por MARCOS DE QUEIROZ GRILLO*
Consideraciones sobre el libro de Carlos Estevam: Freud, vida y obra
En el libro, el autor, Carlos Estevam, explica los principales fundamentos del psicoanálisis de una manera sencilla y accesible para el gran público. El libro es fácil de leer y comprender a pesar de la complejidad de las ideas de Sigmund Freud.
Se trata de un libro educativo que tomó como base rectora el clásico “El método psicoanalítico y la doctrina de Freud” de Roland Dabiez. Según el autor, su libro puede considerarse como “una especie de versión popular del ensayo de Dabiez”.
El libro se divide en dos partes: las ideas y la vida de Freud.
Las ideas de Freud
Surge la pregunta: ¿qué es el alma humana?
Para Freud, es mejor utilizar la palabra psique en lugar de alma. Esto se debe a que cuando hablamos del alma nos viene a la mente la idea de una entidad separada de nuestro cuerpo, que sigue viviendo después de la muerte y va al cielo o al infierno. Como la religión se encarga de explicar cosas sobre el alma, Freud estudió el funcionamiento de la psique, es decir, lo que nos sucede en la vida.
La psique abarca todas nuestras sensaciones, emociones, pensamientos, juicios, voluntades, deseos y las situaciones de conflicto entre ellos. Además, no hay que olvidar la memoria y la imaginación.
La psique es el conjunto de procesos mentales o psíquicos, incluidos los conflictos entre voluntades y deseos. Es diferente del cuerpo (procesos somáticos) y del alma (procesos metafísicos).
Todo proceso psíquico del que somos conscientes es consciente. El autor dice “[…] la conciencia es como una pequeña linterna en un cuarto oscuro: el objeto que ilumina se vuelve consciente, puede ser visto por mí y los demás objetos que no ilumina se vuelven preconscientes, están inmersos. en la oscuridad y no se puede ver en ese momento. El preconsciente está así constituido por los procesos psíquicos que momentáneamente desaparecieron del campo iluminado por la conciencia.
Sin embargo, los procesos preconscientes pueden volver a ser conscientes. Todo lo que la persona necesita hacer es querer que suceda. Basta con girar la linterna hacia la idea que queremos y ésta se hará consciente. Por el contrario, si quiere rechazar la idea, simplemente hazlo. Así, según Estevam, “el preconsciente está formado por procesos psíquicos que podemos hacer conscientes de forma espontánea y voluntaria, siempre que lo necesitemos”.
Muy diferentes son los procesos psíquicos inconscientes, que no pueden ser evocados voluntariamente. Para que tomen conciencia se requieren técnicas especiales, como la hipnosis, la sugestión o el psicoanálisis.
Hasta ahora ya sabemos qué significan consciente, preconsciente e inconsciente. El lector ahora puede comprender el siguiente diagrama:
El ego, es decir, yo. Esto es fácil de entender. Y, como lo indica el diagrama, el ego está formado por procesos psíquicos conscientes y preconscientes. Los niños, sin embargo, aún no han formado su personalidad y, por tanto, no tienen un ego adulto. Esto nos lleva a la pregunta: ¿de dónde viene el ego?
Según el autor, “el yo surge de lo que, en el diagrama, se ubica debajo de él, es decir, el infrayó y el superyó. Estos dos, combinados, dan como resultado el ego”.
Busquemos, entonces, conocer el significado de infrayó y superyó.
El infraego (o “primitivo"o incluso"que”) son los impulsos poderosos que no podemos controlar y que provienen de lo más profundo de nuestra psique. Son los procesos psíquicos que constituyen el infraego, que es amoral.
El superyó es sociedad, es moralidad, es educación. Está formado por la moral y los hábitos que la sociedad nos inculca desde que nacemos, en nuestro proceso de educación y socialización. Está dentro de nosotros, pero viene de fuera.
Como los niños aún están en el proceso de socialización, actúan por impulsos. Su superyó, aún en formación, no los reprime por completo. Está claro, entonces, que la sociedad hace que cada uno de nosotros adquiera un superyó, a través de la educación recibida en el hogar, en la escuela, en el trabajo y en la vida en general. Adquirimos conciencia moral, formando nuestro superyó que, según Estevam, “es la sociedad dentro de nosotros”. Freud llamó a este proceso de formación del superyó introyección. Significa inyectar, es decir, tomar algo que está fuera e inculcarlo dentro de nosotros. La introyección interioriza el exterior, las convicciones morales que hay entre nosotros.
Los instintos infraegoicos desconocen las convenciones sociales. Se guía por la satisfacción de necesidades orgánicas y psicológicas. El único proceso psíquico capaz de contener al infrayó es el superyó, que los niños aún no han introyectado del todo.
Volviendo al ego, es el resultado de una lucha que se libra cada minuto en nuestro interior entre el infrayó (instinto) y el superyó (conciencia moral). Con el desarrollo permanente de esta lucha se forma el ego, que no es más que nuestro infrayó disciplinado por el superyó.
Represión y sublimación
Volviendo a mirar el diagrama que representa los procesos psíquicos, entendamoslo de forma dinámica, como si de una película se tratase. Las tendencias psíquicas se enfrentan, cada una frente a sus antagonistas y buscando siempre la victoria. Así veía Freud los procesos psíquicos.
Dice el autor: “Nuestros impulsos instintivos son burdos e impactantes. Los impulsos de agresión, los sentimientos de odio contra todo lo que se opone a nuestros deseos, los impulsos sexuales violentos y brutales transforman al hombre en un ser animal e intolerable. La necesidad de vivir en sociedad, conviviendo con otros hombres, nos obliga a adoptar una de las dos actitudes siguientes: o bloqueamos e impedimos la exteriorización de los impulsos provenientes del infraego o adoptamos una segunda alternativa y transformamos esos impulsos bajos y instintos animales en buenos y moralmente elevados, en acciones compatibles con las necesidades de la convivencia social. La primera solución se llama acto de represión, represión o, simplemente, represión. La segunda solución se llama acto de sublimación o sublimación. La represión y la sublimación son, pues, los dos procesos psíquicos que utilizamos para dominar los instintos egoístas del infraego”.
¿Cuál es el mecanismo de represión? El superyó se encarga de este trabajo. Selecciona y reprime nuestros impulsos instintivos. El superyó actúa como el límite que existe en nuestra psique. Es como una autoridad fronteriza, entre dos países, llamada censura. Reprimir significa obligar a elementos indeseables a regresar al lugar de donde vinieron. La censura reprime impulsos inconscientes que quieren volverse conscientes, pero como son reprensibles desde el punto de vista de las convicciones del superyó, se ven obligados a permanecer donde estaban y, por tanto, no pueden volverse conscientes. Esto es lo que se demuestra en la parte izquierda del diagrama.
Viendo el diagrama como una película, entenderemos la represión como una fuerza constituida por un conjunto de ideas y sentimientos que se opone a otro grupo de ideas y sentimientos que son reprimidos porque son contrarios a las convicciones de la conciencia moral.
Los impulsos reprimidos suelen formar complejos. Se establece el complejo. En este caso, es el conjunto formado por aquellos deseos reprimidos y las emociones dolorosas que se sienten cada vez que se reprimen los impulsos. Los complejos dificultan la plena expresión de la personalidad. Conducen a sentimientos de inferioridad, ataques de ansiedad, obsesiones y estados angustiosos.
En la parte central del diagrama hay una flecha que puede salir del inconsciente y llegar a su destino final. Este es un ejemplo de un impulso que no fue bloqueado por el superyó. No ha sido censurado y podrá manifestarse en la vida consciente.
Ahora necesitamos explicar la flecha en el lado derecho del diagrama. Este es un impulso que intenta atravesar el superyó, es bloqueado, vuelve a insistir y logra pasar. Estos son los impulsos sublimados. El intento de engañar al superyó lo realizan cada día nuestros impulsos, que fingen ser lo que no son y muchas veces tienen éxito, logrando manifestarse en la vida consciente del ego, sin que éste u otras personas puedan hacerlo. descubre tu verdadera identidad. Esto es la sublimación.
Para Freud, la sublimación es positiva. La mayoría de las grandes vidas y grandes hazañas acaecidas en la historia de la humanidad sólo fueron posibles gracias a la sublimación.
Dice el autor: “Los grandes artistas, los grandes científicos, los grandes líderes políticos, todas las personalidades que lograron superar la media y convertirse en figuras destacadas gracias al talento y la tenacidad que revelaron en la realización de los proyectos más extraordinarios y audaces. todos los grandes hombres fueron, muchas veces, hombres cuyos instintos no se manifestaban tal como eran, no buscaban simplemente satisfacción de forma directa e inmediata y, por el contrario, se sublimaban, dejando de ser instintos egoístas y sedientos, se han convertido en fuerzas positivas de gran valor social”.
Para comprender la sublimación, Freud dice que una tendencia humana se intensifica mucho cuando ha incorporado en sí misma, para fortalecerse, fuerzas sexuales instintivas, del mismo modo que un pequeño arroyo puede verse extraordinariamente hinchado por las aguas de un caudaloso río. Puede ocurrir así que un hombre se dedique a su trabajo con el mismo entusiasmo apasionado con el que otras personas se dedican a sus amores, pues el trabajo puede representar para él lo que el amor representa para los demás, es decir, una forma de expandir su instinto sexual. . La sublimación es la capacidad que tiene la pulsión sexual de renunciar a su objetivo inmediato a cambio de otros objetivos no sexuales y más apreciados por la sociedad.
la vida cotidiana
En el capítulo 1 se presentó una visión general de las ideas de Freud. En éste seguiremos un itinerario más detallado, abarcando los actos de la vida cotidiana, los sueños, el sexo, las neurosis y las psicosis.
Em La psicopatología de la vida cotidiana Freud examina la vida cotidiana de las personas. Pequeños errores, olvidos, fallos de conducta, actos erróneos. Todo esto pasa desapercibido, como si tales errores carecieran de importancia. Para Freud, estos pequeños acontecimientos siempre tienen una razón de existir. No son hechos insignificantes, sino significativos porque siempre quieren decir algo de nosotros. Es nuestro inconsciente manifestándose. Tendencias afectivas ocultas, hechos producidos por causas inconscientes. Freud desarrolló la técnica asociativa para detectar las causas inconscientes de tales eventos.
El autor cita el ejemplo de Rousseau que siempre caminaba por el mismo lado de la calle, aunque le costara más tiempo. Después de mucho análisis, Rousseau descubrió el motivo: era el disgusto que sentía por un mendigo que se encontraba en la acera de enfrente, a quien siempre evitaba. Rousseau no podía admitir ante sí mismo que le disgustaba un ser humano y, por tanto, su psique le ocultaba esta debilidad. Me sentí inconscientemente disgustado. El hecho externo fue un signo, un efecto del proceso psíquico interno, pero Rousseau sólo después de algún tiempo se dio cuenta de la relación entre ambos.
Un niño de nueve años que padecía neurastenia pasó sus vacaciones matando y comiendo saltamontes. Se lo dijo a su médico. Éste, utilizando la técnica asociativa, utilizó la palabra ping-pong. Eligió la palabra saltamontes. La asociación del niño era con el verde. ¿Y a qué te recordó el verde? Un maestro por el que sentía una profunda aversión. Otra asociación que hizo fue que comer langostas le recordaba un pasaje del evangelio que cuenta cómo San Juan Bautista vivía en el desierto alimentándose de langostas. Y el niño idolatraba a Juan Bautista como una persona muy fuerte, casi un gigante. Idea de fuerza y poder. Sin duda, el niño estaba haciendo el papel del bueno que, para él, era San Juan Bautista.
Pero ¿por qué el chico quería ser fuerte y poderoso, precisamente en sus vacaciones? El niño era tímido y miedoso y sólo se sentía bien con su madre. Su padre le inspiraba miedo, al igual que la maestra “verde”. Durante las vacaciones el niño se deshacía de ambos y tenía a su madre para él solo. Sin embargo, el padre enfermó y monopolizó la atención de la madre, frustrando la expectativa edípica del niño de tenerla exclusivamente. Entonces, inventa una fantasía compensatoria: matar a los enemigos simbolizados por el saltamontes y comérselos para sentirse más fuerte y poderoso, como Juan Bautista.
Según el autor, Freud “pensaba que era posible saber lo que las personas ocultan sin recurrir a la hipnosis, simplemente observando lo que dicen o revelan”.
En palabras de Freud, “quienes tienen ojos para ver y oídos para oír están convencidos de que los mortales no pueden ocultar ningún secreto. El que no habla con los labios, habla con la punta de los dedos; Nos traicionamos por cada poro. Por lo tanto, la tarea de hacer conscientes las partes más íntimas de nuestra psique es perfectamente realizable”.
Un amigo de un médico le pregunta el nombre de una tienda que vendía cierto producto. El médico, aunque conocía bien la tienda, no lograba recordar el nombre, a pesar de esforzarse por recordarlo. Siempre que esto sucede decimos que tenemos mala memoria. Para Freud, en algunos casos, la causa del olvido es la existencia de una lucha entre fuerzas psíquicas opuestas. Una fuerza busca recordar y la otra olvidar. El médico, días después, al pasar por la tienda, vio que se llamaba lago. Utilizando el método de asociación de ideas, fijó su atención en la palabra. Me vino el recuerdo de un viejo amigo llamado Dr. Lago, que era el máximo goleador de un equipo de fútbol.
Luego vino otro recuerdo: el lago indio donde pescaba cuando era niño. Y así, asociando ideas hasta que vino al recuerdo de él y su hermano jugando en el lago con su perro, tirándole piedras para que él las fuera a buscar, hasta que, sin darse cuenta, golpeó con una piedra al perro que se hundió y murió. Este fue un recuerdo muy doloroso que inconscientemente intenté olvidar.
El hecho de que innumerables ideas estén de alguna manera relacionadas entre sí es lo que se llama tematismo psíquico.
Vida nocturna – sueños
Uno de los grandes méritos de la doctrina de Freud fue la observación de que no existe separación entre la vida normal que llevamos y la vida de los enfermos mentales. Al mostrar que lo anormal está más cerca de lo normal de lo que suponemos, Freud indica que curar lo anormal y restablecer la normalidad es mucho menos complicado de lo que suponemos. Esto aparece muy claramente en la teoría central del psicoanálisis: la teoría de los sueños.
La gran innovación de Freud fue centrar la atención científica en los sueños. Dijo: “la interpretación de los sueños es el camino principal que conduce al conocimiento de los aspectos inconscientes de nuestra vida psíquica”.
Fue a partir del estudio de los sueños que pudo formular una teoría sobre la neurosis.
Según Freud, “debemos señalar que nuestras producciones oníricas, es decir, nuestros sueños, por un lado se parecen mucho a las producciones de personas mentalmente enfermas y, por otro lado, son normales en un estado de perfecta salud”.
Es decir, añade Carlos Estevam, “las personas sanas cuando sueñan se parecen mucho a los enfermos mentales, y eso no significa que sean menos sanas. Quien no pueda comprender el significado de los sueños, no podrá comprender los procesos psíquicos mórbidos”.
Los estudiosos anteriores a Freud pensaban que los sueños eran causados por las sensaciones experimentadas al dormir. Para Freud, por el contrario, no soñamos con lo que sucede fuera de nosotros: soñamos con lo que existe dentro de nosotros. Para él, el sueño no es un problema somático, sino un proceso psíquico.
Para Freud, a diferencia de sus predecesores, los sueños no pueden ser simplemente un revoltijo de imágenes que se suceden sin ningún orden lógico. Al contrario, para él son coherentes. Tienen un significado. Tienen cierta lógica y cierta unidad. La culpa de la incapacidad de interpretarlos la tenemos nosotros y no los sueños. Los procesos psíquicos que tienen lugar en nuestra psique cuando estamos soñando tienen cierto grado de organización, es decir, existen conexiones entre las imágenes que aparecen en los sueños; algo parecido a las asociaciones espontáneas de ideas. Hay una temática determinada: son imágenes que pertenecen a una sola historia y, por muy confusas que estén, buscan contar algo en el lenguaje de los sueños.
¿Pero cómo probar esta tesis? ¿Cómo descubrir el significado de los sueños?
Para Freud, el sueño es sólo un efecto, un síntoma de una causa más profunda, así como el humo es un efecto del fuego. Si no podemos ver el fuego, el humo parecerá absurdo. Son los procesos psíquicos no conscientes, es decir, preconscientes o inconscientes, los que producen los sueños. Sólo vemos humo, nunca vemos fuego, por eso no entendemos por qué soñamos.
El método de asociación
Sólo podremos descubrir el significado de los sueños si utilizamos el método de las asociaciones espontáneas.
Una idea lleva a otra de forma natural. Es como si la primera idea se extendiera y atrajera la segunda idea a nuestro espíritu por sí sola. La segunda idea proviene de la primera idea, no de nosotros. Es importante señalar que esta relación actúa sobre nuestro espíritu sin que seamos conscientes de su existencia. ¿Por qué ocurre la asociación cuando recordamos una cosa y no otra? Cuando una idea evoca a otra, no evoca ninguna otra, sino sólo aquellas ideas que están unidas a ella por algún tipo de relación. Y la asociación no necesita nuestra injerencia: es una relación objetiva y no subjetiva.
Cuando dejamos que nuestros pensamientos fluyan libremente, sin interferir en la dirección que toma este proceso, vemos que las ideas se van asociando y pasan ante nosotros como nubes que atraviesan el cielo una tras otra. Durante este proceso pueden surgir emociones desagradables e indeseables. Pero no sabemos de antemano cuál será la concatenación de ideas. No somos nosotros quienes comandamos el desfile de ideas; Son ellos los que se nos imponen, uno tras otro, uno tras otro, gracias a la relación objetiva que existe entre ellos.
Esta relación objetiva entre ideas espontáneamente asociadas proporcionó a Freud la base científica sobre la que descansa su método psicoanalítico. Su método es científico porque se basa en hechos objetivos. Y es este método el que nos proporciona la clave para descifrar el significado de los sueños. Ahora bien, como las imágenes que aparecen en los sueños tienen una conexión asociativa con los procesos psíquicos inconscientes que producen el sueño, lo único que debemos hacer para descubrir las causas de los sueños es recorrer las asociaciones. Es como seguir el hilo de humo hasta llegar al fuego que lo provocó.
El psicoanalista pide a su paciente que se recueste en un cómodo sofá, cierre los ojos y deje que sus pensamientos fluyan libremente. Crea una situación similar a la de alguien que está durmiendo. La única obligación del paciente es participar, guiado por el terapeuta, en el proceso de asociación, donde se detectan los que forman un “tematismo”, es decir, una historia que revela el verdadero significado del sueño.
Para Freud, dice el autor, “cada sueño presenta dos tipos de contenido: un contenido manifiesto y un contenido latente. El primero es lo que aparece en el propio sueño. El segundo es el contenido oculto, es el significado oculto que sólo podemos descubrir a través del análisis”. Cuando aplicamos el método asociativo, partimos del contenido manifiesto y terminamos descubriendo el contenido latente (compuesto por pensamientos y sentimientos que pueden ser preconscientes o inconscientes), que nos revela la causa real del sueño. Para Freud, es importante señalar que el proceso por el cual el contenido latente se transforma en contenido manifiesto nunca es consciente, proceso que Freud llamó “el trabajo del sueño”.
La primera tesis fundamental de Freud es que los sueños tienen un significado. La segunda tesis fundamental es que todo sueño es la realización de un deseo.
A primera vista da la impresión de que el sueño perturbaría el sueño. ¿Dormiríamos mejor sin soñar? Para Freud, los sueños facilitan el sueño. Según él, “el sueño es el guardián del sueño”. Un deseo es una excitación psíquica. El deseo nos despierta del sueño. El sueño, guardián del sueño, elimina la excitación provocada por el deseo satisfaciéndolo a través de los sueños. Una persona que se muere de hambre sólo puede dormir si sueña.
Según Freud, “al dormir experimentamos la satisfacción del deseo y, satisfaciendo el deseo, continuamos durmiendo”.
Los detractores de Freud sostenían que si un sueño representa el cumplimiento de un deseo, todos los sueños nos traerían placer, ya que cuando cumplimos un deseo sentimos placer. Y en ese caso, no podría haber pesadillas. Freud se sale con la suya con esta pregunta de una manera sencilla, advirtiéndonos sobre el papel de la censura durante el sueño. El concepto de censura complementa la teoría de Freud sobre la interpretación de los sueños.
Existen las siguientes posibilidades cuando un deseo prohibido alcanza la barrera de la censura: (i) si los guardias también están dormidos, pasa directamente como está, sin que nadie se dé cuenta; (ii) si los guardias están medio dormidos y no pueden bloquear completamente el paso, el deseo se manifiesta de forma más o menos perturbada; y (iii) si los guardias están atentos y efectivamente impiden el paso y efectivamente intentan reprimir el deseo, éste utiliza el artificio que ya conocemos: se disfraza y así logra manifestarse indirectamente. Esta es la posibilidad más común y, por tanto, los sueños aparecen confusos y confusos.
Aquí se aplica la afirmación de Freud: “el sueño es la realización disfrazada de un deseo reprimido”. Un buen ejemplo es el sueño que combina dos factores: por un lado, el deseo de matar, por otro, la censura. De ahí el sueño que se hace realidad disfrazando un deseo reprimido.
Pero ¿qué pasa con la pesadilla?
En los sueños buscamos satisfacer los impulsos instintivos más primitivos y antisociales, todo lo que ha sido reprimido y no puede aparecer a la luz del día. Según Freud, “los deseos censurados son ante todo la manifestación de nuestro egoísmo ilimitado y sin escrúpulos”.
Carlos Estevam explica: “al dormir desconectamos del mundo exterior y centramos todo nuestro interés en nosotros mismos. Nuestro “yo” se sobrevalora, pasa a desempeñar el papel principal en todas las escenas y, sintiéndose libre y libre de toda obligación moral y social, nuestro “yo” se entrega en cuerpo y alma a los apetitos sexuales, lanzándose con avidez en busca de placer. A esta iniciativa de buscar el placer dondequiera que se encuentre, Freud la llamó libido. La libido busca objetos que produzcan placer, preferiblemente objetos prohibidos”.
Freud dice: la libido […] “elige no sólo la esposa de su prójimo, sino también los objetos a los que la humanidad entera suele conferir un carácter sagrado: un hombre elige a su madre o a su hermana, una mujer elige a su padre o a su hermano” .
Y continúa: en los sueños […] “el odio tiene paso libre. El hambre de venganza, el deseo de muerte en relación con la persona que amamos sobre todo en la vida, nuestros padres, hermanos, hermanas, maridos e hijos, tales deseos no tienen nada de excepcional en los sueños: son impulsos censurados que parecen provenir de un verdadero infierno".
El egoísmo y el erotismo son las dos fuentes de los sueños.
Pero el ser humano no es sólo animal. Además de sus instintos egoístas y eróticos, existen altas morales y aspiraciones socialmente apreciadas que surgen de la censura. Estas tendencias animales y socialmente elevadas chocan y viven en conflicto permanente. Por tanto, no todos los sueños son agradables. Por eso tenemos pesadillas.
Y así las define Freud: “[…] la pesadilla es muchas veces la realización develada de un deseo, pero de un deseo que, en lugar de ser acogido, ha sido repelido y reprimido. La angustia que acompaña el cumplimiento de este deseo es señal de que el deseo reprimido es más fuerte que la censura y que se está cumpliendo o se cumplirá, al contrario de la censura. El sentimiento de angustia que experimentamos representa angustia ante la fuerza de esos deseos que, hasta ese momento, habíamos logrado reprimir”.
Es realmente difícil entender cómo es posible que ciertos sueños muy desagradables puedan explicarse como el cumplimiento de algún deseo. Pero eso es lo que sucede.
Los mecanismos del sueño.
En resumen: (a) Todo sueño tiene un contenido manifiesto y un contenido latente; (b) el sueño representa una especie de traducción del contenido latente en contenido manifiesto; (c) Freud llamó a este proceso “trabajo de los sueños”.
Entre los principales tipos de trabajo onírico, Freud distinguió cuatro mecanismos: condensación, desplazamiento, dramatización y simbolización. Existen diferentes maneras de transformar el contenido latente del sueño en contenido manifiesto.
En condensación, el sueño suele ser breve, pobre y lacónico a pesar de que sus causas son mucho más ricas, profundas y complejas.
El desplazamiento es el proceso por el cual la carga afectiva que se libera durante el sueño no cae, como sería natural, sobre su verdadero objeto: la carga afectiva desvía su dirección y cae sobre un objeto secundario, aparentemente insignificante. Este es uno de los mecanismos fundamentales y ocurre tanto en los sueños como en los fenómenos psíquicos patológicos.
La dramatización es otro mecanismo onírico fundamental. Este fenómeno consiste en que nunca soñamos con ideas o relaciones entre ideas. El contenido de nuestros sueños siempre está formado por imágenes y asociaciones entre imágenes. Cuando estamos despiertos podemos razonar, cuando estamos dormidos sólo podemos imaginar. La actividad mental de los sueños se limita a imágenes de origen sensorial, imágenes visuales, auditivas, táctiles, etc. es una actividad mental de un tipo inferior al pensamiento racional. En otras palabras, los sueños traducen ideas en imágenes, y por tanto, la interpretación de los sueños tiene que ir en sentido contrario, es decir, descubrir cuál es el significado racional de las imágenes oníricas.
La simbolización se produce cuando las imágenes que aparecen en los sueños están en relación con otras imágenes.
el sexo
Los estudios de Freud sobre el sexo escandalizaron a la sociedad de la época. La importancia del sexo en la vida humana no podía ser aceptada por la moral de la época.
Carlos Estevam comenta que “siempre se combaten nuevas ideas cuando surgen, sobre todo cuando chocan con viejos prejuicios o viejos privilegios arraigados desde hace mucho tiempo”.
Para Freud el instinto sexual es una fuerza que nos excita y que actúa continuamente: esta fuerza nos proporciona un tipo especial de placer cada vez que la satisfacemos de la manera adecuada. El instinto existe y actúa con el objetivo de lograr un determinado objetivo. Este objetivo puede lograrse fácilmente por el hecho de que la satisfacción del instinto provoca en nosotros un sentimiento de placer. Si no sintiéramos placer satisfaciendo nuestros instintos, seguramente estos desaparecerían.
Para Freud una cosa es lo sexual y otra lo genital. Las relaciones genitales son sólo una parte de la vida sexual: las sensaciones sexuales no se limitan únicamente a las sensaciones genitales. El número de sensaciones sexuales previas al propio placer sexual es muy grande. Antes de entablar una relación genital, experimentamos una gran cantidad de procesos psíquicos como, por ejemplo, esperanzas y miedos, deseos y atracciones, encantamientos y ternura, ansiedad y agresión, etc. Todos estos procesos son sexuales y no genitales. De ahí que Freud notara que los procesos genitales constituyen sólo una pequeña parte de nuestra vida sexual. La vida sexual se compone de emociones sexuales sumadas a los fenómenos genitales.
Freud desarrolló la teoría de la función dual. La boca, por ejemplo, nos proporciona placeres gustativos, pero también nos proporciona placer sexual, como besar. Cada vez que una parte del cuerpo se transforma en fuente de excitación sexual, Freud le da a esa parte del cuerpo el nombre de zona erógena, es decir, zona que es capaz de generar erotismo.
Para Freud el significado de sexo es muy amplio, a partir del cual desarrolló su teoría del sexo.
Al afirmar que los niños, desde temprana edad, realizan actividades sexuales, Freud generó gran indignación entre sus contemporáneos ya que, durante siglos, la humanidad asumió que los niños eran inocentes ángeles asexuales. Esto se debe, seguramente, a que no tuvieron en cuenta la distinción entre sexo y fenómenos genitales.
Para Freud, el sexo adulto es el resultado de un largo proceso de evolución que comienza en el nacimiento. El instinto sexual está en nosotros desde que nacemos y se desarrolla hasta la madurez de la edad adulta. Cuando no se produce esta evolución suelen aparecer casos de perversión sexual. Son anomalías, aberraciones sexuales.
Para Freud, el primer período de la sexualidad infantil va desde el nacimiento hasta los cinco años, cuando luego entra en latencia, se incuba y se desvía hacia otras actividades. Un proceso de sublimación tiene lugar desde los cinco años hasta la pubertad. En este período de latencia aparecen las fuerzas del superyó, provocando la sublimación del instinto sexual. Surgen sentimientos de vergüenza y pudor en relación con el sexo.
En la pubertad, el instinto sexual se fortalece, despertando nuevamente a la vida. El sistema genital comienza a funcionar de manera diferente.
Según Freud, lo primero que experimentan los niños son sensaciones orales. De nuevo entra en juego la teoría de la función dual. La boca es una zona erógena y el placer que siente el niño al chupar es placer sexual, también conocido como erotismo bucal o erotismo oral.
Para Freud existen dos tipos diferentes de placeres sexuales. Un beso, por ejemplo, es lo que él llama placer preliminar. El placer de la eyaculación, u orgasmo, se llama placer de satisfacción y sólo es posible después de la pubertad. En la infancia los placeres ya son sexuales, a pesar de que no exista erección ni orgasmo.
Según Freud, “más tarde, en el momento en que ya se conoce el verdadero objeto sexual, el miembro viril, aparecen reflejos que redesarrollan la excitación de la zona bucal, que había permanecido erógena. No hace falta un gran esfuerzo de imaginación para sustituir el pecho de la madre o el dedo que lo sustituyó por el objeto sexual actual, el pene. Por tanto, esta impactante perversión que es chupar el pene tiene un origen de lo más inocente”.
La segunda fase que abarca el instinto sexual en la infancia es aquella en la que el ano aparece como fuente de placer sexual. Es la fase anal. Por ejemplo, la sensación de alivio que nos produce el acto de defecar es, para Freud, un placer de carácter sexual. Si no fuera así, nunca existiría el coito anal entre adultos, que es una perversión sexual común entre todos los pueblos de la tierra.
Según Freud, la perversión sexual sólo puede existir en base a algún tipo de actividad que fue normal durante la infancia. El individuo adulto siente placer, por ejemplo, en el coito anal porque ha habido alguna atrofia o alguna desviación en el desarrollo normal de sus sensaciones anales durante la infancia.
Al orinar, el niño, al mismo tiempo que satisface una necesidad fisiológica, experimenta placer sexual. Esto no es nada extraordinario ya que la micción está estrechamente relacionada con la eyaculación.
Para Freud, a diferencia de sus predecesores, no es en la pubertad cuando nace el instinto sexual. Este es el momento en que el instinto sexual adquiere su forma definitiva, cuando se vuelve maduro y adulto. Las diversas partes que componen la sexualidad infantil se unen, uniéndose para formar un todo único. Todas las zonas erógenas que antes vivían independientemente unas de otras pasan a conectarse entre sí y quedan todas subordinadas al mando de la zona genital, que pasa a predominar sobre las demás.
Carlos Estevam añade: “La transición a la pubertad no es igual para hombres y mujeres. En el hombre el paso es directo; En la mujer hay dos fases: en la primera la sensibilidad se localiza en el clítoris y, recién después de un tiempo, comienza a ubicarse en la vagina. El hecho de tener que pasar por dos etapas genitales coloca a la mujer en una situación inferior, ya que existe una mayor probabilidad de que se interrumpa el proceso normal de desarrollo. Por este motivo, Freud distingue dos tipos de frigidez femenina: la frigidez parcial en la que la vagina es insensible y sólo el clítoris es sensible; y una frigidez total en la que ninguna región puede excitarse”.
El complejo de Edipo
Edipo es el personaje principal de un mito griego cuya historia estuvo marcada por dos hechos trágicos: Edipo se casó con su madre y mató a su propio padre. Después de eso, consumido por el remordimiento, se perforó los ojos para castigarse.
Según Freud, esta misma historia se repite en la vida de los niños en relación con sus padres y madres.
El complejo de Edipo es un fenómeno que puede presentarse de tres formas distintas: en la infancia, la adolescencia y la edad adulta.
Durante la primera infancia, el complejo de Edipo, aunque de naturaleza sexual, no puede presentar características genitales. Esto sucede cuando el niño comienza a mostrar una preferencia exagerada por su madre. El niño empieza a querer que su madre exista sólo para él, se pone celoso de su padre y hace todo lo posible para eliminarlo de la relación con su madre. Al mismo tiempo, o más tarde, se siente culpable de una ofensa grave y siente remordimiento hacia su padre. A la niña le sucede lo mismo: empieza a desear a su padre y a repeler a su madre. En este caso, el nombre que recibe el complejo es Complejo de Electra.
Freud afirma que el complejo de Edipo es algo normal, que aparece y luego desaparece durante la infancia.
Carlos Estevam resume lo que ocurre en la evolución normal del complejo de Edipo, que aparece, gana fuerza y luego, poco a poco, se elimina sin mayores problemas:
El niño vincula con su madre a través del cuidado, la atención y el cariño maternal. Con el tiempo, empieza a querer a su madre para él solo. Poco a poco descubre la importancia de su padre. Se da cuenta de que no es el único que ama a su madre. Su padre también la ama y por eso se convierte en su rival. El niño quiere casarse con su madre, quiere tenerla completamente para él, sin la interferencia de su padre. Como ella ya tiene marido, el chico quiere eliminar a ese molesto rival. Lucha para conseguirlo pero, evidentemente, no puede vencer a su padre, ya que es mucho más poderoso que él. La forma que encuentra para vengarse es volverse agresivo, cínico, desobediente, burlón, etc.
Con el tiempo, el niño cambia su forma de amar. En lugar de querer a su madre para él solo, ahora adopta una nueva tendencia: quiere proteger a su madre, intenta envolverla en un manto protector contra cualquier cosa que pueda venir contra ella. Ella no permite que nadie la lastime. En esta etapa, continúa compitiendo con su padre, pero ahora admira las cualidades de su padre. Empieza a imitarlo, quiere ser como él y llegar a ser más importante que él. En este punto, el niño ya está “haciendo de hombrecito”.
A medida que se hace adulto, el niño se independiza, desconectándose poco a poco de su madre. A medida que su personalidad viril se va consolidando, deja de competir con su padre y empieza a tratarlo con normalidad. Como adulto normal, se interesa por otras mujeres. Un buen día se casa con normalidad, sin que el complejo de Edipo haya dejado huella más profunda en su personalidad.
Sin embargo, cuando, por alguna razón, determinados factores impiden este desarrollo normal, las consecuencias pueden ser muy dolorosas. Según los casos, el complejo de Edipo puede arruinar completamente la vida de un adulto: los hombres que no pueden superarlo suelen volverse afeminados, cobardes y temerosos; las mujeres adquieren una virilidad excesiva y dañina; Hombres y mujeres se vuelven indefensos y fríos, mostrando gran timidez sexual; Experimentan sentimientos de inferioridad y el miedo permanente a no ser aprobados en las cosas que hacen; Se sienten culpables por acciones que no realizaron sin que existiera ningún motivo para hacerlo; Se vuelven excesivamente agresivos o, por el contrario, se sienten desarmados ante la vida; y, a menudo, el complejo de Edipo provoca la homosexualidad masculina o femenina.
Las manifestaciones de Edipo durante la infancia son completamente normales. En la adolescencia la cosa se complica más pues la persona ya ha entrado en su fase genital. No es raro que la atracción hacia la madre esté ligada a sensaciones de placer localizadas en la zona genital.
Cuando el complejo de Edipo no se elimina con normalidad durante la infancia y continúa actuando en edades posteriores, se espera que se manifieste en diversas formas de síntomas durante la vida adulta.
Carlos Estevam resume este tema: “Supongamos que el niño, amando a su madre y odiando a su padre, es incapaz de afrontar la lucha contra su padre de hombre a hombre. Cuando esto sucede, el complejo entra en un camino anormal de evolución. Incapaz de luchar cara a cara con su padre, el niño se siente inferior y pronto comienza a experimentar sentimientos de remordimiento cuyo origen desconoce. Siente que algo malo está sucediendo, pero no puede descubrir la causa. Se siente culpable hacia su padre, pero no sabe por qué, ya que estos procesos psíquicos son inconscientes y reprimidos. Para redimirse de su culpa, el niño intenta encontrar alguna manera de obtener el perdón de su padre. Esforzándose por ser perdonado para liberarse de su angustia inconsciente, lo primero que hace el niño es abandonar la idea de una lucha de hombre a hombre contra su padre. Se deshace de su agresividad para obtener la indulgencia y la admiración de su padre. Para complacer a su padre, renuncia cada vez más a su virilidad, se vuelve servil y sumiso, se degrada y se hace inferior. En lugar de interpretar al hombre, comienza a interpretar a la mujer, tratando de identificarse con su madre para compartir con ella las simpatías y la atención de su padre”.
Al llegar a la edad adulta, en casos extremos el niño se vuelve homosexual. En casos menos graves, se vuelve un tipo sumiso y acobardado, que siempre siente la necesidad de sentirse inferior a los demás. En general, el mecanismo de este proceso es el siguiente. Al convertirse en adulto, el niño tiende a ver una reproducción de su padre en cada hombre con el que entra en contacto. Considera a todos los superiores como si fueran su propio padre. Mientras continúa experimentando sentimientos de culpa, intenta ganarse el favor de su jefe, su maestro, su jefe y las autoridades en general. Hace todo lo posible para ser agradable porque necesita, más que cualquier otra persona normal, sentirse aprobado por los demás y ganarse la simpatía y la indulgencia de los demás.
El complejo de castración
En ciertos niños existe un miedo mental a ser castrados o incluso la convicción de que ya han sido castrados (en el caso de las niñas). Este complejo puede surgir de muchas formas diferentes. El sentimiento de inferioridad de la niña por no tener pene, la idea de que todos nacen niño y algunos son castrados para convertirse en niña, la represión por parte de los padres del contacto frecuente que los niños tienen con sus genitales, entre otros.
Neurosis y psicosis
Hay muchos tipos de neurosis y psicosis. ¿Cuál es la diferencia entre ellos? En términos generales, la diferencia radica en el grado de conciencia que tiene la persona de su condición.
La persona piensa, por ejemplo, que otros la persiguen. Si siente esto pero, al mismo tiempo, es consciente de que es absurdo, entonces es simplemente neurótica. Pero, si por el contrario, crees que lo que estás sintiendo es verdad, que tu alucinación no es una ilusión, sino algo verdadero, entonces esto es una psicosis.
La psicosis es una enfermedad más grave que la neurosis porque el paciente no puede comparar lo que imagina con lo que sucede en la realidad; y pierde la conciencia de su condición.
Toda persona normal siente miedo ante un peligro. El miedo que siente el neurótico no es un miedo normal; Es un miedo morboso, patológico, enfermizo. Este miedo deriva de un peligro imaginario, un peligro que no existe. El peligro no existe, es imaginario, pero la angustia que siente es real.
Si a una persona normal le viene a la mente la idea de castrarse, ¿qué hace? Saca esa idea de tu cabeza y empieza a pensar en otra cosa. El neurótico lucha con esta idea, pero no se castra. Para Freud, en nuestra psique hay dos locomotoras que circulan por la misma vía en direcciones opuestas. Llega un momento en que una locomotora detiene a la otra mientras las dos empujan en direcciones opuestas. Hay una lucha, la idea de conflicto entre dos fuerzas opuestas. Así, para Freud, la causa más importante de las neurosis es la existencia de algún conflicto interno entre las fuerzas psíquicas que componen nuestra psique. Para él, mucho más que los factores orgánicos, lo que importa son los factores psíquicos. Al estudiar un caso de neurosis, la atención de Freud se centró en los elementos psíquicos adquiridos a lo largo de la vida. Por tanto, es necesario buscar descubrir cuáles fueron los acontecimientos de la infancia, la educación, las influencias ejercidas por el entorno, las emociones vividas, etc. Precisamente a lo largo de la vida de la persona debieron surgir conflictos, dramas y luchas interiores, que acabaron encontrando salida en la neurosis. Muchas veces son reprimidos nuestros impulsos naturales y legítimos, surgidos de nuestro instinto de conservación, impulsos que se reprimen en el inconsciente día tras día, como un río al que se represa. Llega el día en que el agua se desborda, muchas veces sin motivo aparente. Los neuróticos tienen reacciones extrañas e irracionales, ataques de ansiedad, sueños delirantes, confusión mental, deseos de suicidarse, etc. Así, en definitiva, para Freud, el origen de la neurosis proviene de las represiones de nuestros impulsos instintivos y, en particular, de las represiones de los impulsos sexuales. Si la educación supera los instintos, el impulso es reprimido en el inconsciente. Algún día la fuerza que estaba reprimida volverá a aparecer, más poderosa que nunca. Si esto no sucede, la pulsión reprimida se manifestará a través de crisis (perversiones sexuales, somatizaciones, ira, etc.).
Los profanos pueden pensar que es fácil curar una neurosis. Simplemente le mostraría a la persona que está equivocada y que está experimentando una obsesión. Para Freud, por el contrario, nunca se debe decir al paciente que se equivoca al sentir cierto miedo, obsesión o delirio. Sólo el propio paciente es capaz de curarse a sí mismo, lo que sólo ocurre cuando él mismo descubre la causa de su neurosis.
Carlos Estevam comenta: “a través del psicoanálisis podemos ayudar al paciente a profundizar en su inconsciente para encontrar la causa que está provocando los síntomas neuróticos. El síntoma es sólo un efecto y no una causa; sólo se puede combatir con éxito si se ataca por detrás”.
Freud cita el caso de un paciente del Dr. Joseph Breuer, iniciador del psicoanálisis. Una niña que tenía sed y no podía beber ningún líquido. Tuvo que comer fruta para calmar su sed. Lo mejor que pudo hacer fue sostener el vaso, llevárselo a los labios y luego tirarlo. Sometida por Breuer a la técnica de asociación de ideas, mientras dormía hipnóticamente, recordó que un día vio al perro de su ama de llaves, al que odiaba profundamente, bebiendo agua del vaso que guardaba en su habitación. Al ver esta situación, sintió la necesidad de explotarle a la criada y despedirla, pero no lo hizo, porque su padre siempre la protegió. Este recuerdo escondido en el inconsciente llegó al campo iluminado de la conciencia. Al hacerlo expresó toda su ira reprimida. Cuando terminó la sesión, bebió un vaso de agua como de costumbre.
El psicoanálisis, en este caso, ayudó a la paciente a limpiar su psique, eliminando la confusión mental. Esto fue posible porque la niña pudo recordar el momento en que aparecieron los síntomas por primera vez. Ella misma descubrió la causa de su problema, cuando tuvo una fuerte reacción emocional, expresando su ira reprimida. Sin embargo, un recuerdo olvidado no podía ser evocado voluntariamente ya que ese hecho ya no estaba en la mente consciente, sino en el inconsciente, requiriendo la técnica psicoanalítica.
En palabras del autor, “la curación se produjo por el simple hecho de que la paciente logró traer de vuelta a la conciencia el acontecimiento que había causado el trauma en su psique; El torrente de ira que acompañó al recuerdo fue una liberación emocional de una energía reprimida y que luchaba por salir a la luz del día. La paciente se curó cuando liberó la ira que no había podido manifestarse en ese momento porque la censura no había podido reprimir completamente el impulso instintivo ni permitir que se manifestara por completo. Si el impulso hubiera sido completamente reprimido o si hubiera podido manifestarse por completo, es probable que los síntomas no hubieran aparecido. Los síntomas se forman por el retorno del impulso reprimido que intenta por todas las formas posibles salir”.
Freud decía que el neurótico se refugia en su enfermedad. En pocas palabras, la esencia de la curación a través del psicoanálisis es la toma de conciencia, que permite la posibilidad de elegir, rompiendo el automatismo malsano: la toma de conciencia destruye los hábitos mórbidos reduciéndolos al recuerdo de los acontecimientos que los generaron. En otras palabras, el psicoanálisis cura transformando el inconsciente en consciente.
la histeria
La histeria es una de las formas de neurosis que se manifiesta de las más variadas formas. Antes de Freud, cuando una persona se comportaba histéricamente, repitiendo monótonamente el mismo gesto, teniendo arrebatos, parálisis, ceguera, sordera, etc., se pensaba que fingía estar enferma. Freud observó que la histeria no es una simulación, ni siquiera una enfermedad orgánica, sino más bien un trastorno de naturaleza psíquica, causado por factores psíquicos.
Tomemos el ejemplo de Arlete, una persona de 34 años que padecía crisis nerviosas del tipo que se manifestaba como sensación de asfixia, contracción del cuerpo, parálisis de las extremidades y pérdida de los sentidos. Los médicos y familiares estaban seguros de que se trataba de causas orgánicas. Fue medicada, sometida a cirugía, sometida a hipnosis, a residencias de ancianos, todo en vano. Para demostrar que la parálisis del brazo no era más que un acto, el médico utilizó trucos para lograr que el paciente moviera el brazo, demostrando que no había parálisis, en cuyo caso no habría movimiento. Al ver que el brazo se movía, el histérico se convenció y dejó de sentir ese síntoma. Sin embargo, días después apareció otro síntoma. Y así hubo innumerables variaciones en los síntomas.
En palabras del autor: “Para Freud, simplemente estaban arrancando las hojas de una mala hierba, y no la raíz del mal en sí. Para él, en el origen de la histeria debió haber algún conflicto psicológico que acabó resolviendo de forma incompleta mediante un acto de represión, es decir, algún proceso psíquico inconsciente que reprimió alguna experiencia afectiva dolorosa ocurrida en la vida de la persona. La causa está reprimida en el inconsciente y el histérico sólo ve los síntomas, que muchas veces le aportan cierta satisfacción, pues acaban siendo una especie de cumplimiento de un deseo reprimido. Los complejos que producen estos síntomas están profundamente arraigados en la psique y son ellos los que hay que combatir”.
Al estudiar la histeria, Freud identificó lo que llamó el mecanismo de conversión, una de sus principales contribuciones a la teoría de la histeria. La energía afectiva reprimida no permanece todo el tiempo únicamente como energía psíquica, sino que sufre una transformación que se produce cuando se convierte en un síntoma físico como parálisis, temblores, contracciones, etc. Los procesos psíquicos atrapados en el inconsciente encuentran una salida en el cuerpo.
Volviendo al caso de Arlete, y una vez validada la idea de que su enfermedad era causada por causas psíquicas, no quedaría otro recurso que utilizar las técnicas del psicoanálisis, como la libre asociación y la interpretación de los sueños, que permiten descubrir el pasado del paciente. En su caso, el psicoanalista acabó descubriendo que sufrió un profundo shock emocional cuando apenas tenía siete años. Fue violada por un hombre que la sujetó con ambas manos alrededor del cuello, como si la estuviera estrangulando.
La familia, sin saber nada, confirmó que a los siete años padecía fiebre intensa y delirio. Arlete sintió que había perdido su cuerpo y que lo único que le quedaba era su cabeza. Arlete empezó a asociar, en sueños, a su padre con el hombre de la playa. Los síntomas estaban vinculados a intensos conflictos psíquicos que, desde la infancia, no la abandonaron hasta los 34 años, cuando superó las consecuencias del trauma.
Las psicosis son trastornos psicológicos más graves y complicados que las neurosis. En el estudio de la psicosis, el tratamiento no puede limitarse a los procesos psíquicos, ya que los procesos de naturaleza orgánica también son extremadamente importantes.
El propio Freud no estudió la psicosis en profundidad ni se especializó en el tema.
la vida de freud
Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia. Su familia, de origen judío, emigró a la capital de Austria cuando Freud tenía apenas 4 años. En 1881 completó sus estudios de medicina defendiendo una tesis sobre el sistema nervioso central. Durante varios años trabajó en una clínica neurológica para niños, donde descubrió un tipo de parálisis cerebral que luego ganó su nombre.
En 1885 se convirtió en profesor asistente en la Universidad de Viena. En 1902 fue nombrado profesor titular. En 1884, un médico vienés llamado Josef Breuer explicó a Freud los resultados de sus experimentos para curar síntomas graves de histeria, logrando que el paciente, sometido a un sueño hipnótico, fuera capaz de recordar las circunstancias que dieron origen a su enfermedad y expresar las emociones vividas en ella. esas circunstancias. Tales experiencias, conocidas como método catártico, constituyeron el punto de partida para el desarrollo posterior del psicoanálisis.
Escribió el libro con Breuer. Estudios sobre la histeria, publicado en 1895.
Poco después, Freud abandonó la hipnosis y la reemplazó por su método de asociaciones libres. Fue en este camino que Freud logró formular su descubrimiento sobre los procesos psíquicos inaccesibles a la conciencia.
El inconsciente siempre ha sido objeto de exploración por parte de poetas y filósofos de todos los tiempos. Freud tuvo el mérito de ser el primero en descubrir el instrumento capaz de alcanzarlo y explorarlo en su esencia. Sin embargo, su teoría de la sexualidad infantil fue ampliamente rechazada por el mundo académico, provocando incluso su separación de Breuer.
Durante diez años Freud trabajó solo en el desarrollo del psicoanálisis. En 1906, en compañía de varios colegas como Adler, Jung, Jones y Stekel, celebró el primer Congreso Internacional de Psicoanálisis. Unos años más tarde fundó la Asociación Psicoanalítica Internacional, con sucursales en varios países.
A lo largo de su vida, Freud fue víctima de la hostilidad pública contra sus tesis e ideas, consideradas inmorales y acientíficas. Aun así, fue incansable en la difusión de sus trabajos científicos.
Básicamente, la hostilidad que recibió a lo largo de casi toda su vida provino del lado hipócrita de los formadores de opinión de turno que no querían admitir la existencia de todo el barro y la miseria contenida en el inconsciente social.
A pesar de ser duramente perseguido por los nazis, Freud continuó viviendo en Austria. Quemaron en público los libros de su biblioteca e intentaron prohibirle continuar con sus estudios e investigaciones, lo que nunca aceptó.
En 1938, después de persistentes invitaciones de muchos países del mundo, Freud, que ya padecía un cáncer de boca avanzado, aceptó mudarse a Inglaterra. Sin embargo, fue necesario pagar un rescate exigido por los nazis. Varias instituciones internacionales de varios países recaudaron recursos para hacer posible su viaje. Pero los recursos nunca fueron suficientes, ya que el horrendo chantaje de los nazis aumentó su valor. La interferencia del presidente Roosevelt con las autoridades alemanas fue necesaria para que pudiera viajar. Vivió en Inglaterra sólo un año, falleciendo el 23 de septiembre de 1939.
*Marcos de Queiroz Grillo Es economista y tiene maestría en administración por la UFRJ..
referencia
Carlos Estevam. Freud: vida y obra.. Río de Janeiro, Paz e Terra, 2008, 128 páginas. [https://amzn.to/3BTHk0S]
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