por LINCOLN SECCO*
Consideraciones sobre la trayectoria intelectual del historiador francés
“Toda progresión lenta termina un día, el tiempo de las verdaderas revoluciones es también el tiempo que ve florecer las rosas” (Fernand Braudel).
Imaginemos estar en São Paulo durante una conferencia el 9 de octubre de 1935, en la sala João Mendes Júnior, de la Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo. El disertante es Fernand Paul Braudel. Su tema es Anatole France and History (Braudel, 1935).
El profesor de la USP, en cierto momento, cita un pasaje de Anatole France: “Y luego Jerôme Coignard cuenta la deliciosa anécdota de aquel rey de Persia que, al ascender al trono –la juventud vive de ilusiones– quiso, para dirigir mejor su país, aprender sobre la historia de los hombres e inspirarse en sus enseñanzas. Después de veinte años, sus eruditos -que en Persia, mostraban una lentitud que recordaba a la academia de Richelieu- trajeron al rey, ávidos de verdades históricas, una interminable caravana de camellos que transportaban seis mil volúmenes... Quejándose al soberano un resumen es- el mismo traído a él veinte años después bajo el imponente aspecto de una biblioteca de quinientos volúmenes.
- Puedo decir sin falsa modestia haber sido sucinto, informa el secretario perpetuo.
- Bueno, todavía no ha sido suficiente, responde el rey. Estoy al final de la vida. Resume todavía, abrevia más, si quieres que aprenda, antes de morir, la historia de los hombres. Vuelve a ver al secretario perpetuo frente al palacio cinco años después. Caminando con muletas, sostenía un burro por el cabestro que llevaba un libro grueso.
- Date prisa, le dijo un oficial, el rey se está muriendo. El rey estaba, en efecto, en su lecho de muerte. Se volvió hacia el erudito, echó una mirada casi inexpresiva al grueso libro y dijo, suspirando:
¡Moriré, pues, sin conocer la historia de los hombres!
- Señor, respondió el sabio, casi moribundo como estaba, lo resumiré en tres palabras: "nacieron, sufrieron y murieron".
Y así fue como el rey de Persia aprendió, bastante tarde, la historia universal”.
Em el Mediterraneo Braudel ya conocía un esquema tripartito de mucho tiempo, movimientos de plató e historia de hechos, fugaz y engañoso, como dirá más adelante. Es él mismo quien recuerda las luciérnagas de Bahía que le mostraban la fugacidad de los acontecimientos, que se encienden y apagan a manadas, sin iluminar nunca la noche. Esta visión de una historia pausada, en la que las desigualdades y el sufrimiento humano son constantes, en la que la realidad más permanente es la cotidianidad de la gente común (y todas las personas son o tienen su dimensión común) quizás no estaba aún elaborada en el profesor de la USP y ni siquiera en la anécdota de Anatole France, pero sus testimonios y las marcas de su presencia en la obra de algunos historiadores brasileños revelaron el papel crucial de la experiencia brasileña en la ampliación de su visión de los espacios y de la historia.
La presencia de Fernand Paul Braudel (1902-1985) en la Universidad de São Paulo se dio en dos períodos: 1935-1937 y entre mayo y diciembre de 1947. Aún era un historiador sin cuerpo de obra. tu gran libro El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II sería estrenada en 1949 y recién publicada en Brasil en 2016. Sin embargo, es una obra concebida en gran medida en el interregno entre sus dos estancias en Brasil. En las siguientes décadas se dedicaría a la obra Civilización material y capitalismo.
Su curriculum vitae entregado a la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras (FFCL) registra pocas publicaciones (Anuário 1934-1935). Ya tenía experiencia docente en escuelas secundarias de Argelia y Francia. Su experiencia en Argelia fue interrumpida por el servicio militar en Renania en 1925-1926, pero duró diez años.
Como miembro de la misión francesa que participó en la fundación de la FFCL en la USP, tuvo como alumnos a Alice Pieffer Canabrava, Astrogildo Rodrigues de Mello, Eduardo D'Oliveira França, Eurípedes Simões de Paula, Odilon Nogueira de Matos, luego profesores de la la Universidad de São Paulo, y Caio Prado Júnior, entre otros (Martínez, 2002).
La tesis de Eduardo D'Oliveira França, que se define como “una idea y un método al servicio de la idea”, se estructuró bajo la perspectiva braudeliana: el siglo barroco; la coyuntura de la Restauración portuguesa; y la “revolución de 1640” (Francia, 1951). Las lecciones de Braudel y los geógrafos franceses también pueden explicar el énfasis de Caio Prado Junior en el estudio de la circulación económica. Incluso cierto eclecticismo que los europeos tienden, no sin perjuicio, a criticar en la producción latinoamericana y que es también una marca de la USP, se muestra en una superposición del marxismo con la geografía francesa, en Caio Prado Junior.
¿No se podría acusar de eclecticismo a la propia obra de Braudel, como veremos, si en alguna parte hubiera pensamiento puro, si nuestra disciplina no tomara prestado a menudo su vocabulario y sus metodologías? ¿No es necesario que los historiadores se sientan cercanos a la realidad, por muy móvil que ésta sea? ¿Al abrigo de una sistematicidad que los hechos a veces desmantelan? Y los científicos sociales franceses no (re)inventan, ¿no desplazan conceptos antiguos de diferentes orígenes todo el tiempo como si fueran nuevos? ¿No reducen a sus excolonias socias a proveedores de materias primas intelectuales para sus construcciones teóricas?
Una trayectoria en tres tiempos
Insertando en la biografía intelectual los diferentes ritmos del tiempo que la marcaron, debemos comprobar que Braudel era todavía hijo de una región, Lorena, marcada por una vida material casi intacta. Campesino. Tradicional. A nivel coyuntural, se graduó de primaria y secundaria ante el desafío alemán. Coyuntura marcada por tres guerras: la franco-prusiana de 1870-71; la Guerra de 1914-1918; y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Finalmente, la redacción de su libro se realizó durante este último conflicto. Cada capa de esa historia está en su libro.
Braudel creó una obra en tres niveles: el geográfico, el económico y el político. Operado con la pluralidad de tiempos largos, medianos y cortos. Finalmente, enfatizó lo que llamó duradero. Para ello, hizo un giro metodológico, saliendo del proyecto original (una historia política de la época del rey español Felipe II), para abrazar el mar como sujeto de una historia que apenas aparecía para aquellas narraciones sobre reyes y batallas.
Uno no puede simplemente fechar el momento de esta inversión y una multitud de elementos contribuyeron a ella. Su trabajo en los archivos de Simancas (España) desde 1927 se basó en un aparato de cine comprado en Argel con el que consiguió filmar tres mil páginas al día y revelarlas por la noche. Pero en 1936 la situación política invadió su taller de historiador.
No escondamos las posibilidades. La Guerra Civil comienza en este año de 1936 y los archivos españoles ya no pueden ser consultados. Braudel viaja a la antigua Ragusa (Dubrovnik), ciudad vasalla de Venecia. Son los archivos de esa ciudad los que le permiten destacar coyunturas económicas, documentos sobre fletes marítimos, seguros, mercancías, divisas.
Así, pasa de la historia política a la económica y de ahí a la historia geográfica. Y he aquí que la política vuelve a invadir la escritura de su libro. el 1ro. A partir de septiembre los alemanes ocupan Polonia y el período desde la declaración de guerra de Francia e Inglaterra del 3 de septiembre de 1939 al 22 de junio de 1940 (rendición de Francia) se denominó “drôle de guerre” (guerra extraña). Una espera resignada por otro conflicto que la población quería evitar.
La concepción de la tesis defendida en la Sorbona, en 1947, tuvo lugar en un campo de concentración y algunos originales fueron enviados al historiador Lucien Febvre. Atrapado en un campamento de oficiales, lejos del Mediterráneo, Braudel lo describió sin verlo, pintándolo en múltiples puntos, con pasajes de memoria. Así fue como el poco tiempo lo obligó a ver sin mirar y reconstituir los espacios marítimos a través de una documentación no siempre a mano. Esto lo llevó a buscar ritmos climáticos en fuentes diplomáticas, por ejemplo. Un mar hostil en la fase invernal hizo que las guerras se desarrollaran en la estación cálida y los tratados de paz se fecharan en la fase fría y lluviosa del Mediterráneo.
Su geografía ya no era un escenario inerte sobre el que luego se contaría una historia. Se inspira en geógrafos alemanes y, por supuesto, en el maestro francés Vidal de La Blache. Es esto lo que le da el diseño de una Europa que es una península y cuya proximidad a mares y ríos facilita la circulación entre el norte y el sur del continente (Lira, 2012).
Braudel extiende su Mediterráneo a lo que él llamó la economía mundial, un espacio económico centrado en sí mismo, con uno o excepcionalmente más polos dinámicos. Su descripción es la de un espacio en movimiento: cultivo arbóreo, cultivos arbustivos (olivos, higueras) en las laderas (laderas), pastoreo (que florece en la crisis de la arbicultura) y agricultura. El espacio es un conjunto de conjuntos: atmosférico, terrestre, hidrográfico y biogeográfico (Aguirre Rojas, 1997, p. 81). Tanto como las economías o incluso la dialéctica entre los “infieles” y la cristiandad en tiempos de Carlos V. Una política dictada por imperios que se miraban, se tocaban en innumerables escaramuzas, incluso se batieron en Lepanto el 7 de octubre de 1571 ; pero revelan realidades profundas. El Mar Jónico separa el Mediterráneo en dos zonas de la historia. La buena temporada llega antes en el Mediterráneo oriental y los turcos todavía se abastecen en el archipiélago (el mar Egeo), lleno de islas y alimentos. Y, sin embargo, los flujos de la economía favorecen cada vez más a Occidente.
Braudel no tiene una decisión final sobre la determinación de la acción humana a través de los espacios. No puede ignorar ciertos condicionamientos. El contorno de un litoral mediterráneo más entrecruzado que el del norte de África (penínsulas, bahías, islas, puertos) facilitaba la navegación costera y, por tanto, el comercio. Las tierras deforestadas del norte de Europa dieron lugar a sociedades más “democráticas”, al contrario de lo que se observa en la ocupación de las llanuras mediterráneas. Un hacha es suficiente para talar los árboles, pero la conquista de las llanuras no se puede hacer sin la ayuda de los ricos y poderosos y la explotación de una vasta mano de obra. La montaña es el espacio de los fugitivos mientras que la llanura busca controlarlo todo.
La excéntrica posición geográfica de Constantinopla no le permitía dominar todo el Mediterráneo (Lot, 1927, p.65). Deffontaines, colega de Braudel en la USP, mostró que el papel de las tierras del interior fue importante en la formación de los grandes Estados mediterráneos. Turquía floreció en la meseta de Anatolia; España fue unificada por Castilla; a Italia (posteriormente) por el Piamonte. Pero podría añadir, en oposición a un determinismo puro y simple, que la antigua Yugoslavia, en cuya unidad un geógrafo portugués creyó demasiado pronto (Ribeiro, 1987, p. 59.), sólo fue domesticada por Serbia en una coyuntura pasajera de la Siglo XX para convertirse en deshacer más tarde. ¿Para siempre?
Braudel mantuvo su inclinación por un cierto determinismo en su otra gran obra Civilización material y capitalismo. Allí mostró cómo la lentitud del espacio determinaba la baja velocidad de circulación de la moneda, la baja liquidez y la adopción del crédito (Braudel, F. 1998, p. 223); citó “estructuras casi irreversibles” hasta el siglo XVIII; describió a las plantas de la civilización como organizadoras de la vida material ya veces de la “vida psíquica”, después de todo el cultivo del maíz es altamente productivo, su crecimiento es rápido (Braudel, F. 1998, p. 92). El tiempo libre de los campesinos les permitía ser utilizados en trabajos sometidos a la tiranía de los estados entre los mayas y aztecas (Braudel, F. 1998, p. 141). Los hombres tienen la culpa, pero también el maíz, decía.
Aún así, los espacios son humanos. Su determinismo no es puramente físico, sino del propio ser humano. Braudel encontró en la geografía alemana la idea de que “somos prisioneros hasta cierto punto de las elecciones de quienes nos precedieron”. Es lo que Braudel denominaba “prisiones de larga duración” y que no se limitan al marco natural (Paris, 1999, p. 322). El relieve mediterráneo marcado por la relación entre llanura y montaña ha sido siempre un espacio de movimiento dictado por la trashumancia. Es una historia y no una simple descripción física, hasta el punto de encontrarnos con un pueblo bosnio (Dedijer) que practicaba el Islam en invierno (bajo control turco) y el cristianismo en verano (en la montaña) (Blache, 1933, p. 23 )…
Lo que postulaba Braudel era un nuevo determinismo histórico. El de largo plazo. Pero esta es una determinación dentro de cada conjunto de fenómenos y no entre diferentes órdenes de fenómenos (Aguirre Rojas, pp. 44-45). Así, no vemos en Braudel una determinación de la totalidad social por el ámbito económico o geográfico, ya que las estructuras pueden ser económicas, geográficas, políticas, etc. Algún aspecto de la literatura brasileña puede ser visto como una realidad duradera y el modernismo como una coyuntura. Así como la publicación de Macunaima es un evento Si es relevante o no, si proviene de una memoria posterior o no, importa poco aquí. Hay eventos geográficos o económicos como el terremoto de Lisboa o la crisis de la bolsa de Nueva York; y aspectos a largo plazo de la historia política, como la díada izquierda-derecha.
el largo plazo
La larga duración es un ritmo y no un período. En su obra de madurez, Braudel revela en la base de la sociedad una vida material dominante hasta el siglo XVIII (una no economía o contramercado), de la que se nutren los pisos superiores. Le sigue el mercado, el espacio de intercambio que une las localidades cercanas, los pueblos y el paisaje circundante, las ferias, las operaciones de cambio, la acuñación de monedas, etc. Finalmente, el capitalismo: una fina capa de privilegiados que monopolizan los mercados, exploran diferentes modos de producción, realizan comercio a larga distancia y juegan en el piso superior de las ferias: las bolsas de valores.
El desafío propuesto a Braudel vino de otro excolega de la USP, Lévi-Strauss. La antropología extrajo de sus observaciones estructuras de parentesco elementales y no históricas; La lingüística de Saussure ya había descubierto sus “átomos” en los sonidos del habla y la fonología de Trubetskoy se estaba desarrollando. La idea de que los problemas humanos podían reducirse a realidades elementales y comprenderse mediante relaciones sincrónicas entre elementos dentro de sistemas desafiaba una disciplina aparentemente apegada a la infinita variedad de hechos inconexos y casuales como la Historia. El fonema, por ejemplo, genera por conmutación un cambio de significado en la palabra, pero en sí mismo está desprovisto de significado. Los mitos serían realidades casi fuera de tiempo y universales en el pensamiento humano.
Sabemos que en el siglo XVI Francis Bacon identificó los ídolos que distorsionaban el entendimiento humano: los ídolos de la Tribu, la Cueva, el Foro (o mercado) y el Teatro. Si hay un ídolo que Braudel más evitaba era el del teatro, o mejor dicho, el de las teorías y sistemas que no se adhieren a lo concreto, en “donde las narraciones hechas para la escena son más ordenadas y elegantes y son más agradables que las verdaderas narraciones tomadas de la historia” (Bacon, 1984, p. 31), en palabras de Bacon.
Para Braudel “los historiadores siempre tienen una cierta dificultad para filosofar y (…) en lugar de elevarse a ideas generales que a menudo son peligrosas para la integridad de la realidad, multiplican los ejemplos particulares” (Friedmann, 1953, p. 25). Escribió su principal artículo teórico (Braudel, 1978, pp.41-77) “Historia y ciencias sociales: el largo plazo” en la revista Annales: economías, sociedades, civilizaciones en 1958. Fue publicado en portugués en 1965, traducido por Ana Maria Camargo, en Revista de Historia de la USP.
El método braudeliano es ante todo una observación y descripción basada en una base empírica, “sin modelos a priori” (Vieira, 2011). Las estructuras que visualiza son parte de una historia general que no puede ser matematizada; es una gramática o modelo que cambia con el tiempo y según los espacios. Por lo tanto, no proporciona la clave de un lenguaje o una base casi eterna de la naturaleza humana como la lingüística. Braudel duda de que exista un “discurso suficientemente equitativo a través del tiempo y el espacio” (Braudel, 1998). Para él, “toda duración larga se interrumpe más o menos día, nunca de una sola vez, nunca en su totalidad, sino que surgen fracturas” (Braudel, 1998, p. 223), esto porque la sociedad es el conjunto de conjuntos y no una superestructura o esfera separada de la existencia.
Aunque mantiene todo el tiempo un diálogo abierto o implícito con Marx, no ve el modo de producción, por ejemplo, como un modelo permanentemente válido. Para él, el plano de observación es la circulación, término que Marx y sus predecesores tomaron prestado de la fisiología. Veremos en Caio Prado Junior, en cambio, un énfasis similar en la circulación sin romper con Marx, aunque por ello y por no utilizar muchas categorías marxistas, a veces se le consideró ecléctico. Es posible que tanto para Braudel como para Caio Prado el punto de partida fuera la lectura de Vidal de La Blache.
La producción en Marx no es una esfera simple, excepto didácticamente. Así como el modo de vida, en geografía, no es una simple estructura inerte. La geografía misma está en la base de Marx. El concepto de modo de producción no agota el estudio de formaciones sociales concretas que se superponen y yuxtaponen diferentes formas productivas en el tiempo. Marx y Braudel, desde distintos observatorios, buscan la totalidad.
Lo que llevó a Braudel a cuestionar ciertas definiciones del capitalismo fue la observación de realidades como el mercado de trabajo, las luchas de clases, el subproletariado, los sirvientes, los estados y su política económica (emisión de moneda, préstamos, deuda pública) antes de la era industrial. Por eso, para explicar el capitalismo “es difícil partir de la producción, un dominio confuso, de ardua delimitación, y aún insuficientemente inventariado. La circulación, por el contrario, tiene la ventaja de ser fácil de observar” (Braudel, 1998, p. 12).
Los juegos de intercambio son la base inmediata del capitalismo y este es una superestructura como el imperialismo de Lenin (Braudel, 1987, p. 91). Una red que encierra a todos los que salen del universo del valor de uso. Y aprisiona cada vez más la vida material misma, destruyendo el autoconsumo. En una red de infinitos puntos, las ciudades son los nodos que articulan campos y rutas comerciales. Uno de ellos, como ciudad-estado o capital económica de un mercado nacional, desempeña el papel de centro de la economía mundial.
El objeto de la historia: el decorado.
La sociología no logra definir bien su objeto, que es demasiado amplio. ¿Qué es la sociedad? El historiador, en cambio, tiene una “dependencia estricta de lo concreto”, desvela “realidades vivas”. Braudel cuestionó las “matemáticas sociales” en su artículo sobre la larga duración; más tarde, al definir la sociedad como un conjunto de conjuntos, irónicamente tomó prestada la expresión de las matemáticas. En el Mediterraneo las sociedades son “Como las dunas, tan bien pegadas a los rasgos ocultos del suelo: sus granos de arena van, van, vuelan, se juntan al capricho de los vientos, pero – suma inmóvil de innumerables movimientos – la duna permanece en su lugar (Braudel, 2016, V. II, p. 119).
“Cuando un sociólogo nos dice que una estructura nunca deja de destruirse a sí misma, sino de reconstruirse a sí misma”, dirá luego Braudel, lo que queremos es “saber la duración precisa de esos movimientos, positivos o negativos” (Braudel, s/d, pág. 73). Cuando se guía por el todo, el historiador aún no puede “presentar todo en un solo plano y en un solo movimiento. La práctica recomendable es, al dividir, tener presente una visión globalizadora: aparecerá necesariamente en la explicación, tenderá a recrear la unidad, aconsejará no creer en una falsa simpleza de la sociedad” (Braudel, II, 1998 , pág. 409). Ciertamente, al elegir un observatorio, por ejemplo el de economía, se privilegia “una forma de explicación unilateral”.
Braudel evoca el resumen de Georges Gurvitch (Braudel, F. 1998, III, p. 9) sobre la sociedad feudal. De hecho, por esta expresión sólo entenderíamos un aspecto del tema. En la base más antigua de sociedades que prevaleció entre los siglos XI y XV encontramos una sociedad señorial que articula campesinos y señores; luego una sociedad teocrática de la Iglesia Romana; luego, más joven, el Estado territorial, que se hundió parcialmente en el período carolingio, pero se reconstituyó; Finalmente, el feudalismo es una superestructura en la parte superior: una cadena de soberanía y vasallaje entre señores.
Este todo social cambia, la Iglesia queda parcialmente libre de él; el Estado lo socava gradualmente; y el campesino vive al margen de los cambios superiores, aunque se encuentra en miles de convulsiones en el fondo (Braudel, F. 1998, III, p. 414).
De regreso al principio
En la década de 1970, el mundo experimentó una estanflación, en la que el aumento de la demanda no correspondía a un aumento de la producción, sino de los precios, debido a la estructura monopólica del capitalismo. Esta era una situación muy diferente de la “revolución de precios” estudiada por Braudel,[i] pero es sintomático que en ese momento desarrolló su tesis (tercer volumen de Civilización material, economía y capitalismo) sobre el capitalismo como un monopolio, una superestructura en la que unos pocos patrones confían en el estado para mantener la tasa de ganancia. No es casualidad que existan similitudes y diferencias con la tesis de Baran y Sweezy sobre el capitalismo monopolista. En los países socialistas se desarrolla la teoría del capitalismo monopolista de Estado.
¿Anacronismo? ¿Estamos hablando de un Braudel de los años posteriores a la USP para explicar lo que era antes? En primer lugar, la intención es mostrar los elementos de su obra que se proyectaron mucho más allá de la generación de sus alumnos en las décadas de 1930 y 1940.
En segundo lugar, en lugar de exponer una evolución lineal sobre huevo, ¿no podríamos hacer otra cosa? ¿De ese trabajo maduro, de su anatomía, volver a su programa de cursos en la USP y comprender sus concepciones iniciales? Allí sorprendimos al profesor Braudel al afirmar que es “la impotencia de nuestro espíritu y no la dificultad del objeto (…) lo que nos obliga a fragmentar la realidad”. Para él, cada ciencia social refleja “un fragmento de un espejo roto en mil pedazos”. Al recortar un objeto que es integral, pero que se revela sólo en partes, las ciencias introducen sus sondas en el suelo social. La historia, por el contrario, articula estos diferentes sondeos, a veces acompaña a uno de ellos y utiliza una zona de las ciencias como puesto de observación, pero sitúa su objeto en los diferentes tiempos de la existencia humana.
El problema del historiador es hablar de lo que ya no existe, con lagunas documentales, pero precisamente por eso sólo le queda tener como horizonte "la totalidad de la vida social que busca y recompone, sin tener a su disposición tampoco el objeto o el espejo, uno que ya no existe, otro que no es de este mundo”: “Si la historia tiene posibilidades de ser una ciencia, no es porque fije tal o cual punto, sino porque nos lleva a verificaciones generales sobre la sociedad, marcando semejanzas a través de accidentes particulares. Es en estos raros momentos que parece darnos la certeza de reconstituir el espejo en su totalidad” (Braudel, 2002, pp. 61-8).
En esta Historia Braudeliana, los seres humanos son perdonados. Viven resignados en una cotidianidad infinitamente repetida. Cuando escribió su obra Civilización material, economía y capitalismo, los vio una vez más como prisioneros de los ciclos de Kondratiev, de una larga depresión quizás acompañada de una inclinación del tendencia abajo secular. Ante esto, ¿qué pueden hacer los gobiernos y las sociedades? Las caídas en las tasas de ganancia, a pesar de las oleadas que no se recuperan a su nivel anterior, serían implacables como una edad de hielo.
Eventos
El “individuo es muy a menudo, en la historia, una abstracción”, dice Braudel en su lección introductoria en el College de France en diciembre de 1950. Esto no implica abandonar los acontecimientos, que se viven a escala de los individuos, sino ir más allá de ellos. El tiempo no es una instancia más en un marco estructural. Todas las estructuras (espaciales, sociales, incluso individuales) están atravesadas por varios ritmos de tiempo.
Esa azarosa historia que habría evitado en la década de 1940 para refugiarse de los azares de la guerra durante mucho tiempo, nunca ha sido abandonada. La batalla de Lepanto quedó en su libro de 1949 tanto como el levantamiento del sitio de Malta, una de las páginas más hermosas de la tercera parte. Más tarde, diría Braudel, siguieron grandes acontecimientos, como la Batalla de Plassey (1757) que supuso la sumisión de la India o la Guerra del Opio (Braudel, F. v. I, 1997, p. 86).
Como hombre de su tiempo y cegado por luciérnagas que se encienden y apagan sin alumbrar nunca la noche profunda de la historia, aún no creía en la descentralización de la economía mundial en detrimento de Estados Unidos y a favor del Pacífico, a pesar del lento declive secular que predijo. ¿Qué habría dicho Braudel sobre el 11 de septiembre? ¿Y no es China un ejemplo braudeliano de una economía de mercado que intenta reemplazar el capitalismo con la regulación estatal?
La utopía de los mercados locales libres, articulados por alguna forma distinta al capitalismo, bien podría extraerse del esquema tripartito de Braudel. Como algunos jacobinos, como Proudhon, tal vez en última instancia vio el capitalismo desde un punto de vista moral como vemos al tan odiado acaparador en el París de la Revolución.
Sin embargo, el capitalismo no crea desigualdades, luchas entre clases más o menos conscientes, la traición de burgueses de segunda o tercera generación que se ennoblecen. Como visitante nocturno, disfruta y explora los modos de producción que encuentra; combina las desigualdades de los espacios, realza y amplía miserias, privilegios, engaños.
Cuando vivió durante diez años en la Argelia ocupada, Braudel no cuestionó el colonialismo, pero en su obra madura, ya marcada por la guerra de Argelia, dijo que “No es Europa la que descubrirá América o África (…). Los descubridores del África central en el siglo XIX, antaño tan elogiados, viajaban a lomos de cargadores negros (…). También los descubridores del continente sudamericano, incluso los bandeirantes de São Paulo (...) y cuya epopeya, a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, es admirable, se limitaron a redescubrir los antiguos caminos y arroyos para piraguas utilizados por los indios, y generalmente son (…) los mamelucos quienes los guían” (Braudel, F. v. I, 1997, p. 50). No pasemos por alto la cita de la historia de los sertanistas sudamericanos que conoció durante su estancia en São Paulo en la década de 1930.
Sobre todo, es un juego de fuerzas y los capitalistas, desde temprana edad, se acercaron al Estado y lo utilizaron. Son multiinversionistas y no restringen su inversión a una sola sucursal.
A su lado, Braudel ve bandidos, sirvientes, esclavos, mutilados, mendigos, vagabundos y todo el miserable desfile. Venecia marca a los nacidos en la ciudad para expulsar a los de fuera. La dureza de los ricos tiene su contrapartida en los estallidos de ira popular. De 1301 a 1550 doscientos motines en cien ciudades alemanas; en Lyon hay 126 entre 1173 y 1530; en Aquitania hay 500 hechos entre 1590 y 1715 (Braudel, III, 1998, p. 441). La realidad de largo plazo más destacada es, sobre todo, las jerarquías sociales, la desigualdad que el capitalismo lleva al límite de lo posible. No hay sistema que no tenga sus informales.
coyuntura
La idea de larga duración y de tiempos tripartitos, múltiples y solidarios resonó en los primeros historiadores de la USP, como Eduardo D'Oliveira França e incluso Sérgio Buarque de Holanda, a pesar de la variedad de referencias de este autor. En las décadas de 1960 y 1970 predominó el marxismo, pero sustentado en un autor que también registró en su obra un refinado análisis de la dialéctica de los tiempos históricos y la categórica centralidad de la circulación para la comprensión de un país colonial, cuyo centro productivo dinámico está en el exterior: Prado de Caio Junior. En una tercera etapa, la incidencia braudeliana se multiplicó por momentos sustentando estudios geográficos e historiográficos.[ii]
El nuevo desafío ya no es el estructuralismo, sino el papel de una Historia de ambición totalizadora frente a una fuerte reacción al conocimiento científico ya la objetividad histórica. Acontecimientos, coyunturas y estructuras formaron para Braudel un conjunto solidario.
Conjunto de condiciones simultáneas, no obstante de diferentes edades y ritmos, la coyuntura es el punto de intersección donde los acontecimientos pueden manifestar fracturas o resistencias estructurales. Para citar a un gramsciano, es el “encuentro de temporalidades específicas que conducen a un acontecimiento” y la Historia “es la herramienta que permite leer tanto el acontecimiento como la estructura, en su forma coyuntural” (Portantiero, 1983, p. 179).
En la década de 1990, integré un grupo de estudio en la USP con Paulo H. Martínez y Bernardo Ricupero, en el que leíamos el Mediterraneo. Éramos tres marxistas descubriendo a Braudel. Paseamos entre librerías de viejo y la compañía de historiadores del Centro de Documentación de la Unesp, en Praça da Sé. Entre ellos, la profesora Ana Maria Martinez Correa, alumna de Eduardo D'Oliveira França, cuya obra también estudiamos.
Todos acabamos estudiando la obra de Caio Prado Júnior. Pero también intenté, en mi tesis doctoral, analizar la situación de crisis del último imperio colonial portugués y la revolución de los claveles, ocurrida el 25 de abril de 1974 (Secco, 2004). Traté de leer tanto una revolución (evento) como las estructuras duraderas que podrían haber detenido la radicalización del proceso político.
Fernand Braudel estuvo presente, aunque mi optimismo de voluntad siempre me remite a aquella reivindicación de Sartre que Braudel elogió pero puso en duda: el fin de las jerarquías sociales. Las revoluciones cambian, pero no todos los conjuntos sociales a la vez. Pero tampoco hay duración que no termine y vea florecer los claveles de abril.
*Lincoln Secco Es profesor del Departamento de Historia de la USP. Autor, entre otros libros, de Historia del PT (Estudio).
Publicado originalmente en Revista USP no. 133, 2022.
Referencias
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Notas
[i] El siglo XVI fue inflacionario por la entrada de metales preciosos de América, la creación de demanda colonial, el crecimiento demográfico, la sobreexplotación de la mano de obra indígena en la producción de metales preciosos (bajando su valor unitario), el uso del mercurio (1557) , etc . Véase Vilar, 1974.
[ii] Hipótesis que espera un estudio de recepción. Entre los geógrafos de la USP, destaco a Milton Santos y Antonio Carlos Robert de Moares.