Fe y furia

Imagen: Robert Rauschenberg
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por JOÃO MARCOS DUARTE*

Comentar la película dirigida por Marcos Pimentel

 

1.

Hay quienes toman en serio la expresión “terriblemente evangélico” pronunciada por el actual Presidente de la República para referirse a los criterios para su designación del nuevo Ministro del Supremo Tribunal Federal – una desafortunada consideración como siempre. Y se toman tan en serio lo dicho que se ponen “terriblemente” furiosos. Me refiero al director Marcos Pimentel, quien en 2019 dirigió el documental Fe y furia, estrenada comercialmente recién en octubre de 2022, investiga las relaciones entre cristianos nuevos (neopentecostales que viven en las favelas y cuya profesión va desde el mecánico de barrio hasta el funkeiro-de-Jesus o el narcotraficante) y cuyas relaciones sociales con los no Los cristianos y con personas de origen africano, como el candomblé y la umbanda, están mediados por la fe.

En palabras insospechadas de la sinopsis ofrecida por el productor del largometraje, se trata de un “documental que aborda los conflictos religiosos existentes en las favelas y suburbios de Río de Janeiro y Belo Horizonte. El crecimiento desenfrenado de las iglesias evangélicas y sus relaciones con los narcotraficantes que dirigen las comunidades ha provocado un desequilibrio de las fuerzas religiosas en los cerros y favelas, dando como resultado innumerables casos de intolerancia religiosa que interfieren no sólo con la práctica de cultos, sino también con la estructuración del territorio y el comportamiento de sus habitantes”[i].

Como vemos, se trata de un furioso documental que en cierto modo intentará, como debe ser el arte documental, situarse en el campo social que delimita, optar por un bando, oponerse al otro y reflexionar sobre el desenvolvimiento de su elección: la El propio autor dice ser militante del documental, una “película contra la intolerancia”.

Es interesante notar que las voces que resuenan en este documental son de tal magnitud que, en cierta entrevista con el autor, la primera pregunta incluso cita a una de las figuras de la propia película y termina con la pregunta infalible: “¿nosotros merece un país tonto?[ii]. Y, obviamente, la respuesta del director es "no nos lo merecemos"[iii]. A pesar de ello, los consensos y clichés sobre el mito de la no violencia brasileña se replican en todos sus puntos aunque, por alguna razón, quién sabe qué, lo que sorprende es que desde hace unos años se destila un odio que no es atávico, sino construido por un proyecto de poder –que como una ola llega y en algún momento nos dejará–, al que el creador del documental se opone usando su obra como arma.

Al inicio de la entrevista, Marcos Pimentel cuenta el motivo que lo llevó a hacer Fe y furia: antes las favelas se mestizaban y aceptaban lo diferente; seguidores de religiones de origen africano, que tenían el respeto de los capos de la droga, de repente comenzaron a ser rechazados por éstos. Eso cambió por alguna razón, al ser escudriñado por el documental.

En palabras de la crítica de Bianca Dias, estamos ante “una especie de arqueología del fanatismo neopentecostal”, que opera a partir de “los vigorosos discursos de quienes denuncian la barbarie y escriben su historia”, refiriéndose al polo opuesto, las religiones de origen africano. origen. . Para ella, como para la directora, el documental en cuestión “denuncia esa dominación de los cuerpos” realizada por la amalgama entre religión y economía, neopentecostalismo y capitalismo, siendo uno responsable de la “vigilancia moral” y el otro de la transformación de todo en mercancía.; en una palabra, lo que se opera es la “instrumentalización del miedo”.

La combinación de vigilancia moral y mercancía tiene como resultado la transformación de todas las imágenes (porque el binomio imagen-iconoclasia es lo que observa el psicoanalista que analiza la película) en ídolos hechos “desde una estética totalitaria” y que, al final, después de todos, representan el eslogan que hiela hasta el último cabello de todas las personas que aún tienen la sangre latiendo en sus venas: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todo”[iv].

Aquí llegamos a la pregunta fundamental que moviliza este y muchos otros documentales: qué pasó para que, después de diez años de luna de miel en los que Brasil encontró su destino y se convirtió en el país del futuro – con derecho a cubrir en The Economist -¿Y en los que veníamos teniendo pleno empleo, llegamos a esta catástrofe? Habíamos salido de la zona del hambre, estábamos accediendo a una posición de nación que tendría las condiciones para educar en el futuro de manera digna y sensata a toda la población –o al menos a toda la población que quisiera ser educada y así tener un pasaporte al futuro que ya fue, el presente y fue aquí –; que miraba a la gente y los veía a todos con una sonrisa en la cara, que logró destruir la estela de la crisis económica de 2008 (por cierto, en el momento en que se confirmó que esta afirmación era cierta; lo que el expresidente Lula no previó fue la segunda ola que nos golpeó duro).

Bien es cierto que unas personas peligrosas (minorías peligrosas o “fifi clase media” son diferentes nombres para una cosa aparentemente igual que siempre recibía la llorosa respuesta de los llorones de turno: “acéptate que duele menos”) llegaron y molestaron a la feria trabajadores que hicieron todo por la nación, incluso aumentar los dividendos de los que se quejaron; en fin, una civilización (sólo Brasil se llama así) hecha a la manera de la Estado de bienestar o el estado de bienestar europeo, una sociedad salarial idealizada desde la Revolución de 1930 que tardó más de cuatrocientos años en ser concebida, diseñada y llevada a cabo por los gobiernos democrático-populares del PT y que en cinco años se derrumbó dando paso a los crapulinskis de turno, símbolos del oscurantismo de las fundaciones internacionales que quieren nuestro petróleo y que ponen unilateralmente a los repartidores y trepadores sociales -hasta hace poco parlamentarios de quinta y creyentes en la madera hueca- a hacer lo que les dé la gana.

Estamos en la estela del diagnóstico de Rodrigo Nunes,[V] al comparar dos producciones cinematográficas (tierra en trance, de Glauber Rocha, de 1967, y Democracia en vértigo, de Petra Costa, 2018). Es evidente, en palabras del autor, la rendición de cuentas, o no, de sectores de izquierda sobre el curso de la historia brasileña en dos momentos decisivos. Si en el primero hubo la elaboración artística de una izquierda que había visto cortocircuitado su proyecto y sus ilusiones al ser derrotada, y de ahí en adelante, había vuelto la mirada hacia sí misma para ver dónde tuvo parte en la catástrofe , en el segundo, pasados ​​50 años, el documental sobre la acusación de Dilma Rousseff busca a los culpables, a los traidores, a los criminales, pero en ningún momento se la percibe como parte de la situación y sus implicaciones políticas para el proceso histórico[VI]. A juzgar por la calidad formal de la película de Glauber y de los dos documentales, el mencionado y el analizado por nosotros, no es sólo políticamente que hemos retrocedido.

Un problema más: fe y furia, documental-manifiesto contra el “teocrático, teocentrismo” que reinaría -en palabras de un personaje del documental- ya nació muerto, pues su estreno se produjo en 2019. Las grabaciones se produjeron entre 2016 y julio de 2018, cuando el catástrofe[Vii] que nos aconteció en octubre de ese año ya estaba tocando a la puerta, pero como gritábamos “¡no va a haber golpe de Estado!” y "¡Él no!" no nos dimos cuenta del tamaño de lo que venía.

Nadie en su sano juicio pensó que Jair Bolsonaro sería elegido como lo fue, ni siquiera los partidarios más optimistas. Todos los que tenían algún sentido de la democracia y algún tipo de cordura quedaron absolutamente asombrados con el 47% de votos válidos que obtuvo el entonces candidato en la primera vuelta. Candidato que no fue a ningún debate y que consiguió su fama por noticias falsas y una puñalada. A cualquiera que fuera simpatizante de Brasil Potencia no se le podría haber ocurrido soñar que un día sucedería este desastre, no solo no soñaron, sino que comenzaron a tener pesadillas.[Viii]

¿Cómo es posible que en el país del futuro suceda una disputa entre un ex militar y un profesor y, lo que es peor, gane el ex militar?[Ex]? Estamos acostumbrados a fijarnos mucho en grandes figuras, personalidades destacadas, revistas, datos cuantitativos, instituciones, para ver la causa de lo que nos afecta. Fe y furia deja de lado estos lugares comunes para ver lo que sucede bajo tierra en el Brasil contemporáneo: las favelas.

Viejo Testamento, la realidad material de la vida, el funk y todo lo demás están involucrados en el documental como en la vida; Ese es el gran significado de esta obra, que quiere ver los fenómenos religiosos como parte del mundo, y no simplemente como una doctrina surgida de las alucinaciones de ciertas personas, si bien por momentos intenta establecer conexiones con ciertas paranoias y con la Estado, como veremos. Esta situación, la de debacle de la autonomía y mestizaje de las favelas y el resurgimiento del conservadurismo que opera hoy–, para el documental, comienza cuando “los católicos salen de las cárceles”, abdican de su trabajo de base con las CEB y los cristianos pentecostales entran en estos espacios vacíos para conquistar mentes y corazones con el objetivo de (en palabras del entrevistado en la citada entrevista) “conquistar el mercado”, presupuesto de la película que nunca se matiza. En todo caso, muy diferente y mucho más cercano a la realidad que las impresiones y sermones contra el neopentecostalismo de pastores que reivindican la herencia de la Reforma protestante.

La construcción de la película se construye desde las diversas voces de las periferias; cada uno de ellos, en diferentes aspectos, pone su pequeño ladrillo para la construcción del diagnóstico de la intolerancia que impera y cuya causa y remedio son expuestos por todos los entrevistados. En resumen: no hay argumentos contra los testimonios.

A diferencia de otros tipos de cine, el montaje que se da en este tipo de documental aparentemente permite que el espectador construya el sentido del guión, ya que tendrá la oportunidad de escuchar cada voz en cada aparición y cuya suma forma el coro dirigido por el director. Una mezcla de testimonios, vivencias y síntesis sociales se entrelazan a lo largo de la obra y dan voz a quienes han sido oprimidos en la periferia de los grandes centros urbanos, pero también a quienes son considerados opresores por los grupos oprimidos. A lo largo de esta arquitectura –que llega hasta la “política nacional”, en palabras de Marcos en la citada entrevista– son tres las voces que aparecen y forman el coro pretendido por el director: los fieles de las religiones de origen africano, los neo- Cristianos pentecostales –el significado usado aquí únicamente dentro de lo que se construye en la película– y cristianos no neopentecostales (cristianismo ilustrado, por así decirlo).

A lo largo de todo lo que transcurre en este documental, el discurso de cada una de las voces y su concierto es determinante, de ahí el interés por volver a lo que tienen que decir y lo que es posible pensar desde cada una de ellas. Esto permite, quizás, dar cuerpo a lo dicho, a la parte pris tomadas por el director, y ver cómo todo eso nos permite entender el problema fundamental de este documental, es decir, cómo terminamos en este fin del mundo que se ha convertido en Brasil desde 2015 (o 2013 para algunos otros). Para nosotros, dado que es de gran valor tratar en detalle cada uno de los grandes personajes del escenario, empecemos por aquellos que tienen como aliados al propio documental: las religiones de origen africano.

 

2.

Empezamos con una voz de fondo mientras seguía presentando el cartel: “Está bien, está bien. Aquí no sube ni baja. Está monitoreado". A lo que otra voz responde: “No, se demoró mucho, hermano, voy a conseguir que los niños trabajen aquí, ¿sabes? Y Dios bendice a todos allí. El que habita al abrigo del Altísimo a la sombra del Todopoderoso descansará, diré del Señor, él es nuestro Dios, ¿sabes?”. Se abre en una vista abierta de una parte de una favela en una colina, con casas todas hechas de ladrillo, con color ladrillo y algunos árboles.

La primera frase ya nos lo dice todo: los narcotraficantes están invocando para su misión la protección del Dios Uno y Trino, Dios que les permitirá llevar a cabo su propósito y les hará descansar, porque están a su sombra y es invocado por ellos. . Esta afirmación va acompañada de tomas de reconocimiento de las favelas, que también son personajes del documental – la primera toma que aparece recuerda el inicio de la película. Inquilinos: aquellos que se molestan en mudarse (2010) de Sérgio Bianchi. Además de las imágenes, el sonido que producen estas comunidades es parte del reconocimiento.

“Jesucristo vive en mi casa” (la casa es en realidad un dibujo, en lugar de la puerta y la ventana vemos corazones rojos): la frase aparece en la puerta de una casa. Un muro de hormigón, en un lugar que se limpió visiblemente para recibirlo, está en foco: “Hu enemigo tiene fuerza, pero solo Jesús tiene el poder”. Todavía no sabemos a qué se refiere, y solo en el camino sabremos de qué se trata. Un hermoso muro con dibujos de chabolas tiene como lema “Dios es el dueño del lugar”.

Cortar. La siguiente secuencia, un ritual de umbanda, presenta a dos mujeres, que ministran, y una niña que lo acompaña. Viendo el ritual, tenemos el primer testimonio: Kayllane, todavía una niña, fue golpeada por una piedra lanzada por personas que le gritaban “vete al carajo” porque vestía su ropa blanca en los callejones de la comunidad. Al detallar lo sucedido, escuchamos las voces de los testimonios y nos adentramos en el universo de las religiones de origen africano con bellas imágenes de los orixás pintadas en las paredes –los colores vivos contrastan con el blanco y negro de las paredes iniciales y el color ladrillo de el territorio de las favelas. “Magdalena fue apedreada”, dice la abuela en una mención al personaje bíblico. “Vamos hacia atrás”, dice al final.

Tras el corte abrupto del comunicado sobre el atentado, tenemos el inicio del capítulo “Guerreras”, en el que la primera imagen es una mujer que profesa su fe en una religión de origen africano, que se peina y se pone el turbante. . Fue a través del candomblé que empezó a pensar en “racismo, homofobia”. El turbante, además de demostrar su fe, de la que no se avergüenza, es símbolo de su negrura, “para demarcar una opción (…) que también es política”; en definitiva, una cultura que representa a las matrices exige respeto por ellas. Por todo esto, dice, “hay una diversidad de opresión sobre nosotros, es religiosa, es institucional, es homofóbica, es racista”. Esta es la voz de Carol, que nos traerá, además de estas, otras observaciones luminosas sobre todo este embrollo dentro de las comunidades.

Las denuncias son las siguientes: denuncias de acoso (Jessica);[X] de la posibilidad de confrontación (Mãe Marta); de vecinos racistas, blancos evangélicos, con pistolas en las manos, que disparan al aire, que llaman a la policía y que, según Mametu Muiandê, madre de santa, “realmente lograron intimidarme”. Más adelante, completa que, como todo ser humano que tiene sangre en las venas y profesa una fe, dejará “grandes guerreros peleando” por su terreiro. También hay un relato del temor de que los compañeros de escuela se enteraran de su religión (Sara); la invasión de un patio con un automóvil (Mãe Flávia); el asesinato de dos personalidades de religiones de origen africano, en nombre de Dios (Makota Celinha); invasión de manifestación pública de fe (Padre Ricardo);[Xi] prohibición de la libertad de culto y depredación de salones y terreiros (Pai Bruno).

En cuanto a esta última denuncia, nos interesa, porque es allí donde aparece en toda su majestuosidad el otro personaje, que sostiene la otra cara de la historia. Mientras que Pai Bruno nos dice que su salón fue destruido por intolerancia religiosa (solo los santos fueron vandalizados) y dice que no le importa la iglesia de al lado, porque "ellos tienen derecho a adorar, yo tengo derecho a adorar". , un plano continuo de abajo hacia arriba revela la iglesia: una casa blanca se levanta del suelo que parece no tener fin, tal es el retraso de la cámara para subir; en su remate y en el centro de la fachada, un corazón rojo rodea a una paloma blanca, sobre la inscripción “Jesucristo es el Señor”: la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD).

A partir de ahí, el enemigo es identificado por los propios personajes: son las iglesias neopentecostales que, para un proyecto de poder, desde hace veinte años compran “cine, teatro”, construyen sus templos-empresas todo del lado del calle, mientras los terreiros están en el traspatio (palabras de Pai Ricardo) El proyecto de estas iglesias es encontrar, adoctrinar a la gente para formar grupos paramilitares que se conviertan en “ejército de Dios, Soldados de Jesús” y “Gladiadores” de la IURD insurgente contra las religiones de matriz africana. Esto sumado al “poder económico que tienen detrás, el poder mediático que tienen detrás, es el poder político que tienen detrás de la banca” (Babalaô Ivanir). En definitiva, como dice Makota Kizandembu, “están decididos a hacer como Hitler”: el triplete racismo, genocidio[Xii] y el fascismo.[Xiii]

Aparece entonces un nuevo elemento: el tráfico. Se nos dice que la debacle actual comenzó hace veinte años, cuando los creyentes neopentecostales comenzaron a entrar en las cárceles para hacer creyentes. Antes había respeto entre el narcotráfico y las religiones de origen africano; nadie se metía con nadie, había paz entre ellos, incluso muchos eran adherentes a cultos afrobrasileños y realizaban sus rituales, sobre todo en días de posibles enfrentamientos con la policía y otro tipo de misiones. Se rompió. Según los defensores de las religiones de origen africano, los pastores van a las cárceles, toman Biblias, oran por las personas, dicen que necesitan cambiar de vida y convertirse. Además, dicen las voces de nuestro primer personaje, esta estrategia proselitista habría funcionado y los traficantes comenzaron a cambiar de bando. Como en nuestro mundo, la prisión no reforma, solo mejora la técnica de aquellos que están aislados del mundo allí durante años, los narcotraficantes, cuando se convierten y salen de la prisión, hacen personas que están bajo su control, porque eso es lo que de lo que se trata- aceptar también su fe y someterse al credo del dueño del cerro, de la boca, de la comunidad: nuevo para-Estado soberano teocrático.

Las acusaciones no se detienen ahí. El problema no se limita solo a convertir a los subordinados, sino a fusionarlos para la trata; sobre esto, en el transcurso del documental también se conjetura y denuncia la colusión entre las iglesias que están en la favela y el narcotráfico, para el lavado de dinero. Por otro lado, por supuesto, los traficantes de cristianos deben cerrar los terreiros para aumentar el número de miembros y los diezmos de las iglesias, haciendo que el círculo vicioso gire más rápido. En palabras de Carol, antes de São Jorges, mensajes de guerra contra las facciones, música, funk – en una palabra: diversidad; hoy, en las paredes, hay “versos y salmos”[Xiv].

Para colmo, todavía tenemos dos actores más entrando en escena, obviamente del lado de los neopentecostales: la policía y la milicia. Los policías con su lado evangélico, y los oficiales de ese equipo, quienes, precisamente por eso, son la figura soberana por excelencia que establece la ley y la jurisprudencia al mismo tiempo, como sabe cualquiera que tenga ojos y oídos para ver y oír. – no pierden la oportunidad, como siempre, de imponer lo que quieren. El otro aliado, que es o estuvo en algún momento en la policía, es más drástico: donde hay una milicia con gente cristiana, no hay terreiro, no hay otro tipo de religión.

Este es el escenario de la película: una favela muestra a su dueño en las inscripciones e instituciones (Dios), pero también lleva consigo otras religiones que, precisamente por estar habitando una tierra que ahora pertenece al Altísimo y sus soldados-traficantes y soldados con traje, corbata y vestido, no son bienvenidos y no pueden quedarse allí.

Hay dos cosas a tener en cuenta cuando se trata de documentales. La primera es que la “favela” o “comunidad” es una entidad abstracta. Vemos su arquitectura, pero no sabemos qué comunidad es, su ubicación geográfica. E incluso con testimonios, sigue siendo una abstracción. Esto se vuelve aún más claro cuando identificamos que quizás se está hablando de uno u otro territorio debido al acento acentuado de uno u otro personaje. La segunda: la homogeneización del discurso de la película que, precisamente por no diferenciar localizaciones y fusionar los efectos de cada una, tiene una voluntad totalizadora de su discurso.

Volviendo a la secuencia de la película, ¿qué se opone a la calamidad que se establece desde la unión narcotraficantes-neopentecostales? La fe, el Estado y, todo hay que decirlo, cierto resentimiento.

Empecemos por el final. Es notorio observar cómo las cifras no se ajustan a la conversión de los narcotraficantes al cristianismo, también porque, para las personas de religión de origen africano, estos detentadores de poder de las comunidades no siguen la Biblia, lo mismo los neopentecostales. Sin embargo, el argumento parece falaz, porque se desconocen las muchas intersecciones entre ciertos rituales de estas religiones y las creencias cristianas – no se puede olvidar la diversidad de culturas que formaron el Brasil en el que vivimos hoy, a pesar de la matriz africana.[Xv]

Para quienes testifican en la película, el problema no es la trata, sino los traficantes que se han convertido a una religión que está en contra de los demás y que lo dicen alto y claro. Como sabemos, el cristianismo en todas sus facetas es totalizador, y hoy en día (como en verdad siempre lo ha hecho, con mayor o menor orgullo) no tiene vergüenza en proclamarlo; tanto es así que en plena era posmoderna, poscristiana, postodo, tenemos un presidente cristiano y ministros cristianos cuyo criterio de elección y ascenso es, supuestamente, la fe. Obviamente, si esta religión habla al corazón de los traficantes, no debe tener algo bueno, según las voces que denuncian este matrimonio entre trata y neopentecostalismo. Además, a las iglesias les aplican el mismo mecanismo que al Estado: la legislación de la constitución rige todo, incluso las iglesias que están en los rincones más apartados del país. Todo esto será refinado más adelante. Sólo nos resta decir que el resentimiento está en el origen de la genealogía de los conservadurismos que asolan el mundo de hoy.[Xvi]

Lo que llama la atención es el discurso muchas veces moralista que se escucha sobre esta espuria relación entre el narcotráfico y la iglesia. Ante esto, se apela al sentido común y al Estado. Las denuncias ante el Ministerio Público proliferan y se habla cada vez más de la separación entre Estado e Iglesia. “Cuando comience la Guerra Santa (…) querrán tomar medidas”, dice Mãe Marta sobre el futuro y la actitud del gobierno. “¿Por qué no tomas medidas ahora? ¿Por qué no lo terminas ahora?". La respuesta a la pregunta obvia es lacónica: por qué no. Hay una línea nítida que separa el dominio del Estado que actúa en base a lo dispuesto en los códigos y otro que ejerce otro tipo de actuación[Xvii]. Pero ese otro lado ya se ha convertido al cristianismo también. Las salidas realmente se están agotando, pero las apelaciones siguen siendo las mismas y los golpes no hacen más que aumentar en fuerza y ​​cantidad. Y nadie entiende lo que está pasando.

Es como si viviéramos hasta hace poco en una patria bendita donde ya todo está conquistado y reina la paz, pero que desde hace algún tiempo ha ido cambiando de rostro (o de carácter). Por mucho que uno quiera negarlo, existe la creencia, ciertamente ideológica, de que Brasil es bueno por naturaleza y que hay enemigos, la minoría peligrosa, lo que significa que cada vez que nuestro país, tierra que mana leche y miel, es en vías de convertirse en un lugar mínimamente habitable, alguien va allí y acaba con el sueño colectivo y la sonrisa de la multitud.

En este caso, para las religiones de origen africano, siempre según lo narrado por el documental, los neopentecostales son ese discurso totalizador que quiere igualar a todos, vestir de traje y corbata, dejar de lado a sus ídolos, pintar las paredes con versos. y lavar dinero para traficantes de drogas y sus políticos favoritos. Este discurso tiene voz no solo en el documental, sino también en diferentes medios y púlpitos, a menudo con diferentes palabras, dada la amplitud del latín del hablante.

Contra la totalidad, lo múltiple; contra la colusión, la moralidad[Xviii]; contra la uniformidad, la diversidad. Estos son los binomios que plantea la película. Evidentemente, el segundo término siempre está en el lado opuesto de los cristianos neopentecostales (ya sean los dueños del cerro, los pequeños que mueren a balazos de la policía o los que hacen su vida normal con una Biblia en el bolsillo e igualmente rehén de todo lo que sucede, incluidas las balas perdidas de la PM o el narcotráfico).

Sin embargo, es interesante notar que, contrariamente al propósito del documental, el mayor espectro de diversidad está en las iglesias neopentecostales, incluso si esta diversidad es a menudo siniestra porque va desde trajes y corbatas hasta traficantes de drogas o Edir. Macedo. En cualquier caso, diversidad es diversidad: un espectro más amplio de colores (incluso con la mayoría de los trajes negros), razas, condiciones sociales y estilos de vida (que van desde el inmovilismo al sadismo, pasando por diferentes tipos de predicadores).

No olvidemos nunca que todo sucede en las favelas de Río de Janeiro y Minas Gerais. Los cristianos que aparecen viven en los mismos lugares, incluidas las favelas que son blanco de la guerra y la propiedad en la película. Hoy son ellos quienes, a pesar de lo que representan, simbolizan la mayor diversidad del país, ya sea en cuanto a las personas oa las muertes que prevalecen allí. La diversidad, además de la soja, es de gran importancia. . que sirven al orgullo nacional. Las favelas alimentan el turismo; entre una bala perdida y otra, reciben incansablemente a turistas y visitantes nativos para conocer las bellezas de esta parte de la nación.

Lo intrigante es la disputa sobre quién posee y tiene el monopolio de la diversidad y del verdadero Brasil. La gran pregunta que plantea el documental no es la larga historia de sufrimiento y exterminio (a denunciar siempre en una sociedad que sabemos es fruto de la trata de esclavos, el exterminio indígena por conversión o machete y la explotación comercial). Se trata de trasladar la pregunta a la discusión sobre la propiedad del territorio por parte de un grupo específico. Este es el comienzo del embrollo del famoso lugar del habla. No es casualidad que esta fraseología tenga su fecha de nacimiento al mismo tiempo que se proclamó que “no hay alternativa” para nuestro mundo y vimos el Consenso de Washington, por un lado, y por otro escuchamos, en la voz cínica del expresidente sociólogo, que “están los desempleados” –la culminación de la ya mencionada “decadencia de los bachilleres”.

Vale recordar también que los gobiernos del PT no se apartaron de esta lógica y sus programas sociales de impulso humanitario allanaron la competencia por los que quieren postularse; más bien, se limitaron a ratificar la máxima de nuestro tiempo: contención y gestión para quien la quiera; para los que no lo quieren, también tienen algo más (ya que se trata de inclusión): tiroteos, palizas y bombardeos, para hablar como nuestra eminente Waleska. En una palabra: bienestar e guerra son las dos caras de una misma moneda.[Xix]

Dentro de toda esta homogeneidad, este caldo que nos pone frente a un cierto callejón sin salida, ¿qué hacer? Continúa escuchando las voces de este coro de religiones de origen africano, protagonista de nuestra película. En este ir y venir de acusaciones, en la voz de Carol, emerge algo luminoso que nos hace pensar en la posibilidad de comprender la catástrofe que se avecina: “No creo que [lo] que los neopentecostales perpetúen hoy en términos de la intolerancia religiosa sea una novedad. No, creo que la Iglesia Católica hizo esto durante muchos siglos, hubo una Inquisición, ¿no? Teníamos un tribunal creado para juzgar los delitos de fe, ¿no? Y si no estaba de acuerdo con la iglesia, entonces no estaba de acuerdo con lo que quería la iglesia católica. Yo lo que pienso es que los neopentecostales han llevado este dualismo, esta demonización y esta persecución hasta las últimas consecuencias”.

De eso se trata: de un continuum que llega a los neopentecostales, pero que tiene sus inicios con los inicios de la Iglesia y que, en mayor o menor medida, atraviesa toda la cristiandad.

 

3.

Después narración Traficantes cristianos, la primera figura cristiana que aparece es una niña, en el polo opuesto a los colores y movimientos de las religiones de base africana: su imagen está quieta, como en el autobús (todo lo que se ve desde la ventana se mueve; ella, sin embargo , está inmóvil). El filtro de color también cambia; ahora tenemos una imagen pálida de la niña para terminar la caracterización, además del cabello lacio y la piel blanca.

Corte al Salmo 23, en el Biblia abierto por la niña, aún sin revelar su identidad; en el lateral vemos un corazón que recibe la inscripción “eres especial”. Más uno narración – esta vez, a diferencia de Carol, que se posiciona como alguien que se descubre humana a través de la religión, tenemos, como los narcotraficantes al inicio de la película, el discurso de la joven Camila, que gira en torno a las armas y la guerra. Se enfoca la imagen de una pequeña pegatina en la puerta: “24h esta casa está cubierta por la sangre de Jesús”, con armas del mundo físico y del mundo espiritual. Camila termina diciendo que Dios nos mira “como guerreros, ¿no? Dios dijo que Dios nos escogió a los jóvenes porque 'vosotros sois fuertes'”.

Nuevo corte: con una cámara en mano, alguien sube las escaleras de concreto rodeadas de paredes de ladrillo y sigue, por detrás, a un hombre con un corte de pelo diferente, un andar aterrador que hace que otras personas a su alrededor teman la figura y se aparten de su camino. Mientras estamos en las escaleras, vemos y escuchamos nuevamente a Camila, quien nos dice que “algo aprendí, que el enemigo, es como si estuviera alrededor de nosotros las 24 horas del día esperando que hagamos un descanso para tragarnos, pero oh Dios, como que envía a sus ángeles para poder pelear a nuestro favor y deshacerse de los enemigos ocultos que no vemos con nuestros ojos físicos”. Continúa diciendo que “el diablo y los demonios están… están en todas partes, ¿no? Están allí, esperando, ¿verdad? Y Dios siempre ahí con el..., enviando a sus ángeles. Nosotros no vemos, pero Dios contempla, ¿no? Siempre guerreándonos y protegiéndonos de todo mal.”

He aquí, aparece el ángel: es el hombre mal visto y lleno de tatuajes e piercings que hemos visto subir las escaleras y caminar por la calle para luego colgarse de ganchos en la espalda y volar de un árbol. El dolor le da placer, y el aparato que lo suspende parece las alas de un ángel caído y lo hace volar atado a los ganchos. Una mezcla de ángel, diablo y Jesús. Aquí están los guerreros de Cristo pintados por Fe y furia. Fabrício, nuestro ángel caído, era católico y se convirtió “sintiendo a Dios” en su presencia en una iglesia pentecostal.

Ahora tenemos un pastor que llega, abre las puertas de su iglesia, en cuya fachada se lee “Igreja Internacional, Ejército de Dios – Jesús es el General”. En el salón no muy grande, solo tres colores, blanco, rosa y verde agua, iluminados por una pequeña grieta de luz solar. En el take, nuestro predicador ocupa la escena en varios momentos, comentando su vida, hablando con los creyentes, compartiendo pantalla con un león (que simboliza a Jesús, el “león de la tribu de Judá”) representado en su púlpito en el momento de los testimonios . En definitiva, realizar su trabajo con celo. En los servicios, la gente canta sin moverse y celebrando, con derecho a la imposición de manos, una vez más, inmóviles. En algunos cultos se añaden dos colores: negro para los trajes y rojo para algunas camisas.

Acabamos de ver la descripción de los pentecostales, o neopentecostales, tal como la presenta nuestro documental: una imagen cliché que, de manera inmediata y cruda, pretende identificar al enemigo. Pero este enemigo es en sí mismo el chivo expiatorio que complace a griegos y troyanos y les hace empuñar las armas que necesitan para responsabilizar a alguien de la catástrofe que nos ha acontecido durante mucho tiempo. Esta responsabilidad[Xx] , una modalidad de la ola punitiva de los tiempos que vivimos, de la cual uno de los extremos, en el capítulo brasileño, es la UPP.

Pero no podemos olvidar que los neopentecostales también son víctimas de estas mismas Unidades, porque, como retrata la película (y que constituyen la gran mayoría de estos fieles), son vecinos de al lado de personas que profesan la fe en una de las religiones de origen africano y que, aunque no sean detenidos por la policía (esta afirmación es controvertida), son tanto víctimas como primeros de intervenciones súbitas, de conflictos entre policías, milicias y narcotráfico, de balas perdidas, de decir lo mínimo. Pero, para el documental, todo tiene que encajar, y esta omisión es un camino cómodo, incluso con la ayuda de los grandes baluartes de esa misma jerga (“neopentecostalismo”) con sus iglesias-empresas y sus púlpitos-negocios como como la Iglesia Universal del Reino de Dios y franquicias hermanas (¿en Cristo?).

En una palabra, es como si los cristianos que viven en las favelas no hubieran sido cantados por los Racionais MCs y el rap que avergüenza a las favelas y periferias de Brasil. Por el contrario, aún hablando de productos culturales, todas las películas que hacen parte de cierto tipo de formación del imaginario de Brasil en la década de 2000, cuando son filmadas en la periferia o tratan de ella, tienen como banda sonora las alabanzas de estos Cristianos captados por el micrófono, no como banda sonora incidental[xxi].

En definitiva, una imagen de un pueblo que, en teoría, sólo sabría hablar su propio idioma, y ​​que cualquier novedad que contradiga su torpe cosmovisión y costumbres no tendría capacidad (ni gusto) para el diálogo racional y recurriría a la violencia ¿No sería esa la imagen racista creada por los blancos para los no blancos que los aquí acusadores dicen combatir, pero terminan reproduciendo identificando al enemigo (lo diferente) de la misma manera? En definitiva, una imagen que dice más de quién la creó que de quién aparece en ella.

En definitiva, la perplejidad de ver derrumbarse en Brasil un proyecto que dignificaba a las personas ser libres a su manera (cualquiera que sea el significado de cada uno de estos términos para quienes los profesan) y que, a partir del análisis de nuestro documental-profesión- de fe, comienza cuando los católicos salen de las favelas y allí llegan los neopentecostales y en las cárceles donde convierten a los narcotraficantes que, al ser liberados, quieren cristificar la favela de arriba abajo como Constantino y los Papas. Y esta narración es referenciada en algunos momentos: el pastor Paulomar –predicador y voz principal de este personaje que tratamos de caracterizar y comprender mejor– dice que era narcotraficante y que fue condenado a siete años de prisión. Una mujer que decía ser misionera lo visitó en la cárcel y le habló.

Luego tuvo su encuentro con Dios. El día de su audiencia de custodia, Paulomar nos cuenta que habló con Dios diciendo que “nunca más esposas estarán en mis manos” y como respuesta de Dios esto nunca más volvió a suceder. Se convirtió en pastor. Otro hombre da una declaración similar a lo largo de la película: un ex narcotraficante, sin revelar su identidad, dice que usaba drogas, traficaba y era perseguido por la policía, hasta que un día se puso a pensar en el legado que dejaría a sus hijos: o ser “un buen hombre o un traficante de drogas” – una dualidad que, a veces cambiando el orden de los términos, impregna a todos los brasileños. En ese momento de crisis, leyó la Biblia y se alió con Dios, prometiendo que lo dejaría todo para servirlo: “Yo le hablé y Él me habló”, concluye.

Ya sabemos en qué consiste este servicio: obra misionera. Finalmente, tenemos una figura más celosa de su misión. Quelly Silva confirma lo que todos querían escuchar: primero iba a visitar los penales como misionera que predica la palabra de Dios para el arrepentimiento de los pecados y luego iba a los barrios marginales a cuidar a los niños y hablarles de Jesús, haciendo música belicosa y viril[xxii] “dirigido al público de la favela, de niños creyentes”.[xxiii] Otra misionera haciendo su trabajo con celo.

Todo eso representa perfectamente nuestra imagen cliché de un pueblo que no sigue los desarrollos de la democracia brasileña fundada en instituciones estables desde hace más de treinta años, que quiere secuestrar el país con unos versos que hacen pensar a la gente y la acercan a la que es un “buen ciudadano”, para los más positivos, o una simple masa de maniobra o peones en manos de sus líderes, para unos otros.

El problema es que el neopentecostalismo no nació en 2014 como hecho por las manos del Creador. De hecho, es a partir de 1910, 1911 la aparición de los primeros grupos pentecostales en Brasil.[xxiv] De ahí la extrañeza que provoca el “encaje perfecto” que propone el documental, quizás por cierto remanente de descaro que, por buen corazón o apelo moral, necesita formatear todo y acabar con cualquier rastro de contradicción. A pesar de las nuevas configuraciones del nuevo espíritu del capitalismo donde todo es negocio y debe regirse por la lógica empresarial (haciendo de todo una zona gris que mezcla versos de cinismo viril, celo en la actividad laboral diaria, sin olvidar el espíritu empresarial, que es el bienestar de este nuevo volverse mundo en el que vivimos), lo que primero puede llamarse pentecostalismo es el pentecostalismo clásico que data de 1910 y 1911 (es decir, antes de la última reestructuración del sistema-mundo que se conoce, por lo tanto, sin lógica comercial incrustada en la cabeza de cada individuo como mantra, credo o fórmula mágica para vivir la paz hoy).

Según la revisión realizada por el sociólogo Vinicius do Valle, fueron “personas en su mayoría pobres y de escasos recursos” las que “fueron discriminadas, por un lado, por las iglesias protestantes históricas” y, por otro, “por la Iglesia Católica".[xxv]. Como en Estados Unidos, uno de los orígenes de este movimiento, sus partidarios eran en su mayoría negros y descendientes de esclavos. Una de las principales razones de su discriminación fueron las condiciones económicas, además de que en las iglesias pentecostales el rol siempre ha sido femenino, hecho que era y sigue siendo execrable o al menos digno de desconfianza en cualquier denominación que pretenda ser cristiano

Incluso podemos decir que, en algún momento, podría haber un intercambio entre teologías, pero cabe señalar que quien habla de la teología de la prosperidad en Fe y furia son figuras que no tienen relación con los neopentecostales (como se les llama en el documental, aunque en realidad el nombre no es exacto). Los pentecostales, precisamente por ser gente pobre y marginada, desde un principio han sido y han construido sus templos en zonas periféricas, abandonadas y de difícil acceso en las ciudades, donde ningún otro segmento cristiano puede entrar (ni quiere entrar).[xxvi]

Estos prejuicios parecen, una vez más y siempre, un cierto prejuicio de clase (o que tiene allí su origen), porque esta denominación cristiana se inició en el Norte y Nordeste y luego llegó a las regiones central y sur de Brasil. Finalmente, vale la pena alertar sobre la necesidad de repensar los capítulos de cierta historiografía progresista que dicen que en un principio la favela no tenía Dios, luego llegaron las CEB, organizaron a esa gente y luego, por alguna razón (nunca revelada, digamos, de paso), partieron, cuando, entonces, los pentecostales o neopentecostales invadieron ese lugar inhóspito y relegado para hacer creyentes y darle la vuelta al juego del Brasil secular e infiel. Aparentemente, en realidad, hubo un intercambio constante, ya que las religiones de base africana y los pentecostalismos siempre han coexistido en las periferias.

En algún momento, los CEB entran y luego salen. Quedan los que siempre han permanecido: los pentecostales y las religiones de origen africano. Por lo tanto, con esta retrospectiva y sus respectivas consideraciones, es posible rebatir esa piedra de toque, refrendada en el documental, de que las CEB abandonaron las cárceles y periferias y solo después aparecieron allí los pentecostales y lo destruyeron todo.

Hay cierto interés en darse cuenta de que los neopentecostales se convirtieron en un objetivo público en muchos frentes después de que abandonaron el barco a mediados del primer mandato de la presidenta Dilma Rousseff. Hasta entonces, por mucho que no te gustaran por sus agendas conservadoras, aguantaste ese fastidio, porque daba votos. Y así es: los pentecostales en su conjunto, en la reconstitución de Vinicius do Valle, votaron por el Legislativo de una manera y por el Ejecutivo de otra. La autora demuestra que para los pentecostales en general (y para las asambleas en particular, que son los encuestados), el Legislativo está más asociado a las pautas morales y del día a día de la comunidad, ya sea en contra del aborto o a favor de la libertad. de elección culto de cada iglesia, mientras que el Ejecutivo es importante para la vida económica – trabajo, salario, etc.

Bueno, como todo Brasil, un equipo que está ganando no cambia: con Lula y Dilma todo iba bien económicamente, a todos les iba bien y tenían empleo –independientemente de la calidad del trabajo–; por tanto, hasta 2014 los votos para el Ejecutivo fueron mayoritariamente para el PT e, incluso, los discursos de los grandes púlpitos observados por nuestro investigador fueron templados al hablar del Partido de los Trabajadores, porque sabían que sus fieles votarían por Marta, Haddad , Lula y Dilma, y ​​no querían confusiones.

Además, la mayoría de los candidatos presentados por las iglesias se postulaban para la legislatura; como ya se mencionó, personas que eran conocidas por los fieles- y es muy claro que el éxito electoral del candidato residía en su vinculación con la comunidad. Cuando las cosas empiezan a ponerse feas, todos quieren encontrar una solución: ¿quién está cerca? Votemos por ellos. En 2014, Aécio y Alckmin. En 2018, Doria y Bolsonaro.

Así de simple: pura sociabilidad. Esto sucede de dos maneras: en un país cuyo desempeño económico siempre ha estado ligado a la ideología de la corrupción y se han identificado a los corruptos, queda votar por otros y, hoy en día, con orgullo de ser de derecha.[xxvii]. Cuando se les pregunta en qué basan sus opciones políticas, responden con convicción: la Biblia. Y cuando se les pregunta qué referencias bíblicas se utilizaron, responden con los mismos textos canónicos que también responderá cualquiera que confiese con su boca que Jesucristo es el Señor.[xxviii].

El otro punto de esta sociabilidad es la especificidad de la vida de estas personas, que viven en lugares donde nadie quiere mirar, pero que aun así tienen su propia constitución social, con sus ritos, costumbres, reglas y negocios –desde el colmado en barrios a redes transnacionales de narcotráfico y robo de vehículos- además de la sorprendente dispersión y aumento del número de fieles, iglesias y todo lo demás. Bueno, todos sabemos que al principio todo era Iglesia y fue con la doctrina de la secularización que se abrió el espacio, la brecha entre el Estado y la Iglesia.

En un país que solo tuvo su independencia oficial a mediados del siglo XIX, su primera república solo a principios del siglo XX y que, como sabemos, completó una cierta modernización en términos de conservadurismo.[xxix], y, para añadir, relegó a la pobreza a la mayor parte de su población, ¿cómo es posible que la religión no sea un punto fundamental de identificación, de creación de lazos de fraternidad, donde “la acogida, la convivencia entre hermanos, que le ayuden a mantenerse 'firme en la fe', además del elemento de salvar la vida 'perdida'”, en fin, ayudar y construir algo, incluso la recuperación de los drogadictos (el mayor temor de cualquier familia brasileña) mientras el resto del mundo se preocupa por instituciones y políticas públicas?

Esto porque “si en el ámbito laboral, [los fieles] realizan funciones mecánicas, precarias y desvalorizadas, en la iglesia pueden tomar el mando de un grupo o alguna tarea, además de obtener espacio y reconocimiento por estar en un púlpito orando y discurso"[xxx]. ¿Hay algo que deba decirse después de esa descripción? Obviamente, volviendo al tema electoral, “es desde esa identidad que la institución construye su discurso político y la propaganda de sus candidatos a las elecciones”. Es decir, “la cuestión comunitaria y los valores compartidos”.[xxxi]

Queda la observación triste, pero no alarmante, de que nuestro documental parece no tener en cuenta que la religión no es una serie de contenidos, sino la experiencia viva de una comunidad con su fe. El pentecostalismo brasileño surge de la experiencia del pueblo brasileño a lo largo del siglo XX, y su expansión se dio junto con todas las demás desde el punto de vista político y económico, atravesándolas y siendo atravesadas por ellas. Esta es la razón por la que la religión elegida por los negros en Brasil es el pentecostalismo: no por sus contenidos ancestrales, sino por la experiencia de los negros en Brasil, que es diferente de la experiencia de los negros en los países colonizados por otros pueblos europeos, también como la experiencia colonizadora de los negros en los Estados Unidos de América e incluso en África. Quizás tu experiencia religiosa, en general, solo cambie radicalmente cuando toda la sociedad cambie de la misma manera.

Finalmente, para hacernos eco del resto del mundo ilustrado, ¿de quién es la culpa? De los neopentecostales.[xxxii]

*Joao Marcos Duarte es estudiante de doctorado en lingüística en la UFPB.

referencia


Fe y furia
Brasil, documental, 2019, 103 minutos
Dirigida por: Marcos Pimentel

Notas


[i] Disponible: https://embaubafilmes.com.br/distribuicao/fe-e-furia/; acceso el 12/04/2021.

[ii] Énfasis en el “nosotros nos merecemos”, que es parte de las ideas de meritocracia que impera en nuestro país en todos los rincones, por parte de todos los grupos políticos y matices de pensamiento que tienen en mente el progreso.

[iii] Disponible: https://www.facebook.com/watch/live/?v=3451121478258821&ref=watch_permalink Consultado el 12/04/2021.

[iv] Blanca Dias. “Fe y Furia” (Marcos Pimentel, 2019). En: Daniela Fernandes y Andrea Irmond [Orgs.]. Sección de revisión Curta Circuito 20 años. 20ª edición. Belo Horizonte, 2020 [en línea]. páginas. 39-41.

[V] Rodrigo Nunes. Del trance al vértigo: imágenes de derrota en el cine brasileño. En: Igual. Del trance al vértigo: ensayos sobre el bolsonarismo y un mundo en transición. São Paulo Ubu Editora, 2022. págs. 149-164.

[VI] Nada muy diferente al diagnóstico de Luiz Felipe de Alencastro sobre el “declive de los graduados” que, a partir de la década de 1970, no se responsabilizaron de los acontecimientos políticos y sociales, dando paso a la gestión de los escombros. Hay un tic bachillerato y modernista en ciertas producciones que quieren unir la construcción nacional y el progreso tecnológico en un período precisamente en el que estas dos cosas ya están desconectadas y el intento farsa de repetir estas afinidades electivas da como resultado un cierto “neoliberalismo progresista” que está en el origen de Trump, en EE.UU., y de Bolsonaro, en Brasil. Sobre el “declive de los bachilleres”, Luiz Felipe de Alencastro. El ocaso de los solteros. Nuevos Estudios Cebrap. 1998. nº 50. págs. 55-60. Sobre el “neoliberalismo progresista”, Nancy Fraser. "Neoliberalismo progresista versus populismo reaccionario: la elección de Hobson". En.: Arjun Appadurai et al. La gran regresión: un debate internacional sobre los nuevos populismos y cómo enfrentarlos. São Paulo: Estación Liberdade, 2019. pp. 77-89.

[Vii] Una catástrofe que en ningún momento se puede minimizar, como sucede en el Sótano. Y lo más siniestro es que ahora esta bodega ya no se oculta, se alardea a los cuatro vientos. Al respecto, vea la columna de Celso Rocha de Barros al calor de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018 (Celso Rocha de Barros. En el fondo del pozo está el sótano. Folha de S.Paulo, São Paulo , 28 de octubre de 2018. Disponible en:https://www1.folha.uol.com.br/colunas/celso-rocha-de-barros/2018/10/no-fundo-do-poco-ha-o-porao.shtml>. Consultado por última vez el 21 de abril de 2021).

[Viii] Sobre las pesadillas que empezaron a apoderarse de muchas personas poco antes de la primera vuelta, pero no sólo, Cfr. "¡Terminó!" por Silvia Viana (en: Argumentum. v. 11, n. 2. p. 17-30, 2019)

[Ex] Al respecto, vale la pena hacer dos comentarios: cualquier similitud entre la disputa electoral de 2018 y la narrativa castrense y no profesor universitario de la película Elite Squad 2 – Ahora el enemigo es otro, no es una mera coincidencia. El soldado que reconstruya la nación a semejanza de occidental Americanos –con todas las idiosincrasias posibles e imaginables de un país que nunca llegó a tener una sociedad asalariada y que acabó con la esclavitud a principios del siglo pasado, pero con el siniestro propósito de los cazarrecompensas americanos y que nuestros pioneros no pudieron completar– es el Capitán Nascimento: este imaginario social caló y marcó la pauta de la política desde entonces. Al respecto, consulte, de Christian Tadeu Gilioti, “Tierra devastada: imaginación y política en el cine de la Era Lula”, São Paulo: Universidade de São Paulo, 2018 (tesis). El otro comentario es sobre “cómo es posible”: este tipo de discurso recuerda mucho a lo que Luis Inácio Lula da Silva escuchó a lo largo de su trayectoria política –“cómo es posible que un sindicalista detenga el ABC”, “cómo es posible que un sindicalista fundara un partido político”, “cómo es posible que un sindicalista se postule a la presidencia”, “cómo es posible que un nororiental sea elegido, reelegido, electo y reelegido sucesor que no tiene carisma ni competencia”. Esto es solo para recordarles que el “cómo es posible” es conservador, a veces reaccionario. Quizá tener esto en cuenta sea esclarecedor para pensar cómo hemos llegado hasta aquí.

[X] Menciona que una mujer que trabajaba en un mercado, encargada, la tomó del brazo y le preguntó si sabía a dónde iría después de muerta. Sin dejar que Jessica respondiera, dije que me iría al infierno. Para los que les gusta el cine, hay un olor en el aire parecido al de Divino Amor (2019), de Gabriel Mascaró.

[Xi] Este momento ocupa una parte considerable del documental, cuando Pai Ricardo denuncia lo sucedido, documentado también, en la película, en palabras de los propios invasores, miembros de la Iglesia Bautista de Lagoinha. No por casualidad, una de las casas que recibió y bendijo a Jair y Michele Bolsonaro, en 2018 y 2022.

[Xii] “Como es desigual, entonces no hay guerra, lo que hay es genocidio” (Babalaô Ivanir)

[Xiii] “Esto es fascismo y si hay una forma de que nazca el fascismo en Brasil es a través de estos grupos y hoy la sociedad lo está observando, ¿no? Incluso sectores de la sociedad progresista que hacen alianzas electorales con estos grupos, lograron retener el voto, lograron construir una bancada” (Babalaô Ivanir).

[Xiv] A lo que escuchamos a otro personaje no identificado decir que “a la comunidad le encanta porque ganó color, ganó luz ¿no? Pasas y te sientes cómodo leyendo un verso que te calma, que te tranquiliza más, guau, 'el Señor es mi pastor y nada me falta'”. El mismo montaje de la película acentúa el enfrentamiento constante, realmente la fe y la furia.

[Xv] Aunque poco conocido, este hallazgo no es nuevo y el documental también nos lo demuestra, a pesar de predicar lo contrario. Vale la pena revisar el breve repaso que hace João Décio Passos al respecto en “Teogonías urbanas: los pentecostales en el pasaje de lo rural a lo urbano”. Tanto el pentecostalismo como las religiones de origen africano nacieron en las periferias brasileñas como una forma de organizar la experiencia de ese pueblo. Que las personas, aparentemente viviendo las mismas cosas, elijan caminos completamente diferentes es precisamente lo que moviliza la investigación de Vagner Gonçalves da Silva (cf.: “Religión e identidad cultural negra: afrobrasileños, católicos y evangélicos”. Afro-Ásia. 2017 No 56, págs. 83-126).

[Xvi] Esto también aparece en el propio documental, cuando Pai Ricardo dice que hoy en día los neopentecostales llegan a todas las religiones de base africana, porque en algún momento les fueron perdiendo adeptos.

[Xvii] Enzo Bello, Gilberto Bercovici, Martonio Mont'Alverne Barreto Lima. “¿El fin de las ilusiones constitucionales de 1988?”. Revista Derecho y Praxis, v. 10, n. 3, pág. 1769-1811, 2019.

[Xviii] El “buen” moralismo, ya que hoy, con el derrumbe de nuestra modernización, el discurso sobre lo “social” ha pasado del campo de la política al de la moral. Ver: Gabriel Feltrán. “El valor de los pobres”. Cuaderno CRH. 2014. v. 27. norte 72. págs. 495-512.

[Xix] En términos sociológicos, es interesante leer en secuencia el mencionado “El valor de los pobres” y luego “Formas elementales de vida política: sobre el movimiento totalitario en Brasil (2013)” (Blog Novos Estudos. 2020. Disponible en: https://novosestudos.com.br/formas-elementares-da-vida-politica-sobre-o-movimento-totalitario-no-brasil-2013/#gsc.tab=0. Último acceso: 25/05/2022), ambos por Gabriel Feltran.

[Xx] En cuanto a la rendición de cuentas –esta fraseología de la izquierda de hoy–, encaja como anillo al dedo en este mundo canino en el que vivimos; es el reflejo no de una forma alternativa de pensar, sino de conformarse aún más con la desgracia que nos rodea por todos lados, irritando aún más a una gran parte, Cf.: Karl Gunther, “Accountability of Civil Society. Revista Nuevos Estudios, 2002. n. 63. págs. 105-118.

[xxi] En este sentido, la mencionada tesis de Christian Tadeu Gilioti.

[xxii] En un momento tenemos un arreglo del Himno de la Tropa (prestigioso por los primeros Tropa de Elite, que, como ya sabemos, conquistó mentes y corazones). ¿Y el tema del texto bíblico? Efesios 6:11-17. ¡Nuevo Testamento! Es como dice el pastor Paulomar en algún momento: “Estamos en guerra con todo y Jesús es la máxima patente, solo hay que obedecer”. Es un área gris que parece no tener fin. Sobre otra zona gris –colaboracionista y celosa, en este caso–, pero no tan diferente a la que estamos viendo, cf. La banalización de la injusticia social, de Christophe Dejours (7ª edición. São Paulo: Editora FGV, 2006) y las reflexiones de Paulo Arantes (“Venta Boulot”. En.: Paulo Arantes. El nuevo tiempo del mundo: y otros estudios sobre la era del surgimiento. São Paulo: Boitempo, 2014. pp.101-140).

[xxiii] Cualquier parecido con lo más avanzado hoy en día en los programas sociales que buscan audiencias objetivo a las que llegar -ya sean negros, mujeres, pobres, LGBT y otros estratos de la población- no es una mera coincidencia. Como se ha dicho, es el más avanzado en materia de derechos humanos, que tienen a la familia como figura principal.

[xxiv] Para una historiografía y sociología del pentecostalismo en Brasil, ver, entre otros, el estudio pionero de Ricardo Mariano, Neopentecostals: sociology of new Pentecostalism in Brazil (São Paulo: Loyola, 1999); el clásico de Gedeon Alencar, Matriz Pentecostal Brasileña – Asambleas de Dios – 1911 a 2011 (2ª edición. São Paulo: Recriar, 2019); y Entre religión y lulismo: un estudio con pentecostales en São Paulo, de Vinicius do Valle (São Paulo: Recriar, 2020), que seguimos ahora.

[xxv] Vinícius del Valle. Op. cit. págs. 23.

[xxvi] No es casualidad que la iglesia estudiada por el sociólogo que seguimos “fue inaugurada en 1994, construida en un esquema de 'mutirão', por manos de los pastores y de los mismos fieles”. Como ya hemos comentado, estas iglesias se construyen generalmente en las zonas “de mayor vulnerabilidad de la ciudad, cercanas a donde viven los fieles”. Ídem. Op. cita. pag. 15

[xxvii] Bruno, un entrevistado, dice en un momento: “si el PT y el PSOL son de izquierda, yo soy de derecha”. Vinicius do Valle. Op. cit. pág. 147.

[xxviii] Me refiero a los citados por Vinicius do Valle: Mateo 22:21; Romanos 13:1-7; 1 Timoteo 2:1-4; Proverbios 29:2; Hechos 5:29. Los textos son muy conocidos, pero quizás se sorprendan quienes piensan que los neopentecostales basan su teología únicamente en el Antiguo Testamento.

[xxix] Francisco de Oliveira. Crítica a la razón dualista: El ornitorrinco. São Paulo: Boitempo, 2013

[xxx] Las citas se pueden encontrar en Vinicius do Valle. Op.cit., páginas. 73, 85 y 79.

[xxxi] Ditto. op cit. Ubicación cita.

[xxxii] Gracias a Ivone Daré Rabello por toda su ayuda en la revisión y finalización de este ensayo.

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