por AIRTON PASCHOA*
ocho piezas cortas
hasta la saciedad
el mar que sube y baja
bajar y subir y no subir
el mar y su eterno fracaso
el mar que va y viene
viene y va y nunca pasa
el mar y su eterna farsa
el mar esta enfermo
mar de gente
A mi buen Brasil
Mi hermano quería lavar su alma. Gritó, echó espuma, bailó y cantó bajo una lluvia de palmas. La ola humana ahoga y acaricia. Mi hermano canta que es dulce morir en el mar y se tira de cabeza. ¡Cómo lo envidio en su gateo y multitud! Golpe tras golpe, patada tras patada, cabezazo tras cabezazo.
No Utopía, Pangea
Amigos míos que son felices... Hijos y nietos de inmigrantes, pueden darse el lujo de refugiarse, aunque sea sólo imaginariamente, en la patria amada de sus antepasados: ¡Suiza, Finlandia, incluso Italia! En cuanto a mí, ay de mí, que no caí en la gran suerte, no me queda más que seguir por estos aciagos lugares miasmante y sin chirriar ni chirriar bajito que un día compartimos una sola tierra.
sin bálsamo
Los ferries se despiden, es cierto, pasados por los puentes, un medio de transporte que se adapta mejor al clima. El mundo se está quedando sin orillas, otra grave verdad, y las balsas sin era ni orilla. ¿De qué les sirve, mi Señor de los Navegantes, si sólo saben ir y venir, si ni siquiera han aprendido a escribir versos? Me temo que los zombis vagan por los puentes, de punta a punta, al menos hasta que deciden tirarse de ellos.
Puente colgante
Es una isla, todo el mundo lo sabe. Y todo el mundo sabe qué hacer en una isla. Hay mal tiempo, hay tormentas, hay terremotos, hay maremotos, y todo lo que es una especie de muerte. Pocos sobreviven, todos lo sabemos. La mayoría van y vienen, llevados por el humor de la marea, pero no pierden la esperanza de terminar el arca. Desde aquí arriba el trabajo parece una tontería, un brazada de agua derriba muros, ahoga a miles. Extrañamente, sin embargo, continúan dando vueltas, o encogiéndose de hombros, Dios sabe, cualquier cosa para llegar al otro lado, a la otra isla. Pero no lo garantizo. Es justo lo que pienso cuando me lavo los pies.
Ministerio de Salud advierte
Cuando, desde el fondo del betún más turbio, se apaga la sed de infinito, y el lector comedido considera, con aire jadeante y ojos húmedos, que nada más consuela, cometa, nube, viento, veleta, luciérnaga, verso libre, el tumbles memory blind, bueno, bueno, cierra la ventana y abre la heladera. Bebe un vaso de agua muy fría, con los ojos abiertos, o cerveza, si lo prefieres con los ojos cerrados. ¡Oh espuma de espumas! Solo asegúrate de abrirlos con moderación.
Belén
Sonreímos cálidamente. La vieja valla sonríe que nadie se atreve a pasar. Cuando nos reconocemos. Cuando no, sonreímos. La cena es abundante y todos están satisfechos, incluidas las palabras. Pronto todos estaremos boca abajo. Por qué… no recuerdo. Recuerdo que ya no dormimos sobre paja, ya no comemos en pesebre y los animales se refrescan en la heladera. La noche es calurosa, como glaciares derritiéndose, y el efecto invernadero es una realidad que requiere antiácido.
ver barcos
Lástima que el mar llega tan tarde... Ver barcos de cerca es mi debilidad con diferencia. En medio del parloteo del puerto, el parloteo de los pájaros, la espuma risueña, mientras se mecen en el sueño, suaves, los gigantes silenciosos, como acunándose, paternales, pacientes, los pequeños cargueros negros rascándose los costados... ¿Cuándo vete, oh pacíficos transatlánticos? ¡oh efecto invernadero, oh tapacubos sin corazón!
*Airton Paschoa es escritor, autor, entre otros libros, de Ver barcos (Nankín, 2007).