Florestán Fernández – IV

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por CAÍO NAVARRO DE TOLEDO*

Comentario sobre la trayectoria intelectual y política del sociólogo paulista.

Fueron muchas las luchas y combates que enfrentó Florestan Fernandes durante su fructífera vida.

En los últimos años, aunque físicamente debilitado por una enfermedad -cirrosis del hígado causada por una transfusión de sangre contaminada- que requería atención médica constante, Florestan nunca usó sus armas. Su virtù consistía en desafiar abiertamente la mala suerte, oponiéndole la lucidez de su espíritu combativo y la fuerza de su integridad moral. La enfermedad no acalló la defensa apasionada de las ideas que constituirían la razón misma de su existencia. Reportes de un reportaje periodístico que, pocos días antes de su muerte, al entrar al quirófano, con voz débil pero serena, testificó: “Lo que me mantiene vivo es la llama del socialismo que está dentro de mí”.

Para quienes hoy, en los círculos intelectuales, optaron por el cinismo de la razón y el pesimismo de la voluntad –en la exacta inversión de lo que enseñó el revolucionario en la cárcel fascista– tal afirmación no dejaría de sonar patética o quijotesca. Sin embargo, lejos de la retórica y de la profesión de fe, Florestán -a través de la afirmación del socialismo- expresó con toda autenticidad la segunda naturaleza que armónicamente se moldeaba en él, producto de una aguda sensibilidad humana y de una radical intolerancia ante cualquier y todas las formas de violencia, opresión social y explotación.

El aprendizaje sociológico y político de Florestán, según reconoce, comienza a los seis años, cuando comienza a trabajar para ayudar a su madre, viuda, lavandera y criada, a pagar el alquiler de los sótanos o dormitorios de los conventillos en la periferia de la ciudad de São Paulo. Fueron varias las aventuras y desventuras que salpicaron una infancia y una adolescencia marcadas por la necesidad de buscar trabajo, en ocasiones “humillantes y degradantes”. Él y su madre –en sus palabras, la “suma de dos debilidades no hace una fortaleza”– fueron “arrastrados por la tormenta de la vida” y lo que los salvó fue la orgullo salvaje de los desarraigados.

Perdido en un mundo hostil, el joven se volvió hacia adentro para descubrir en las “técnicas del cuerpo” y “las artimañas de los débiles” los medios de autodefensa para sobrevivir. Pero, de la experiencia de vida compartida con los demás marginados y ofendidos de la ciudad, el adolescente sacará lecciones decisivas que lo acompañarán a lo largo de su vida: “El carácter humano me llegó por esas rendijas, por las que descubrí que el 'gran el hombre' no es lo que se impone a los demás desde arriba oa través de la historia; es el hombre que tiende la mano a sus semejantes y se traga su propia amargura para compartir su condición humana con los demás, entregándose, como haría mi Tupinambá”.

Superando obstáculos para el joven pobre, autodidacta, “sin nacimiento ni nombre”, en São Paulo en la década de 40, el lumpen proletario llega a la Universidad de São Paulo. El inusitado talento para la investigación empírica y la voracidad por leer la bibliografía sociológica y antropológica disponible (en su mayoría en lengua extranjera) transforman al “estudiante prometedor”, en pocos años, en el ayudante brillante de la cátedra de Sociología II. Una ruptura inimaginable en la vida de un hombre de origen rústico. Integrarse, por tanto, desde temprana edad a la elite pensante de la USP, sofisticándose intelectualmente a través de la alfabetización y la adquisición de nuevos estándares de vida; Florestan, sin embargo, nunca negará su “carácter salvaje, rudo, de hijo de doña María”, el legado más preciado que llevó consigo hasta el final de su vida, como señaló en algunos testimonios.

Pocos intelectuales en Brasil pueden ser calificados como pensadores originales y creativos. Florestán es uno de ellos. Sin referencia a su obra documental, como ya se señaló, será difícil comprender la sociedad brasileña contemporánea, ya que sus obras analizan, con astucia y rigor, los dilemas, contradicciones y posibilidades del Brasil de este siglo. Más de 50 libros publicados –algunos aún en impresión– seguirán orientando nuevas investigaciones y ensayos académicos en el campo de las ciencias sociales y la reflexión crítica sobre la formación social brasileña, en sus múltiples dimensiones – economía, política, cultura, relaciones raciales, etc. .

Como intelectual militante (marxista y leninista, como le gustaba enfatizar), Florestan siempre buscó responder a la pregunta inevitable: ¿cómo conciliar la actividad teórica científica con el radicalismo político e ideológico? Estaba convencido de que era imposible, y también indeseable e improductivo, separar la investigación sociológica del movimiento socialista aislando la sociología del socialismo. La realidad, dijo, exige que ambos avancen interconectados, influyéndose mutuamente de manera permanente, profunda y fructífera. Negándose a aceptar las trampas de la supuesta neutralidad axiológica, fue categórico al afirmar: “En el fondo, tenemos que asumir la responsabilidad de saber en relación a lo que somos funcionales (o instrumentales): al pensamiento conservador, que inexorablemente se ha vuelto contrarrevolucionario [ …] o al pensamiento socialista, el único que encarna el potencial de la transformación revolucionaria del orden social imperante en Brasil”.

En este sentido, siempre manifestó un desenfrenado descontento con su propia trayectoria intelectual, siendo implacable en su autocrítica: “Todos los intentos que hice para combinar las dos cosas fracasaron”. Pero la explicación tenía razones estructurales que eran independientes de la generosa voluntad del pensador crítico: no había un fuerte movimiento socialista arraigado en la sociedad brasileña que sirviera de sustrato y apoyo a los intelectuales de formación socialista. Si bien rechazó la observación de que habría privilegiado la ciencia “contra el socialismo”, reconoció -evaluando su producción académica en las décadas del 40 y 50- que si “se hubiera seguido un camino, en el que pudiera definir mi perspectiva como científico social desde un movimiento socialista fuerte, nunca hubiera trabajado con los temas que trabajé”. Cabe señalar, sin embargo, que los trabajos clásicos sobre los Tupinambá, los negros y el folclore en la ciudad de São Paulo (que tenían como objeto a los excluidos, los marginados, los desarraigados) fueron elaborados desde la perspectiva de una teoría social crítica.

Aún no se ha realizado una evaluación cuidadosa y sistemática de su obra. Además del tema antes mencionado, se deben debatir y aclarar temas controvertidos que suscita su trabajo; por ejemplo, en el campo del materialismo histórico, su intento de reconciliar -particularmente en sus primeros trabajos- el método funcionalista y el método dialéctico, la naturaleza de su interpretación marxista, su visión (y crítica) del llamado “socialismo real y la explicación de su crisis y derrumbe, la consistencia teórica de su defensa del socialismo revolucionario en el mundo contemporáneo, etc.

Florestan era, en Brasil y en el exterior, un enemigo vehemente de la dictadura militar. En su caso, el régimen militar no se equivocó al retirarlo por la fuerza de la USP, en un intento de intimidar y silenciar su voz. A través de libros, artículos y entrevistas en diarios y revistas, cursos y una incansable actividad como conferencista, su palabra nunca fue silenciada.

A mediados de la década de 80, el tribuno y escritor militante -después de haber rechazado invitaciones anteriores- se afilió al Partido de los Trabajadores. Recaudando fondos de la venta de sus libros y con el apoyo entusiasta de una militancia comprometida con sus ideas, Florestan fue electo diputado federal en 1986, con más de 50 votos. En 1990 sería reelegido, al no presentarse a las últimas elecciones legislativas. El intelectual socialista, sin embargo, mantuvo siempre una postura crítica frente a la “política profesional”, no dejándose seducir por los encantos, privilegios y facilidades inherentes a la representación parlamentaria en el orden democrático burgués.

Diputado federal en activo, con un destacado desempeño en el área de la educación, no dejó de señalar cierto aislamiento dentro del partido. Hablando de su presencia en el PT, en una entrevista de 1989, afirmó: “Soy muy bienvenido en el PT; Les gusto mucho, pero allí estaba relativamente aislado. Soy como un zorzal que canta solo”. Florestán, como se sabe, no se adhirió a ninguna tendencia del PT; como “independiente”, siempre mantuvo una relación amistosa y cooperativa con las facciones internas, negándose a discriminar a nadie. Como posible antídoto a los efectos negativos de la creciente institucionalización del PT, consideró positiva la existencia de tendencias, particularmente las comprometidas con el socialismo revolucionario.

Fiel al PT, además de generoso colaborador de los movimientos sociales brasileños y de los partidos de izquierda (ex PCB, PC do B, PSB y otros pequeños grupos), así como de los partidos de izquierda latinoamericanos, Florestan, sin embargo, nunca abdicó de sus convicciones revolucionarias. . En consecuencia, cuestionó el llamado “socialismo del PT” (ya sea en la forma de socialismo “democrático” o en la versión del socialismo “moderno”) así como la teórica negativa –si no hostilidad– de sectores del partido hacia el marxismo.

En sus actividades parlamentarias nunca dejó de afirmar su condición de intelectual. Pero como un intelectual radical –sin ningún parecido con los pseudointelectuales 4 “extremistas”, los llamados “socialistas de silla”, de los que se burló Marx, “que tirados en sus sofás maldecían la revolución, que era imposible…”

Sus últimos escritos y testimonios manifiestan un profundo disgusto por las dinámicas internas y posiciones políticas e ideológicas recientemente asumidas por el PT: la excesiva burocratización interna en detrimento de la participación de la militancia, la fetichización y culto a la democracia, el creciente apego al electoralismo, la reducción de lo político a nivel institucional, el aislamiento del partido en relación a los movimientos sociales más combativos y su desvinculación de las amplias capas marginadas y desposeídas, en fin, la perspectiva de socialdemocratización del PT era una alternativa que él personalmente no aceptaría validar. En el I Congreso, preguntó inequívocamente: “¿Mantendrá el PT el carácter de necesidad histórica de los trabajadores y de los movimientos sociales radicales, si prefiere la 'ocupación del poder' a la perspectiva marxista revolucionaria?”.

En su ceremonia fúnebre, la pregunta de Florestan reapareció en el simbolismo allí presente: las flores de los sin tierra –algunos de ellos habían sido masacrados, en Rondônia, en vísperas de su muerte– y las banderas rojas del PT eran sostenidas por compañeros que coreaban la vieja canción que identifica a los comunistas de todo el mundo. Para Florestan Fernandes, los versos del internacionalismo proletario nunca fueron un canto disonante. O, como diría él, “no fueron letra muerta ni poema sin encanto”.

Cayo Navarro de Toledo es profesor jubilado de la Unicamp. Es autor, entre otros libros, de Iseb: Fábrica de ideologías (Ática). redactor del sitio web marxismo21.

Publicado originalmente en la revista crítica marxista, No. 3, 1996. [enlace incrustado]

 

 

 

 

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