubre que nuestra energía no está en contra de la verdad, sino a favor de la verdad. Una energía sólo puede ser verdadera si tiene en cuenta a toda la humanidad, sin excepción. Sólo hay singularidad si existe lo universal; de lo contrario, fuera de la verdad, sólo hay particularidad. (Badiou en La base del universalismo., Boitempo, 2009).

También, como atestigua Emmanuel Levinas, la responsabilidad del yo ante un rostro totalmente extraño que lo mira fijamente constituye el hecho primitivo de la fraternidad humana, es la postura básica del humano ético. La responsabilidad por los demás es lo más sustancial en mí y lo que me constituye como ser humano. Es lo que da “espíritu al humus”. El otro, en su vulnerabilidad, me hace igualmente vulnerable y no puedo evitar su mirada. Cuando lo percibo, no sólo a través de mi inteligencia, sino a través de mi conciencia, lo siento como debajo de mi piel. Me pongo en tu lugar y sufro tu sufrimiento en mí. Sentir en mí el sufrimiento del otro es una dimensión, como vimos más arriba, típica del “hacerse uno” lubichiano, para comprender al otro en su realidad tanto como sea posible y ser solidario con él en la búsqueda de la superación de su sufrimiento. La ética, entendida en la perspectiva de Levinas, se afirma a través de la relación cara a cara con el otro. El paso de la ética a la política está marcado por la presencia/llegada de un tercero, es decir otros, la multiplicidad de sujetos que fundan y constituyen la polis..(Apud. Lana en Marcel Mauss y el Ensayo sobre el don, Revista de Sociología Política, junio de 2000).

O, como también puede verse desde la perspectiva de la “transmodernidad” presentada por el argentino Enrique Dussel: es necesario romper la colonialidad del poder, el saber y el ser en el mundo occidental, a partir de la exterioridad negada que emerge como categoría de análisis de la alteridad, en una Ética de la Liberación, que parte del otro como víctima de la modernidad occidental eurocéntrica.

Finalmente, como afirma Albert Jacquard, retrocediendo al pasado, a los seis millones de años en los que se originó el homo, todos los seres humanos están emparentados porque proceden del mismo germen (hermanos = germanus). Es más, si retrocedemos tres mil millones de años hasta el origen de los seres vivos, el ser humano está relacionado con todos los seres vivos. A diferencia de los demás, sólo el Homo supo construir la humanidad, esa es su especificidad. Ser humano es participar en esta construcción. Rescatar la fraternidad es, por tanto, sentirse hermanos y hermanas de todos los humanos, recuperar el sentimiento gregario perdido en el proceso de civilización, rehermanar a la humanidad. (Jacquard en Filosofía para no filósofos, Campus, 1998).

Concluyo con Caetano Veloso:

la gente mira al cielo
La gente quiere conocer al Único
la gente es el lugar
De preguntarle al Uno

la gente es muy buena
La gente debe ser la buena
Tienes que tener cuidado
Respetar el bien

espejo de la gente de la vida
dulce misterio

*Alexandre Aragão de Albuquerque Máster en Políticas Públicas y Sociedad por la Universidad Estatal de Ceará (U.

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