por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*
El género dio sus frutos más allá del cine estadounidense.
El gran Akira Kurosawa de la saga de los samuráis confesó buscar inspiración en los westerns norteamericanos, por no hablar de mucho de Shakespeare, claro. El vaquero, como es bien sabido, encarna uno de los mitos de la Sueño americano: individualismo, iniciativa privada, ejercicio personal de la violencia, simulacro de libertad en cabalgatas sin rumbo por el desierto, etc.
Pero tras el extraordinario éxito de Akira Kurosawa, Hollywood comenzó a reinterpretar sus películas, invirtiendo influencias. El primer impacto, causado por los siete samuráis (1954), sería duradero. Habría muchas películas como los 47 ronin, con Keanu Reeves, y El último samurai, con Tom Cruise, esa pieza más peculiar de blanco que llega allá a Japón y vence a todos los japoneses en las artes marciales que inventaron y practican…
Aparte de los japoneses, el western dio sus frutos en el cine italiano y brasileño. Sergio Leone, creador de Spaghetti Westerns, impulsó y al mismo tiempo renovó el género. Clint Eastwood con un poncho, mascando sus cigarrillos, primeros planos de rostros, el ala de su sombrero subiendo lentamente para revelar su mirada resplandeciente, largos silencios y amplios espacios vacíos, la cámara a veces al nivel de las botas que avanzan paso a paso . Y todo ello subrayado por la maravillosa banda sonora de Ennio Morricone, que puso música a seis de las siete películas del director.
En Brasil, donde el género muestra una notable vitalidad, ya han sido realizados y cariñosamente apodados del nordeste unos 60 de ellos, según una encuesta del investigador Luiz Felipe Miranda. Y desde las alturas del arte, como Dios y el diablo en la tierra del sol e El dragón del mal contra el guerrero santo, clásicos de Glauber Rocha, incluso tonterías de Os Trapalhões. Ciclo reciente titulado Nordestern - Bange-bengue al estilo brasileño, en la Cinemateca de São Paulo, reconoció el énfasis y la permanencia del género. Una manifestación pionera fue el famoso curso sobre cangaço, al que asistieron varios cineastas en ciernes, impartido en la Facultad de Filosofía de la Rua Maria Antonia, con el auspicio del Instituto de Estudios Brasileiros (IEB-USP), en 1966.
Pero a veces los westerns pueden colarse en el cine de acción de Hong Kong, famoso por sus películas de kung fu, especialmente las protagonizadas por Bruce Lee y otros éxitos de taquilla en toda Asia. En Érase una vez en China y América, cuyo título hace honor a Sergio Leone, existen tres grupos de personajes en el Viejo Oeste: los blancos, los indígenas y los chinos. Y, con mucho humor, consigue que un chino con amnesia sea adoptado por la tribu y se convierta en un piel roja. Los buenos son los “de color”, es decir, los indígenas y los chinos, mientras que los villanos son todos blancos, a excepción de uno, que se alía con los buenos. La película es muy divertida y, como era de esperar, las escenas de lucha son perfectas, en las que chinos y blancos se enfrentan, el primero alzando el vuelo y girando en kárate, el segundo firme en el boxeo.
El protagonista es un actor ejemplar, Jet Li, casi tan popular como Jackie Chan en toda Asia. No exclusivo de las artes marciales, Jet Li actúa bajo la batuta de directores premiados en Cannes, Berlín y Venecia, como es el caso de Héroe, Dirigida por Zhang Yimou. Uno de los más grandes cineastas del mundo, pudimos apreciar su talento en la televisión cuando dirigió el espectacular espectáculo inaugural de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
Los contingentes chinos llegaron a trabajar en las Américas entre fines del siglo XX. XIX y principios del XX, especialmente en la expansión de las redes ferroviarias, como la Pacífico oeste en Estados Unidos y Madeira-Mamoré en Brasil, pero también en otros países donde dejaron su huella, como Perú y Cuba. Esta diáspora resultó en Barrios chinos en las metrópolis de Occidente – menos, curiosamente, en Brasil. Tenemos un barrio japonés en São Paulo, Liberdade, pero ninguno Barrio chino. Las condiciones de trabajo en los ferrocarriles correspondían a las de los esclavos y las estadísticas muestran que culis morían como moscas.
Guimarães Rosa no rehuyó convertirse en uno de ellos, perdido en el sertão, protagonista de un hermoso cuento, “Orientação” (Tutameia). Lleno de humor y gracia, deriva estos atributos de la fricción entre la alta civilización de los chinos y la rusticidad de su amada compatriota. Vale la pena echarle un vistazo.
*Walnice Nogueira Galvão Profesor Emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de Leer y releer (Sesc\Ouro sobre azul).
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