por BRUNO FABRICIO ALCEBINO DA SILVA*
La insistencia en mantener la meta de déficit cero en la Ley de Lineamientos Presupuestarios (LDO) revela una visión limitada de los desafíos económicos y sociales que enfrenta el país
Al cerrar las cuentas para 2023, el gobierno Lula se enfrentaba a un agujero importante, que supera los 230 mil millones de reales, según divulgó la Secretaría del Tesoro Nacional, lo que representa el 2,1% del Producto Interno Bruto (PIB). Este déficit primario, resultado del desajuste entre gasto e ingresos, no sólo es uno de los peores resultados desde el inicio de la pandemia de Covid-19, sino que también destaca como el segundo mayor de la serie histórica iniciada en 1997 (ver gráfico 1). Esta alarmante cifra arroja luz sobre la política fiscal adoptada por el gobierno y plantea interrogantes sobre la eficacia de las medidas adoptadas para garantizar la estabilidad económica del país.
Gráfico 1 – Resultado primario entre 1997 y 2023 (en miles de millones)
Una de las justificaciones de este déficit radica en gastos imprevistos, como los relacionados con órdenes judiciales no pagadas por el gobierno de Bolsonaro, que sumaron más de 92 mil millones de reales en 2023, y compensaciones a los estados por la pérdida de ingresos del ICMS en combustibles. Este último monto, sumado a los gastos imprevistos con órdenes judiciales, contribuyó significativamente al resultado fiscal del año. Sin embargo, incluso frente a estas impresionantes cifras, la incesante búsqueda de la austeridad fiscal y el compromiso inflexible con el objetivo de déficit cero han sido puntos de crítica.
El Ministro de Finanzas, Fernando Haddad, viene defendiendo una postura de austeridad fiscal, reflejada en la búsqueda de un resultado primario equilibrado para 2024. Sin embargo, cuando comparamos este enfoque con las alarmantes cifras del “respiro fiscal” del año pasado, se vuelve Es evidente que la rigidez a la hora de mantener el objetivo de déficit cero es, cuanto menos, cuestionable. En medio de un escenario económico desafiante, donde los gastos imprevistos contribuyeron significativamente al déficit de las cuentas públicas, la insistencia en un enfoque de austeridad parece estar desconectada de la realidad.
La insistencia en mantener el objetivo de déficit cero en la Ley de Directrices Presupuestarias (LDO) revela una visión limitada de los desafíos económicos y sociales que enfrenta el país. Al centrarse exclusivamente en reducir el “agujero”, se descuida el potencial del gasto público como instrumento crucial para estimular la economía y promover el bienestar social.
Este enfoque estrecho ignora el papel de las inversiones públicas para impulsar el crecimiento económico, crear empleos y mitigar las desigualdades. En un contexto donde la demanda agregada es esencial para impulsar la actividad económica, restringirse a la meta fiscal limita severamente la capacidad del gobierno para actuar de manera proactiva para enfrentar las crisis y promover el desarrollo.
A finales de 2023, el gobierno federal emitió la Medida Provisional (MP) 1.202, estableciendo el alivio tributario gradual para 17 sectores productivos a partir del 1 de abril de este año, desafiando el alivio tributario previamente aprobado por el Congreso. Esta medida se convierte en una importante fuente de ingresos para el gobierno. A pesar del déficit fiscal, el secretario del Tesoro Nacional, Rogério Ceron, en un discurso, demostró optimismo respecto de la mejora de las cuentas públicas y la reversión de resultados negativos. Destacó la importancia del diálogo con el Congreso, a pesar de la resistencia de los parlamentarios. Las proyecciones del MP serán incorporadas en un informe bimestral en marzo, para posibles medidas de contingencia.
Ante esto, es necesario reconocer que el déficit primario de 2023 no puede verse como un problema aislado, sino como parte de un contexto económico más amplio y complejo. Además de gastos imprevistos, el “agujero” refleja una serie de desafíos estructurales que permean las finanzas públicas del país. Entre estos desafíos destacan los altos costos asociados al pago de intereses de la deuda pública, que consumen una parte importante del presupuesto nacional y representan un obstáculo persistente al equilibrio fiscal.
El énfasis en la austeridad fiscal, aunque a menudo se presenta como una solución a los problemas fiscales, puede distraer la atención de los verdaderos problemas estructurales que afectan las finanzas públicas. Al priorizar recortes indiscriminados del gasto y tratar de reducir el déficit a toda costa, se corre el riesgo de sacrificar inversiones esenciales en áreas como la salud, la educación y la infraestructura, comprometiendo el desarrollo social y económico a largo plazo.
Por lo tanto, existe una necesidad urgente de un cambio de postura en relación con la política fiscal. En lugar de perseguir una meta poco realista de déficit cero, el gobierno debería considerar establecer metas más realistas y sostenibles, alineadas con las necesidades y desafíos del país. De lo contrario, existe un riesgo inminente de perpetuar un ciclo de resultados fiscales adversos. Esto requiere una revisión integral del Nuevo Marco Fiscal, que actualmente impone restricciones excesivas al gasto público, y una reevaluación de las prioridades de gasto e inversión, centrándose en promover un crecimiento inclusivo y sostenible.
En definitiva, este momento requiere un enfoque más flexible y pragmático, que considere no sólo las necesidades inmediatas, sino también los objetivos de desarrollo de largo plazo, rescatando así el papel del Estado en la economía.
*Bruno Fabricio Alcebino da Silva Es Licenciado en Relaciones Internacionales y Ciencias Económicas en la Universidad Federal del ABC (UFABC)..
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