Gastos del Estado

Imagen: Anselmo Pessoa
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por JOSÉ RAIMUNDO TRINDADE*

La barbarie de la Enmienda Constitucional 95/16

El gasto estatal está creciendo en todas las economías capitalistas a lo largo de la historia, esta perogrullada estadística fue descrita inicialmente por el economista alemán Adolph Wagner, comenzando a denominarse, aunque de forma imprecisa, ley de Wagner[i]. La complejidad del sistema de reproducción capitalista explica en parte los crecientes gastos, pues uno de los principales rubros de los gastos estatales se refiere a la infraestructura económica y social y al mantenimiento de las instituciones destinadas a la gestión del propio Estado.

En este breve artículo buscamos detallar teóricamente los gastos estatales desde una perspectiva marxista, estructurando su composición de manera genérica, lo que nos permitirá establecer una primera aproximación evolutiva de los gastos estatales y la defensa de la inevitable tesis de la imposibilidad de mantener, en cuanto a las relaciones capitalistas, la rigidez de la Modificación Constitucional del Tope de Gastos (CE 95/16).

O'Connor (1977) divide el gasto estatal en dos tipos: capital social y gasto social. El capital social es el gasto estatal necesario para la “acumulación privada rentable”, bajo este rubro tenemos el gasto en “capital físico”, es decir, infraestructura sentido estricto (carreteras, aeropuertos, ferrocarriles, puertos, instalaciones eléctricas, agua y saneamiento, estadios deportivos, etc.) ejemplo.

Los recursos gastados por el Estado en estos rubros proveen “bienes o servicios que el capital privado requiere en forma permanente”, garantizando la maximización de las ganancias privadas al garantizar el flujo regular de estos recursos a precios mínimos y estables. Esto hace que los gastos estatales sean fundamentales para el capital privado, permitiendo el uso más eficiente de su capital, algo que la teoría neoclásica llama “garantizar externalidades”.

También vale la pena señalar que los trabajadores estatales producen parte de los componentes del salario real de la economía, por ejemplo, los servicios sociales, o elementos del capital constante, como la investigación y el desarrollo científico. De esta manera, el aumento de la productividad del sector estatal beneficia al sector capitalista, ya sea por la reducción de los costos salariales o por la reducción de los costos de capital constante.[ii], lo que permite aumentar la rentabilidad del capital privado.

En la medida en que las relaciones mercantiles se generalizan, una parte, una fracción importante de las actividades que demandan una parte de los ingresos del Estado, pasa a ser realizada por unidades de producción capitalistas, pero siempre se mantiene un sector que no puede ser capitalizado y, por otro lado, Por otro lado, nuevos sectores de baja rentabilidad, altos riesgos o improductivos siguen siendo asumidos por el Estado. Cabe señalar, además, que las crisis permanentes del sistema capitalista obligan a una creciente presencia del Estado en la gestión de determinados sectores de la economía, despejando obstáculos a la acumulación de capital o actuando en la estabilidad parcial del sistema.

Los gastos necesarios para los procesos de control social también van en aumento, en particular en lo que se refiere al mantenimiento de las fuerzas coercitivas y de seguridad policial. Engels (2002, p. 203-04) estableció este elemento como un rasgo llamativo del Estado en general, resultante de la división de la sociedad en clases, según él que “la fuerza pública existe en todo Estado; se compone no sólo de hombres armados, sino también de accesorios materiales, prisiones e instituciones coercitivas de todo tipo”. Podemos recordar aquí que solo en los EE.UU. existen “más de 17.000 cuerpos policiales, atendidos por un contingente de recursos humanos superior a los 900 mil individuos, y en los últimos 20 años se han cuadruplicado los gastos con seguridad pública”[iii].

Los gastos de guerra y el mantenimiento de fuerzas militares más estructuradas y activas durante períodos más prolongados son otro factor responsable del creciente esfuerzo fiscal y del endeudamiento del Estado. El denominado complejo “militar-industrial” es uno de los elementos centrales de presión presupuestaria en los principales estados capitalistas modernos, siendo su principal forma de financiación la deuda estatal.

Por otro lado, también aumentan los gastos vinculados al proceso de legitimación social que, como hemos visto, se fundamenta en la relación salarial y requiere renovados procesos de adaptación, como cambios en los sistemas salariales, seguridad social y políticas de salud pública, provocando el mantenimiento de las instituciones necesarias para apoyar estos procesos. Se incluyen en estos “gastos sociales” aquellos recursos destinados a lo que Marx (2012), en el libro Críticas al Programa Gotha, llamado “satisfacer las necesidades colectivas”, como escuelas, instituciones de salud, etc.

También se debe considerar la capacidad organizativa y de lucha de los trabajadores, factor importante en la configuración de la estructura presupuestaria general de los gastos del gobierno, y se pueden destacar dos elementos de estos gastos que están directamente influenciados por la lucha de clases: (i) los recursos destinados a la satisfacción de necesidades colectivas, como escuelas, instituciones sanitarias y de salud pública, etc.; y (ii) fondos de manutención para personas incapaces de trabajar, tales como seguridad social y seguridad social.

Gastos del Estado destinados a beneficiar el capital social

La intervención estatal en sectores importantes, incluidos los rentables, está ligada en términos generales a las condiciones sociales necesarias para la reproducción del capital. El término general se refiere a realizar actividades indispensables para el conjunto de la burguesía, por ejemplo: investigación, suministro de insumos energéticos estables, comunicaciones e infraestructura vial. El capital social se define como el “movimiento de la suma de los capitales individuales y, por tanto, del capital total de la clase capitalista”. Incluidos en esta totalidad están los capitales de las corporaciones, algo que se ha vuelto preponderante en el capitalismo contemporáneo, y los capitales del Estado, “en la medida en que los gobiernos emplean trabajo asalariado productivo en minas, ferrocarriles, etc. y así funcionar como capitalistas industriales. [iv].

Estos gastos del Estado están destinados a suplir la infraestructura física necesaria para el desarrollo de las actividades económicas y también para la reproducción social, siendo parte de la infraestructura económica necesaria para la acumulación, tales como los sistemas de transporte vial, el sistema de energía y electrificación, y el sistema sanitario y de salud. estructura Abastecimiento de agua. La infraestructura social necesaria tanto para el desarrollo de las condiciones de reproducción capitalista como para el abastecimiento de las necesidades sociales colectivas en general tienen características de bienes públicos, es decir, utilizar valores que no pueden ser comercializados convencionalmente por sus características de uso colectivotales como parques, carreteras e instalaciones sanitarias.

En este sentido, debe considerarse que casi todas las partidas de gasto estatal incluyen elementos del “fondo de consumo social”, ya sean carreteras, aeropuertos, escuelas, hospitales, edificios de asistencia pública, estructura urbana, etc. Este fondo es formalmente similar al capital fijo, porque su desgaste se da de manera paulatina y funciona como un “instrumento de consumo” (HARVEY, 1990), en el caso, por ejemplo, de la provisión de servicios como agua y electricidad, que requieren grandes inversiones iniciales, altos costos de producción y muy bajas “tasas de retorno”, lo que imposibilita, al menos temporalmente, que la explotación capitalista sea asumida por el Estado y financiada a mediano y largo plazo principalmente a través de deuda pública[V].

Gastos del Estado destinados a legitimar el sistema y control social

La configuración capitalista basada en Capital social y en los grandes conglomerados oligopólicos presenta una cohesión económica que se materializa en una fuerte unidad en la intervención política. La “cartelización unifica el poder económico y así aumenta directamente su eficacia política”, lo que culminaría en la capacidad superior del Estado capitalista para enfrentar parcialmente las condiciones de crisis de la dinámica de acumulación, pero también para acomodar intereses de otras fracciones de clase.[VI].

La acomodación de intereses no significa, en modo alguno, una pretendida condición autónoma del Estado en relación con las clases sociales, sino más bien una consecuencia de cambios puntuales en las relaciones estructurales que componen el sistema, sobre las cuales el Estado actúa como fuerza reguladora. . De esta forma, puede recordarse que los cambios en torno a la regulación de la relación salarial en la posguerra, en las principales economías capitalistas, fueron mucho más resultado de la presión de los movimientos obreros y de la peculiar situación de las décadas de 40 y 50. XNUMX que exactamente de las intervenciones mayores o menores del Estado keynesiano.

No hay nada que sugiera que los cambios puntuales ocurridos hayan alterado la estructura de explotación de la mano de obra, ni que no sean reversibles en una situación de crisis, que parcialmente comenzó a ocurrir a partir de la década de 80, siguiendo los crecientes flujos de mano de obra global. circulación de capital de préstamo, bajo la forma de un “nuevo poder financiero”.

Consideramos que el Estado no es un poder impuesto; es más bien producto de las propias contradicciones y antagonismos sociales, sin embargo, para que “estas clases con intereses económicos contrapuestos no se devoren entre sí y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, es necesario un poder colocado aparentemente por encima de la sociedad”[Vii]. La idea de la apariencia por encima de los intereses de clase es un aspecto fundamental de la estabilidad de las relaciones de clase y del papel que juega el Estado.

Las instituciones reconocidas como bienestar social son necesarias para el poder de clase. La diversidad de compromisos sociales que asume el Estado estaría en función de dos aspectos: i) la reproducción de la dominación de clase en el largo plazo, aun cuando en determinados períodos sea necesario imponer sacrificios materiales a sectores de las clases dominantes; ii) la lucha de clases se impone como fuerza específica; las funciones sociales del Estado dependen directamente de la intensidad de la movilización popular. Los cambios que se imponen institucionalmente, incluso aquellos cuyo logro fue provocado por la presión de los sectores populares, pasan a formar parte de la dinámica capitalista, en la medida en que sean asimilables en el ciclo de acumulación y no contradictorios con las condiciones de equiparación de la tasa. de la ganancia y la competencia entre los capitales[Viii].

Este proceso de conquista de cuerpos y almas se realiza a través de una amplia red de instituciones de producción y control ideológico, desde las escuelas hasta los diversos medios de comunicación. Estos factores se basan en una base de legitimidad social basada en la relación salarial. El Estado, como componente importante del proceso de legitimación de las relaciones de producción capitalistas, debe seguir obligatoriamente los mismos lineamientos que todo el sistema: la adopción de una relación salarial entre su personal subordinado, aun cuando, como vimos anteriormente, estos trabajadores sean consumidores y no productores de plusvalía.

La hegemonía no es el resultado de un mero derivado superestructural del dominio económico y social, sino el resultado de acciones permanentes de un variado conjunto de agentes que están destinados a crear o reforzar la base legitimadora de la sociedad. Así, el consentimiento de la sociedad en su conjunto a los intereses dominantes se da a través de la hegemonía ideológica, pero a través de organismos que legitiman las relaciones sociales y los aparatos coercitivos del Estado. Gramsci afirma que “el Estado es el conjunto de actividades prácticas y teóricas mediante las cuales la clase dominante no sólo justifica y mantiene la dominación sino que busca ganarse el consentimiento activo de aquellos sobre quienes gobierna”.[Ex], por tanto los mecanismos de coerción, control y persuasión son formas interconectadas en el Estado capitalista.

Por otro lado, el Estado constituye una fuerza de represión de una clase dominante sobre las demás. Hoy en día podemos utilizar una doble expresión que denota un contenido similar, pero más relativo: control y legitimación. El primer término, control, refleja más claramente la noción de represión como una imposición coercitiva policial o militar; el segundo término, legitimación, refleja la noción de hegemonía de Gramsci, como se vio anteriormente. Carnoy (1986) observa que incluso el “sistema legal es un instrumento de represión y control, en la medida en que ha establecido las reglas de comportamiento y las refuerza para ajustarlas a los valores y normas burgueses”.

La sociedad capitalista contemporánea necesita una mejora creciente de estas fuerzas internas de represión, ya sea por la incapacidad estructural del sistema para incluir a sectores crecientes de la población en el mercado laboral, reforzando la marginalidad y formas más o menos excusadas de supervivencia; ya sea por la represión de las fuerzas obreras organizadas, como en el país central del capitalismo (EE.UU.) el 3% de su población adulta (hay 2,3 millones de personas en prisiones y cárceles federales y estatales, la gran mayoría hombres y mujeres negros) o está en la cárcel o en rehabilitación[X]

Guerra y gasto estatal militar

Una de las características más llamativas del capitalismo central en este siglo será el crecimiento de la industria de guerra, cuyo poderío ha desarrollado, en el caso de EE.UU., por ejemplo, una auténtica estado militarista, esto se debe a que el principal demandante de esta industria es el Estado, cuya oposición es la creciente dotación de recursos necesarios para su financiamiento. De un presupuesto programado de aproximadamente 3,6 billones de dólares en 2018, cerca del 17% se destinó a la defensa nacional, siendo el promedio histórico en la posguerra de alrededor del 20%.[Xi]

Cabe señalar que el mantenimiento del sistema bélico/militar se hace posible dentro de la dinámica de acumulación, con un flujo permanente de valores en expansión, capaces de financiar los crecientes gastos del Estado en maquinaria de guerra. La industria de guerra realiza su producción teniendo al Estado como principal demandante, cuya capacidad de absorber esta oferta productiva está ligada a la renta total disponible en cada período, en función de la recaudación tributaria y de la oferta de capital de préstamo que se traduce en endeudamiento estatal. Según Hobsbawm (1995) el 7% del titánico PIB estadounidense se destinó a gastos de guerra a mediados de la década de 80. El gran enredo de la economía capitalista con su sector militar converge en un aspecto específicamente importante para el tema de la deuda pública. De esta manera, es comprensible que, ante la restricción fiscal, la expansión de la deuda pública sea el medio para garantizar el financiamiento creciente de estos gastos. excéntricos del estado capitalista.

Considerando la lógica de los gastos estatales expuestos, cabe preguntarse qué grado de racionalidad económica existe en la Enmienda Constitucional 95/16, la modificación del techo de gastos. Veamos rápidamente algunos datos extraídos de las estadísticas mundiales. La participación del gasto público en el PIB alemán pasa del 10% en 1880 al 47% en 1985 y en el promedio de 2000-2010 es del 44%. En el caso de EE. UU., el gasto estatal evolucionó del 8% a fines del siglo XIX al 37% en 1985 y se estabilizó en un promedio del 35% en la década que terminó en 2010. Estas cifras se acercan a la gran mayoría de los países de la OCDE, con en Francia la media en el período 2000-2010 alcanzó el 51% y en el Reino Unido el 42,1%.[Xii]

El conjunto de gastos del Estado son componentes de una lógica interna de acumulación capitalista, parte de ella. La imposición de una legislación que vaya en contra de la propia dinámica del sistema puede tener dos consecuencias no triviales. En primer lugar, una ruptura con la propia capacidad de intervención del Estado que, como hemos visto, condiciona parte de la dinámica capitalista, que inevitablemente bloqueará la acumulación de capital y dará lugar a una profunda crisis estructural, que conducirá a una creciente desorganización de la economía; la segunda consecuencia resultante será la destrucción del propio tejido social, llegando incluso a alcanzar aspectos de hegemonía y control, adentrándose en una disputa centrada en el uso de la violencia y el aparato militar represivo, pero sin perspectiva alguna de equiparación o solución favorable a un arreglo que organiza la sociedad, es decir, se instituye la barbarie. Así, incluso para los señores fáusticos del Capital el grotesco EC95/16 es una espada colocada sobre sus cuellos bestiales.

*José Raimundo Trinidad Es profesor del Programa de Posgrado en Economía de la UFPA.

 

Referencias


CARNOY, M. Estado y teoría política. Campinas, SP: Papirus, 1986.

DUMÉNIL, G. & LÉVY, D. Superación de la crisis, amenazas de crisis y nuevo capitalismo. En: CHESNAIS, F. et al. ¿Una nueva fase del capitalismo? São Paulo: Chamán, 2003.

ENGELS, F. El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado. São Paulo: Centauros Editora, 2002.

GOUGH, Ian. (1975). “Gastos y capitales del Estado”. New LeftReview 92:53-92.

HILFERDIG, Rodolfo. Capital financiero. São Paulo: Nova Cultural, 1985.

MARX, Carlos. Críticas al Programa Gotha. São Paulo: Boitempo, 2012.

MARX, Karl.El capital: crítica de la economía política, Libro II: El proceso de circulación del capital [1885]. São Paulo: Boitempo, 2014.

O'CONNOR, J. USA: La Crisis del Estado Capitalista. Río de Janeiro, Paz y Tierra, 1977.

PIKETTY, T. El capital en el siglo XXI. Río de Janeiro: Intrínseco, 2014.

POULANTZAS, N. El Estado, el poder, el socialismo. Río de Janeiro: Edições Graal, 1985.

TAYLOR, Philip E. (1960) Economía de la hacienda pública. Madrid: Aguilar.

Notas


[i]La siguiente declaración está tomada de Taylor (1960, p. 11): “Las amplias comparaciones entre diferentes países y en diferentes momentos muestran que entre los pueblos progresistas (…), hay regularmente un aumento en la actividad, tanto en el gobierno central como de los locales (…)”.

[ii] GOGH, 1975.

[iii] Consultar: http://www.dpi.policiacivil.pr.gov.br/arquivos/File/aspoliciasnorteamericanas.pdf

[iv] Marx ([1885], 2014).

[V] Cabe señalar que los “bienes públicos” pueden ser privatizados y convertirse en parte del capital social, lo cual es bastante normal en la historia del capitalismo. En la actual fase de “globalización” del capital, la privatización de “activos” reales, principalmente empresas vinculadas a la provisión de infraestructura social, como electricidad y telecomunicaciones, fue un tónico en la reanudación del ciclo de expansión de la acumulación, en en este sentido es bastante interesante el análisis de Duménil & Lévy (2003).

[VI]Hilferding (1985).

[Vii]inglés (2002)

[Viii]Poulantzas (1985).

[Ex] Tomado de Carnoy (1986).

[X] Consultar: https://www.hrw.org/pt/world-report/2018/country-chapters/312941

[Xi] Controlar:  https://www.gpo.gov/fdsys/granule/BUDGET-2017-TAB/BUDGET-2017-TAB-6-1.

[Xii] Compruebe Piketty, 2014.

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