por AIRTON PASCHOA*
cinco piezas cortas
Vertedero
Lo que nunca existió murió. Qué hacer con las sobras, nadie lo sabe. O peor aún, discutir sin cesar. Algunos creen que es posible reavivarlo, lo que nunca ha sucedido. El bulto parece adherido al muladar que se convirtió en desperdicio. Hay quienes se plantean, si se nota por la agitación de su cuerpo, abandonar silenciosamente, ruidosamente, el velorio. Una solución sobria, como se le permite sugerir a un modesto hijo de puta, una solución que lleva la sarta de extremos extremos, ni entierro, ni destierro, ni desesperación, quién sabe si se encontraría en el vertedero –, dirán algunos. , controlado, otros, descontrolado… fecha de venganza el conformista huérfano se retira.
SALIR
No hay ruta de escape. Hay errores, muchos. Lo más común es el trabajo, y la gran mayoría, si no satisface, seamos sinceros, se acostumbran a la servidumbre. Sí, no se puede ocultar el voluntariado en el que todos alucinamos, incluso en la codiciada constelación de estrellas terrenales, en el cine, la televisión, el deporte, en cualquier ámbito. Pero supone cierto talento y suerte incierta, en definitiva cosa de los elegidos… ¡Terrorismo! No hace falta decir lo obvio: aunque todos los metros de la Tierra están volados, me temo que no llevarán muy lejos los agujeros descubiertos. Por supuesto, por supuesto, siempre existe el suicidio, camino que toman de vez en cuando poetas, locos, amantes y otros fanáticos. Pero desde un punto de vista lógico, ontológico, analógico o digital, ¿cómo identificar la solución al salto en la oscuridad? Por lo tanto, si hay algo eterno en este reino oscuro, ahí está, el ojo rojo parpadea burlonamente SALIDA. Esto lo sé, ya lo sabes, lo sabemos. Con los musicales, al menos cantábamos y bailábamos por dentro.
007 y el terrorista suicida
(o los intelectuales y yo)
Los intelectuales son fuertes, tienen nervios de acero y ataduras. Yo también los sufro, como hablaban los antiguos de ciertas criaturas que dudan de Dios, llenas de dedos y de piedad. Sufre de nervios... No son intelectuales, nada los sacude, ningún golpe puede disuadirlos del arte que los estatua. (Iba a escribir que los mueve y los perpetúa…) Al contrario árido. Promontorios, pensar y pensar y pensar, Rodinesco. ¡Yo, ay! Pienso en heridas y en maldad. Cualquier ruedita me noqueará. Los intelectuales no se rinden, por invencibles que sean. ¿A quién le encanta hacer pulseadas con ellos? Retorcido y retorcido de tanta contorsión, ya no tengo ni un brazo. Los intelectuales no, dotados de un brazo de hierro y un bazo de acero, no temen a nada, lo escudriñan, lo desmembran todo. O sólo soy un brazo, ya sabes. No son intelectuales, ya sabes, pero guardan silencio. Cuando apenas nos miran, seguros y asustados, pienso que quizás dudan, aunque sea por un momento, si agitar, o actuar, el codo.
Los gordos y los delgados
(comedia sin acto)
a gigi
Es muy raro ver una película de cabeza. Me temo que perdí el mío con mi cabello anhelante. Me he estado ahogando en películas alucinantemente estúpidas protagonizadas por sirenas alucinantes. Pero ¿qué pasó con los roliúdi, sus urnis y brodes? Es una pasarela de cadáveres andantes, de tácticas para hurgarse los dientes, cuando no se rompen, de tablas de planchar y eso, llevándoselo, ¡ay de los estetas! tiemblan tanto como no pueden. O volvemos a las bojudinhas, a los botticellis, a los boteros de la vida, lo que sea, o morimos todos de hambre. Las gachas de avena no se sostienen.
Filmografía
a rita
Las películas, las películas son tristes, bueno, son películas. Hora y media de belleza que de vez en cuando nos echa en cara, corta, ya. No somos buenos chicos, ni chicas jóvenes, una vida bonita es una tontería, no vivimos ni dos horas felices para siempre. Por eso nos pasamos la vida viendo películas reproduciendo. Vendido, con los ojos vendados. Oh rara Scarlett, oh belleza de las tardes eternamente perezosas, oh claro objeto del oscuro destello – quien no quiso, corta, se va. Ya no arden las películas, ni las películas, ya no puedo arder, y ya no me caliento, al menos hasta la cremación, y el viento se lleva, quién sabe, con un claque alegre/ FINAL.
*Airton Paschoa es escritor. Autor, entre otros libros, de Pulir chinelo (e-galáxia) [https://amzn.to/4at8YgM]
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