Por RONALDO TADEU DE SOUZA*
Uno de los legados de Florestan Fernandes fue también la creación de una ciencia política
Desde que se consolidaron los programas de posgrado en ciencias sociales (e incluso en ciencias humanas) en las décadas de 1980 y 1990, ninguna disciplina ha adquirido tanta notoriedad y estado positivo como ciencia política. Creado en los Estados Unidos a principios del siglo XX, fue traído a Brasil, tal como lo conocemos hoy, como un estudio de las instituciones políticas y el comportamiento de sus agentes, por tres jóvenes investigadores en ciencias sociales. Bolívar Lamounier, Wanderley Guilherme dos Santos y Fábio Wanderley Reis abrieron caminos prácticamente desconocidos en las universidades brasileñas. Como toda disciplina que quiere no sólo ganar espacio en áreas de conocimiento ya establecidas en la ciencia, sino también iniciar su propia ethos disciplinario, con sus códigos, hábitos, rituales, métodos específicos de investigación, lenguaje y vocabulario propios y la selección de figuras puntuales en la conformación del campo, la ciencia política interpela saberes consagrados y personalidades representativas. Es el caso de la sociología paulista y de la eminente presencia que la enunció con mayor vigor y prestigio académico, Florestan Fernandes. Desde entonces, está establecido en nuestras ciencias sociales y en nuestro debate público que Florestan Fernandes abordó con exuberancia e incomparablemente los problemas más importantes de la sociedad brasileña, “sin preocupación” cognitiva, epistémica y específica con las instituciones constitutivas del sistema político en Brasil. Así, incluso sin enunciaciones más claras y directamente abordadas, los presupuestos de los fundadores de la ciencia política brasileña y de los herederos del legado iniciático apuntaron a disputar los símbolos de glorificación y respetabilidad de la sociología de la USP y de su maestro pionero. Aquí hubo (y hay) una articulación de intereses políticos, disciplinarios y profesionales.
Puede decirse que las disposiciones de los locutores de la nueva ciencia política nacional convergieron con el tipo de democracia que se construiría en el país tras el fin de la dictadura en 1984. Más específicamente, el régimen democrático se convertiría en el objeto constitutivo de en los que las ciencias sociales, en particular la ciencia política, deben centrar sus esfuerzos de elaboración e investigación. Así, mientras en las décadas de 1930 y 1980 nuestras ciencias sociales buscaban comprender las características de la formación social brasileña, las condiciones del desarrollo nacional y lo que condujo al golpe militar-empresarial de 1964, a partir de la transición hubo que aprovechar los recursos intelectuales. centrado en la comprensión de la democracia recién establecida. Sin embargo, el punto es ¿qué estándar de democracia queríamos? Y, en consecuencia, ¿qué quería la ciencia política en construcción? La ciencia política de este período, al menos la practicada por quienes disputaban los espacios de prestigio y consagración a la sociología paulista de Florestan Fernandes, entendía la democracia como una estructura de arreglos institucionales que daría irrefutable importancia a los procedimientos formalistas. Bolívar Lamounier[ 1 ], uno de los artífices de nuestra ciencia política dirá que es ingenua “la fe en el desarrollo y la modernización” como ejes de la democracia. De esta manera, modelos de interpretación como los de Florestan Fernandes (y Celso Furtado) resultan “anémicos” para pensar, comprender y consolidar la democracia en términos institucionales y procedimentales: ciertos formalismos son más importantes en el contexto de la democracia posdictadura que cualquier otro. modelo evaluativo y sustantivo, por mínimo que sea. En otras palabras, era necesario en la “ciencia política brasileña [prestar] la debida atención a la esfera institucional”[ 2 ]. En efecto, la atención a nuestra pauta de industrialización, los complejos procesos de urbanización, la relación con las economías centrales hegemónicas, la forma de ser del pueblo brasileño como tal y el carácter de explotación de clase en un país con matriz esclavista debían ser relegados a un segundo plano en naciente ciencia política. Ahora bien, el foco de la investigación debe mirar con rigor: el juego excluyente de las élites políticas, los sistemas de gobierno, electoral, partidario, los partidos y el comportamiento de los actores intrainstitucionales. En resumen: la democracia dependía de la constante indagación “por” la ciencia política de la calidad de los arreglos de la “estructura político-institucional del país”[ 3 ]. Desde entonces, la ciencia política, ejercida en los términos de sus fundadores, ha tenido una voz distinguida en el tratamiento de la política “democrática” que nos gobierna.
Sin embargo, en este centenario del nacimiento de Florestan Fernandes, es sugerente que volvamos a su estilo de hacer ciencia política. No se trata de establecer una competencia estéril entre campos disciplinarios y nombres que los representan simbólicamente, se trata de profundizar nuestra comprensión crítica de la política practicada en Brasil y las razones de ella. Y si la ciencia política, disciplinaria e institucionalmente fundamentada, tuvo y tiene compromisos leales con los procedimientos formales de la democracia brasileña – un camino claramente conservador en ciertos aspectos, al igual que su progenitor estadounidense[ 4 ], y que reveló esa característica en el contexto del golpe de Estado de 2016 contra el gobierno de Dilma Rousseff, pues fueron pocos los politólogos que no se “suscribieron” a los supuestos ritos legales e institucionales del juicio político y la legitimidad política (pero esto requiere y espera otro texto) – “independiente” de su respuesta a los problemas fundamentalmente sustantivos de la sociedad (materiales, sociales, económicos, culturales), la ciencia política florestaniana constituye una crítica radical, incluso revolucionaria, de la política ejercida en Brasil, incluso la so- llamada política democrática. Además de la casi obvia referencia a la monumental y decisiva obra de Florestan Fernandes, La revolución burguesa en Brasil: ensayo de interpretación sociológica, veamos tres momentos, tres textos, del corpus teórico del sociólogo que pueden (y deben) ser leídos como una ciencia política crítica dirigida a los subalternos y sus expectativas de transformación social en Brasil, a saber: La ciencia política de Karl Mannheim de 1946, Cambios sociales en Brasil 1974 y el Las contradicciones del capitalismo dependiente de 1995.
Se sigue, entonces, que la historia de las disputas disciplinarias no siempre son espacios para esclarecer quién construyó realmente qué desde el punto de vista de la publicación de textos, uso de nombres de identificación, términos específicos y vocabulario. Pocos dicen que la sociología "comenzó" con Montesquieu y su análisis social, cultural y moral de las condiciones del derecho exitoso; difícilmente encontraremos a alguien que defienda que la economía política ya estaba teorizada en los textos de Locke desde que abordaba la riqueza y la constitución de la propiedad proveniente del trabajo (el que coge el fruto tiene derecho a él y sus implicaciones monetarias) y sin embargo, ¿quién lo hará? Afirmo con vehemencia que la crítica del gusto y los hábitos antes de ganar modos teóricos y rigurosos de conceptualización con Pierre Bourdieu en La distinción e Gustos de clase, estilos de vida aparece en la novela moderna de vanguardia de der Marcel Proust, la En busca del tiempo perdido. Con Florestan Fernandes pasa lo mismo. Quien, en una disciplina con una perspectiva tan específica y técnica como la ciencia política, y que, como decíamos, acaba de ganar fuerza y prestigio académico-institucional (y político); es decir, con una costra rígida de estilos propios de investigación (en el abordaje de sus objetos) y reverencia a la investigación universitaria excelente (esto hay que reconocerlo) – cabría imaginar que en 1946 el fundador de nuestras ciencias sociales (científicas) publicara un artículo para la disciplina.
No sería exagerado decir que tal vez el término denominativo ciencia política apareció por primera vez en nuestro mundo académico y universitario en La concepción de la ciencia política de Karl Mannheim. Resultado de un ensayo final de un curso impartido por Florestan Fernandes en Escuela de Postgrado en Sociología y Política (curso ofrecido por la cátedra de antropología de Emílio Willems), ¿qué encontramos en este texto iniciático?
En él, el joven Florestan ya esboza sus inquietudes al pensar los sujetos de las ciencias sociales con rigor y cientificidad, pero sin dejar de observar de manera crítica las dinámicas concretas de la vida en sociedad. Y para Florestan, una ciencia política que no lo hiciera estaría comprometiendo su condición de disciplina humana. De ahí la relevancia de Karl Mannheim, en el curso de Florestan Fernandes. En el autor de Ideología y utopía encontrará que la política no se investiga como una institución estática y perenne: la ciencia política para el sociólogo alemán tenía que verse en el contexto de los "cambios culturales".[ 5 ]. Así, el objetivo de la ciencia política, en términos mannheimianos, consiste “en el estudio científico de las esferas de la realidad social en proceso de devenir"[ 6 ]. Convertirse o volverse social; este es el núcleo constitutivo de la ciencia política de Florestan Fernandes aquí en este momento inicial. Así, a partir de Mannheim, el sociólogo paulista desarrollará una teoría sobre el estudio de la política, significativamente peculiar. Quienes estén acostumbrados a observar una ciencia política disciplinaria y políticamente “racional” y positivista –y mimetizándose con el proceso institucional del poder– se sorprenderán de la noción florestaniana, al menos en el citado ensayo, de la investigación de la política a la que hace referencia “situaciones sociales irracionales”.[ 7 ] que se oponen a normas y arreglos estructurados.
Ahora bien, en su aspecto no institucional, la política (y la ciencia que la investiga) explicita zonas variables de irracionalidad: para Florestan Fernandes, en un eco durkheimiano, mientras que la sociología se ocupa de sistemas y organizaciones sociales “sujetas a normas”[ 8 ] del comportamiento (estático), la ciencia política tiene que lidiar con circunstancias de extrema maleabilidad de la vida social. Es que en la práctica empresarial, especialmente en momentos de mayor tensión social, cultural y moral, existen “grupos y/o estratos sociales”, presumiblemente subalternos y marginados dadas las preocupaciones siempre presentes de Florestan, “que, en sucesivas generaciones, pretenden someter [diría subvertir] [las] situaciones [de] control racional”[ 9 ]. La irracionalidad de la acción y del vivir activo (y su expresión conceptual, la devenir política) como una de las perspectivas (quizás la más importante) del proceso social, es el objeto mismo de la ciencia política de Florestan Fernandes. Dirá: “es a través del elemento colectivo que la manifestación de los procesos sociales interactivos y la acción del hombre ayudan a forjar el proceso de devenir. En síntesis; la política como ciencia debe dar una guía concreta para la acción, en términos de un punto de vista más amplio […] [y mirando] las zonas sociales en constante cambio […]”[ 10 ]. La ciencia política, en efecto, puede ser, como nos enseña Florestan, una actividad creadora e inventiva (científica): y no exclusivamente inerte porque se centre exclusivamente en las instituciones políticas.
No sería casual, por tanto, que una de las preocupaciones en la sociología (y en la ciencia política) de Florestan hayan sido los problemas del cambio social (el flujo constante ya veces irracional) en las sociedades periféricas, y la brasileña con mayor atención. Cualquier ciencia social constituida en el suelo laberíntico de una sociedad subdesarrollada, no hegemónica, como Brasil, que no tiene en el horizonte cuestiones científicas, las circunstancias del cambio social estarán cometiendo daños contra sí misma y contra el país que habita. El cambio social y la forma en que fue abordado por Florestan Fernandes son índices de lo que llamamos aquí la ciencia política del maestro de la sociología nacional. En efecto, comprender las complejidades del cambio social en sociedades con formación dependiente es situarse desde una “perspectiva crítica y participativa”[ 11 ]. Por ello, en los ensayos que componen el Cambios sociales en Brasil, encontramos a Florestan presentando la noción de “exceso de poder”[ 12 ] que las clases dominantes buscan incesantemente reservarse para sí, incluso con la conformación de metamorfosis sociales y, a veces, económicas.
Así, con la noción de “pluspoder”, propia de una ciencia política (de la periferia del capitalismo), que observa críticamente la rudeza del poder político-institucional frente a asalariados, marginales, Cambios sociales en Brasil está atenta al hecho característico de que aún en procesos dinámicos intensos y con alta capacidad de cambio en las formas de organización de la sociedad brasileña, los cambios sociales que aquí ocurren aún permiten que “las clases dominantes […] utilicen el Estado como un bastión de la autodefensa y el ataque, imponiendo así sus privilegios de clase 'en interés de la Nación en su conjunto', y eso de arriba hacia abajo”[ 13 ]. Florestan Fernandes nos está diciendo que la astucia (cruel y violenta) de nuestras élites gobernantes siempre se crea elementos político-institucionales y político-organizativos, para protegerse de la irrupción de “actores desposeídos”.[ 14 ]. Ahora bien, y aunque en cierto modo puede promover cambios sociales, la clase dirigente brasileña, entendiendo de la colonia que son sus principales enemigos (hombres y mujeres negros esclavizados y anteriormente esclavizados, una masa obrera rebelde, marginada por la racionalidad del sistema económico, mujeres negras inconformes que luchan por sus hijos y la comunidad – Marielle Franco es un ejemplo de esto – y jóvenes trabajadores negros y periféricos) transforman al Estado “no en un mero comité de los intereses privados de la burguesía”[ 15 ]; el Estado y sus instituciones se “convierten aquí en un arma terrible de opresión y represión, que debe servir a intereses particulares […] de preservación y expansión de los privilegios económicos, socioculturales y políticos [y la explotación]”[ 16 ]. Una ciencia política que se ocupe de nuestro juego partidista, nuestro Ejecutivo de coalición, nuestro sistema de votación regimental, nuestra interesada composición de ministerios, el lenguaje práctico de nuestro poder judicial y su disposición a servir a las clases dominantes sin observar el exceso de poder será sólo un a pocos pasos de mirar sólo y fijamente a las instituciones políticas en las que viven las élites, delineando sus planes y de espaldas a la sociedad donde la lucha por la existencia (dignificada) es una batalla diaria: una lucha contra incluso el arma de la opresión y la represión movilizados por aquellos. Esta no era ciertamente la ciencia política de Florestan Fernandes. Por eso a veces resulta extraño leerlo ejerciendo también esta noble disciplina. ¿Cuáles fueron las bases de la modalidad restringida de los cambios sociales en Brasil?
Los cambios sociales en Brasil que, cada vez que ocurrieron, reemplazaron (y reemplazan) el exceso de poder de nuestras clases y elites dominantes, tuvieron sus bases sociohistóricas estructurantes en la dinámica de lo que Florestan Fernandes llamó las contradicciones del capitalismo dependiente. En este tema de sus intervenciones teóricas e intelectuales, se ocupa específicamente de las peculiaridades políticas y económicas de los países que no forman parte del capitalismo monopolista: “esos países avanzados de Europa [y los] Estados Unidos”[ 17 ] y sus respectivas burguesías. El punto de interpretación aquí será comprender la lucha política de sociedades, en el caso específico de Brasil, en las que “la dominación burguesa […] no [hizo] historia a través de la revolución nacional y su aceleración, sino […] [hizo] ] por el contrario, el camino de su contención y vaciamiento[ 18 ]”. Ahora bien, la ciencia política florestaniana está atenta, una vez establecida la diferenciación sustantiva entre capitalismo monopolista y capitalismo dependiente en la configuración concreta y activa del “poder del Estado”.[ 19 ]. De modo que más que un enfoque riguroso y científico destinado a delinear el campo de la sociología, Florestan Fernandes se preocupa por el impacto político real del tipo de revolución burguesa en Brasil. Si en las sociedades hegemónicas los cambios sociales -el devenir- lograron extenderse a lo largo de la nación y acelerar los procesos socioeconómicos, socioculturales y, sobre todo, sociopolíticos, en el capitalismo dependiente existe el “reverso”[ 20 ], porque por aquí los ciclos de la revolución burguesa (Octávio Ianni) cuando aparecen, centralizan el poder. Así, si bien nuestras instituciones adquieren complejidad interna como estructura constitutiva del Estado – éste, como tal, y, contradictoriamente, en el desarrollo de sus funciones, adaptándose a los cambios sociales, hace que su poder político sobre las clases trabajadoras y el grupo de marginados “sin florituras””. O sea; un poder político estatal cohesivo, oculto, vil y violento sin ninguna pretensión.
Dentro de los límites de este espacio y texto, sólo podemos señalar que, en términos explicativos, Florestan fue esencialmente astuto al observar que en las sociedades de dependencia estructural hay una “disociación [en] […] el proceso”[ 21 ] Social. Por el cual las élites del momento logran separar “el desarrollo a nivel económico [de su extensión] a nivel político”[ 22 ]. Más precisamente: el nivel político cambia sin cambiar y a veces retrocede a arreglos institucionales crueles (como lo estamos presenciando con el grupo bolsonarista desde 2018).En la sugerente interpretación de Maria Arminda Nascimento Arruda: nuestras revoluciones burguesas en lugar de crear un “orden abierto y la sociedad democrática […] construyó [eso es] un abismo”[ 23 ] entre las “esferas de la vida”[ 24 ] en la sociedad brasileña. En el agente social negro, esta particularidad era explícita. En varios momentos de la historia política de Brasil, es posible observar procesos intensos en el “ritmo de crecimiento económico, […] [por ejemplo], la transición al industrialismo”[ 25 ] y el aumento de nuestra inserción en la complejidad de las cadenas productivas globales en las últimas décadas, pero en el mismo movimiento de la totalidad contradictoria vemos “la pura y simple contrarrevolución en el plano político [estatal] (transformación del representante autoritario Estado puro y simple en el Estado policial-militar ultrarrepresivo)”[ 26 ] – y luego, o de nuevo, la reorganización de la élite del poder (para recordar la feliz expresión y obra del compañero de combate estadounidense de Florestan Fernandes, el maldito sociólogo Charles Wright Mills) en el Estado democrático-autocrático (post-1984) para que bien analizado por el maestro de María Antonia. (En la formulación florestaniana de Lincoln Secco, actualizando esa interpretación hasta el día de hoy: la creación por parte de nuestra clase dominante de una “democracia vestida de militar”).
Lo que se sacrifica siempre y conscientemente es la democracia; que eventualmente podría convertirse en un espacio de articulación, organización y rebeldía de los “más o menos marginados y excluidos de la nación”[ 27 ]. Así, nuestras instituciones gubernamentales, argumenta la ciencia política de Florestan Fernandes, adquieren sistemáticamente el aspecto de una esfera no negociable de “re-agregación y […] reorientación de la dominación burguesa [que busca] adaptarse[ a sí misma] al complejo y demandas drásticas de una […] transición al capitalismo monopolista”[ 28 ] y más recientemente al capitalismo de vigilancia.
En ese sentido, lo que llama la atención en la ciencia política de Florestan es la peculiaridad del conjunto de conceptos, términos y expresiones que se engendran en la interpretación del poder en Brasil. registrarse Las contradicciones del capitalismo dependiente sentencias decisivas para el estudio de la política en suelo nacional; de manera que, siempre atento a nuestras particularidades, Florestan moviliza nociones como: “estados inversores”, “espacio político seguro [para las élites]”, “arena de la oligarquía perfecta”, “monopolio exclusivo del poder del Estado”, “contención y vaciamiento de la democracia”, “neocolonialismo disfrazado”, “hegemonía compuesta” y “burguesía autocrática”[ 29 ]. Sin embargo, esta constelación de categorías y formulaciones era en realidad el deseo de intervención crítica (desde la izquierda) de un intelectual comprometido (un publicista radical, como dice mi compañero Bernardo Ricupero) en la lucha por los de abajo. Porque a contrapelo, Florestan Fernandes sabía que para el “devenir” y el “cambio social efectivo” – la transformación y emancipación de la sociedad dependiente brasileña –, para la destrucción del “uso sistemático del poder policial-militar de los gobiernos” y de la élite dirigente, era necesario difundir una ciencia política que advirtiera que el poder material debía ser enfrentado por otro poder material: es urgente oponer el “volcán social” a nuestras instituciones políticas (siempre dispuestas a contraatacar). revolución).[ 30 ] de los marginados, de las masas, siempre excluidos y despreciados.
Una ciencia política –cosas bien entendidas de nuestra apreciación por la pluralidad de concepciones de métodos de investigación de alto refinamiento metodológico, de investigadores de fina pericia, de rigurosa recolección de datos estadísticos y de modelos teóricos– que en Brasil no vislumbra “justicia” de [y para] el pueblo por [su] propia [iniciativa]”[ 31 ], porque no quiere mirar a su alrededor; puede mirar al menos cada período el Anuarios Estadísticos Desde el momento. Este fue uno de los legados de Florestan Fernandes: la creación, también, de una ciencia política.
*Ronaldo Tadeu de Souza es investigadora posdoctoral en el Departamento de Ciencias Políticas de la USP.
Notas
[1] Conf. Bolívar Lamounier – Redemocratización y Estudio de las Instituciones Políticas en Brasil. Sergio Miceli (org.) Temas y Problemas de la Investigación en Ciencias Sociales. São Paulo: Sumaré/Fapesp: Río de Janeiro: Fundación Ford, 1992.
[ 2 ] Ibid.
[ 3 ] Ibid.
[ 4 ] Ver sobre este João Feres Jr. Aprender de los errores de otros: lo que la historia de la ciencia política estadounidense tiene para decirnos. Revista Sociología y Política, Nº 15, 2000.
[ 5 ]Florestan Fernandes – La concepción de la ciencia política de Karl Mannheim. En: Elementos de Sociología Teórica. San Pablo. Compañía Editora Nacional, 1974, p. 225.
[ 6 ] Ibid.
[ 7 ] Ibidem, p. 227.
[ 8 ] Ibid.
[ 9 ] Ibidem, p. 226.
[ 10 ] Ibíd., págs. 226 y 257.
[ 11 ] Florestan Fernandes – Cambios Sociales en Brasil. En: Octávio Ianni (org.) florestán fernandes. Ática, 1986, pág. 138.
[ 12 ] Ibidem, p. 145.
[ 13 ] Ibidem, p. 144.
[ 14 ] Ibidem, p. 145.
[ 15 ] Ibid.
[ 16 ] Ibid.
[ 17 ] Florestan Fernandes - Las contradicciones del capitalismo dependiente. En: En busca del socialismo: últimos escritos y otros textos. Chamán, 1995, pág. 125.
[ 18 ] Ibidem, p. 126.
[ 19 ] Ibidem, p. 127.
[ 20 ] Ibid.
[ 21 ] Ibidem, p. 128.
[ 22 ] Ibid.
[ 23 ] Maria Arminda Nascimento Arruda – Una Sociología de la Expulsión Intelectual. En: Florestán Fernández –Circuito cerrado: cuatro ensayos sobre el poder institucional. Globo, 2010, pág. 15.
[ 24 ] Ibid.
[ 25 ] Ibid.
[ 26 ] Ibid.
[ 27 ] Ibidem, p. 126.
[ 28 ] Ibidem, p. 135.
[ 29 ] Ibíd., págs. 124-164.
[ 30 ]Ibidem, p. 130.
[ 31 ] Ibid.