Franz Kafka – en busca de una llave

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por GILBERTO LOPES*

Consideraciones sobre Kafka y su obra

¿Dónde esta la llave? Quizás aquí, en esta angustiosa reflexión sobre sus relaciones con su padre, en forma de carta, nunca enviada: “…no podía ignorarlas por la única razón de que usted, que fue tan enormemente decisivo para mí, no observó las mandamientos que me impusieron. Por lo tanto, el mundo estaba dividido para mí en tres partes: una en la que yo, el esclavo, vivía bajo leyes inventadas sólo para mí.[i] y que, de hecho, sin saber por qué, nunca he podido obedecer plenamente[ii]; Luego, en un segundo mundo, infinitamente distante del mío, viviste, ocupado en gobernar, dictando leyes y enojándote cuando eran infringidas.[iii]; finalmente, un tercer mundo, donde el resto del pueblo viviera feliz y libre de órdenes y obediencia”.[iv] (que no se refleja en ninguna de sus obras). Estaba convencido de que cuanto más lograra, peor sería.

Es la misma idea que, de niño, fue derrotado por su padre, una y otra vez, sin que, por orgullo, pudiera abandonar el campo de batalla.[V]

Parece interesante, quizá inevitable, abordar la obra de Franz Kafka desde la perspectiva de los problemas que plantea la relación con su padre, aunque, ciertamente, otros sugieren enfoques diferentes. Él mismo propuso este camino en la larga carta que le escribió en 1919, pero que nunca envió. Le quedaban cinco años para vivir, hasta el 3 de junio de 1924, una relación tormentosa con Milena Jesenka y otra, más placentera, con Dora Dymant, y también la redacción de la que me parece su obra más ambiciosa, El castilloEn 1922.

Max Brod, el amigo íntimo que rompió su compromiso de destruir las obras de Kafka y se convirtió en su editor póstumo, señala que El castillo e El proceso Representan las dos formas de divinidad –gracia y justicia–, según la Cabalá judía, un sistema de interpretación del Antiguo Testamento. Aunque nunca lo expresó, Franz Kafka quería que su obra estuviera a la altura de sus inquietudes religiosas, aseguraría Max Brod.[VI]

Me parece un punto de vista muy religioso, difícil de sostener con los textos de Franz Kafka en la mano; sin embargo, también es defendida por otros. Leopoldo Azancot, en el prólogo de El castillo,[Vii] hace referencia a esta interpretación religiosa de la obra de Kafka propuesta por Brod, pero que, admite, fue inmediatamente rechazada “violentamente” por la mayoría.[Viii] En su opinión, el trabajo de [Ex]Kafka sólo puede entenderse a través de una búsqueda de renovación del pensamiento religioso judío, que el escritor intenta, y lamenta que los críticos se hayan negado a ver el judaísmo como la clave de su comprensión.

El propio Leopoldo Azancot, en el citado prólogo, hace referencia a otro tipo de interpretación de la obra de Franz Kafka: la de Rosemarie Ferenczi, historicista, que enfatiza la relación amo-esclavo para explicarla.

Ciertamente, muchas otras perspectivas son posibles en una obra tan compleja como la de Franz Kafka. No hay manera de dilucidar completamente el debate, pero la Diario proporciona algunas ideas, así como carta al padre. Me parece, en cualquier caso, que el filón más rico para explorar la obra de Kafka, que alude a caminos diferentes, alejados tanto de la religión como del historicismo, es la relación del autor con su padre.

El padre

El miedo es la primera sensación de Franz Kafka, un sentimiento de nada que a menudo prevalecía ante la figura dominante y tiránica de su padre.[X] Dondequiera que viviera, era un ser despreciable, que llevaba consigo, derrotado, ese sentimiento de nada. Su mundo, confiesa, estaba formado por dos personas: él y su padre. Con el padre terminó la pureza y con él comenzó la suciedad. Sólo una vieja culpa, se decía, como justificación de una situación incomprensible, podía explicar por qué su padre lo condenaba de esa manera, por qué lo despreciaba tan profundamente. Y así quedó, una vez más, atrapado en lo más profundo de sí mismo.

Esta relación tuvo un efecto devastador en las relaciones que pudo establecer con los demás. Le bastaba interesarse por una persona, afirma en su carta, para que su padre interviniera con insultos, calumnias y humillaciones.[Xi] “Perdí la confianza en mí mismo frente a ti, reemplazándola por un sentimiento infinito de culpa”.[Xii], se lamentó, para descubrir más tarde que el sentimiento de impotencia era común. Es el mismo sentimiento de impotencia que caracterizaría toda su obra.

La agresión de su padre arrasó con todo, incluida su actividad como escritor, que le dio cierta independencia. Surge aquí una figura que no puede disociarse de la presentada en Metamorfosis, publicada cuatro años antes de la carta, en 1915, cuando Franz Kafka imaginaba esta forma enfermiza de independencia como la de un gusano aplastado en la espalda por un pie, mientras intentaba salvarse, con el otro, arrastrándose de costado. Esta sensación acabó por devastarle por completo hasta convertirse finalmente en inseguridad física, convirtiendo su propio cuerpo en algo inseguro. Esta es la idea presentada en Metamorfosis, cuando Gregor Samsa se despierta una mañana transformado en un enorme insecto; la primera frase resume toda la novela (como también ocurre en El proceso y El castillo, como veremos más adelante).

en el cuento Antes de la ley, la imagen del padre, este orden atrabiliar, se encarna en una ley específica que se aplica sin piedad sólo a él. Después de años de espera ante la puerta de la ley, en vísperas de su muerte, el guardián le explica que nadie había sido autorizado a entrar por esa puerta “porque la entrada estaba destinada exclusivamente a usted”.[Xiii] Ahora que se está muriendo, ciérralo; pone fin a la espera.

La historia se resume en El proceso, como veremos, en la parábola del sacerdote,[Xiv] al final del libro. “Debes entender quién soy”, dice el sacerdote. “Yo pertenezco a la justicia, pero la justicia no quiere nada de ti. Te lleva cuando llegas y te deja cuando te vas”.[Xv] Es la penúltima escena, antes de la muerte, cuando K. se pregunta dónde estaba el Juez Supremo, dónde estaba el Tribunal Superior, al que nunca había llegado. Y le clavan el cuchillo en el corazón.

Asimismo, esta relación atrabiliar aparece en El castillo: el pueblo vive bajo la protección de los señores; el castillo se ocupa del ejercicio de las leyes y es difícil no percibir, en la relación entre el agrónomo K. y el castillo, la de Kafka con su padre.

“Mis escritos trataban sobre ti; en ellos me quejaba de lo que no podía, apoyándome en su pecho”,[Xvi] dice Franz Kafka, en tono de lamento y explicación. Ante tan patética frase poco más se puede añadir, salvo destacar algunas pistas que nos ayudarán a acercarnos a su obra y a sus personajes.

Soledad

¿Qué nos produce un sentimiento de desolación cuando leemos a Franz Kafka?

La primera respuesta podría venir de la desesperación, del sinsentido de las circunstancias, de la aridez del paisaje. Pero la pregunta, planteada una y otra vez, puede llevar a una respuesta más precisa, que nos gustaría sugerir: el sentimiento de desolación que produce la obra de Kafka deriva de la ausencia absoluta de esa forma de relación humana que se puede resumir en amistad. Sus personajes no tienen amigos, y de esta soledad se deriva el efecto desolador de su obra en el lector. El hombre es lo que su posición, su función le atribuye y de esta función deriva su relación con los demás hombres. Por eso sorprende cuando el abogado le presenta al jefe de gabinete y le advierte que ha venido como amigo, no a título oficial.[Xvii]

El tema se trata específicamente en la historia. El veredicto, a pesar de la brevedad de la historia. Por supuesto, está la figura dramática del padre, cuando le grita: “¿Existe realmente este amigo en San Petersburgo? ¡No tienes amigos en San Petersburgo!

Tal vez esté ese amigo, lejano, inaccesible, pero ese amigo no era tu amigo, era el amigo de su padre, una figura terrible que lo desafía y lo acosa, que le advierte: “¡No te equivoques, sigo siendo el más fuerte! El más fuerte, con diferencia, puedo aplastarte... ¡ni siquiera te imaginas cómo! Puedo incluso gritarte: eras un ser diabólico y, por eso, te condeno a ahogarte. Y mientras las palabras aún resuenan y el agua lo arrastra mientras sale a la calle, exclama en voz baja: queridos padres, siempre os he amado”.[Xviii]

El castillo e El proceso relacionarnos en esta soledad. Hay quienes intentan diferenciar una obra de otra señalando que, en la primera, la autoridad es inaccesible, lo que no ocurriría en la segunda. Parece difícil defender la proposición; están más cerca en el sinsentido de las formalidades; sin embargo, una vez más, donde ambas obras se encuentran es en el desierto de la soledad.

El matrimonio, como la escritura, era una forma de liberarse de esta particular y desafortunada relación con su padre. Aquí la propuesta se vuelve sutil, pero no deja de ser brutal. El matrimonio lo libera, pero lo iguala a su padre. Al volverse igual, se liberaría de toda humillación. Superar esta dependencia le parece irracional: el matrimonio parece prohibido precisamente porque es dominio de su padre. El esfuerzo no conduce más que a “reconstruir la prisión y convertirla en un castillo de lujo”.[Xix] Posiblemente ésta sea la clave de la obra que aún le quedaba por escribir y que escribirá en 1922.

Uno de los efectos de este sentimiento de nada, de esta incapacidad de relacionarse, fue la imposibilidad de casarse, de tener una familia. El matrimonio, diría yo, se convirtió en el intento más esperanzador de salvación, pero él sucumbió a cada uno de estos intentos, sin poder jamás consumarlo. En su vida, le escribiría a su padre, no hubo nada tan significativo “como lo fue para mí el fracaso de mis intentos de matrimonio”.

¿Klamm, el personaje de mayor rango del castillo, es el padre? La posibilidad surge en una escena con Frieda, en uno de los largos pasajes sobre la tormentosa relación de K. con esta mujer. “¿Debería humillarme doblemente”, pregunta K., “contándole los intentos inútiles, que en realidad ya me han humillado tanto, de hablar con Klamm y contactar con el castillo?”[Xx]

La relación con Frieda se rompe quizás de forma similar a las dos veces que se disolvió su relación con Felice Bauer, al igual que su matrimonio planeado con Julie Wohryzek, en 1919, que se convirtió en su intento más esperanzador de salvación, de liberación de su padre. “En toda mi vida”, le decía, “no ha ocurrido nada tan significativo como este intento de matrimonio”.[xxi]. Un proyecto de liberación, una garantía de independencia e igualdad con respecto a su padre, que, de tener éxito, convertiría las viejas humillaciones en un mero recuerdo, en pura historia. En esta libertad, dice Franz Kafka, reside el problema; Es el proyecto de un preso que, como ya hemos señalado, aspira a escapar sólo para reconstruir su prisión en otro lugar.

“Descuidé a Frieda”, admite K., “y me alegraría si volviera, pero luego la volvería a descuidar”.[xxii]. Entonces, ¿por qué sorprenderse cuando Frieda le dice: “No habrá boda? Tú, y sólo tú, rompiste nuestra felicidad”, ¿poniendo de relieve este sentimiento de culpa que persigue al autor?[xxiii].

Max Brod también se refirió a las siempre difíciles relaciones de Kafka con sus mujeres y llamó la atención sobre aspectos de El castillo y El proceso que reflejan estas crisis. El tema se trata ampliamente en El castillo, hasta el punto de dañar el ritmo de la novela,[xxiv] cuando la búsqueda interminable de contacto con el castillo da paso a disquisiciones sobre las relaciones con Frieda. Pero tampoco es ajeno a El proceso, aunque este tema no tiene, me parece, la misma importancia y profundidad de tratamiento que recibe en El castillo.

Una frase

Resumir el contenido de las obras de Franz Kafka es sencillo, como también lo es encontrar en ellas algunas de sus claves, como las que hemos destacado. En cuanto al resumen, de alguna manera nos lo hizo en la primera frase de cada uno de sus libros, una extraordinaria capacidad de precisión y síntesis, difícil de encontrar, y que merecería un análisis más largo y detenido. Veamos los ejemplos.

“Cuando Gregorio Samsa, después de algunos sueños tranquilos, se despertó esa mañana, se encontró transformado en un enorme insecto”.[xxv]. Todo lo demás deriva de ahí, en este largo relato cuyo escenario es la familia. La rebelión del personaje, su malestar ante el sentimiento de culpa y el desprecio por sí mismo, se resume en la pregunta que se hace, mientras avanza con la cabeza pegada al suelo, para encontrarse con la mirada de su hermana, a quien interpretó. el piano: “Resulta que soy un animal; ¿Puede la música causar tal impresión en un animal?[xxvi]. En la negación de la respuesta, implícita en la pregunta, está la intención desesperada de rescatar su humanidad perdida.

Naturalmente, el escenario de la vida familiar en Metamorfosis es el de Kafka agonizando por la herida que le infligió su padre.

América Es sin duda la novela más singular de Kafka. El feliz encuentro con su tío, el senador Edward Jakob, al llegar a América, se deshace inesperadamente cuando arroja al joven Karl a la calle, donde tendrá lugar el resto de su odisea. El resultado desgarrador y angustioso aquí es la relación de dependencia que establece con los dos amigos que conoce en la calle, cuando es desheredado por su tío rico y poderoso.

Es cierto que el anuncio de su despido sorprende y desconcierta. En cierto modo, la novela comienza cuando Karl Rossmann, un joven de 16 años recién llegado de Alemania, se encuentra, indefenso, con quienes serán sus dos compañeros de desgracia, el irlandés Robinson y el francés Delamarche. El encuentro conduce a un capítulo alucinante en el que a los tres se les une la amante de Delamarche, Brunelda, de quien Karl se convierte en sirviente.

El carácter inacabado de la obra deja la pregunta abierta, ya que el último capítulo, “El gran teatro integral de Oklahoma”, no se articula con el resto del texto. También en este aspecto América Se diferencia de otras obras porque, aunque tampoco están terminadas (ninguna de ellas fue publicada en vida de Kafka), tienen finales más relacionados con el resto de la novela. Ese no es el caso aquí.

Aunque los interlocutores de Rossmann están presentes en América (lo que no sucede en El proceso ni en El castillo, donde los interlocutores son inaccesibles, lo que contribuye al tono absurdo), la relación de dependencia de Karl con sus amigos es desgarradora y angustiosa. América nos muestra que es esta soledad, más que la inaccesibilidad de sus interlocutores, la que contribuye a crear la atmósfera de las obras de Kafka.

1922. Entre enero y septiembre, Kafka escribe El castillo y anota en la primera página de su diario que, a principios de enero, sufrió un “colapso total”. Insomnio por un lado, autopersecución por el otro. La soledad, dice Kafka, que siempre le fue impuesta, pero que también buscó y que ahora se vuelve inequívoca y total. ¿A dónde le lleva esto?, se pregunta. A la locura, a la persecución que lo atraviesa y lo desgarra.[xxvii]

Hay muchas explicaciones posibles para el origen de la obra; al menos una, que me gustaría destacar, deriva de su estructura: la idea de una perplejidad sin fin, sobre la que se construye su angustia. En la referencia de Brod, Kafka pretendía finalmente dar alguna satisfacción al agrimensor K. En la vida, K. no da un solo paso atrás; muere de agotamiento. Sólo en el momento de su muerte recibiría el reconocimiento, porque, aunque el castillo no reconoce su derecho a la ciudadanía en el pueblo, le autoriza a vivir y trabajar allí.[xxviii]

“Soy inmigrante desde hace 40 años, miro hacia atrás como un extranjero, pertenezco a este otro mundo, que traje conmigo como herencia paterna, pero soy el más temible e insignificante de sus habitantes”, asegura Kafka. . Es entonces cuando, al día siguiente, 29 de enero, crea en su diario la imagen del camino abandonado, por el que se desliza en la nieve, un camino sin sentido, sin objetivo terrenal, escenario del primer capítulo de El castillo.

“He estado en el desierto durante mucho tiempo”, añade, “y sólo tengo visiones de desesperación, incapaz de relacionarme con nadie, incapaz de soportar a nadie que conozco”. “Somos gente sencilla, respetamos las reglas; No podemos gustarte”, le dice el campesino a K., mientras lo echa de su casa, en el pueblo al pie del castillo. Un pueblo tan largo que nunca llegó a su fin, sus casitas con cristales fríos y nieve y la ausencia de seres humanos...[xxix]

Max Brod dice que la obra estaba inacabada, que Franz Kafka estaba muy cansado, sin fuerzas para terminarla.

Por mi parte, quisiera sugerir una relación inversa: es la relación incompresible con el castillo la que lo agota; Es este ejercicio interminable lo que lo mata. Me parece más sugerente, si bien es cierto que, físicamente, en la “vida real”, la enfermedad ya lo consumía. Le queda poco más de un año para terminar de escribir El castillo, que comenzaba así: “Cuando llegó K. ya era tarde. Una espesa nieve cubrió el pueblo. La niebla y la noche ocultaban la colina y ni un rayo de luz revelaba el gran castillo. K. permaneció largo rato en el puente de madera que daba acceso a la carretera principal del pueblo, con la vista fija en aquellas alturas que parecían vacías”.[xxx]. Todo lo demás viene de ahí.

“Posiblemente algún desconocido había calumniado a Joseph K., porque, sin que él hubiera hecho nada punible, fue detenido una mañana”, dice al inicio de El proceso.

Franz Kafka la consideraba una obra inacabada, dice Brod; Quería agregar algo más a El proceso, antes del capítulo final[xxxi]; sugiere que la novela era “inacabable”. Tienes razón: la naturaleza absurda del proceso alimenta la sugerencia de algo sin fin. Pero me cuesta estar de acuerdo con el apéndice de Brod en el sentido de que, si no fuera por conocer la intención de Kafka de añadir otros capítulos a la obra, no se notarían lagunas. A mí me parece que sí.

Em El proceso, K. comparte la misma relación con el poder presentada en El castillo, impersonal e inaccesible y, en cierto modo, indiferente al desarrollo de tu vida. “Veo que no me entiende”, le dice el inspector a K. “Es cierto que está detenido, pero eso no significa que no pueda desempeñar sus funciones. No debes perturbar tu vida normal”.[xxxii]. El proceso transcurre paralelo a esta vida “normal”.

La soledad

Una vez más, el absurdo se construye sobre la imposibilidad de establecer relaciones humanas con los demás. Detrás del absurdo de los procedimientos está la imposibilidad de relacionarse con los demás. Lo que importaba para ser absuelto en el juicio eran las relaciones personales del abogado con el aparato judicial. Quizás por eso nadie fue absuelto, pero tampoco condenado. Por otro lado, la importancia de los empleados era mínima; los procedimientos se desarrollaron casi automáticamente.[xxxiii]

“Dudo que puedas ayudarme”, le dice a la mujer que amablemente se acerca a él en una sesión judicial. Deberías tener relaciones con altos funcionarios y probablemente sólo conozcas a unos pocos subordinados”, te dice.

El padre también aparece en la figura de los empleados, siempre irritado y confundido, a pesar de mostrarse en general muy sereno; la más mínima cosa los ofendía gravemente. La relación con ellos puede ser muy difícil o, por el contrario, muy fácil. Lo importante es que no podrían estar regulados por ningún sistema.[xxxiv].

Las relaciones con el guardián de la ley también eran incomprensibles. “Todo el mundo quiere tener acceso a la ley”, le dice al guardián, sintiéndose agonizante, cuando anuncia que se va y cierra la puerta.

Así, también llega a su fin la búsqueda de las claves de la atormentada y lúcida obra de este hombre, nacido en Praga en 1883 y que moriría de tuberculosis 41 años después. Un contemporáneo, Thomas Mann, describió el ambiente de esta enfermedad, terrible en aquella época, en una obra terminada en 1924, precisamente el año de la muerte de Kafka. Era la época del ascenso y caída del Imperio austrohúngaro y de la independencia de Checoslovaquia tras la Primera Guerra Mundial, un periodo formidable de grandeza en la cultura alemana, el expresionismo de Schiele, alimento del surrealismo europeo.

*Gilberto López Es periodista, doctora en Estudios de Sociedad y Cultura de la Universidad de Costa Rica (UCR). Autor, entre otros libros, de Crisis política del mundo moderno (Uruk).

Traducción: Fernando Lima das Neves.

Notas


[i] Véase “Ante la ley”, en Conversación con la oración.. Cuadernos de Aqueronte, Editorial Losada, Buenos Aires, 1990, pág. 71-75.

[ii] El proceso. EDAF, 2001.

[iii] el castillo. EDAF, 1996.

[iv] Carta al sacerdote. Editorial Panamericana, Colombia, 3ª ed., febrero de 2000, pág. 32 y sigs.

[V] Diarios (1910 – 1923). Tusquets, mayo de 1995, p. 350. (En adelante se utilizarán para identificarlos las iniciales del título de cada libro).

[VI] EP, P. 306.

[Vii] Ver el prólogo de Leopoldo Azancot a el castillo, en la edición mencionada, p. 10.

[Viii] EC, P. 14.

[Ex] Ver el prólogo de Leopoldo Azancot a el castillo, en la edición mencionada, p. 10.

[X] CP, P. 19.

[Xi] CP, P. 30.

[Xii] CP, P. 59.

[Xiii] CO, PAG. 75. Informe “Antes de la ley.

[Xiv] EP, pag. 262 arts.

[Xv] EP, P. 273.

[Xvi] CP, P. 68.

[Xvii] EP, PAG. 133 y sigs.

[Xviii] CO, PAG. 41-67. Informe "La condena.

[Xix] CP, P. 84.

[Xx] EC, P. 247.

[xxi] CP, P. 75.

[xxii] EC, P. 439.

[xxiii] EC, P. 364.

[xxiv] Me parece que esto se siente, por ejemplo, en el capítulo XIII.

[xxv] Así comienza”Metamorfosis.

[xxvi] M, P. 83.

[xxvii] D, P. 353.

[xxviii] EC, P. 520.

[xxix] EC, P. 42.

[xxx] EC, P. 29.

[xxxi] EP, P. 312.

[xxxii] EP, P. 27.

[xxxiii] EP, P. 147, 149.

[xxxiv] EP, P. 153.


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