por HERMANOS DE LA PATRIA*
La falta de criterios de calidad exigidos en los editoriales de las revistas enviará a los investigadores, sin piedad, a un submundo perverso que ya existe en la academia: el mundo de la competencia, ahora subsidiado por la subjetividad mercantil.
La Fundación para la Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior, conocida por el nombre de Capes, anunció hace algún tiempo el nuevo sistema de evaluación de nuestra producción bibliográfica, cuya principal medida será el fin del sistema de Publicaciones Periódicas “Qualis”.
Las posiciones están divididas. Algunos elogian la medida porque la entienden como una necesaria adaptación a los nuevos tiempos telemáticos y de centralidad de la comunicación, utilizando los términos de “ciencia abierta” como coartada. Otros, como nosotros, pretendemos no sólo comprender mejor la propuesta sino también ver con reservas cualquier sumisión acrítica al mundo de la producción de conocimiento ligero, instantáneo y fugaz en las redes sociales.
Artistas de cine, televisión y teatro han denunciado sistemáticamente la sustitución de los criterios “talento” y “experiencia” en la contratación de elencos por el criterio de “número de seguidores” en las redes sociales. Esto explica en parte el deterioro de la calidad de las producciones, especialmente las de la televisión abierta. Ahora es nuestro turno.
El paso de la evaluación cuantitativa y cualitativa realizada por pares y la no exigencia de criterios de calidad en los consejos editoriales de las revistas nos remitirá, sin piedad, a un submundo perverso que ya existe en el ambiente académico, pero que será “empeorado”, que es el mundo de la competencia, ahora subsidiado por la subjetividad mercantil.
Cuando tenemos que luchar por la consecución de “números de citaciones”, “Descargas” y “menciones en redes sociales” y al mismo tiempo demostrar “aporte científico y relevancia teórica” seremos arrojados a la autofagia –repito: que ya existe en el ambiente académico– pero que antes estaba motivada por nuestros egos inflados y deseos de éxito y poder como los describiera Thomas Hobbes en su presentación de la naturaleza humana, pero que ahora estará motivada por la necesidad de sobrevivir en la carrera científico-docente: “el investigador es el lobo del investigador”, diría el filósofo inglés.
Queremos más explicaciones y tememos algunas de las medidas no porque seamos de Humanidades, como algunos compañeros de la ciencias duras quienes consideran las Humanidades como pseudociencias, sino más bien porque hemos perdido la batalla contra la comercialización del conocimiento y de la producción científica que ha transformado, en los últimos años, importantes revistas en máquinas tragamonedas que han pasado a atribuir costos de mantenimiento a los autores, como demuestra Michel Goulart da Silva en su artículo Qualis: la extraña dirección de las revistas científicas, además de la proliferación de revistas depredadoras.
La producción de contenidos para las redes sociales o para el mundo ilimitado de las web requiere de estrategias que atraigan la atención del público objetivo, haciendo que no sólo “haga clic en la flecha” para acceder al contenido, sino que mantengan su atención el mayor tiempo posible en esa experiencia. Esto hizo que el leads. “nunca” reflejan el contenido real de lo que se verá.
El titular, siempre sensacionalista, pretende llamar la atención y movilizar emociones para atraer y con ello ganar la competencia con otros contenidos que pululan ante las miradas. Ahora imaginemos esto trasladado a nuestra producción de artículos científicos.
Como investigadores y asesores de investigación, siempre les decimos a nuestros “aprendices” que el título o la convocatoria de artículos deben reflejar lo más posible el contenido del texto. En ciencia no engañamos a los lectores. Este criterio también se utiliza en la evaluación de los artículos que se envían a las revistas, al menos las más serias. Ante la necesidad de competir por la atención de una audiencia en las redes sociales, tendríamos que hacer nuestra leads.?
Otro dato preocupante está relacionado al tamaño de las producciones. En el universo de Internet, la información se transmite rápidamente, el tiempo máximo de una historia En Instagram son 60 segundos. Esto es lo que estamos condicionados a consumir. Las nuevas generaciones se aburrirían sólo con pasar por un Alexandre Dumas (El conde de monte cristo con sus 1.400 páginas) o un Victor Hugo (Los Miserables (con sus 1.500 páginas). Los docentes contemporáneos están obligados a trabajar con textos cortos, rápidos, objetivos y que transmitan en un máximo de tres o cuatro páginas contenidos que serían insuficientes para ser comprendidos adecuadamente en un curso promedio de 360 horas.
Esto afecta directamente a las producciones organizadas, conocidas como colecciones de textos. Las colecciones son producciones colectivas que reúnen a diferentes autores que ofrecen sus reflexiones en torno a una temática común. Tienen sobre todo una unidad conceptual, teórica, política y/o metodológica que demuestra su validez como “obra” única.
En la lógica del Capes-clickbait, los capítulos deberán ser individualizados, porque la difusión de la colección en su conjunto no sólo no despertará el interés del público que busca algo preciso, breve y rápido, sino que además resultará más “pesada” para el lector. descargar y ocupará más espacio de almacenamiento (aunque existe una solución tecnológica para esto).
Quizás esta dinámica tenga un efecto secundario importante, que es el rescate del profesional editorial que ha ido perdiendo espacio ante la automatización vía inteligencia artificial. Es decir, un capítulo de una colección necesitaría ser individualizado para ser publicado, sin embargo, es necesaria toda la información de la propia colección, por lo que los capítulos estarían contenidos en una recopilación donde podríamos tener, por ejemplo, la portada, contraportada, resumen, introducciones y/o prefacios, fichas de catalogación y finalmente el capítulo individualizado.
En resumen, aún tenemos muchas preguntas y pocas respuestas, pero lo cierto es que resistiremos los intentos de convertirnos en vendedores ambulantes de ciencia, aquellos que en mi juventud vendían la enciclopedia. Barsa de puerta a puerta. Es la misma lógica, sólo que ahora la venta es online.
*Paula Es profesor de Trabajo Social y Administración Pública de la Universidad Federal de Goiás (UFG) y del Programa de Posgrado en Trabajo Social de la PUC-GO..
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