Evolución financiera

Imagen: Tim Gouw
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por JOSÉ FABIO RODRIGUES MACIEL*

Crónica de una noche perdida del capitalismo

Era un jueves, a última hora de la tarde y primeras horas de la noche, a las puertas del comienzo de las vacaciones escolares. Momento ideal para descomprimirse de otro semestre muy exigente. No hablo por mí, sino por una hija entregada a sus estudios a pesar de estar en la feliz edad de no preocuparse todavía por su futuro profesional y mucho menos por el económico.

La idea es caminar un poco, mirar algunos escaparates y tomar un tentempié que se escape de la rutina. En este paso a paso, se entusiasma con lo que la atrae: ¡una librería! Estoy inmediatamente obligado a considerar:

     – Apenas almorcé hoy, ¿podemos volver después de comer?

     - ¿Lo prometes?

Con mi consentimiento, feliz consentimiento, por cierto, encontramos un poco de pasta para ella y un bocadillo grasiento que yo quería. Con tranquilidad comimos y volvimos a la primera etapa del recorrido, el escaparate. En unos instantes volvimos a estar junto a aquella tienda que había aparecido en algún pueblo y que, debido a la especulación inmobiliaria en la gran metrópoli, tuvo que contentarse con alquilar un pequeño espacio en el shopping box donde nos encontrábamos.

No renunció a su vocación y, contra todo pronóstico, la referida librería sigue vendiendo libros, asombrosamente. En un abrir y cerrar de ojos perdí a mi descendencia en ese espacio; se perdió en su interior, casi transmutándose en una colorida cubierta entre las muchas existentes.

Mientras la buscaba con calma, para admirar el entusiasmo que sin duda habría en su rostro, me di cuenta de que un acontecimiento estaba en pleno apogeo en el ambiente literario en el que entramos: el lanzamiento de un libro.

No hubo canapés ni espumosos, como siempre, solo una bien preparada bandera con una foto de tamaño natural del autor (coautor, decía el banner). Al lado, una mesita y una silla. En esto él era, sin duda, el coautor. Era tan idéntico a la foto que tenía curiosidad por comprobar si no llevaba la misma ropa. Al contrario, parecía tener un buen guardarropa, muy pulcro, incluidos los gemelos que abrochaban los puños de una camisa de corte impecable. Inmediatamente descarté que fuera poeta o novelista, de esos que han ido surgiendo a raudales con la llegada de las publicaciones digitales. Todo indicaba que se trataba de un trabajo técnico, de un docente que convertía sus clases en un manual, interesado en tener como fieles consumidores a los actuales y futuros alumnos.

Un hecho me llamó inmediatamente la atención: no daba autógrafos. Ninguna de las almas presentes parecía saber que allí estaba el lugar de nacimiento de un pasado que podría tener un futuro brillante: ¡un libro!

Me olvidé de la niña y me quedé preguntando, sin preguntar nada a nadie y mirando de reojo. No quería avergonzar al apuesto autor, es decir, coautor, que todavía estaba acompañado por solo algunos de sus libros sobre la mesa. No podía entender la razón de la soledad. ¿Está soltero? ¿Ya perdió a su madre o ella vive en otra ciudad y no pudo venir porque tiene que cuidar a su abuela? ¿Olvidaste publicar las invitaciones? Esta hipótesis no es válida, ahora todo está en línea y publicitado por las redes sociales. ¿No notificó a los estudiantes en el aula o, por error, programó el lanzamiento en un día de prueba? ¿Sin compañeros profesores? Puede ser que por algún descuido se hayan equivocado de día o de hora… Y el editor, ¿ni siquiera está presente? Qué triste destino para los autores en estos días. ¿Un compañero que sea, ni ese aparecerá?

Todavía estaba divagando cuando se encendió una luz y todo se aclaró. me di cuenta que no bandera también estaba el nombre del trabajo, simple, directo y objetivo: ¡Evolución Financiera!

Todo fue explicado y las respuestas comenzaron a estallar como maíz en aceite caliente. Efectivamente, con un título así, una novela o una poesía no podrían serlo. El libro técnico tendría una oportunidad, pero también lo descarté. El profesor también estaba fuera de discusión, de ahí la ausencia de esos estudiantes que imaginé. ¡Solo puede ser un libro de autoayuda! Edición propia de algún blogger que se vende como traders, confiando en la suerte de las personas apostando a la suerte de que el dinero es fácil de ganar, en la ruleta de mercado. En ese instante desapareció mi empatía y volvió la preocupación por mi preadolescente.

Casi como por arte de magia, ella apareció, así sin más, con un libro en cada mano. Por cierto, no sé dónde encontró tantas manos. Tenía una sonrisa débil, un poco avergonzada y feliz entre tantas opciones. ¡Me vi obligado a darle una misión muy difícil, elegir solo una! Afortunadamente, la autoayuda aún no es parte de su lectura y cualquier opción que elija resultará en una gran lectura. Si lo sé bien, devorará el libro incluso antes del comienzo de las vacaciones. Tras una sonada vacilación, una de las sinopsis la enganchó y apartó a las demás. Pagamos y no lo dejamos envolver. Tan pronto como subimos al auto, leyó en voz alta hasta que llegamos a casa para que yo pudiera seguir la historia.

No le presté mucha atención, para ser honesto. En mi cabeza, la suerte de los lectores que no fueron invitados al evento de lanzamiento, olvidaron la fecha o que no necesitan mentores para sus finanzas. Esta noche el capitalismo perdió...

     – Hija, ¿viste que había un lanzamiento en la librería?

     - ¡¿Lanzamiento?! No lo creo, no vi ninguna cola.

*José Fabio Rodríguez Maciel tiene una maestría en derecho de la PUC-SP. Autor, entre otros libros, de Manual de Historia del Derecho (Saraiva Jur).


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