por EMILIA VIOTTI DA COSTA*
Comentario sobre la trayectoria política y la labor académica del sociólogo, cuyo centenario se celebra este mes
Cómo conciliar rigor académico y militancia política es una cuestión que ha atormentado, si no paralizado, a muchos intelectuales de nuestro tiempo. Son pocos los que, como Florestan Fernandes, lograron satisfacer las demandas a veces contradictorias de estos dos tipos de involucramiento.
La mayoría terminó sucumbiendo al desafío, o abandonó el trabajo intelectual para dedicarse a la política, o sacrificó la militancia a las exigencias de la academia. Este dilema es peculiar de nuestro tiempo, cuando el intelectual se profesionalizó y sus actividades como docente, investigador y escritor se volvieron cada vez más absorbentes, en detrimento del compromiso político. Por ello, muchos intelectuales dejaron de creer en la cultura comprometida y el propio término se volvió sospechoso. A esto también contribuyó la polarización provocada por la Guerra Fría, que generó enfrentamientos y persecuciones, reduciendo el espacio de libertad dentro de la universidad.
En Brasil en la década de 60, la universidad pagó su precio. Varios intelectuales de renombre fueron destituidos de sus cargos, con enormes perjuicios para la docencia y la investigación, entre ellos Florestan Fernandes, que en ese momento ocupaba una cátedra de sociología en la Universidad de São Paulo. Años después, con la amnistía, muchos volvieron a la universidad. Otros prefirieron continuar su trabajo al margen del mismo. Esa fue la elección de Florestan Fernandes.
Una vez que terminó la represión militar, se impuso otra forma de represión más insidiosa. La competencia académica continuó la obra de represión que había iniciado el Estado. La obra de Florestan ha sido objeto de críticas. Florestán se sintió aislado: “Llegué a pensar que no era reprimido por la dictadura, sino por mis excompañeros”, confesó. Pero siguió, con el mismo vigor, publicando sus libros, manteniéndose siempre fiel a sus ideas y militancia política. Aunque siempre ha sido un espíritu libre, contrario a la disciplina partidaria y celoso de su independencia, en 1986 aceptó la invitación del PT para postularse a diputado federal. Fue elegido por un amplio margen de votos.
La práctica cultural comprometida que caracterizó la década de 60 –y que subsiste a duras penas en regiones donde la profesionalización del intelectual fue tardía o incompleta– tiende a desaparecer entre nosotros. Cada vez más encerrados en la torre de marfil de la academia, consumidos por la burocratización, lidiando con informes y opiniones, buscando becas e invitaciones para participar en reuniones internacionales, obligados a seguir las modas actuales, los intelectuales de hoy rara vez encajan en los modelos gramoscianos.
Debe recordarse, sin embargo, que los intelectuales que lograron resolver satisfactoriamente el dilema trabajo intelectual y militancia fueron los que mayor impacto ejercieron en la cultura. Este es el caso de Florestan Fernandes, profesor, autor y político, crítico implacable de las élites brasileñas, vocero incansable de los intereses del pueblo. Florestan es, desde todos los puntos de vista, un hito en la historia de la cultura brasileña. Un ejemplo para las nuevas generaciones.
Florestan ingresó a la universidad en un momento en que, con la creación de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, se iniciaba un proceso de democratización, con el objetivo de crear una nueva élite intelectual. De familia modesta, trabajando desde niño –como limpiabotas, ayudante de sastre, mozo– para ayudar a su sustento, nunca olvidó sus orígenes. Estos, en parte, explican sus preferencias metodológicas, sus temas, su programa y su vocación socialista. No fue casualidad que encontró en los intelectuales progresistas –C. Wright Mills, Thorstein Veblen, Max Weber, Karl Mannheim y Karl Marx– el material con el que elaboró una síntesis original.
Sus opciones teóricas encontraron apoyo en el momento político de la posguerra, cuando diversos sectores de la población se movilizaron en las luchas por el desarrollo y la democracia que caracterizaron la era Vargas y el período JK y culminaron en el momento reformista del gobierno de João Goulart.
Después de la Revolución Cubana en 1959, el clima en América Latina era de optimismo, reforma y movilización popular. En Chile, Eduardo Frei y luego Salvador Allende parecieron marcar el comienzo de una nueva era. En Europa, intelectuales como Sartre hicieron de la militancia una profesión de fe. Nada podría ser más natural que muchos intelectuales en Brasil siguieran este camino. Los sueños e ilusiones de ese período, sin embargo, se disiparon ante la realidad de los golpes militares y la represión. Hoy vivimos en otros tiempos y todo esto puede parecer remoto. Pero la historia de este período es fundamental para comprender la vida y obra de Florestan Fernandes.
Han pasado cincuenta años desde que inició su actividad intelectual en la USP. Durante este período, publicó más de 35 libros y numerosos artículos. En todos ellos revela una profunda preocupación por la creación de una sociedad más humana, es decir, más democrática y más libre. Para Florestan, la sociología siempre ha sido un instrumento para alcanzar este ideal. Por eso estaba tan preocupado por perfeccionar sus métodos.
En su obra se pueden distinguir algunos temas fundamentales. La lucha contra el racismo, que se evidencia en “Integração do Negro na Sociedade de Classes” y “O Negro no Mundo dos Brancos” (1970); el análisis de la formación de la sociedad brasileña en “La revolución burguesa en Brasil” (1975); la evaluación crítica de la sociología en “Fundamentos empíricos de la explicación sociológica” (1963), “Ensayos de sociología general y aplicada” (1960), “Sociología en una era de cambio social” (1963), “Elementos de sociología teórica” (1970 ) y “Sociología en Brasil” (1977); la preocupación por la educación en “Educación y Sociedad en Brasil” (1966) y “Universidad Brasileña: ¿Reforma o Revolución?” (1975); la crítica al gobierno militar ya la Nueva República en los ensayos de “Circuito Fechado” (1976), “A Ditadura em Questão” (1982), “A Nova República” (1986); finalmente, su interés por América Latina lo llevó a publicar “Capitalismo dependiente y clases sociales en América Latina” (1973) y “De la guerrilla al socialismo – La revolución cubana” (1979), y “Poder y contrapoder en América Latina” (1981).
Tan importante como su labor investigadora fue su labor docente. Conocido internacionalmente como responsable de la creación de un grupo de notables investigadores, que vinieron a reformular la sociología en Brasil, dándole un rigor que nunca antes había tenido. Florestan tuvo entre sus alumnos intelectuales como Fernando Henrique Cardoso, Octavio Ianni, Paul Singer, Maria Sylvia de Carvalho Franco, Luis Pereira, Eunice Durham y muchos otros.
Recientemente, en 1993, en una entrevista con Folha, Florestan reafirmó su fe en el socialismo, al que ve como un proceso en constante cambio, y en la democracia, que ve como una conquista de las clases populares y no como un regalo de las élites o el estado. Se puede estar de acuerdo con él o no, pero es imposible no admirar su coraje, su espíritu incansable, la consistencia de sus posiciones y, sobre todo, el admirable equilibrio entre militancia política y rigor científico que logró alcanzar.
*Emilia Viotti da Costa (1928-2017) fue profesor emérito de la USP, autor de varios libros de referencia como De Senzala a Colonia.