por AIRTON PASCHOA*
cinco piezas cortas
[pico de cuervo]
Hago saber, a quien le pueda interesar, que me pasé la vida escuchándolo decir que estaba en pico de cuervo... No es que no estuviera sano o esperara una muerte inminente; era simplemente el personal que lo liberaba de compromisos, desde todos los días hasta el domingo, como visitar a su hermano que vivía cerca; simplemente la forma de declinar toda invitación; decir que no pude; quién sabe otro día. Tal vez intuyó que el cuervo podía picotearlo en cualquier momento y en cualquier lugar, y en esos momentos era mejor estar en casa, Dios sabe, no sé. Sólo sé que a la curva negativa, deliciosa en su crudeza local, y ciertamente cultivada por el viejo árbol rústico desde tiempos inmemoriales, mejor dicho, coloniales, al curvilíneo, precioso negativo, y que me costó toda una vida comprender, correspondió la sonrisa socarrona del retoño... y de condescendencia, ¿qué importaba? porque el caso es que le importaba un carajo, mientras no lo molestaran, lo dejaban solo, o sea, en casa. Y allí se quedó, esperando al cuervo, mientras la mujer se iba con el pico, primero con los niños, luego sola, cuando empezaron a crecer y a juntarse con su padre. Esto no me absuelve de la culpa de haberlo visto poco, cuando en realidad cabalgaba en pico de cuervo, pero creo que entendió como nadie al hijo mayor, que también nació atacado al pie del oscuro señorío. y que sólo ha meditado sobre lo que meditaba, él entre un picotazo y otro, el que no conoció hombres ni dioses y se quedó sólo para sí el fuego que tal vez lo animaba.
el becerro de oro
¿Pensando en la muerte del ternero...? dejaba de lado la reticente pregunta cada vez que nos veía cavilando en un rincón. Fue solo mucho más tarde, como adulto y educado, que pude estimar qué impacto podría representar el advenimiento desastroso en la vida de un pobre granjero, como el Padre y el Padre del Padre y el Padre había sido. se quedó, al final, sólo con la maleta y el anatema en el lomo. De sitiador en sitiado, no se ganó la lotería en la gran ciudad, al igual que se saltó la rima fácil, y no pudo dejarnos nada, para su disgusto, excepto el cansado cisma y la expresión poética, tan perenne casi como la del Poeta. bronce. Bueno, pensándolo bien, no he hecho nada en mi vida más que pensar en la muerte de la muerte de la vaquilla.
hermanado
Gemía suavemente... intermitentemente... horas y horas. ¿Que pasó? no te va bien? ¿algo te duele? Y el anciano respondió a la mitad del entendimiento rompiéndose la muñeca en el aire cerca de la oreja, como para espantar a los mosquitos. ¿Y por qué estás gimiendo? - Porque es bueno.
Deseo, desde el fondo de mi corazón, repetir alto y claro: toda vida condensa una verdad, - verdad implícita o explícita, manifiesta o no confesada. En cuanto a justificarlo, salvé el hermoso lugar común que desenterró esta tierra. Pero no tengo la edad suficiente para que me nieguen. El gemido estaba loco.
En todo caso, vicio o vicio, tuve que reconocerlo, obra del mal tiempo, que no hay consuelo como gemir bajito. ¿No evoca poesía el canto del dolor indoloro, en bajo continuo? Fue lo más cerca que estuvo de su hijo, que ahora es un anciano y un maníaco.
a contrapelo
A Taisa
Enorme, grueso, costroso, capaz de tapar (y dejar) el rostro embrujado del hijo. Más tarde supe que era la mano de Portinari, sin ningún valor, sin embargo, muy real, irreal. Fue el único contacto que tuvo con el arte. Al crecer el niño, la mano dejó de inquietar. Una obra del tiempo, podría argumentar, cuyo abrigo tiende a memorizar, pero miro el mío, pequeño como las letras, y solo puedo llorar por él, incapaz como es de taparme la cara.
[jazimigo]
Hago saber, a cuantos pueda interesar, que me cambio a mí mismo como no a los demás. Me cambio pero sigo escribiendo y sé que no llegaré muy lejos, miserablemente, me quedo allí atacado en el calabozo del viejo baúl de las torturas, consciente de que tal gesto es de mi señor, que este otro Pertenece a la ilustre señora que me parió, que esa otra distingue a tales de los más dignos amados, mal dicho desconocidos, X e Y cromos somos de la misma dictadura genética.
Hago saber, a cualquier persona interesada en Praga, que cada tumba, nos guste o no, es familiar.
*Airton Paschoa es escritor, autor, entre otros libros, de Ver barcos (e-galaxia, 2021, 2ª edición, revista).