Fragmentación partidaria en las últimas elecciones

Foto de : Jean-Paul Montanaro
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por REGINALDO S. FERNANDES*

El énfasis en la “esperanza” y el bienestar social refleja un intento de conectarse con los votantes en un nivel más emocional y aspiracional, en contraste con el enfoque más combativo del pasado.

En el actual escenario de representaciones partidistas, las propuestas y plataformas gubernamentales apenas fueron verificadas en las últimas elecciones. No es posible decir que hubo un crecimiento de partidos más alineados a la derecha, izquierda, centroderecha o centroizquierda. Parece que estos elementos han perdido relevancia, como resultado de factores como la polarización política, las redes sociales y la personalización de la política, donde la imagen y el carisma de los candidatos muchas veces prevalecen sobre las propuestas concretas.

Además, la fragmentación de los partidos y la falta de claridad ideológica hacen difícil identificar un crecimiento claro de partidos alineados con posiciones específicas en el espectro político. Esto refuerza la idea de que las elecciones giran más en torno a individuos que a ideologías o plataformas gubernamentales.

Para comprender mejor la situación, también es necesario incluir la Enmienda Constitucional nº. 97/2017. Esta enmienda prohíbe las coaliciones de partidos en elecciones proporcionales y establece reglas sobre el acceso de los partidos a los recursos de sus fondos y al tiempo gratuito de publicidad en radio y televisión. Busca estructurar el sistema de partidos de manera más rígida, con el objetivo de reducir la fragmentación y promover una mayor claridad ideológica. Al mismo tiempo, fortalece a los partidos más grandes y da más énfasis a las propuestas y plataformas gubernamentales.

Prohibir las coaliciones puede reducir el número de partidos, ya que los partidos más pequeños tendrán dificultades para mantenerse sin alianzas. Esto puede resultar en una mayor claridad ideológica, donde los partidos consolidados tendrán más recursos para desarrollar y difundir sus ideas, fomentando un mayor enfoque en las propuestas y plataformas gubernamentales.

Sin embargo, incluso con estas nuevas reglas, la personalización de la política y la influencia de las redes sociales pueden seguir desviando el foco de las propuestas. Las reglas de transición estipuladas por la enmienda pueden ayudar a los partidos a adaptarse, pero también pueden generar tensiones a medida que ajustan sus estrategias para seguir siendo relevantes.

En este nuevo escenario político, el surgimiento de federaciones de partidos ejemplifica cómo los partidos se movilizaron para enfrentar las demandas impuestas por la enmienda. Las federaciones permiten una unión más estructurada y duradera entre los partidos, promoviendo una mayor cohesión y coordinación, lo que refleja una tendencia hacia el gerencialismo, donde la eficiencia y la gestión estratégica se vuelven esenciales para el éxito político.

Con la prohibición de las coaliciones, los partidos más pequeños, que antes dependían de alianzas para garantizar su representación, necesitan buscar formas más efectivas de organizarse y competir. Las federaciones ofrecen una solución, permitiendo a estos partidos compartir recursos, tiempo publicitario y estrategias, fortaleciendo su presencia en la escena política.

Además, una gestión más eficiente y coordinada dentro de las federaciones puede dar como resultado un mayor enfoque en las propuestas y plataformas gubernamentales. Esto se debe a que los partidos deben presentar un frente unido y coherente para atraer votantes. Así, el entorno político puede favorecer la apreciación de ideas y propuestas, en lugar de que éstas se vean eclipsadas por la personalización de la política.

La creación de la Federación Brasileña de la Esperanza, integrada por partidos clásicos de centro izquierda y de izquierda, como PT, PC do B y PV, representa un cambio significativo en la estrategia política de estos grupos. Tradicionalmente, el PT y el PC do B centraron sus campañas en denunciar el capitalismo, la concentración del ingreso y el imperialismo occidental en América Latina. Sin embargo, al unirse en una federación, estos partidos adoptaron un nuevo enfoque, centrado en la “esperanza” y el bienestar social.

Este cambio de estrategia es una respuesta directa a las nuevas exigencias impuestas por la Enmienda Constitucional nº. 97/2017, que prohíbe las coaliciones de partidos en elecciones proporcionales. La necesidad de adaptarse a un escenario político más rígido y competitivo llevó a estos partidos a reinventarse, buscando un mensaje más positivo e inclusivo, capaz de atraer a un electorado más amplio.

El énfasis en la “esperanza” y el bienestar social refleja un intento de conectarse con los votantes en un nivel más emocional y aspiracional, en contraste con el enfoque más combativo del pasado. Este cambio puede verse como una estrategia para diferenciarse en un panorama político cada vez más polarizado y fragmentado, donde la personalización de la política y la influencia de las redes sociales juegan un papel crucial.

Además, la formación de la federación permite a estos partidos compartir recursos, tiempo publicitario y estrategias, fortaleciendo su presencia en la escena política y aumentando sus posibilidades de éxito electoral. La gestión coordinada puede promover un mayor enfoque en propuestas y soluciones a los problemas sociales, asegurando un mayor énfasis en estos temas.

La fragmentación ideológica dentro del campo democrático, marcada por el surgimiento de partidos como PSOL y REDE, pone de relieve la crisis de unidad que debilitó la capacidad de articulación política en torno a una agenda común. Este proceso de ruptura comenzó después de la elección de Lula en 2002, cuando el PT formó una coalición con el centro derecha. Esto generó descontento en sectores más de izquierda, provocando la dispersión de fuerzas, que en lugar de fortalecer el campo democrático y popular, diluyó su influencia.

Los sindicatos y movimientos sociales, que históricamente sirvieron como pilares de movilización y apoyo político, también sufrieron esta fragmentación. La disminución de la capacidad organizativa y la pérdida de influencia de estos grupos en el debate público contribuyeron al debilitamiento del campo popular. Con el surgimiento del lavajatismo, que lanzó una ofensiva legal y mediática contra líderes políticos de izquierda, y el resurgimiento de la extrema derecha, apoyada por sectores pseudoconservadores, el espacio para los líderes democráticos y populares se redujo aún más.

Este contexto creó un terreno fértil para el avance de la retórica antisistema, que, si bien apuntaba contra la clase política en su conjunto, afectaba especialmente a las fuerzas de izquierda, asociadas a la corrupción a través de los discursos de la Operación Lava Jato. El ascenso de la extrema derecha, que logró canalizar el descontento social, consolidó un asedio al campo democrático y popular, dificultando el regreso de estos líderes al poder.

En general, el escenario actual no demuestra la debilidad o fortaleza de un partido o corriente partidista. Se caracteriza por una demanda de que los partidos se adapten y busquen nuevas formas de articulación, incluso para la supervivencia política. La aceptación efectiva de los votantes se centra cada vez menos en los partidos y los conceptos sociológicos, y más en los medios digitales y los resultados prácticos. Superar la fragmentación y revitalizar el campo democrático y popular será importante para afrontar los desafíos que se presentarán en las próximas elecciones.

*Reginaldo S. Fernández, historiador, tiene una maestría en Cultura y Territorio por la UFNT.


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