¿Frente amplio sin el proletariado?

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por Herick Argoló*

La historia se acelerará y se abrirán ventanas tanto para nosotros como para nuestros enemigos. Una vez más, es el proletariado quien podrá jugar el papel decisivo en la historia

En medio de la pandemia, el neofascismo está a la ofensiva en Brasil. Una de las formas de hacer avanzar el fascismo, históricamente, es la transferencia del ejercicio del poder estatal del parlamento y el poder judicial a las instituciones represivas. A ella, entre otras, ha recurrido Bolsonaro.

Ya hay un segmento social movilizado en torno al cierre del Congreso Nacional y del STF. Bolsonaro también tiene el ejército, la marina y la fuerza aérea en su gobierno. Tiene una ascendencia muy grande sobre la policía militar. Y tiene relaciones con el hampa de las milicias. Recientemente, logró tomar el control de la cumbre de un importante aparato represivo, la policía federal.

El reciente pronunciamiento de Rodrigo Maia sobre la necesidad de que el Congreso cuide la economía y deje de lado el juicio político, y la permanencia de Guedes en el gobierno, a pesar de los rumores, indican que Bolsonaro sigue teniendo un fuerte apoyo en la gran burguesía. Dispone de ministros y aliados. Empujado por los conflictos, es cierto. Pero juzgándose a sí mismo lo suficientemente fuerte como para formar un gobierno neofascista de sangre cada vez más pura y seguir sus embestidas.

Esta situación crea una especie de “doble poder”, en el que el neofascismo avanza en la toma del poder estatal, pero no tiene fuerzas suficientes para cerrar el régimen. Por otro lado, los demás representantes del gran capital son incapaces de frenar a Bolsonaro, precisamente porque es muy útil para una parte importante de ese mismo gran capital. De ahí que el parlamento, el poder judicial y los ideólogos tradicionales del gran capital tengan que limitarse a pronunciamientos, notas de repudio o tuits contra Bolsonaro, aun con tantos delitos de responsabilidad cometidos reiteradamente por él.

Si bien, en medio de su ofensiva, Bolsonaro ha ido perdiendo apoyo en la clase media alta, ha ido ganando apoyo en las clases populares, especialmente entre los desempleados y los trabajadores precarios. Este es un fenómeno muy peligroso, ya que tiene el potencial de garantizar al neofascismo la fuerza necesaria para avanzar.

Por nuestra parte, la distancia entre las organizaciones de izquierda y el proletariado sigue creciendo. Recordemos que aún en la lucha contra el golpe no fue posible organizar una gran huelga contra el juicio político. Este fue un año récord para el número de huelgas, con más de 2.100 en todo Brasil. Incluso después del golpe, solo logramos una movilización proletaria significativa en abril de 2017, en la huelga general contra la reforma de las pensiones. Pero allí los trabajadores ya estaban a punto de ser aplastados. Y, ante la aplanadora de las medidas neoliberales del gobierno de Temer, no fue posible seguir resistiendo.

Todos estos fenómenos ya estaban en marcha antes de la pandemia, pero se han visto muy acelerados por ella. ¿Cuál debe ser la estrategia de la izquierda para derrotar al neofascismo? La forma fundamental de combatir el neofascismo es evitar que avance sobre las clases populares y construir la resistencia proletaria.

Sobre las contradicciones que se vienen manifestando entre el neofascismo y los viejos representantes burgueses, se argumenta, ¿no deberíamos intervenir en ellas? Obviamente, sí. Necesitamos tratar de explotar las divisiones dentro del enemigo. Es necesario intervenir en ellos, en la medida de lo posible, contra el movimiento neofascista, contra Bolsonaro.

Sin embargo, esto no significa, en modo alguno, formar un “frente amplio” con los representantes tradicionales de la burguesía, como se ha defendido. Para ser breve, constituyendo un frente con estos medios, esencialmente, compartiendo el mismo programa con Dória, Rodrigo Maia, Rede Globo, Witzel, Sérgio Moro. Recordemos, en primer lugar, que estos muchachos no tienen ningún compromiso con la democracia. Y, en particular, no olvidemos que también son partidarios del programa ultraliberal que ha empeorado drásticamente las condiciones de vida del pueblo. No es concebible formar un frente con estos sujetos.

Sin embargo, junto con ellos, queremos atacar el neofascismo. Aquí no se trata de un frente amplio, sino de unidad de acción. Que es puntual, circunstancial. No estratégico. Y a la que no podemos renunciar.

Debemos exigir el aislamiento social, que salva la vida de los trabajadores, como lo ha hecho Dória, por ejemplo. Hablemos en su apoyo, sin dudarlo, cuando lo haga. Pero debemos ir más allá. Denunciemos a sectores no esenciales del gran capital a los que se les permite permanecer abiertos para ahorrar ganancias a costa de vidas. Denunciemos con firmeza los despidos y recortes salariales, que deberían estar prohibidos por el gobierno. Al mismo tiempo, cabe decir, que necesitaba brindar apoyo económico a los pequeños empresarios, que son los que más emplean. Por el contrario, los despidos y los recortes salariales son defendidos por el gobierno y también por sus opositores en los viejos partidos burgueses. Mientras tanto, un gigantesco “amortiguador” económico va a los grandes bancos en silencio. No dejemos de denunciar, en cualquier momento, que es por el proyecto neoliberal, defendido por Dória, que atrofia el sistema de salud pública, que miles de personas morirán sin respirador en la UCI.

Lo que necesitan las organizaciones de izquierda no es el frente amplio que se ha propagado. Simplemente porque neutralizaría nuestra capacidad de acumular fuerzas en el proletariado.

Construyamos un frente popular. Que no prescinde de la unidad de acción con los representantes burgueses cuando corresponda, siempre que eso signifique converger con ellos en los ataques al neofascismo. Pero conscientes de que no podemos ni debemos, ni por un minuto, renunciar al trabajo independiente en materia de educación y organización de las masas.

El Día del Trabajo organizado hoy por las centrales sindicales, con invitaciones de FHC, Davi Alcolumbre, Rodrigo Maia y otros, junto a representantes socialdemócratas de izquierda, no es un camino capaz de llevarnos a la superación del neofascismo. 

Construyamos la unión del Frente Brasil Popular, el Frente Pueblo Sin Miedo y las Centrales Sindicales. Sin embargo, este es solo el paso más fácil. Este sigue sin ser el frente popular antifascista que necesitamos para la victoria democrática y popular contra el neofascismo.

Habrá que trabajar para crear organizaciones de frente popular en las empresas, entre los desocupados, en los barrios populares, etc. El centro de nuestra propaganda deben ser las categorías que se mostraron más fuertes y dinámicas en el paro general de abril de 2017. Y las vinculadas al gran capital que, aunque no son imprescindibles, siguen funcionando. O los imprescindibles donde hay recortes salariales, despidos o insuficiente protección a la salud del trabajador. Tendremos éxito en la victoria contra el neofascismo si, y sólo si, logramos construir la fuerza central de este frente en la base proletaria. Todavía estamos muy limitados por el aislamiento social, pero tendremos y crearemos oportunidades.

La historia se acelerará y se abrirán ventanas tanto para nosotros como para nuestros enemigos. Una vez más, es el proletariado el que podrá jugar el papel decisivo en la historia. Es indispensable, en este momento, que tengamos una vanguardia con un mínimo de unidad en torno a un frente popular, con claridad de lo que pasa y capaz de reconectarse con el proletariado. Esta es la forma de darle la vuelta al juego.

*Herick Argolo es miembro de la Consulta Popular en Sergipe.

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