Francia y Alemania – danza y contradanza

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por FLAVIO AGUIAR*

Los dos países han estado mostrando fisuras estratégicas en las relaciones, que están erosionando la estabilidad de la Unión Europea desde dentro.

“¡El rey mandó llamarme!\ ¡El rey mandó llamarme!\ A casa con su prometida…\ Sólo me dio como dote\ ¡Oropa, Francia y Bahía!\ Me acordé de mi ranchito\ Mi finca, mis frijoles... ¡El rey mandó llamarme! ¡El rey mandó llamarme! ¡Oh rey mío, dije que no! (Congo brasileño).

Después de siglos de hostilidades mutuas y muchas guerras, Francia y Alemania sellaron la paz el 22 de enero de 1963, mediante la firma de un Tratado de Amistad, también conocido como el Tratado de los Campos Elíseos. Charles de Gaulle y Konrad Adenauer lo firmaron, casi 18 años después del final de la Segunda Guerra Mundial.

A reconciliação foi corroborada pelo gesto do presidente francês, François Mitterand, e o primeiro-ministro alemão, Helmut Kohl, homenageando de mãos dadas, em 22 de setembro de 1984, os soldados dos dois países que caíram na batalha de Verdun, durante a Primeira Guerra Mundial. Esta reconciliación fue fundamental para sentar las bases de la creación de la Unión Europea, el 7 de febrero de 1992, a través del Tratado de Maastricht, que entró en vigor el 1 de noviembre del año siguiente.

La reconciliación entre Francia y Alemania se convirtió en la piedra angular, el punto de apoyo y la palanca (iba a decir “eje”, pero pensé que la palabra sería inapropiada en un contexto así) de la Unión Europea, condición reforzada 23 años después cuando el Reino Unido se retiró del mismo, tras un desastroso plebiscito promovido por el entonces primer ministro londinense David Cameron.

Esa condición de base sólida (iba a decir “muro de contención”, pero pensé que “muro” tampoco era una palabra apropiada aquí) de la Unión Europea tuvo momentos virtuosos, por ejemplo, en la muy armoniosa convivencia entre la Canciller Angela Merkel y el presidente Nicolás Sarkozy. Ni siquiera la elección en Francia del socialista François Hollande, que no era mucho socialista más allá del nombre de su partido, perturbó la apariencia de tal armonía.

¿Apariencia? Sí, porque bajo la superficie de una coexistencia virtuosa crecieron algunas semillas de disensión que apuntaban a la discordia. Por ejemplo, la matriz energética de ambos países era muy diferente. Francia dependía en gran medida de la energía nuclear, mientras que Alemania se alejaba cada vez más de ella y comenzaba a depender cada vez más del gas ruso.

Poco a poco surgieron otras diferencias estratégicas, especialmente en términos del nivel de entusiasmo por la adopción de la moneda común, el euro, que es mayor en Alemania que en Francia, y también en cuestiones de seguridad continental. Y el terreno para el surgimiento de tales diferencias se volvió más favorable después de la elección del impulsivo Emmanuel Macron en Francia y del vacilante Olaf Scholz en Alemania. Emmanuel Macron es descrito como un político impulsivo y ruidoso, dispuesto a aceptar riesgos y admitir errores y correcciones de rumbo. Olaf Scholz, en cambio, tiene un perfil mucho más marcado por la sobriedad, la cautela y la lentitud eclesiásticas, a pesar de los arrebatos impulsivos de su ministro de Asuntos Exteriores, Green, y de la algo bocazas Annalena Baerbock.

La guerra en Ucrania y sus consecuencias fue la cuña que amplió el campo de tensiones y desacuerdos, aunque estuvieran disfrazados de sonrisas y apretones de manos en las fotografías oficiales.

Presionado por Estados Unidos y el Reino Unido, a través de la OTAN, para enviar tanques alemanes Leopard 2 a Ucrania, Olaf Scholz, al principio, dudó. Emmanuel Macron aprovechó para prometer, sin consultar a su vecino del otro lado del Rin, blindados franceses para Kiev. Después de todo, con el aumento de la presión externa e interna, especialmente a través del Partido Verde transformado en VerdeOliva, Olaf Scholz cedió. Pero la fisura estaba abierta.

Otra fisura se abrió cuando Olaf Scholz anunció, también sin consultar ni avisar previamente a su colega parisino, la creación de un fondo de 200 mil millones de euros para subvencionar los costes energéticos catapultados por la repentina caída del suministro de gas ruso. La medida fue recibida con reservas en París y otros países vecinos, temiendo un efecto en cascada que desestabilizaría aún más los ya fluctuantes costos industriales y relacionados de las importaciones y exportaciones hacia y desde Alemania.

Se estaban abriendo otras fisuras. Emmanuel Macron habla, por un lado, de enviar tropas al campo de batalla en Ucrania y, por otro, de mantener un “diálogo” con Rusia. Scholz expresa desconfianza sobre el envío de tropas, pero Alemania ha estado endureciendo su tono con Moscú acusando a los piratas informáticos rusos de perturbaciones en el espacio estratégico de la cibernética alemana. Berlín viene abogando por la creación de un “escudo de seguridad” europeo contra Rusia, utilizando insumos norteamericanos, lo que disgusta a la industria militar francesa que, a su vez, en la carrera armamentista que se ha desarrollado en Europa, no se muestra muy dispuesta a compartir secretos con sus vecinos.

El anuncio de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, de que los fondos rusos congelados financiarán armas y otros beneficios para Ucrania, aumentará la temperatura de este caldo cultural bélico que ya está cerca de hervir en Europa. Sin mencionar que esta verdadera confiscación sería, en sí misma, una buena razón para una guerra con terribles efectos en todo el mundo.

Estas fisuras han ido erosionando la estabilidad de la Unión desde dentro, combinadas con los ataques contra ella por parte de partidos de extrema derecha en Alemania, los Países Bajos, la propia Francia, España, Italia, Portugal y otros países, y la inestabilidad económica y social causada por los planes de austeridad que todavía están vigentes en todo el continente.

Cuando nació, la Unión Europea parecía un timonel que dirigía un barco hacia un mundo de paz como si fuera su reina, después de guerras que destruyeron el continente y gran parte del mundo. Hoy, debilitada, todavía puede gobernar algo en este barco suelto en medio de la tormenta. Pero ya no reina.

* Flavio Aguiar, periodista y escritor, es profesor jubilado de literatura brasileña en la USP. Autor, entre otros libros, de Crónicas del mundo al revés (boitempo). Elhttps://amzn.to/48UDikx]

Publicado originalmente en la revista Observatorio Internacional del Siglo XXI, No. 5.


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