por Jorge Félix*
La labor pacificadora de Frei Betto
En un momento en que los programas los reality shows producen influencers de todo tipo, las redes digitales fabrican pseudopolíticos y la gente idolatra a seres inventados por la inteligencia artificial, es fundamental recordar figuras humanistas, de lo contrario corremos el riesgo de perder la conexión con nosotros mismos. Aquí se homenajeará a Frei Betto por su 80 cumpleaños, recién cumplido. Sólo un dato de su biografía justificaría el homenaje.
¿Conoces a alguien de alguna nacionalidad que haya cambiado la Constitución de otro país? Siempre hago esta pregunta cuando se trata de él. Y más. Lo hizo en nombre de la paz. Es curioso que Brasil no haga honor a esta hazaña. Ex miembro de la Alianza para la Liberación Nacional, la organización de lucha armada más famosa contra la dictadura cívico-militar brasileña, siempre estuvo comprometido con llevar la paz a todos los pueblos.
Después de publicar Fidel y la religión (1985), best seller en 33 países, el escritor minero logró duplicar al comandante de la revolución cubana, el Partido Comunista Cubano y consagrar en la Carta Magna revolucionaria que Cuba sería, en adelante, un país laico.
Más que libertad de culto, Frei Betto garantizó la paz al pueblo cubano en medio de tanta guerra religiosa y fue invitado por varios países a convencer a los líderes socialistas de que la fe y la política debían estar separadas en nombre de la armonía. Es un fracaso de la comisión de premios relevantes en nombre de la Paz, como el Nobel, no haber valorado nunca su labor pacifista.
En tu libro El paraíso perdido, entre bastidores del socialismo, cuenta cuán ardua fue esta empresa y cómo enfrentó resistencia en la Iglesia para simplemente predicar la paz. Garantizar, independientemente de la ideología política, la sagrada laicidad del Estado.
La otra nobleza de la acción pacificadora de Frei Betto es su donación personal de energía, tiempo y coraje para la lucha contra el hambre, siguiendo los principios de la Teología de la Liberación. Allí también hay una labor pacificadora. La violencia nace del estómago del animal hambriento, incluido el animal humano.
Su labor misionera, que abarca seis décadas, durante el primer gobierno de Lula, como asesor especial para este fin, y su labor, hasta el día de hoy, en varios países, por cuenta de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), constituye un inconmensurable de acciones por la paz y el desafío de convivir en el planeta con más igualdad y justicia social.
También hay que celebrar la labor pastoral de Frei Betto, el pacificador. Escuchamos mucho, de personas de diferentes sectores, clases sociales y edades, la frase: “Estar en su compañía me da una sensación de paz”. Esta paz interior, la capacidad del religioso de infundir al interlocutor su tranquilidad y su ternura.
Consigue transmitir este resplandor de paz incluso en su famoso Cartas desde la prisión. Estuvo encarcelado de 1969 a 1973, sin dejarse invadir jamás por el furor de la venganza. Salió de la prisión aún más pacifista. Una paz tan poderosa que sea capaz de cruzar las fronteras de Brasil en todo momento y permitir que otras naciones, especialmente de América Latina y el Caribe, sigan beneficiándose de su mayor arma: la palabra. Sea de Dios o suyo.
*Jorge Félix es periodista y profesora de la Facultad de Artes, Ciencias y Humanidades de la USP.
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