futuro dudoso

Imagen: Tejas Prajapati
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por MANUEL DOMINGO NETO*

Los golpes de hoy pueden ocurrir sin movimientos de tropas, como se demostró en 2016

Es imposible evitar especulaciones sobre lo que nos espera a corto plazo. Los que temen un golpe de Estado no carecen de sentido común. El presidente es lo suficientemente irresponsable como para no resignarse a la cada vez más segura derrota. Continuamente pierde apoyo y se desespera por el desempeño de su único oponente electoral efectivo.

El hombre no está solo en su desesperación y sabe cultivar la multitud enloquecedora. Sirve a los alérgicos al cambio social. Es apoyado por instituciones que están desligadas de las aspiraciones de los brasileños. Cautiva a los miembros de los instrumentos de fuerza secularmente endurecidos para mantener el inicuo orden social. Goza de la simpatía de movimientos ultraderechistas que están claramente en ascenso en todo el mundo.

Cuando la mayoría de los brasileños piensan en un golpe de Estado, se remontan a 1964. Algunos se remontan a 1937. Mucho ha cambiado. La tropa es la misma, formada por jóvenes sin oportunidades, pero los comandantes son diferentes. Ya no quedan generales legendarios, experimentados en la confrontación de ideas y con pretensiones de construir un país digno de corporaciones modernizadas, como las formadas por los franceses entre las dos guerras mundiales que decidieron imponer la “política del ejército”.

La indigencia intelectual de los actuales comandantes se hizo explícita recientemente con el llamado “Proyecto de Nación”, un repertorio de traición basado en el neoconservadurismo norteamericano.

Los golpes de hoy pueden darse sin movimientos de tropas, como se demostró en 2016. Además de la formación de un ambiente que en las bases llaman “psicosocial” y de “sinergias” con las armas civiles del Estado, los golpes de hoy también pueden darse con explosiones de violencia que justifican la salida de los cuarteles para la preservación del orden público.

Ante el llamado del actual representante, es posible que los marombados comiencen a golpear y matar sin encontrar la debida represión. El hombre ya demostró su insensibilidad ante la muerte de compatriotas. Los disturbios y disturbios pueden provocarse fácilmente de norte a sur. Las posibles oleadas de saqueo comercial se verán impulsadas por los millones de hambrientos.

No será difícil traumatizar a la sociedad con ataques contra líderes políticos. El caos sería estimulado por el sabotaje de los servicios públicos. Los clérigos hambrientos de dinero pueden inducir a los fieles a meterse en el lío.

Era imposible saber si los gobernadores y alcaldes serían capaces de controlar a sus policías militares y guardias civiles. ¿Y quién puede adivinar el comportamiento de las cámaras legislativas y judiciales? Este último no contuvo a tiempo la degradación institucional lavajatista. Ahora, por instinto de supervivencia, intenta enderezarse, pero le falta unidad y actúa con miedo.

Las fuerzas democráticas tardan en comprender que la democracia está en la cuerda floja. ¡Qué confianza en las instituciones! Atrás quedaron los días en que las campañas electorales de izquierda alimentaban la cultura democrática. Ciertos patrocinios pondrían celosos a los hombres de la Antigua República. En la caza de votos, en detrimento del debate político, los candidatos se limitan a las demandas específicas de sus “colegios electorales”.

Algunos se tranquilizan pensando que Washington no apoyaría un golpe de Estado en Brasil. ¿Porque no? Washington no se guía por el amor a la democracia. ¿Y si de la licitación resulta la aceleración de la entrega de los activos brasileños?

Es poco probable que las filas patrocinen las aventuras de un presidente tan desgastado. Pero aún pueden usar su extraña figura. El hombre podrá terminar su trabajo sucio montando una gran choza. Allí, los salvadores inmaculados de la patria atacarán una vez más. ¿Quién se atreve a predecir el final de la tragedia?

Es hora de discutir las trampas del Estado frente a la soberanía popular. No se trata sólo de ganar elecciones, sino de involucrar a la mayoría en la defensa del régimen democrático. Las instituciones que tenemos a nuestra disposición no fueron construidas para satisfacer la voluntad de los de abajo, sino para preservar el patriarcado, el legado de la esclavitud y la subordinación a quienes se imaginan ser los dueños del mundo.

*Manuel Domingos Neto es profesor retirado de la UFC/UFF, expresidente de la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa (ABED) y exvicepresidente del CNPq.

 

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